Los BuscaPistas 4 - El caso del cementerio embrujado

José Ángel Labari
Teresa Blanch

Fragmento

Capítulo 2

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Pepa Pistas y el resto de sus compañeros de clase hacían cola frente al microbús que los llevaría de colonias. Antes de subir, la señorita Ling comenzó a pasar lista. Estaban todos, excepto…

—Maxi Casos… —dijo la señorita Ling cuando tocó el turno a los apellidos que empezaban por la C.

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Silencio. La cola de niños se volvió hacia Pepa.

—¿Maxi Casos? —repitió la señorita Ling con una mueca de sorpresa y prosiguió—: Luci Crespas… Dani Dado… Cristina Lio…

¿Dónde se había metido Maxi?

Pepa parecía algo inquieta.

—No te preocupes. —El señor Pistas intentó tranquilizarla—. Seguro que aparece…

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—¡¿Y si está indispuesto y no puede venir?! —exclamó Pepa. La idea de salir de excursión sin su mejor amigo la horrorizaba.

Bebito le ofreció su chupete. A él lo calmaba y pensó que a su hermana también.

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—¡Ha llegado la hora de salir! —La señorita Ling guardó la lista y se apartó de la puerta del autocar para que los niños subieran y tomaran asiento—. Sentaos por parejas, nada de gritos, ni saltos, ni…

—¡No podemos irnos! —gritó Pepa desde el final de la cola.

La señorita Ling echó un vistazo al reloj.

—Está bien, cinco minutos más… —Suspiró y luego continuó hablando—: ¿Se puede saber quién ha dejado el equipaje abandonado en medio de la acera?

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La señorita Ling se acercó a la mochila y la observó atentamente. Durante unos segundos, tuvo la sensación de que se movía. Cuando se agachó para recogerla, el señor Pistas se le adelantó:

—Esto… ya me ocupo yo… je, je, je.

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—Déjela en el portaequipajes con el resto de las bolsas —advirtió la señora Rodeo, quien, además de ser la directora de la escuela, conducía el microbús y era la cocinera en las excursiones escolares.

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El señor Pistas obedeció sin rechistar. Días antes, la señorita Ling, a sabiendas de que el padre de Pepa disponía de tiempo libre antes de empezar a escribir su siguiente novela, le había pedido que hiciese de padre voluntario para acompañarles a las colonias.

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La señorita Ling admiraba profundamente al señor Pistas, y él había aceptado con una única condición: llevarse a Bebito. Su esposa se iba a una convención de veterinarios, y estaba claro que el niño no podía quedarse solo. Dicha condición no era del agrado de la señora Rodeo, poco amante de los bebés.

—Debemos irnos, se está haciendo tarde —advirtió la señora Rodeo.

En ese instante, un coche verde aparcó bruscamente frente al autocar, y Maxi, acompañado por su madre, salió precipitadamente del vehículo.

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—¿Se puede saber dónde te habías metido? —quiso saber Pepa cuando tomaban asiento.

Luci Crespas y Cristina Lio asomaron las cabezas desde los asientos traseros.

—No encontraba a… —Maxi calló un instante. No estaba permitido llevar mascotas a la excursión— ya sabes.

Pepa lo miró con ojos interrogantes.

—¿A...?

Entonces Maxi levantó las cejas y señaló la capucha de su sudadera. En ese instante, Pepa descubri

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