Las deportivas mágicas (El pequeño Leo Da Vinci 1)

Christian Gálvez

Fragmento

Índice

Portadilla

Índice

Personajes

Mapa

1. Una terrible noche de tormenta

2. El extraordinario caso de las «triple jota»

3. ¿Dónde están mis deportivas?

4. Un enemigo llamado Sticker Patillas

5. La Maga del Bosque

6. El extraño consejo

7. El taller secreto

8. Un viaje accidentado

9. ¡No lo hagas!

10. Y de repente…

11. Una solución de emergencia

12. Misión reimposible

13. Guarreanding Zapatilling

14. Comienza el partido

15. El combate final

16. We are the champions…

Ahora te toca a ti

Si te ha gustado este libro...

Sobre el autor

Créditos

LeoZapatillas-2.xhtml
pag3.jpg
pag4.jpg
pag5.jpg
LeoZapatillas-3.xhtml
pag6.jpg
pag7.jpg
LeoZapatillas-4.xhtml

cap1.jpg

Bosque de Vinci, Florencia, 1460.

Miedo. Terror. Cacafuti. El cielo se cubrió de relámpagos y siete figuras fantasmagóricas cruzaron el bosque bajo la lluvia, iluminados con la tenue luz de una lámpara de aceite.

No eran vampiros. No eran zombis. ¡Éramos mis amigos: Lisa, Miguel Ángel, Chiara, Boti, Rafa, Spaghetto y yo con chubasquero buscando a la Maga del Bosque!

—¡Anda, que ya te vale salir en una noche como esta! —protestó mi pájaro, Spaghetto, desde el bolsillo de mi camisa, puesto que las gotas de lluvia le impedían volar.

—¡Ya sabes por qué hemos venido! —le contesté mientras saltaba la gran raíz oscura y retorcida de un árbol, haciendo que el pajarillo casi cayera al suelo.

—¡Vale, pero ten más cuidado, Leo! —añadió, sacudiéndose las plumas.

La tormenta aumentaba según nos adentrábamos en el bosque. No es que se viera poco; es que no se veía un pimiento. Menos mal que íbamos preparados para todo: teníamos varios pares de botas de agua de cuero de las que mi tío Francesco usa cuando sube la marea en Venecia, un montón de bocadillos de salami y… ¡lo mejor!: el chocolate calentito de mi abuela. Lo que no teníamos era ni idea de dónde buscar a la Maga, porque las magas no es que vayan por ahí dando su dirección… ¿o sí?

—BIENVENIDOS AL BOSQUE DE LA MAGA DEL BOSQUE —leyó Lisa en un cartel que había pegado junto a un pino muy frondoso—. Qué fuerte, ¿no?

—Ya te digo. Esto es muy extraño —admití.

—¿Por qué? —preguntó Boti—. Encima que nos da la bienvenida…

El aullido de un lobo y el ulular de los búhos nos encogieron el corazón. Nos daban la bienvenida, sí, pero ¿a qué?

—¡Cómo mola —dijo Miguel Ángel—; es como la casa del terror de un parque de atracciones!

pag13.jpeg

—Ya —contestó Chiara—, ¡pero es que esto no es un parque de atracciones, cenutrio, esto es de verdad!

—Vale chicos, ya sabemos que este es el bosque correcto —señaló Lisa—. Pero, ahora, ¿por dónde tenemos que ir?

Y justo en ese instante… ¡fssssss! Un rayo iluminó un esqueleto apoyado en un árbol que sujetaba con los piños un cartel que decía: MAGA DEL BOSQUE, POR AQUÍ.

pag14.jpeg

—¡Aaaaaaaaah! —gritamos todos.

—¡Y un jamón voy yo a seguir el camino que dice el huesitos ese! —gritó Rafa.

—Tranquilo, amigo; a mí tampoco me mola, pero en ese estado, el chaval poco nos puede hacer —añadí.

—Igual si le damos un bocata se anima, ja, ja… —se burló Miguel Ángel, que es muy bruto y no hay nada que le asuste.

Y entre risas y miedos tomamos el oscuro sendero que el cartel indicaba, pero no estábamos solos. No podía demostrarlo, pero tenía un presentimiento: alguien, a lo lejos, desde algún lugar, nos estaba observando.

La cosa empezaba a ponerse fea. Los árboles estaban cada vez más pelados y las ramas de los arbustos del camino se entrelazaban como si fueran brazos huesudos que quisieran atraparnos con sus pinchos. El pasaje era cada vez más estrecho, pero nosotros seguimos adelante hasta que…

—¡Ay; se me ha enganchado la falda! —gritó Lisa.

—¡Espera, yo te ayudaré! —le

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos