Así empieza «Caracola», el nuevo libro de Rebeca Stones

Gabriela está harta de que nadie la tome en serio en su trabajo. Estudió periodismo para escribir historias que cambiasen el mundo y se pasa las mañanas corrigiendo los artículos de otros. Harta de esta situación, decide ir en busca de una noticia que le dé el prestigio que necesita, y, con la intención de conseguir un titular jugoso, envía un correo electrónico al delincuente más odiado de todo el país. Cuando, después de cuatro años entre rejas, Tomás recibe dicho mensaje, sabe que todo está a punto de cambiar para siempre... A continuación puedes leer, en exclusiva, el primer capítulo de «Caracola», la nueva novela de Rebeca Stones. Editado por Montena, el libro estará disponible en librerías y plataformas digitales desde el 5 de diciembre.

Así empieza «Caracola», el nuevo libro de Rebeca Stones

Caracola, el nuevo libro de Rebeca Stones, estará disponible el 5 de diciembre de 2023, pero puedes adquirirlo en preventa pinchando en este enlace.

Gabriela

Me llamo Gabriela y tengo que confesar que he perdido por completo el rumbo de mi vida. Hace años que siento que voy a la deriva, viviendo por vivir, abriendo los ojos cada mañana para soportar el transcurso del día y volver a cerrarlos por la noche. 

Tampoco es que me considere una persona infeliz, tengo un trabajo fijo, un par de familiares que se preocupan por mí, una amiga que es como una hermana y dos perritas que me reciben con una alegría desmesurada cada vez que llego a casa. Pero… últimamente el sentimiento de apatía que hay en mí va creciendo sin parar y no creo que tarde mucho en ocupar cada centímetro de mi pequeño cuerpo. 

Lo resumiría como una indiferencia total por todo. 

Me da igual quedarme sin planes, me da igual tener que cenar sobras porque no hay comida en la nevera, me da igual que mi jefe me grite y me trate como si fuese su maldita criada, me da igual que llueva o que salga el sol… 

Todo me da completamente igual y creo que debo empezar a cambiar ese aspecto de mi personalidad si no quiero acabar irremediablemente aplastada por mi propio pasotismo. 

Llevo días pensando en ese cambio, posponiéndolo una y otra vez, y esperando que, por obra y gracia del Espíritu Santo, aparezcan en mí las ganas y las fuerzas para afrontarlo. Por desgracia, eso no ha ocurrido, así que hoy me veo obligada a comenzar una nueva etapa de mi vida a pesar de tener una fuerza de voluntad bastante similar a la que tenía el porrero con el que coincidí en Bachillerato para ponerse a estudiar. 

Hice el Bachillerato de Letras, saqué muy buena nota en Selectividad y entré en la carrera de mis sueños: Periodismo. Cumplí todas las metas que de forma obsesiva había apuntado en una larga lista. 

Me independicé, aunque fuese a consecuencia de la trágica muerte de mis padres en un accidente de tráfico. Si seguía durmiendo bajo el techo que había compartido con ellos, lo más probable era que acabase perdiendo la cabeza por completo. Además, el resto de mi familia vivía en Galicia, por lo que tuve que mudarme desde Burgos a tierras gallegas para estar cerca de ellos. Les asustaba la idea de que estuviese sola en mitad de la península ibérica y he de admitir que yo no tenía nada por lo que quedarme allí. Con la herencia y la miserable ayuda del Estado conseguí reunir el dinero suficiente para pagar el alquiler de un piso mohoso a las afueras de Santiago, ciudad a la que no tardé mucho en acostumbrarme. No fueron las circunstancias soñadas, pero fuese por lo que fuese terminé cumpliendo mi meta de vivir sola antes de cumplir los veinticinco años. 

Me gradué, aunque eso supusiese perder la salud mental, sepultar mi vida social y bajar unos diez kilos. La muerte de mis padres y la mudanza posterior dificultaron mucho las cosas; pasé de sacar nueves a rozar el suficiente; sin embargo, los profesores tuvieron mucha paciencia conmigo

Adopté a dos perritas que hicieron desaparecer esa soledad que cada noche se instalaba en mi pecho. Kiwi y Piña son dos hermanas que algún ser despreciable tuvo la indecencia de abandonar en un polígono industrial. Mi idea inicial era adoptar solo un animal, pero cuando visité la protectora y vi lo asustadas que estaban y cómo se acurrucaban intentando entrar en calor… no pude evitar llevármelas a ambas. 

Y hace un año alcancé el último propósito de mi lista: conseguir trabajar de lo que había estudiado. Puede parecer una obviedad, no obstante, en España creo que es más probable terminar ejerciendo de algo que no tiene absolutamente nada que ver con tus estudios que lo contrario. Sin ir más lejos podría poner el ejemplo de mi mejor amiga, Lúa, que se graduó conmigo y terminó trabajando en una tienda de jabones. Y, aunque a veces me duela reconocerlo, creo que ella es mucho más feliz recomendando bombas de baño y exfoliantes que yo sentada a mi escritorio. 

