Los BuscaPistas 8 - El caso del fantasma del teatro

José Ángel Labari
Teresa Blanch

Fragmento

cap-1

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El viernes por la tarde, unos nubarrones negros cubrían por completo el cielo de Basketville y amenazaban con fuertes lluvias. Pepa Pistas, Maxi Casos y Bebito estaban en el interior de la agencia Los Buscapistas tomando una taza de chocolate caliente mientras escuchaban Tras las huellas, un programa de misterio de la radio local.

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«Hoy hablaremos sobre el misterioso caso del fantasma del teatro de Basketville. Según la leyenda, el fantasma habita en el edificio desde tiempos inmemoriales y suele salir las noches de lluvia, cuando no hay función.»

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Rayos acompañados de un trueno iluminaron por completo la pequeña agencia, y empezó a diluviar

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¡El reflejo de los destellos de los luz daban un aspecto terrorífico a todo lo que tenían a su alrededor! Pepa y Maxi se miraron asustados. Bebito continuó jugando con su chupete repleto de chocolate y Mouse saltó al interior de la capucha de Maxi.

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«En noches de tormenta como la de hoy ¡id con cuidado! Se dice que el fantasma acostumbra a deambular por las calles…»

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Un segundo trueno mucho más ensordecedor hizo temblar las paredes. Pulgas, inquieto, comenzó a ladrar desde el interior de la casa de la familia Pistas.

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«… y chapotea en los charcos en busca de nuevas víctimas a las que asustar…»

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—¿Has… has oído eso? —tartamudeó Maxi, y se abrazó a Pepa.

—¡¿Los pasos del fantasma?! —exclamó su amiga, y un escalofrío le recorrió el cuerpo.

«El fantasma suele tomar forma humana para pasar desapercibido. Viste y calza como…»

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De repente unas pisadas recorrieron el jardín, ¡hasta detenerse en la entrada de la agencia!

Los Buscapistas distinguieron unos mocasines oscuros. Ni Pepa ni Maxi se atrevieron a mover un centímetro de su cuerpo. En cambio, Bebito, con la cara sucia de chocolate, gateó hacia la puerta y salió.

—¡Vuelve! —susurraron los niños.

Del exterior oyeron unos cuchicheos que les llevaron a pensar que el fantasma no estaba solo…

—¿Buscapistas? ¿No pensáis salir a saludarme? —dijo una voz ronca.

Maxi propinó un codazo a Pepa:

—Mejor vas tú, el jardín es tuyo…

Y en ese instante, un rostro empapado asomó por la puerta. Era ni más ni menos que...

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—¡Abuelo! —gritó Pepa.

—¡Je, je, je! No me esperabais tan pronto, ¿eh? —sonrió el abuelo—. ¡Traigo una sorpresa!

Pepa y Maxi respiraron aliviados al darse cuenta de que no se habían topado con ningún fantasma y siguieron al abuelo hasta el interior de la casa de la familia Pistas.

En la puerta los aguardaba un sonriente Bebito acompañado de Pulgas que no dejaba de mover el rabo.

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—¡Papá, ve a secarte o te resfriarás! —advirtió la señora Pistas, pero el abuelo no pareció hacerle caso. Luego miró a los niños—: Y vosotros, ¡al salón! Hay alguien que quiere saludaros.

Pepa y Maxi intercambiaron una mirada de sorpresa.

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¿Alguien?

¿Quién?

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A medida que avanzaban, oyeron una voz chillona de mujer que les era muy familiar. No tardaron en salir de dudas.

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—¡Águeda Cristin! —exclamaron a

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