¡Perro ladrador, lío asegurado! (Serie Bat Pat 24)

Roberto Pavanello

Fragmento

Image

Imageas tardes de domingo del mes de junio son una maravilla, ¿no os parece? En especial después de comer, cuando todos duermen la siesta en el jardín tras una buena barbacoa y yo me acomodo colgado boca abajo en la entrada de casa. Y quizá, por fin, acabe con mi amita el puzle de tres mil piezas que me regaló por mi cumpleaños... ¿Que por qué digo «por fin»? ¡Porque hacía por lo menos un mes que Rebecca me lo había prometido!

En fin, cuando ya estaba saboreando la idea de pasar el resto de la tarde con ella, llegó el autobús que pasa por Friday Street y bajó una chica a la que no había visto nunca: era esbelta, vestía vaqueros y camiseta, llevaba el pelo recogido en una larga y negrísima coleta, tenía los ojos verdes y llevaba gafas. Se puso la mochila en el hombro y se dirigió al número 17.

Image

Antes de que hubiera acabado de cruzar la calle, Rebecca se puso en pie de un salto (la mitad de las piezas del puzle salieron volando) y corrió hacia ella.

—¡Hola, Jennifer! —gritó visiblemente contenta.

«Adiós a Rebecca otro mes entero», pensé al tiempo que fulminaba a la intrusa con la mirada.

Aún no sabía que esa chica era de la familia: Jennifer Wellington, catorce años, de Londres, hija del hermano mayor de la señora Silver, o sea, su sobrina. Y por los abrazos y besos que le dieron, prima queridísima de los hermanos Silver. Rebecca, en particular, le dio un abrazo rompecostillas, y eso, lo reconozco, me molestó todavía más. ¡Soy un poco celoso!

—¡Deja que te vea! —le dijo su tía emocionada—. Has crecido mucho... ¿Cuánto hacía que no venías a vernos?

—Como mínimo un año. Le he pedido un montón de veces a papá que me traiga, pero ya sabes lo perezoso que es... ¡Aunque a partir de ahora las cosas cambiarán!

—¿Por qué? —preguntó Rebecca esperanzada—. ¿Os mudáis aquí?

—Casi. Mis padres nos han matriculado a mi hermana y a mí en el colegio Newton, en Tombridge. Está a diez kilómetros exactos de Fogville y a solo un cuarto de hora en autobús.

—¡A solo un cuarto de hora en autobús! —exclamó Rebecca con cara de felicidad—. ¡Es una noticia fantástica!

Image

—Mis padres querían que me quedara en Londres, pero cuando decidieron matricular a Sara en Newton, me puse firme. «¡Pues yo también iré!», les dije. «Estoy harta del aire contaminado de la ciudad. Además, así haré compañía a mi hermana. Es muy tímida.» Mis padres contestaron que Sara ya contaba con la abuela Doris (vive en Tombridge, ¿os acordáis?) y que le iría bien arreglárselas sola. Pero ya sabéis cómo soy: cuando se me mete algo en la cabeza, ¡siempre me salgo con la mía!

—¿Y cuándo empiezan las clases? —preguntó el señor Silver.

—En agosto. Pero si uno quiere puede ir un par de semanas antes; lo llaman «período de aclimatación». A Sara no le apetecía, así que he decidido venir sola.

Se sentaron en el jardín a charlar y... ¡se olvidaron de mí! ¡Estaba furioso! Por eso cuando Rebecca por fin se acordó de que existía y me llamó, hice ver que no la oía. ¡Un poquito de respeto!

Image

—Estará durmiendo —comentó su prima—. ¿Los murciélagos no duermen de día?

—Nuestro Bat, no. Él es especial... en muchas cosas. Ya lo verás.

No le di esa satisfacción. Por la noche, cuando la primita subió al autobús para irse por donde había venido, deseé de todo corazón que no volviera a presentarse en casa.

Image

Pero al cabo de unos días Jennifer volvió a aparecer con una propuesta inesperada: una excursión de tres días por Deadford Forest en bicicleta. ¿Y qué hicieron los hermanos Silver? Aceptaron sin pensárselo ni un segundo. Incluso al perezoso de Leo le pareció una buena oportunidad para probar su TVTB (Tecno-Velo-Turbo-Bici), un conjunto de inventos tecnológicos para evitar el cansancio y tener siempre a mano bebidas frescas y piscolabis crujientes.

Cuando los chicos le pidieron al señor Silver que los acompañara porque había que dormir en tienda de campaña un par de noches, ni siquiera él pudo resistirse a los halagos de Jennifer.

—Mis padres me han contado un montón de veces que de pequeño ganaste la medalla al mejor explorador del año, tío George. ¿No te apetece enseñarnos algunos trucos?

Así que el viernes por la mañana ya estaba todo preparado: las bicis encima del coche y las tiendas, los sacos de dormir, las provisiones y las brújulas en el maletero. El señor Silver llevaba su glorioso uniforme de guía explorador. Yo, enfadado como nunca, me acomodé en el regazo de Rebecca.

¿Por qué decidí ir con ellos? Porque a Rebecca podía haberle dicho que yo no iba, pero a la señora Silver me resultó imposible. Cuando me pidió que cuidara de sus hijos y también de su marido, contesté lo de costumbre:

—Cuente conmigo...

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos