Brandon Sanderson sobre la escritura y la vida real

En este extracto de «Curso de escritura creativa» (Ediciones B) -el libro de las clases que Brandon Sanderson lleva impartiendo 16 años-, el propio Sanderson nos habla de su escritura y su vida real, de la necesidad de que una y otra confluyan, pero también de la dificultad de que esto suceda sin que perjudique al proceso creativo del autor. A través del relato de algunos hechos de su vida personal, el prolífico escritor estadounidense ofrece algunos consejos a sus alumnos para que estos integren e impliquen a sus seres queridos en su oficio. 

28 abril,2022

Crédito: Getty Images.

Brandon Sanderson afirma que nunca ha dejado de dar charlas porque es un recurso que necesita para seguir creciendo como escritor. Por este motivo, Curso de escritura creativa se propone poner el foco en los engranajes de la escritura y tiene un enfoque muy práctico; en él nos habla de la trama, la ambientación y los personajes. Sin embargo, no es necesario tener vocación de escritor profesional para leer este libro. El principal objetivo de este es ayudar a cualquier lector a comunicarse mejor.

A continuación, desde Penguin Libros, rescatamos un fragmento de este libro en el que el propio Sanderson propone crear buenos hábitos para escribir de forma consistente y mantener, en consonancia, una relación equilibrada con nuestros seres queridos, que a la vez apoyen este proceso.


Sobre la escritura y la vida real

Hablemos un poco sobre ser escritor y tener una vida real, porque creo que tener una vida real es importante. Se supone que vamos a escribir sobre la vida de la gente, a contar historias acerca de sus experiencias. Pero si no tenemos una vida propia, será mucho más difícil hacerlo. Os cuento esto porque hace veinte años, en el primer día de este curso, Dave explicó algo que he recordado desde entonces. Nos dijo: «Muchos amigos me dicen que un escritor no debería casarse, que no debería tener familia, que tenerla lo distrae de su vocación por la escritura». A mí no me lo han dicho demasiado, quizá porque me muevo en círculos distintos, pero sí me han contado que ocurre. Dave nos dijo: «Yo descubrí que tener familia me ha dado mucho más material sobre el que escribir que si no la tuviera».

Uno de los mayores puntos de conflicto que he encontrado en las relaciones de mis amistades del gremio, y que suele llegar de forma bastante inesperada, es que cuanto más te dejas absorber por la escritura, más excluidas se sienten las personas de tu vida de algo que para ti es apasionante, casi obsesivo. Es un problema real, sobre todo teniendo en cuenta que os estoy animando a intentar dedicar un par de horas al día a escribir. Lo ideal, si queréis dedicaros a esto profesionalmente dentro de diez años, es arrancar fuerte escribiendo dos horas al día durante esos diez años. Puede ser difícil encontrar esas dos horas diarias, sobre todo si tenéis un mínimo de vida social. No todo el mundo puede hacer como yo, trabajar de noche sin relacionarse con nadie.

Permitidme contároslo desde el punto de vista de mi esposa. Emily y yo nos casamos en 2006, así que no tuvo que sufrir todo el tiempo que estuve trabajando en el turno de noche. Pero la persona a quien conoció tampoco era Brandon la superestrella. Era Brandon, el aspirante a escritor novel. Ella enseñaba lengua y yo era un escritor que a veces daba clases en la universidad. Así que encajábamos muy bien y teníamos muchos intereses comunes. Nos llevamos de maravilla.

«Creo que tener una vida real es importante. Se supone que vamos a escribir sobre la vida de la gente, a contar historias acerca de sus experiencias. Pero si no tenemos una vida propia, será mucho más difícil hacerlo».

Pero aún recuerdo una noche en que salimos a cenar con Brandon Mull y Shannon Hale. Estuvimos charlando y fue una cena estupenda; conecté muy bien con ellos. Fue una de las primeras veces que quedábamos, antes de intimar más con Mull, y me gustó conocer a esa persona también llamada Brandon cuyos libros la gente me pedía que firmara, al confundirme con él. Durante la cena con Mull y Shannon, charlamos y lo pasamos bien. Compartimos ideas sobre la escritura, y después de la cena le dije a Emily: «¿Verdad que ha sido la mejor cena de la historia?».Ella respondió: «No me has mirado ni una sola vez. Estaba allí sentada sintiéndome invisible». Tal cual. Pensaréis: «Ay, ay, ay». Fue al principio de nuestro matrimonio. Ahora soy mucho mejor marido. 

