Bat Pat 8 - El fantasma del doctor Tufo

Roberto Pavanello

Fragmento

El Fantasma Del Doctor Tufo

14

BATUCHITOOO...

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artin, ¿de verdad crees que mi tío abuelo escondió la fórmula en una de las fuentes? —preguntó el doctor, corriendo detrás de él.

—No exactamente —le explicó este—. Pero he recordado lo que dijo el guía sobre los efectos de agua que diseñó su antepasado.

—¿Y bien? No entiendo...

—Lo entenderá en seguida. Solo tengo que hacer una pequeña pregunta a Arthur.

Nos encontramos con el bibliotecario, que nos recibió con expresión preocupada. Martin no le dio tiempo a pronunciar palabra.

—Arthur, ¿en la biblioteca hay libros sobre hidráulica?

—Desde luego, ¡tenemos una sección entera! Está donde descubrimos el pasadizo que lleva a la celda del doctor Tufo.

—¡Estaba seguro! —exclamó Martin, exultante—. Llévanos hasta allí, por favor...

Nos dirigimos a toda velocidad a la estancia. Yo, que siempre vuelo a tres metros de altura, en esta ocasión vi la placa de metal que había sobre la puerta. Decía: «Ciencias hidráulicas».

—¿Está claro ya? —nos volvió a preguntar Martin.

—Adelante, cerebrito —se impacientó Leo—. Déjate de acertijos y dinos qué pasa.

—Si el doctor Tufo diseñó los efectos de agua del jardín del barón —explicó Martin—, eso significa que, además de interesarle la «ciencia médica», también estaba muy interesado en la hidráulica. Por tanto, es normal que viniera a menudo a esta sección de la biblioteca. Por eso creo que puede haber escondido aquí la fórmula que estamos buscando. Y el hecho de que él haya venido aquí esta noche me hace ser optimista. ¿Cuántos libros calculas que hay aquí dentro, Arthur?

—Unos mil quinientos.

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—Pues ¿a qué esperamos? —nos instó Martin—. Empecemos a buscar.

—¡Un momento! —le interrumpió Arthur—. Os tengo que dar una mala noticia: dentro de una hora cierran la biblioteca y después nadie, ni siquiera yo, puede quedarse dentro. El director ha hecho instalar un nuevo sistema antirrobo de infrarrojos que entra en funcionamiento justamente hoy.

—Pues adelante —nos animó Martin—. ¡No hay que perder ni un segundo!

¿Se os dan bien las matemáticas? ¿Cuánto da 1.500 libros dividido entre 4 humanos + un murciélago? ¿Y dividido en 60 minutos? Ya os lo digo yo: el resultado es que cuando llegó el vigilante y puso la alarma tras hacernos salir, ¡ninguno de nosotros había encontrado absolutamente nada! Y todavía quedaban un montón de libros por revisar...

Seguimos a Arthur hacia a la entrada. Cuando ya estábamos en el vestíbulo, cambió de dirección bruscamente y se metió en una habitacioncita minúscula que había bajo la escalinata, adonde le seguimos todos. ¡Estábamos como sardinas enlatadas!

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—Al menos seguimos dentro —nos dijo, mientras le mirábamos perplejos.

Poco después, oímos los pasos del vigilante abandonando la biblioteca.

—¿Y ahora qué hacemos? —preguntó Leo, intentando salir de aquel agujero—. ¿Nos tomamos un aperitivo?

—Puede que todavía haya una solución —dijo Martin con resolución—. Batuchitooo...

¡Ya te digo! ¡La solución de Martin, naturalmente, era YO!

—Leo —preguntó el «cerebrito»—, ¿siguen en tu mochila las gafitas de infrarrojos?

—Sí, ¿por qué?

—Porque si se las dejamos a Bat Pat, podría volar por aquí dentro sin hacer saltar las alarmas y seguir buscando nuestra hoja. No deben de quedar más de doscientos libros. ¿Cómo lo ves, Bat? ¿Podrás?

¡Por el sónar de mi abuelo! ¿Doscientos pesados libros para un frágil murciélago como yo?

Pues tengo noticias para vosotros, queridos lectores: este frágil murcielaguito se puso las gafas de Leo, salió volando de debajo de la escalinata esquivando los rayos infrarrojos de las alarmas y, una hora después, envió a los otros cuatro un corto mensaje:

¡ENCONTRADO!

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