Perrock Holmes 13 - A todo gasss

Isaac Palmiola

Fragmento

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Es un genio de la informática y la tecnología. Usa tabletas, ordenadores y móviles con la misma facilidad con la que se hurga la nariz. Para él, la bruja de su medio hermana es peor que un grano en el culo.

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No se arruga ante nada. Dice lo que piensa sin cortarse un pelo y es tan convincente que podría venderle una nevera a un esquimal. Adora los libros de misterio y le apasionan los casos peligrosos.

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Los osos perezosos parecen hiperactivos al lado de este gato gordinflón. Gatson nació cansado y no suele moverse mucho a menos que le ofrezcan comida de la buena (pienso no, gracias). Sus grandes pasiones son comer y dormir, pero aunque parezca mentira, a veces se le da bien investigar. Es capaz de hablar con Perrock y sus amos, y tiene una imaginación muy retorcida para gastar bromas.

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Es capaz de comunicarse con sus amos y detectar sentimientos en los humanos, algo que lo convierte en uno de los investigadores más eminentes del mundo. Travieso —casi gamberro—, es un ligón pese a ser tan pequeñito. Su mayor debilidad son las perras altas, a las que trata de seducir sin excepción.

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Julia y Diego nunca habían pisado Montecarlo, la ciudad del lujo extremo y los diamantes hasta en la sopa. Y, por supuesto, Perrock y Gatson tampoco habían estado. A los dos se les iban los ojos al ver tanta mascota pija. ¿Desde cuándo los gatos se hacían la pedicura francesa? ¡MENUDA LOCURA! Sin embargo, todos ellos habían metido sus chanclas de playa y un montón de bañadores en la maleta. Querían disfrutar de la estancia que habían ganado y pensaban pasarse las veinticuatro horas del día metidos en la piscina y zampando comida delicatessen.

Lo que no se podían imaginar ni en sus mejores sueños era el superhotel que estaban contemplando en directo.

—¡ESTAMOS EN PIJOLANDIA! —exclamó Diego mientras se bajaba poco a poco las gafas de sol y sujetaba bien la toalla de playa que llevaba encima de la mochila.

Exacto, estaban en pijolandia al cuadrado. El Hotel & Spa Caraquemada se encontraba en el puerto de Montecarlo, con vistas a YATES de lujo con HELIPUERTO incluido y gente tomando CHAMPÁN en cubierta. Los coches que llegaban allí eran descapotables impresionantes y LIMUSINAS inmensas con los cristales tintados de negro.

—Buenos días, señores, sean bienvenidos. —Un botones vestido de etiqueta les cogió las maletas—. Ustedes deben de ser los ilustres ganadores del campeonato PIENSA O REVIENTA...

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Tanto Julia como Diego asintieron. Aquellas vacaciones a todo lujo en Montecarlo en un hotel de cinco estrellas, paseos en yate y entradas para el GRAN PREMIO DE MÓNACO DE FÓRMULA 1 eran la recompensa por haber ganado un torneo de juegos de mesa que casi acaba con ellos en la última de sus aventuras.

El botones los guio hacia el interior del hotel. A su alrededor, los clientes eran de lo más esnob: vestidos exclusivos, joyas hasta en los dedos de los pies, poses pedantes y mayordomos que les abrían las puertas al pasar.

Perrock también estaba alucinando. Había visto una preciosa perrita con un peinado supersofisticado y un collar de diamantes que valía cien veces más que el pisito de sus amos.

—Mucho coche y mucha joya, pero yo aún no he visto comida —maulló Gatson, apalancado en la mochila de Diego.

Julia se quedó parada al entrar en el vestíbulo del hotel. En la pared principal había un RETRATO GIGANTESCO de un hombre junto a un coche de carreras. El sonriente piloto, un señor mayor, tenía una impresionante quemadura en la cara.

—¿Quién es ese señor? —preguntó Julia.

Al botones le sorprendió la pregunta, la miró como si no hubiera sido capaz de reconocer a alguien tan famoso como Leo Messi.

—Es NICK CARAQUEMADA, señorita, el propietario de este hotel —explicó—. Fue uno de los mejores pilotos de su época y es una leyenda viva de la FÓRMULA 1.

A Julia le interesaban más los pormenores del cultivo del pimiento del padrón que la FÓRMULA 1. Eso sí, había oído hablar de Miguelo Casanova, un piloto italiano que en la actualidad ganaba casi siempre.

El botones los acompañó hasta su SUITE, situada en la novena planta del hotel. Tras depositar las maletas en la entrada, los dejó solos para que pudieran disfrutar de su habitación.

—¡UALAAA! —exclamó Julia.

La suite era más grande que su propia casa, con un montón de lujos inesperados. Julia encendió el jacuzzi con la intención de darse un baño mientras Diego pegaba saltos en una cama de agua. Gatson empezó a devorar una colección exclusiva de bombones de chocolate con trozos de fresa crujiente y Perrock disfrutó de una tabla de masajes para perros que le rascaba la tripa automáticamente.

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Entonces alguien llamó a la puerta.

Julia corrió hacia la entrada y la abrió. Pestañeó unos instantes antes de asegurarse de que el hombre que tenía delante era el mismo del cuadro gigante del vestíbulo del hotel.

—Buenos días. Soy NICK CARAQUEMADA —saludó el hombre—. Quería daros la bienvenida personalmente a mi hotel e invitaros a un TENTEMPIÉ con los visitantes más ilustres de todo Montecarlo.

—EEEH... BUENO... Creo que tenemos un hueco en nuestra agenda, muchas gracias. —Julia no tuvo la menor duda sobre cuál tenía que ser la respuesta—. Será un placer acudir a ese tentempié.

—Perfecto, os espero dentro de unos minutos en la décima planta. —Nick Caraquemada dio media vuelta y se alejó por el pasillo mientras Julia daba SALTITOS DE EUFORIA. Estaba deseando codearse con lo más selecto de Mónaco. Llevaba solo un rato en el hotel y ya se le había subido el lujo a la cabeza.

Diego la miraba fijamente. ¡Ya estaba preparado para irse al spa! No tenía ningunas ganas de comer tentempiés con personalidades que no conocía, pero sabía que no le quedaba otra. Iba a tener que dejar el bañador a un lado y adecentarse un poco o su hermana no se lo perdonaría.

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