Pero he descubierto que eso suele ocurrir porque los escritores nos sumergimos en nuestros mundos y nos dedicamos a algo que nos apasiona. Porque escribir es fascinante. No quiero ponerme demasiado místico, pero tienes una página en blanco y creas algo a partir de ella. Plasmas lo que tienes en el cerebro, y luego lo lee otra persona e imagina algo bastante parecido a ello. Puedes escribir cosas y luego gente de todo el mundo con trasfondos muy diferentes imagina eso que has escrito, y así estableces una conexión con alguien que es absolutamente distinto a ti y a quien no conoces. Me encanta la escritura. Es un acto de creación pura, en el que coges la nada y la moldeas. Pero puedes sumergirte tanto en ella que la gente de tu vida se sienta excluida.

Así que os advertiré algo desde el principio del curso. Como escritor, os animo a que escribáis mucho. Pero también os sugiero que aprendáis a equilibrar la vida, porque es muy fácil quemarte como autor y dejarte consumir tanto por el oficio que destruya otras facetas de tu vida. Lo que yo hice para evitarlo —y de nuevo, esto es solo otra posible herramienta— fue comprender que cuando estaba con mi familia, debía estar con ella. Para mí fue una transición difícil, porque me casé con más de treinta años. Pasé mucho tiempo entrenándome para ser escritor, y pronto aprendes, sobre todo si estudias y tienes un empleo a tiempo completo, a buscar esos momentos en los que nadie te pide que hagas nada y aprovecharlos para trabajar en tus historias. Te acostumbras a llevar un cuaderno. Llevas el teléfono. Los escritores no nos aburrimos, lo cual está muy bien. La gente te dice: «Vaya, estabas aquí solo esperándome, y yo voy y llego media hora tarde, lo siento muchísimo». Y tú piensas: «Ha sido la única media hora de todo el día en la que no me ha incordiado nadie. He adelantado un montón de trabajo, aunque haya sido todo aquí arriba, en la cabeza».

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Curso de escritura creativa

Brandon Sanderson

El curso de escritura creativa que Brandon Sanderson lleva casi dos décadas impartiendo en la universidad, por primera vez en formato libro.

También empecé a aprovechar el tiempo de conducción. Va muy bien para esto. Moverte mientras piensas tiene algo que hace que se te ocurran ideas. Por eso Kevin J. Anderson, por ejemplo, dicta todos sus libros mientras hace senderismo. Usa un programa de dictado y así puede moverse mientras escribe. Conozco a más gente que lo ha intentado, y les funciona. A mí nunca me ha encajado, porque no pienso de palabra igual que sobre la página. Pero creo que podría entrenarme a mí mismo para hacerlo si de verdad quisiera.

Resumiendo, uno aprende a aprovechar cualquier momento. Así que un día, mientras conducía hacia algún sitio, mi esposa me dijo: «Sé cuándo estás pensando en una historia, porque si te digo algo saltas y me miras como diciendo: "Pero ¿qué haces? Con lo bien que estaba yo en Roshar. Ahora estoy en un monovolumen y no encuentro a mi spren"».

Y empecé a darme cuenta de que aquello podía apoderarse de todo. De que si establecía límites para contener la imaginación y estar con mi familia cuando debía estar con ella, mi vida mejoraría. Así que me prohibí a mí mismo trabajar en mis libros entre las cinco y media de la tarde y las nueve de la noche. Da igual si tengo tiempo libre. Da igual si mi familia no está en casa o lo que sea. Tengo esa barrera bajada y a mi vida le ha sentado estupendamente. Porque también es bueno salir al mundo real. La gente nos acusa de vivir en mundos de fantasía. No lo comprenden. No es que perdamos la pista al mundo real. No es que tengamos una especie de esquizofrenia que nos impida distinguir entre las alucinaciones y la realidad. Lo nuestro no es eso. La gente no deja de decirlo, y me molesta porque no es cierto. Estoy construyendo algo, creando algo. Es una tarea muy absorbente, y también muy gratificante. Pero no por ello olvido el mundo en el que vivo, aunque, si alguien me interrumpe, ponga cara de enfadado porque en realidad me molesta un poco que me saquen de la conexión genial que estaba haciendo entre dos partes distintas de mi historia. Esa barrera que establezco me permite salir, llevar mi vida como debo, interactuando con otras personas, y luego me noto muy despejado cuando me pongo a escribir de nuevo.

