Euskal Noir: el crimen viene del Norte
A su oferta de turismo rural de primera fila, gastronomía de excepción y amplias propuestas culturales, el País Vasco suma el viaje literario marcado por el suspense y el escalofrío. Una hornada de autores locales explora el género negro y el «thriller» tomando la historia, los paisajes y el folklore del lugar como ingredientes que singularizan el ya bautizado como «Euskal Noir».

La ambientación ha sido un elemento determinante en el género negro desde sus orígenes. Si la ciudad empieza cogiendo los mandos, con el París de Edgar Allan Poe o el Londres de Wilkie Collins como ejemplos señeros, en el período de entreguerras es la campiña inglesa la que toma preponderancia para ver cómo la ciudad estadounidense (pensemos en el San Francisco de Dashiell Hammett o en el Los Ángeles de Raymond Chandler) define el género tras la Segunda Guerra Mundial. La expansión de la novela negra en las últimas décadas ha comportado una atomización máxima del marco geográfico, y el peso del mismo sobre las tramas y la psicología de los personajes ha permitido incluso nombrar escuelas (así tendríamos la llamada mediterránea, o más recientemente, el Rural Noir o Grit Lit).
Sin embargo, con toda probabilidad hayan sido los autores nórdicos quienes mejor han sabido transmitir en la contemporaneidad cómo la tierra de origen modela a los individuos y a las sociedades en las que se perpetúa el crimen. Desde Per Wahlöö y Maj Sjöwall, el matrimonio sueco que viene a fundar la corriente a través del inspector Martin Beck, pasando por Henning Mankell, Stieg Larsson o Arnaldur Indridason y hasta llegar a la actual galaxia de colegas llegados del frío, se acentúa el peso de la orografía, el clima, la historia, las tradiciones, el carácter nacional, la gastronomía… es decir, todo aquello que tiene de distintivo un lugar, como factor determinante en la transgresión de la ley y la lucha por su corrección.
La progresiva e imparable incorporación de autores españoles al género ha supuesto el reflejo de la diversidad geográfica y cultural del país. Si las grandes capitales eran hasta hace poco las que concentraban la mayor parte de las historias, el campo ha ido ganando fuerza en los últimos tiempos. En este contexto, Euskadi se ha revelado una fecunda y rica fuente de inspiración para un conjunto de escritores que han encontrado en sus paisajes, gentes y folklore las bases para una de las propuestas más estimulantes de la novela negra y el thriller locales. Lejos quedan, por fortuna, los tiempos en que la violencia terrorista parecía tener la exclusiva del derramamiento de sangre en la ficción vasca. Atendamos a algunos de los nombres que más han contribuido a popularizar el bautizado como Euskal Noir, también conocido como novela euskandinava por las similitudes entre la climatología y la personalidad de ambas comunidades, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras.
La íntima conexión de Ibon Martín (Donostia, 1976) con la geografía vasca antecede por mucho a su carrera literaria. Viajero irredento, el amor por su tierra y su habilidad con las palabras confluyeron para elaborar un proyecto de guías de viaje que lo llevaron a recorrer profusamente las sendas de Euskadi. De aquí surgió una comunión con sus parajes y un aprendizaje sobre la historia y la mitología de los diferentes lugares que iba recorriendo que tendría una importancia capital en la construcción de su imaginario de ficción. De este modo, enclaves como Urdaibai, Hondarribia o la zona de interior de Oñate pasarían de ser referenciados en libros encaminados a orientar al visitante a convertirse en escenarios minuciosamente descritos en historias cargadas de angustia y tensión.
Tras debutar con una tetralogía, Los Crímenes del Faro, bajo el ascendente de muchas de las lecciones del noir nórdico, el autor dio un salto de calidad con La danza de los tulipanes (Plaza & Janés, 2019), que giraba en torno al asesinato, ritualizado y transmitido por redes, de una popular periodista de Gernika. En sus páginas el lector descubrió el tan inquietante como bello potencial literario de la ría de Urdaibai, polo magnético detrás de su gran éxito de ventas, que contó además con diversas traducciones.
El vínculo de su responsable con el mar, entendido a un tiempo como remanso de paz y escenario de peligros, tuvo continuidad con La hora de las gaviotas (Plaza & Janés, 2021), donde la ciudad marinera de Hondarribia veía con terror cómo uno de los suyos escondía a un criminal tan misterioso como escurridizo. Cuando abrimos una novela de Martín sabemos que el olor a salitre, el bamboleo de los barcos de pesca, el graznido de las gaviotas y el sinuoso barrido de las mareas son la antesala de sangre, conmoción y pesadillas.
