El Día del Libro: de España al mundo
La fiesta del Día del Libro hunde sus raíces en España, donde se conmemoraba ya en 1926. Sin embargo, desde 1995 y por declaración de la UNESCO, se trata de una celebración internacional dedicada a fomentar la lectura y el disfrute de los libros sobre los pilares de la creatividad, la diversidad, los derechos de autor y la igualdad de acceso al conocimiento.

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El Día de Libro nació en España hace casi cien años, el 7 de octubre de 1926. Vicente Clavel Andrés, escritor valenciano afincado en Cataluña, había presentado esta iniciativa a la Cámara Oficial del Libro de Barcelona tres años antes. Su idea, respaldada por los libreros y editores que formaban parte de este organismo, fue trasladada a las dos autoridades imperantes en la España de aquel momento, el rey Alfonso XIII y el dictador Miguel Primo de Rivera, pero la publicación del Real Decreto que declaraba oficialmente esta celebración no vio la luz hasta el 6 de febrero de 1926: «El día 7 de octubre de todos los años se conmemorará la fecha del natalicio del Príncipe de las letras españolas Miguel de Cervantes, celebrando una fiesta dedicada al libro español» (Artículo 1 del Real Decreto).
En el documento se establecía la obligatoriedad por parte de diferentes instituciones de enseñanza —academias, universidades y colegios— de llevar a cabo actividades y «solemnes sesiones» para ensalzar la importancia del libro y divulgar la lectura entre la población. Las escuelas debían dedicar al menos una hora a la lectura de fragmentos seleccionados de los grandes clásicos del español y de aquellas obras que difundieran «el valor del libro como instrumento de cultura, civilización y riqueza nacional». Las bibliotecas debían adquirir libros para ampliar su catálogo y era responsabilidad de las diputaciones crear bibliotecas populares o repartir, en su defecto, libros entre «los centros de enseñanza y los niños pobres».
Del 7 de octubre al 23 de abril
Vincente Clavel, gran admirador de la obra de Cervantes, había propuesto celebrar el Día del Libro cada 7 de octubre, conmemorando la supuesta fecha de nacimiento del autor del Quijote. Sin embargo, este dato sobre su llegada al mundo provenía más de una creencia que de un conocimiento real verificado, así que en 1930 se decidió trasladar la fiesta al día de su muerte, con más garantías de verdad. Desde entonces, y todavía dentro de las fronteras españolas, el Día del Libro pasó a celebrarse cada 23 de abril.
Esta nueva fecha no solo coincidía con el aniversario de la muerte de otras dos grandes figuras históricas de la literatura, William Shakespeare e Inca Garcilaso de la Vega (sobrino-nieto del poeta renacentista), sino que en Cataluña se conmemoraba también al patrón de la comunidad con la popular fiesta de Sant Jordi. Los libros y las rosas ya inundaban las calles de Barcelona cada 23 de abril, así que la nueva fecha se acoplaba como un guante a las actividades y tradiciones de la ciudad, favoreciendo a comerciantes y lectores.
La esencia ya en las primeras ediciones
En 1928, el ayuntamiento de la capital española dio permiso a los libreros para sacar los libros a la calle y establecer puntos de venta en la acera de sus locales. Esta iniciativa, que tímida e indirectamente dejaba intuir la Feria del Libro que se inauguraría pocos años más tarde, consiguió triplicar las ventas. Además, para impulsar la celebración, los mejores escaparates eran premiados. Un año después, en 1929, las estrategias comerciales llevaron a establecer descuentos durante una semana completa, promoviendo así la compra de libros en estas fechas.
En 1933, y por primera vez en la historia, se celebraba la Feria del Libro coincidiendo con la semana del 23 de abril. Veinte puestos de venta discurrían por el Paseo de Recoletos, lugar al que los madrileños podían acudir para conocer las novedades editoriales y participar en las primeras firmas de autores en la ciudad, una actividad que ha llegado hasta la actualidad como el evento más identitario y valorado de la feria.
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De España al mundo
Fue la Unión Internacional de Editores, la organización que representa mundialmente a la industria editorial, la que sugirió al gobierno de España que propusiera la iniciativa a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. Así lo hizo el gobierno presidido en aquel entonces por Felipe González, consiguiendo que en 1995 la UNESCO declarara el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor.
A partir de aquel momento, cada 23 de abril se celebran conferencias, exposiciones, talleres y todo tipo de actos para revindicar el valor del libro como elemento más poderoso de difusión del conocimiento y puerta de entrada a la creatividad, la imaginación y el pensamiento crítico, para fomentar el hábito de lectura a nivel global y para favorecer el enriquecimiento cultural de las poblaciones.
Para potenciar aún más este compromiso, desde 2001 la UNESCO otorga el nombramiento anual de una ciudad como capital mundial del libro, empezando el mandato precisamente el 23 de abril. Madrid fue la primera en recibir este reconocimiento y responsabilidad, cediendo luego el título a la ciudad de Alejandría, donde se encuentra una de las bibliotecas más importantes del mundo. Tomando el testigo de Acra, Estrasburgo se convertirá el próximo 23 de abril en la Capital Mundial del Libro 2024.