La casita bajo tierra 5 - ¡Noticia bomba!

Catalina Gónzalez Vilar

Fragmento

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Aquel otoño, el frío parecía resistirse a llegar al valle. Terminaba septiembre y los días eran aún cálidos, hasta tal punto que no resultaba extraño encontrar en los zarzales algunas moras tardías, dulces y jugosas.

Oli, Tom y Lena Zarzamora recogieron unas pocas de camino a El Informador de Rocadeliciosa, el periódico en el que trabajaba su padre.

—Me apuesto lo que sea a que papá no va a estar —dijo Tom, lanzando al aire uno de los frutos para atraparlo rápidamente con la boca.

—¡Puede que haya tenido que ir a investigar algo emocionante! —dijo Oli, que últimamente solo leía novelas de misterio.

Lena, por su parte, meneó la cabeza con disgusto.

—Mamá nos habría dejado quedarnos con ella si Tom no hubiese volcado el bote de pintura.

Su hermano no dio importancia al comentario. Hacía un día estupendo y se resistía a sentirse de mal humor.

—Es más fácil ayudar cuando tus padres hacen pasteles, como los Buenamiga —opinó, envidiando la suerte de su amigo Pau—. O zumo de manzana y de uva, como los padres de Iris y Alex.

Sus hermanas le dieron la razón. Se alegraban de aquellos días especiales sin colegio, pero echaban de menos a sus amigos. Todos estaban muy ocupados ayudando a sus familias con los preparativos para la Feria de Artesanos, que tendría lugar coincidiendo con la luna de la cosecha. Era el momento cumbre del otoño y los vecinos de Rocadeliciosa preparaban sus mejores productos para exhibirlos en ella.

Su madre, que prefería trabajar sola, había accedido finalmente a que los trillizos la ayudasen en la carpintería, pero en menos de una hora Tom se las había arreglado para organizar un espantoso estropicio con los botes de pintura.

Mirna los envió con su padre.

—Así podemos conocer por fin el periódico —dijo Oli.

—¡Si es que papá está allí! —respondió Tom.

Divisaron la casa entre la alta hierba. Estaba pintada de color rojo oscuro y desde lejos se veía elegante y algo solitaria. Los trillizos sabían por su padre que la mitad derecha del caserón lo ocupaba el periódico, mientras que la mitad izquierda era el hogar de las hermanas Pamplinas, las dueñas de El Informador. Había sido así desde que su padre, Fulgencio Pamplinas, fundó la casa y construyó el periódico, todo a la vez. De eso hacía mucho mucho tiempo, pues Gertrudis y Jacinta Pamplinas eran ya muy mayores.

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En ese momento, ambas se encontraban en la puerta, despidiendo a una invitada. Aunque apenas la conocían, identificaron enseguida a la anciana señora Muguet, pues era la única liebre del valle que seguía utilizando aquellas grandes pamelas con flores y hojas prendidas de su cinta.

—Imprimiremos copias del anuncio, por supuesto —estaba diciéndole Gertrudis cuando se acercaron.

—Nuestros lectores están impacientes por conocer la programación de la Feria —añadió su hermana—. ¡Ah! ¡Tom, Oli, Lena! Ya estáis aquí.

La señora Muguet, al ver que las hermanas tenían visita, se despidió amablemente.

—Una liebre estupenda —dijo Jacinta, viéndola alejarse—. Y no sé si todo el mundo sabe cuánto trabaja para que la Feria sea un éxito.

Luego, centró de nuevo su atención en los hermanos.

—Vuestro padre nos dijo que veníais —empezó a decir.

—Pero no vais a imaginar lo que ha pasado —continuó Gertrudis.

—¡Que se ha tenido que ir! —dijo Tom—. ¿A que sí?

—¡Exacto! —respondió ella, algo sorprendida de que lo hubiese adivinado—. ¡Ha ido a buscar a Trescolmillos!

Tom, Lena y Oli la miraron sin entender.

—¡Trescolmillos! ¡El jabalí más grande y temible de toda Sierra Olorosa!

—El nombre se lo puso nuestro padre —añadió Jacinta con orgullo—. Fue él quien le arrancó el colmillo que le falta. Debió de ser una pelea terrible, aunque prefería no hablar mucho del tema.

—¡Era un gran periodista! —dijo Gertrudis—. ¡Siempre estaba a la búsqueda de las noticias más emocionantes!

Oli las escuchaba con los ojos muy abiertos.

—Dábamos por muerto al viejo Trescolmillos —dijo Jacinta—. Pero fíjate que de pronto vuelve a aparecer, aquí, ¡en Rocadeliciosa! Dicen que pesa más de cien kilos. Si Sam lo encuentra, será una noticia bomba.

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—¡Una noticia bomba! —repitió Gertrudis, como si hablase de un helado de chocolate—. Entretanto, nosotras podemos enseñaros el periódico. Nélida nos ha traído la programación de la Feria de Artesanos. Podéis ver cómo la imprimimos.

Los trillizos, encantados, siguieron a las hermanas al interior de la casa. Y si bien la entrada se parecía a la de cualquier otra casa del valle, en cuanto tomaron el pasillo que llevaba a la zona del periódico, las cosas cambiaron.

Allí las paredes estaban repletas de portadas enmarcadas de El Informador, la mayoría ya amarillentas.

—Son algunas de las noticias más importantes que hemos dado —les explicaron—. Aquel es el primer ejemplar que se imprimió. Y en esa portada se habla de la inauguración de los hornos de los Bayazul. Fijaos en aquella, después de ese incendio se formó el cuerpo de bomberos voluntarios de Rocadeliciosa. Y en esa se hace referencia a Trescolmillos, ¿lo veis?

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