Y hace apenas unos días, Ibón ha regresado con la tercera parte de la saga protagonizada por la inspectora Ane Cestero, titulada El ladrón de rostros, un libro que está llamado a ser uno de los grandes thrillers del año: la novela arranca en Sandaili, en una ermita excavada en la roca, lugar en el que aparece el cuerpo mutilado de una mujer asesinada mientras practicaba un antiguo rito de fertilidad. La escena reproduce, con macabra exactitud, las figuras de los apóstoles que Oteiza esculpió en la fachada de la basílica de Arantzazu. Las pruebas señalan que alguien realizó una copia de su rostro en el momento de su muerte. A partir de aquí, Ane Cestero y la Unidad de Homicidios de Impacto emprenderán un viaje a las entrañas de la tierra donde se oculta lo más oscuro del alma humana.
El ladrón de rostros (Inspectora Ane Cestero 3)
Ibon Martín
Regresa Ibon Martín. Regresa el mejor suspense.
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De la autoedición a la primera línea del thriller internacional, la trayectoria de Mikel Santiago (Portugalete, Vizcaya, 1975) ha sido meteórica desde que en 2014 viera la luz en Ediciones B La última noche en Tremore Beach. Si en esta novela protagonizada por un compositor en horas bajas ya daba muestras de la importancia concedida a la ambientación con un tempestuoso rincón de la costa irlandesa apoderándose de la función, las apuestas subieron con la llegada de El mentiroso, primera entrega de la llamada Trilogía de Illumbe por la localidad ficticia que la enmarca, serie ampliada más adelante con En plena noche y Entre los muertos, todas ellas publicadas por Ediciones B.
Entre los motivos que la han convertido en un fenómeno de ventas está sin duda la envolvente descripción de este pueblecito imaginario en las costas del País Vasco en el que abundan las carreteras sinuosas, los acantilados vertiginosos y las casas en ruinas, al tiempo que sus habitantes conforman comunidades pequeñas y recelosas, donde medran los agravios y los secretos, y que deben soportar una dura meteorología, con frecuentes tormentas que tienen su reflejo en los luctuosos hechos que se desencadenan entre ellos (asesinatos, desapariciones, conspiraciones de silencio…).
El mal camino, El extraño verano de Tom Harvey y La isla de las últimas voces completan hasta el momento una bibliografía que ha asentado la reputación del escritor como un maestro de la intriga psicológica y del misterio de cocción lenta, con especial atención al escenario como ingrediente fundamental en la dispersión del Mal.
El mentiroso (Trilogía de Illumbe 1)
Mikel Santiago
UN THRILLER QUE TE ENGAÑA HASTA LA ÚLTIMA PÁGINA.
En un pequeño pueblo del País Vasco, nadie tiene secretos para nadie.
¿O tal vez sí?
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Es probable que a estas alturas más de uno se esté preguntando por la Ertzanitza en la novela negra y el thriller autóctonos. Pues pocas autoras como Noelia Lorenzo Pino (Irún, 1967) han explorado tan a fondo sus esencias y dinámicas. Entre 2015 y 2021 publicó nada menos que cinco novelas sostenidas por la pareja de agentes formada por Chassereau-Macua, ciclo que cimenta su reputación como nuevo talento venido del Norte y con el que obtiene el Premio Cubelles Noir y asoma entre los finalistas de varios galardones concedidos en el marco de festivales especializados de todo el país. No obstante, es su última novela, Blanco inmaculado (lanzada este mismo mes de septiembre por Plaza & Janés), el título de plena madurez destinado a proyectar definitivamente su obra.
Se da la particularidad de que la escritora es profesora de corte y confección de formación, y que su trayectoria laboral estuvo centrada en el mundo de la moda hasta 2013, de aquí lo apropiado de que la novela -como ya nos da una pista desde su mismo título- la protagonice una comunidad dedicada a la confección de prendas artesanales -inmaculadamente blancas, por supuesto- cuya discreción y vida reclusiva saltan por las aires cuando un incendio deja al descubierto el cadáver amordazado de una adolescente.
Frente a los espacios abiertos al mar que hemos visto en sus colegas, la escritora opta por los montes de Irún que acogen el caserío donde se produce la tragedia, un microcosmos opresivo y hermético que por momentos recuerda a un convento de clausura. Lorenzo Pino nos embarca en una investigación liderada por la oficial Lur de las Heras y la patrullera Maddi Blasco, compañeras en la Sección de Casos de la comisaría de la Ertzaintza, de caracteres opuestos y en momentos vitales y profesionales en nada coincidentes aunque nada de esto es un obstáculo cuando mandan la perseverancia y la astucia.
Si quiere conocer la cara más tenebrosa y taquicárdica de Euskadi, no le hará falta moverse del sillón ni ponerse un chubasquero.