El sueño más grande (¡Campeón! 6)

Antoine Griezmann

Fragmento

cap-2

LOS PERSONAJES

 

 

Tony Grizi: Tony, ahora con 16 años, hace ya dos años que está en el equipo juvenil de la Real Sociedad de San Sebastián, en España. Fan absoluto de David Beckham, sueña también con poder hacer del fútbol su profesión.

Maud Grizi: Estudiante de Periodismo en París, la hermana mayor de Tony sigue siendo un pilar en la vida del joven futbolista, incluso a distancia.

Théo Grizi: El más pequeño de los hermanos, también es el primer fan de Tony, y el primero en gritar «¡Team Grizi!» siempre que tiene ocasión.

Alain Grizi: Apodado «el Grizzli» por su impresionante envergadura y por esa mirada severa, el padre de Tony siempre ha empujado a su hijo a dar lo mejor de sí mismo sobre el terreno de juego.

Isa Grizi: Hija de un antiguo jugador profesional portugués, la madre de Tony está dispuesta a todo por sus hijos.

Julian D’Amata, The Wall: Este portero es uno de los mejores amigos de Tony. Tras su paso por el centro de formación del Burdeos, se ha integrado en el equipo de Nantes.

Djibril Makouba, Calamity Djib’: Uno de los amigos más cercanos y antiguo compañero de equipo de Tony en Mâcon, ¡más dotado para las bromas que para el fútbol!

Stan Muizon: Stan es un amigo de la infancia de Tony. Solamente tiene un defecto: no es ningún fan de Zidane, porque prefiere a... Napoleón.

Jean Baptiste Texeira, JB: Después de tantos años jugando en el polideportivo con Tony y Maud, en la actualidad sigue progresando en el Olympique de Lyon.

Roméo Chapon, The Brain: Verdadero estratega en el campo, Roméo se sabe de memoria todas las estadísticas y las combinaciones.

Audrey: Amiga de Tony, la bonita chica morena no deja indiferente al joven futbolista...

Diego: Recién llegado a San Sebastián, este joven jugador argentino ocupa el puesto de defensa central y enseguida traba amistad con Tony.

Phil Pelves: Primer entrenador de Tony en la Unión Futbolista de Mâcon (la UFM), Phil siempre ha creído en las capacidades de «el Grillo», a pesar de su baja estatura.

Frédéric Odras: Seleccionador de San Sebastián, tiene buen criterio para dar con los jugadores que prometen y se pasa el tiempo viajando.

Matt Haig: Recién llegado de Inglaterra, con un loro a guisa de consejero, el nuevo entrenador del equipo de Tony es un personaje de lo más original.

cap-3

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NOSTALGIA

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Con cada verano que pasaba, las vacaciones se hacían más y más cortas: eso se decía el Grillo instalado en su tumbona, con las gafas de sol caladas sobre la nariz. Alguien, en algún lugar, se entretenía sacándole las semanas al calendario. Tal vez incluso meses, o años enteros. Dieciséis años, ya...

—¡Cenaremos dentro de una hora! —anunció Isa, que acababa de salir a la terraza con un trapo entre las manos.

—Mmm...

—Te lo digo para que acabes lo que estés haciendo...

El muchacho se incorporó, se sacó las gafas y se frotó los ojos. En el horizonte, el sol empezaba a oscurecerse, imperceptiblemente. Por encima de los pinos, una nube solitaria esperaba la noche. Tony suspiró...

Se levantó y se masajeó los muslos. En la mesa de hierro forjado, un cuaderno abierto, con las primeras palabras de una carta.

Querida Audrey:

Estoy en el campo desde hace casi un mes, en la casa de mi tío. Te echo mucho de menos.

Pff...

Demasiado directo. Demasiado lacrimoso. El muchacho se sentó con el ceño fruncido y retomó el bolígrafo.

¿Qué tenemos en la agenda? Largos paseos, tiro al arco y correteos matutinos con mi padre... Te aseguro que de divertido tiene poco. Todos los años intento convencer a mi tío para que instale una gran piscina. Podríamos poner porterías de waterpolo, eso sería la bomba. Tengo ganas de volver a verte para que me cuentes cómo te ha ido a ti. ¿Estaremos en la misma clase, este año? Cruzo los dedos.

Bien, sí, así se hacía más sutil, pero todavía faltaba mucho para que fuera genial.

—Adivina quién soy.

Era Théo, que le apretaba los párpados con los dedos grasientos.

—Zinedine Zidane —respondió Tony.

—¡Has ganado!

El mayor agarró a su hermanito por el brazo y lo arrastró hacia él para sentarlo sobre sus rodillas.

—Y dígame, señor Zidane, después de comerse un bollo azucarado, ¿no le parece que hay que lavarse las manos?

—¿A quién escribes?

Tony sonrió. La capacidad de su hermano para cambiar de tema era prodigiosa.

—A nadie —respondió el adolescente, y se apresuró a girar la hoja.

—¡Ya lo sé! Escribes a tu novia! —exclamó Théo con mucha seguridad.

Su hermano mayor lo empujó encarándolo hacia la puerta y le dio una palmada en el trasero.

—Ve a preguntarle a mamá si necesita ayuda.

Théo frunció el ceño.

—¿Por qué no vas tú?

—Tengo que acabar una cosa. Oye, y deja de contestarme. ¡Venga, vete!

El hermanito se alejó encogiéndose de hombros. Con un suspiro, Tony volvió sobre su borrador, y en el proceso aprovechó para corregir dos o tres frases. Luego lo releyó todo para comprobar que no había faltas. Ese verano, sus padres le habían comprado un cuaderno de ejercicios de vacaciones repleto de prácticas de conjugación y de gramática.

«No puedes permitir que te suspendan en francés —le había avisado el Grizzli—. Ni en francés ni en nada, por descontado. Mente sana en cuerpo sano, ¿te suena?»

Todas las mañanas, o casi, sentado a esa misma mesa, el Grillo había tenido que inclinarse sobre ese maldito cuaderno, con la esperanza de recuperar el retraso. ¿Iban a subir las notas? Esperaba que sí, pero lo hacía sobre todo para que lo dejaran en paz. Lo más importante, en su opinión, seguía siendo el fútbol, la verdad del terreno de juego. Porque ese año la suerte estaba echada: iría a por todas.

«¿Qué hago? ¿Firmo?»

Con el boli todavía en la mano, releía su carta. Tenía prisa por volver a ver a Audrey: por decirlo con todas las letras, salir con ella habría sido genial. Pero ¿estaba preparado para eso? Y, sobre todo, ¿había lugar en su vida para el romance, en ese momento de su incipiente carrera?

Meditabundo, dobló en tres la hoja, la deslizó en el sobre y escribió en él la dirección de la muchacha en Bayona.

Luego fue hacia su habitación, bajo el tejado, y empezó a ordenar un poco sus cosas, como su madre le había dicho. Al día siguiente tendría que hacer

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