Las aventuras de Lana - La pandilla perruna

Las aventuras de Lana

Fragmento

cap-1

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¡Hooola, amiguitos humanoides! ¿Sabéis una de las cosas que más feliz hace a Lana? ¡A ver si lo adivináis! Vale, sí, las galletas para perro con forma de hueso que prepara Superabu es una de ellas. Robar los calcetines usados a sus hermanitos humanos también le encanta. Pero hay algo que le gusta todavía más y es... ¡IR AL PARQUE GIGANTE CON SU MAMI cada domingo! Y... ¿sabéis qué día es hoy? ¡DOMINGO! ¡Yuhuuu!

—¡Vamos, Lana! ¿Estás lista para nuestro paseo superespecial? —le dice mami a Lana mientras le acaricia la cabeza.

—¡Claro que sí! Llevo despierta desde las ocho de la mañana esperando este momento.

Lana se queda bien quietecita mientras mami le pone su arnés preferido y la ata con la correa, pero en cuanto abre la puerta... ¡intenta correr con todas sus fuerzas para llegar cuanto antes! Aunque esta correa se lo impide.

—¡Ay, Lana! No tires tanto, por favor, o llegaré al parque con dolor de brazo y no podremos jugar a tu juego favorito —se queja mami mientras se frota el hombro.

—¡Ups, perdón! Ya paro. Es que estoy tan impaciente que no puedo...

Pero antes de que pueda terminar la frase, Lana empieza a percibir con más fuerza los olores del parque gigante: el césped recién cortado, las cestas de pícnic llenas de deliciosos bocadillos de jamón y salchichón, el estanque con sus barcas y sus peces, los árboles con los nidos de pájaros en sus ramas... Su cola se empieza a mover rápidamente de un lado a otro de lo contenta que está. ¡Al fin han llegado!

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Hace un día supersoleado de primavera y el parque está lleno de gente: hay niños aprendiendo a montar en bici, abuelitas paseando, youtubers grabando vídeos, enamorados mirándose embobados en la hierba, jóvenes tomando refrescos en el bar del embarcadero y perros, muuuchos perros. ¡Eso es lo mejor! Lana huele con su trufa el aire para ver si reconoce a alguno, pero parece que sus amigos perrunos aún no han llegado. Seguro que vienen más tarde, ¡no se pierden un domingo de parque por nada del mundo!

Lana coge un palo del suelo con la boca y se lo deja a mami en los pies.

—¡Guau! ¡Guau! ¡Tíramelo, tíramelo! —le pide impaciente mientras da vueltas a su alrededor.

Entonces mami, con su fuerza de superheroína, lanza el palo muuuy lejos. Lana sale disparada a buscarlo corriendo a toda velocidad, salta bien alto y lo coge al vuelo.

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—¡Bravo, Lana! —celebra mami mientras aplaude sonriente.

Pero justo cuando la perrita va a llevarle el palo otra vez para que se lo vuelva a lanzar, se escucha un grito:

—¡¡¡EL NIÑO!!!
¡¡¡EL NIÑO!!!
¡Que alguien
haga algo!

Lana enseguida reconoce esa voz que le resulta tan familiar... ¡Es Canela, su amiga podenca! Pero ¿por qué grita? ¡Parece muy asustada!

Canela corre con su corpachón de color marrón clarito en dirección al estanque lo más rápido que sus kilos de más le permiten. Pensando que Canela se está escapando, su dueña chilla desesperada:

—¡¡¡CANEEELAAA!!!

Lana sigue a su amiga con la vista y, de pronto, lo entiende todo: ¡UN BEBÉ ESTÁ CAMINANDO HACIA EL BORDE DEL ESTANQUE! El niño, que hace poco que ha aprendido a andar, da pasitos torpes pero decididos persiguiendo a un cisne que flota elegante en el lago.

—¡Oh, no! ¡Si no lo impedimos, se caerá al agua! —exclama Lana—. Enseguida vuelvo, mami, ¡tengo una nueva misión que cumplir!

Su mamá humana le guiña un ojo en señal de aprobación y, cuando se da la vuelta para ayudar a Canela, aparece corriendo el gran Orlando, su amigo pitbull terrier de color negro y con el pecho blanco. Pese a que ya es un perro mayor, aún está en buena forma.

—¡Hola, Lana! He venido en cuanto he oído los chillidos de Canela y he podido despistar a mis dueños —se disculpa Orlando.

—¡Tranquilo! ¿Puedes prestarme el silbato ultrasónico? —pregunta Lana un poco nerviosa.

—¡Claro! —Orlando rebusca en el bolsillo secreto de la bandana roja que siempre lleva colgada al cuello y le pasa el silbato—. ¡Ahí va!

Lana sopla con fuerza y suena la señal secreta para reunir a todos los miembros de ¡Nuestra superpandilla de rescate!

Inmediatamente, aparece una gran bola de pelo rizado de color marrón anaranjado deslizándose por la pendiente de hierba a toda velocidad, persiguiendo a su inseparable pelota de color verde fluorescente. ¡Es Flush, la cocker spaniel más atrevida de la pandilla!

—¡Ay, ay, aaay!

¡Que se va a estampar contra el banco! —le dice Lana a Orlando tapándose los ojos para no ver el desastre.

Pero, justo antes de chocarse, ¡ZAS! Flush da un supersalto y esquiva el banco.

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—¡Ya eztoy aquí, chicoz! —Flush saluda con alegría a sus dos amigos, al tiempo que atrapa la pelota fluorescente que siempre lleva en la boca.

—¡Genial, Flush! Mmm... Solo falta Diva para que estemos todos. ¡Qué raro! A lo mejor hoy no ha venido al parque. Bueno, ¡no hay tiempo que perder! El bebé está cada vez más cerca del agua. ¡Vamos a ayudar a Canela!

En cuanto nos ve aparecer, el bebé se echa a reír y, de la emoción, empieza a caminar todavía más rápido hacia el agua.

—¡Oh, no! —grita Canela, tan asustadiza como siempre.

—¡Rápido! Orlando, Flush, Canela: vamos a meternos en el agua para hacer una pasarela y que el bebé camine por nuestras espaldas —propone Lana.

—Y-yo n-no p-puedo. E-estoy t-temblando d-de m-miedo y el n-niño s-se c-caerá con mi t-tembleque —dice Canela asustada.

—Está bien. No te preocupes —la tranquiliza Lana.

Orlando y Flush ya se han lanzado al agua. El bebé ahora camina por encima del lomo de Orlando. Flush intenta entretenerlo moviendo su pelota fluorescente y haciendo piruetas acuáticas para llevarlo a la orilla de nuevo, pero el pequeño no hace mucho caso.

—No está funcionando... ¡Piensa, Lana, piensa! —se dice la perrita un poco nerviosa.

De repente, Lana mira al frente y ve que Diva, la elegante galga afgana de pelo largo y gris, está subida en una barca justo al otro lado del estanque.

—¡Guau!
¡Guau! ¡Diva, te necesitamos!

Lana ladra todo lo fuerte que puede, pero Diva no reacciona.

—C-creo q-que ll-lleva l-los a-auriculares p-puestos y n-no t-te o-oye —le dice Canela.

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—Mmm..., ya veo. ¡Canela, rápido, ve a buscar a Diva para que nos ayude! —le pide Lana.

—¡A-Allá v-voooy! —Canela sale disparada.

El bebé sigue encima de Orlando, dando pasitos, tambaleándose, pero... ¡OH, NO! ¡Orlando está nadando hacia la parte honda del estanque en vez de ir hacia la orilla!

—¡Orlando, tienes que nadar h

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