Los Minimuertos 2 - Criando malvas

Ledicia Costas

Fragmento

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Me llamo Lechuza, y mi principal ocupación es volar del mundo de los vivos al mundo de los no vivos (no quiero asustarte con la palabra «muertos»). Glups, perdón, ¡se me ha escapado!

A ver, en realidad, tampoco es para tanto. Los adultos son un poco exagerados con eso de la muerte. Jamás hablan de ese tema, como si estuviese prohibido o como si fuesen a sufrir una descarga eléctrica por pronunciar esa palabra.

A mí me divierte visitar este mundo. En el Otro Barrio siempre sucede alguna cosa emocionante. Sobre todo, si están por medio los Minimuertos.

No puedo decir que sean mis amigos porque los humanos, sean del tamaño que sean, me producen repelús.

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Pero le he cogido un poco de cariño a esta pandilla (solo un poco, tampoco nos pasemos).

Ellos están aquí esperando a que lleguen sus padres. Y, mientras eso no sucede, son libres para hacer todas las trastadas que se les antojen.

Uno de mis rincones favoritos del Otro Barrio es la huerta de Petunio, un Minimuerto bastante majo al que le flipa la jardinería. Para mí, esta huerta es como un plato gigante lleno de cosas ricas.

En cuanto Petunio coge su rastrillo y empieza a remover la tierra, aparecen los manjares…

Lagartijas, gusanos y arañas salen huyendo de sus escondrijos, y yo me vuelvo completamente loca por cazarlos.

Petunio le dedica muchas horas al día a su huerta. En ella cultiva hortalizas y las clasifica por colores.

También tiene un gran jardín. Ahora mismo está repleto de tulipanes, narcisos y malvas, que son sus flores preferidas.

Aunque también son las favoritas de Maya, la Minimuerta más gamberra de la pandilla.

De noche, cuando todos duermen, Maya se presenta en su jardín y come de todo hasta hartarse.

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¡Se pone morada! Tan solo deja los pobres tallos, que enseguida se marchitan.

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