A día de hoy, tengo un contrato con uno de los periódicos más leídos de Santiago de Compostela, aunque tampoco es que pueda presumir demasiado de ello porque el puesto que ocupo es un tanto insignificante (por utilizar un eufemismo y no admitir que soy la maldita asistente del pez gordo que organiza los artículos). 

En un arranque de sinceridad confesaré que me dedico a reenviar mails, publicar algunos tweets sensacionalistas en la cuenta del periódico (sí, esos en los que no puedes evitar hacer clic para luego llevarte un chasco tremendo) y pasarle los links de las noticias publicadas a mi jefe para que las revise. 

A veces también me permiten maquetar, pero no dejan de ser las noticias de otros. Trabajo organizando lo que mis compañeros escriben, pero jamás me han dado la oportunidad de publicar mis columnas. 

Estudié durante años motivada por la idea de sacar a la luz noticias interesantes, pensando que me convertiría en la voz de la nueva generación, creyendo que lograría contarle al público la verdad sobre lo que creían saber, convencida de que entrevistaría a políticos, a cantantes, a empresarios, a actrices… Y he acabado alineando textos, poniendo palabras en negrita y añadiendo pies de fotos. 

Así que he decidido que eso es lo primero que cambiaré para mejorar mi presente. Debo conseguir que la vida me excite, que la idea de morir atropellada al cruzar la acera para coger el bus comience a asustarme. Debo cambiar el enfoque de mi realidad. 

—Sigo sin entender por qué esto te parece buena idea —dice Lúa mientras mueve el ratón del portátil. 

Como os conté antes, ella es mi mejor amiga. 

Y la única que tengo. 

  • ¡En oferta!
El nuevo libro de Rebeca Stones llega listo para enamorarte y romperte el corazón. Ya ha conquistado a miles de lectores, ¿y tú? ¿Te atreves a descubrir la verdad?
Ver mas
Formatos disponibles
17,26 €

Cuando no estoy paseando a mis perras, trabajando o dándome uno de esos baños de agua caliente que tanto me gustan, estoy con ella. Íbamos a las mismas clases, aunque creo que jamás nos dirigimos ni una palabra en la facultad. Fue en el club de lectura donde hicimos migas, y es que Lúa y yo tenemos muchas cosas en común, pero la más notable es nuestra pasión por la literatura. Desde que tengo uso de razón soy una auténtica devoradora de libros, no me importa ni el género, ni el número de páginas, ni el autor. Siempre que la historia sea buena, no durará más de una semana en mis manos. Antes solía comentar todo lo que leía con mi madre, pero tras su muerte tuve que buscar otras personas con las que poder hablar sobre mis lecturas. Y fue entonces cuando me percaté de que nadie de mi entorno había leído un libro en los últimos diez años. 

Por eso decidí apuntarme al club de lectura organizado por la biblioteca de la ciudad. Cada mes todos los miembros metemos en una urna un papelito con el libro que nos gustaría leer, y una mano inocente saca el título elegido. Me gusta mucho esta técnica porque es una forma de leer novelas que yo jamás habría escogido, es una manera de descubrir nuevos autores y también de cotillear los gustos de las personas que estamos en el club. 

—No es que me parezca una buena idea, Lúa, es que ES una buena idea —respondo dando vueltas por mi pequeña habitación mientras me muerdo las uñas. 

—¿Estás segura? —pregunta alzando la vista por encima de la pantalla. 

—Sí, llevo semanas pensando en ello. 

Estoy a punto de escribir el reportaje que cambiará mi vida laboral. 

Voy a hacerlo a escondidas porque mi jefe nunca aprobaría que gastase una ínfima parte de mi tiempo en algo que no fuese maquetar textos, y por eso mismo cuando tenga el artículo preparado pienso imprimirlo a color y estamparlo sobre su enorme mesa de caoba. 

—Podrías escribir sobre cientos de temas interesantes, no entiendo por qué has escogido este… Es tan sombrío, tan triste, tan… 

—Ya estás dramatizando… —la interrumpo poniendo los ojos en blanco—. El periodismo debe abordar temas como este, temas incómodos, temas que la sociedad prefiere dejar a un lado. Es nuestro deber sacarlos a la luz —añado de forma pasional, y es que siento auténtica devoción por lo que estudié, creo que por eso me apena tanto sentirme tan insatisfecha en mi trabajo.

—Háblale con esa pasión a tu jefe a ver si así te sube un poco el sueldo, que estás cobrando el salario mínimo y te tiene explotada haciendo horas extras. 

—Esa es una de las cosas que voy a cambiar, Lúa —digo con cierto tono esperanzador—. Pero hablar con él no serviría de mucho, quiero demostrarle con hechos el potencial que tengo y lo desaprovechada que estoy en el periódico. 

—¡Tú no tienes que demostrarle nada a ese sinvergüenza! —exclama con una expresión de enfado en su rostro que solo consigue provocar ternura.

