Sant Jordi a ojos de tres libreras catalanas
Cada 23 de abril, los libros y las rosas invaden las calles de Cataluña en una celebración multitudinaria. Sant Jordi, convertida ya en una gran fiesta popular, es la fecha más importante (y frenética) en el calendario de libreros y libreras catalanes. Eva Portell, de la librería La Gralla, Gemma Barrufet, de A peu de Pàgina, e Irene Tortós-Sala, de L'Altell, nos cuentan cómo viven y preparan la jornada donde depositan toda su ilusión y largas horas de trabajo.

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Contaba (y cuenta) la leyenda que vivía en Montblanc un dragón que tenía atemorizada a la población. Para complacer y controlar al monstruo, los habitantes del lugar establecieron la costumbre de elegir por sorteo a la persona que sería devorada en cada ocasión por la bestia… Hasta que un día llegó el turno de la hija del rey. El caballero Jordi salvó a la princesa hundiendo su espada en el dragón, de cuyo cuerpo inerte comenzó a brotar un precioso rosal rojo. El broche romántico es tan inevitable como predecible: el caballero arrancó una flor para entregársela a la princesa rescatada.
Como en toda fiesta popular, leyenda y tradición se unen en la celebración más especial del pueblo catalán: Sant Jordi. Dos perfumes inconfundibles —el de las rosas y el de las páginas aún vírgenes de los libros expuestos— inundan las calles de Barcelona, más llenas de vida que cualquier otro día del año. Compartiendo fecha y objeto protagonista con El Día Internacional del Libro, Sant Jordi hunde sus raíces en el siglo XV, cuando el caballero Jordi, fallecido el 23 de abril del año 303, se convirtió en patrón oficial de la comunidad. Ya en aquel siglo, parejas de novios y prometidos acudían a una feria de rosas en conmemoración del mártir venerado.
De aquellas celebraciones para enamorados permanecen la ilusión y el cariño, pero la fiesta ha evolucionado con la sociedad. Eva Portell, de la librería La Gralla, recuerda que «antes las chicas regalaban libros a los chicos y ellos rosas a las chicas» pero confirma, con la alegría del progreso, que eso ha pasado a la historia: «Ahora todo el mundo regala libros y rosas a quien le apetece. No es un día exclusivo que celebren las parejas, como antiguamente, sino una fiesta en la que todo el mundo participa». Gemma Barrufet, de la librería A peu de Pàgina, suscribe estas palabras: «Es una fiesta con gran seguimiento social y cultural, todo el mundo disfruta del día, se siente interpelado de diferente manera y participa haciendo suya la celebración».
«Antes las chicas regalaban libros a los chicos y ellos rosas a las chicas. Ahora todo el mundo regala libros y rosas a quien le apetece. No es un día exclusivo que celebren las parejas, como antiguamente, sino una fiesta en la que todo el mundo participa». Eva Portell (Librería La Gralla)
Para que esto sea posible, los libreros y libreras catalanes trabajan con mucha antelación, hasta dos o tres meses en algunos casos. «Para nosotros, Sant Jordi empieza en marzo, cuando abrimos la agenda para hacer las compras con los comerciales», explica Eva Portell. Durante ese mes previo, toda gira en torno a la gran fiesta del libro: «Vamos pactando las cantidades que tendremos en tienda y en paradas, se contacta al personal extra y se organiza toda la logística de horarios». Para Irene Tortós-Sala, de la librería L'Altell, Sant Jordi es «un no parar», pero de esos en los que la ilusión desplaza el agotamiento. «Siempre hay alguien que no entiende por qué preparamos esta fecha con tanto tiempo: "¡Si aún falta más de un mes!". Nos reímos porque no imaginan el follón y el desgaste que vivimos las libreras». Actividades como presentaciones y firmas de libros conviven con la selección y distribución de los títulos, por eso es imprescindible, según Tortós-Sala, la concentración, para evitar que no falte nada en la fecha clave: «Lo más importante es que todo esté a punto para ese día. Que esté todo bajo control para un día frenético que empieza muy temprano y no se sabe cuándo termina».
Pero hay cosas que escapan al control humano, como la meteorología, y por eso nervios e incertidumbre son dos palabras que acompañan siempre la preparación de esta fiesta, determinante en la facturación anual de las librerías. «Nos jugamos mucho, se trabaja bajo presión hasta el último momento, pero, a diferencia de otras fechas del resto del año, esta se vive con ilusión, con mucha energía», explica Eva Portell (Librería La Gralla). Los datos hablan por sí solos: en 2022, y pese a la lluvia, Sant Jordi alcanzó una facturación de 22'5 millones de euros, superando en un 1'5% las ventas de la última edición prepandemia, según datos de la Cámara del Libro de Cataluña. En palabras de Gemma Barrufet (A peu de Pàgina), «la entrada de ventas del día 23 no es equiparable a ninguna otra fecha del año».
Para ella, este Sant Jordi será el número quince en su trayectoria como librera, aunque reconoce que «básicamente sigue siendo la misma fiesta». Con tres años más de vivencia acumulada, Eva Portell coincide: «Se mantiene la ilusión de ese día por salir a la calle y pasearse por las librerías —incluso cuando ya se han comprado los libros días antes— para disfrutar del ambiente festivo». Después de 32 años, más la experiencia previa adquirida cuando ayudaba a sus padres, Irene Tortós-Sala (L'Altell) lleva la delantera y, en cierta medida, también la contraria. Desde su punto de vista, «años atrás Sant Jordi era otra cosa, ahora ha evolucionado convirtiéndose en una gran fiesta popular». Algunas costumbres permanecen —como la tradición de ciertas empresas de regalar libros a sus empleados o las visitas de los colegios a los puestos habilitados para esta fecha— y otras cambian...
Como los hábitos de compra la gente, especialmente después de la pandemia. Portell recuerda que antes todo el trabajo se concentraba en los días inmediatamente previos al 23 de abril, pero ahora está un poco más repartido: «Hay quienes avanzan las compras, ya sea para evitar las aglomeraciones como para poder encontrar aquel libro que buscan sin miedo a que se haya agotado». Una tendencia que confirman desde A peu de Pàgina, donde también han detectado un crecimiento significativo en la venta de libros infantiles. «Hay una mayor sensibilidad en la elección de buenos títulos para los más pequeños», expone Barrufet. Por su parte, los avances tecnológicos y el acceso inmediato a internet han permitido una evolución notable a nivel organizativo y logístico, según explica Eva Portell, pero en el ámbito de la lectura, los ebooks no tienen cabida en esta fiesta, donde el libro físico es el rotundo ganador: «El formato digital no ha repercutido en absoluto. Si hay un momento precisamente en el que formato papel está por encima de los demás, es en esta fecha». ¿Qué sería, si no, de la magia del envoltorio y la ternura de la dedicatoria?
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Porque si algo ha quedado claro, es que Sant Jordi es una fiesta entrañable. Una oportunidad de recordar el afecto, una manera de reivindicar la cultura, una fecha idónea para conjugar y celebrar el amor en todas sus formas: «Muchos lo viven como una fiesta familiar, pasean juntos y se regalan libros entre ellos. Hay que verlo; es una fecha alegre, realmente bonita», expone Portell. Ni siquiera los libreros, sobrepasados por el ritmo frenético de trabajo, escapan al ambiente festivo que se cuela en todas partes, porque como retrata Irene Tortós-Sala, «la fiesta deambula desde primera hora de la mañana hasta la entrada de la noche. Cataluña sale a las calles de sus pueblos y ciudades para vivir un día de libros y rosas». Imposible resistir a la belleza de este tándem.