Ese es el motivo de que haga dos sesiones. En parte es porque no me gusta madrugar, que para algo soy escritor. No me dedico a esto para tener que levantarme a las ocho de la mañana. Me levanto a mediodía. Cuando sale el tema, la gente suele comentar: «Ah, eso lo aprendiste cuando hacías el turno de noche», como si todos esos años trabajando a deshoras me hubieran cambiado y ahora tuviera que soportar la vida con el horario cambiado. En absoluto. Ya era así antes de trabajar de noche. Siempre me ha gustado estar despierto a esas horas, cuando la gente me deja tranquilo.

Así que hacer dos sesiones —una entre la una y las cinco de la tarde y luego otra entre las diez de la noche y las dos de la madrugada— me va muy bien para escribir porque tengo ese tiempo en medio que me refresca y me relaja. Me permite hacer otras cosas. Y luego, cuando vuelvo a sentarme para escribir, estoy entusiasmado por empezar otra sesión de cuatro horas. Recomiendo averiguar, y al menos comprender, en qué puede afectar algo así a las personas que os rodean, y también dar pasos, que no tienen por qué ser los que di yo, para aseguraros de que no os consume hasta el punto de incapacitaros para mantener unas buenas relaciones.

«Me di cuenta de que si establecía límites para contener la imaginación y estar con mi familia cuando debía estar con ella, mi vida mejoraría. Así que me prohibí a mí mismo trabajar en mis libros entre las cinco y media de la tarde y las nueve de la noche. Da igual si tengo tiempo libre. Da igual si mi familia no está en casa o lo que sea. Tengo esa barrera bajada y a mi vida le ha sentado estupendamente. Porque también es bueno salir al mundo real».

Así que cuando alguien me interrumpe durante quince minutos cuando ya llevo tres cuartos de hora y estoy cogiendo el ritmo, lo que consigue es devolverme al principio de la primera hora, la de las doscientas palabras. Lo que mi esposa no entendía —lo que ni siquiera yo mismo entendía en ese momento— es que una interrupción de entre cinco y quince minutos puede suponerme en realidad un retraso de tres cuartos de hora para llegar al punto en que de verdad estoy escribiendo bien. Es importantísimo comprender esto, si es vuestro caso, y llegar a predecir cuál es vuestro bloque de tiempo más productivo.

Quizá podáis lograr que vuestras amistades y vuestra familia sean los guardianes de ese tiempo, llegar a un acuerdo: «Impide que la gente me interrumpa durante estas dos horas y cuando termine estaré con vosotros, mucho más relajado por haber cumplido mi objetivo de escritura». Mi esposa se ha acostumbrado a ello. Sabe que, si termino de escribir, todo va bien. Pero si no cumplo con el objetivo durante unos días seguidos, empiezo a ponerme muy ansioso. Así que le dice a la gente: «Brandon lleva un par de días sin poder escribir. Dejadle espacio».

Ofrecer a Emily esa clase de implicación con la escritura, acogerla en la fase de lanzar ideas de un lado a otro, comentarle detalles sobre alguna conexión que me ha gustado especialmente, ha ayudado mucho en nuestra relación, y también a mi carrera en varios aspectos. A Emily se le da muy bien proteger mi tiempo, asegurarse de que nadie me interrumpa. La contrapartida no es solo que los libros superventas son estupendos para un matrimonio, en el sentido de que relajan la preocupación por el dinero, sino que evita que, si los libros no venden, la situación se vuelva muy estresante. Porque lo más importante es la idea de que estamos juntos en esto, de que tenemos un objetivo y un enfoque compartido.


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