Lúa es de esas personas que les cae bien a todos, tiene una personalidad arrolladora, y es tan simpática y amable que todo el mundo pasa por alto sus excentricidades. No obstante, cuando algo le parece mal no duda ni un segundo en defender su postura y en argumentar de mil maneras por qué ella tiene la razón. Es cabezota e incluso me atrevería a decir que también peca un poco de impulsiva. Cuando se cabrea resulta muy graciosa porque su aspecto físico va en total discordancia con lo que es capaz de soltar por la boca. Siempre la comparo con esos chihuahuas que se vuelven locos y empiezan a ladrar sin control; por amenazantes que quieran parecer, no pueden evitar ser adorables. 

—¿Has escogido ya? Te dije que simplemente eligieras uno al azar —repongo impaciente. 

—Pero ¿tú sabes qué pedazo de responsabilidad estoy asumiendo? ¡Déjame pensarlo bien, joder! —protesta mientras pasa la mirada de lado a lado de la pantalla.

—¡Lúa, tiene que ser al azar, no lo pienses más! 

Mi mejor amiga tiene una función clave en el artículo que me catapultará a la fama periodística. Tiene que elegir a la persona a la que tendré que entrevistar. Podría haberlo hecho yo; sin embargo, no quiero que mi subconsciente se deje llevar por ciertas preferencias y me juegue una mala pasada. 

—¿Sabes qué? Voy a cerrar los ojos y a deslizar hacia abajo —responde perdiendo la paciencia.

—¡Eso podría haberlo hecho yo! Quiero que sea aleatorio hasta cierto punto, pero necesito que sea una persona joven, Lúa. Si cierras los ojos, no podrás elegir aplicando ese filtro —repongo entre risas al ver la desesperación de mi amiga. 

Sentada con las piernas cruzadas sobre mi cama, aprieta los ojos para demostrarme que no me está haciendo caso y que dejará al completo azar la decisión final. La rueda del ratón que tiene apoyado sobre la mesa plegable que le he dejado se mueve a la velocidad de la luz, bajando hasta el final de la página web que abrí hace ya varios minutos. 

—Tres, dos, uno… ¡Listo! —grita clicando en uno de los perfiles que tenía ante ella. No sé cómo describiros la cara que puso al ver cuál había sido su elección, aunque podríamos resumirlo diciendo que parecía haber visto un fantasma—. Creo que mejor escogeré con los ojos abiertos… 

—¡No! ¡Claro que no! —replico alargando los brazos para quitarle el portátil—. Esto es lo que querías, ¿no? —le pregunto con cierto retintín. 

Un nombre y una pequeña foto de perfil. 

Tomás Méndez Puga. 

Este chico es el elegido, ya no hay vuelta atrás. 

Mi artículo para demostrar que las cárceles en España no tienen un buen proyecto de reinserción social va a tenerle como protagonista. Algunas instituciones penitenciarias permiten el envío de correos electrónicos a algunos reclusos; es tan fácil como entrar en la web del centro y elegir uno de los perfiles del listado que proporcionan. Lo hacen para darles a quienes estén de acuerdo la oportunidad de tener alguna comunicación con el mundo exterior, ya que muchos pierden los vínculos que tenían antes de entrar en prisión. Para ellos es importante hablar con alguien ajeno a su nuevo entorno, con alguien que no esté dentro de esa burbuja trágica y deprimente en la que están inmersos. 

Necesito hablar con un preso, necesito contar su experiencia dentro de prisión, necesito una voz joven y potente que logre conectar con la audiencia. Quiero demostrar que las condenas pocas veces consiguen su propósito, que necesitamos una reforma del Código Penal que nos proteja a todos, también a ellos. 

No sé qué crímenes le han llevado a acabar entre rejas, no sé si ha sido encarcelado justa o injustamente… No sé nada sobre él y eso es precisamente lo que quería: no tener ningún tipo de prejuicio, no juzgarle sin conocerle, no tener una idea preconcebida de lo que voy a encontrarme. 

Le escribiré un mensaje y esperaré con los dedos cruzados que responda. 

Y ojalá tenga algo que contar. 

Porque pienso darle el altavoz más potente del mundo para que lo haga.

Otros artículos

Recomendaciones

Lecturas
Libros y autores premiados en 2024: las joyas literarias del año
Libros y autores premiados en 2024: las joyas literarias del año
Este 2024 ha sido un año memorable para la literatura. Desde obras que han conquistado los premios más prestigiosos hasta...
Lecturas
Qué novela de ciencia ficción leer cuando no sabes qué novela de ciencia ficción leer
Qué novela de ciencia ficción leer cuando no sabes qué novela de ciencia ficción leer
Tanto si buscas viajar a futuros lejanos como redescubrir momentos del pasado o explorar nuevos planetas, hemos recopilado una...
Lecturas
Libros para la Navidad más navideña de todas tus navidades
Libros para la Navidad más navideña de todas tus navidades
Desde cuentos tradicionales a comedias románticas recién salidas del horno y pasando por cuentos infantiles perfectos para los...
Añadido a tu lista de deseos