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Crédito: Getty Images.
Los diez casos reunidos en Crímenes, recién publicados por Reservoir Books, traslación al formato literario de la exitosa cobertura televisiva y en formato podcast de ejemplos de la crónica negra por el periodista Carles Porta (premio Ondas 2021), van mucho más allá de mantenernos en vilo y desgarrarnos con la infinita capacidad del ser humano para hacer daño a sus congéneres. Uno de sus efectos secundarios, pero no menos interesantes, consiste en recordarnos hasta qué punto leemos novela policial y negra, y también thrillers, con un cierto distanciamiento, un escudo protector contra la sordidez y la violencia del mundo real. Sin este velo, sin este bloqueo emocional al saber que estamos frente a un producto de la imaginación, sería imposible su disfrute. Por otro lado, su objetivo prioritario de entretenernos y atraparnos los llevan a sacrificar por sistema cualquier signo de monotonía, sobre todo los aspectos más áridos de cualquier investigación.
En otras palabras, cualquier ficción criminal, en cualquier disciplina artística, ha tenido que negociar el grado de realismo que ha estado dispuesta a incorporar. ¿Cuánto dolor y angustia podemos generar en el lector? ¿Cuánta crudeza es aconsejable mostrar antes de disuadirlo a proseguir? ¿Hasta dónde mostrar la rutina de su cuerpo de funcionarios, tan gris y administrativa como la de cualquier colega del ámbito público, cuando las dosis de adrenalina —un avance en una investigación, el despliegue de una operación…— garantizan mantener al lector como rehén? Entre el héroe y el burócrata, ¿quién no se quedaría con el primero si lo que se busca es entretenimiento?
Crímenes funciona en parte como elemento corrector de las limitaciones de fondo y forma de la literatura criminal, mostrándonos el impacto de un hecho luctuoso en los círculos íntimos de las víctimas, al tiempo que sirviéndonos una enriquecedora oportunidad de conocer detalles sobre cómo se desarrolla en verdad una investigación y el papel de las numerosas partes implicadas en la misma, destacando sobre todo los cometidos de la policía. Enfrentados a una montaña de ficciones que muchas veces carecen del rigor suficiente al tener que plegarse a las necesidades de ritmo e interés que una mirada escrupulosa a los procedimientos descritos entorpecería, este libro nos acerca a la realidad sin trucos ni artificios pero, en ocasiones, también nos permite comprobar lo contrario, que lo que quizá tomamos por clichés de la novela negra provienen del mundo de los hechos.
Este libro nos acerca a la realidad sin trucos ni artificios pero, en ocasiones, también nos permite comprobar lo contrario, que lo que quizá tomamos por clichés de la novela negra provienen del mundo de los hechos.
Reunimos una serie de puntos instructivos o curiosos con los que se topará el lector a lo largo del libro y que en algunos casos le permitirán despejar dudas sobre si lo que está acostumbrado a encontrarse en novelas, películas o series encaja con la realidad o son recursos de la ficción.
1. No basta con resolver los casos, es decir, dar con la identidad de los delincuentes o criminales y de sus posibles cómplices, al tiempo que saber cómo procedieron. Esta labor no conducirá a nada si no se tiene éxito en el paso siguiente, que en jerga policial se denomina «asegurar la prueba»., es decir, reunir las pruebas inculpatorias que garantice arrestos y un juicio. La imagen del culpable esposado tras la mera reconstrucción verbal de sus pasos criminales por el Poirot, Sherlock Holmes o Colombo de turno supone una colosal fantasía.
2. Una confesión obviamente agilizaría todo el procedimiento pero son muy raras las ocasiones en que esto se produce. Lo normal es que los investigados nieguen cualquier implicación en los hechos hasta que no se ven acorralados (incluso entonces hay los que persisten en su inocencia) o que un familiar los acabe delatando tras una larga presión psicológica por encubrirlos.
3. El primer paso en un caso de desaparición o en un homicidio o asesinato pasa por reconstruir al máximo la vida de la víctima, dedicando especial atención a sus vínculos familiares, de amistad y laborales, al tiempo que a sus rutinas diarias. Un barrido del entorno y un minucioso desglose de sus actividades mañana, tarde y noche constituyen las primeras líneas de actuación.
4. Si se desconoce la identidad de la víctima, el primer paso para intentar dilucidarlo es comprobar las denuncias por desaparición.
5. La identificación de un cadáver por parte de un familiar o allegado en una morgue pertenece al reino de las ficciones televisivas.
6. Hasta 1982 las autopsias en España se llevaban a cabo en los cementerios.
7. Cuando la víctima es una mujer, los investigadores empiezan interrogando a su marido para averiguar si posee o no una coartada.
8. La muerte de un familiar es una noticia que la policía comunica en persona.
El análisis del interior de un vehículo, de unos cordones de zapatos, de unas huellas de neumáticos o de unas gafas pueden revelar mucho a la policía. En uno de los casos reunidos en el libro, un ejemplo de estas últimas serán cruciales para dar un vuelco a la investigación.
9. Pueden antojarse recursos «peliculeros» pero es cierto que la policía acude a los oficios religiosos por las víctimas, camuflándose entre los asistentes y grabándolos en vídeo. Estudiar la actitud de la gente, estar ahí por si a alguien se le escapa algo o comprobar si se palpa tensión en el ambiente puede ofrecer información muy útil. Asimismo, hay detectives privados que dedican muchas semanas a ganarse la confianza de un sospechoso para tratar de arrancarle una confesión.
10. Una condena puede ser más punitiva si el juez dictamina que el procesado actuó con alevosía (aquí la premeditación resulta clave) o ensañamiento (intentar infligir más sufrimiento del necesario o, por el contrario, mostrar algo de compasión). Por el contrario, puede ser menos gravosa si aplica el atenuante de obcecación.
11. En caso de marcados trastornos de la personalidad y de psicopatía, lo primero es dictaminar si el acusado mantenía sus facultades volitivas e intelectuales intactas durante el momento de los hechos, pues sólo en caso afirmativo se considerará que aquél es un sujeto imputable desde el punto de vista jurídico para ser juzgado y condenado penalmente.
12. El análisis del interior de un vehículo, de unos cordones de zapatos, de unas huellas de neumáticos o de unas gafas pueden revelar mucho a la policía. En uno de los casos reunidos en el libro, un ejemplo de estas últimas serán cruciales para dar un vuelco a la investigación ya que: «el criminólogo hace un perfil de su dueña: se trataría de una mujer de cuarenta años o más, de puente nasal prominente, que pasaba muchas horas en un ambiente saturado de vapores oleosos, como podría ser una cocina».
13. La filtración a la prensa de información confidencial es un problema al que se enfrenta la policía con más frecuencia de la que nos imaginaríamos, situación que obliga al cuerpo a lo que denominan «blindar el caso», esto es, reducir al máximo el acceso a su instrucción.
14. No es infrecuente que los casos de desesperación empujen a las familias a contratar el servicio de videntes.
Las ficciones, sobre todo audiovisuales, son una fuente de inspiración recurrente para los criminales. Series como Dexter —a la hora de instruir sobre el desmembramiento de un cadáver— o CSI —inspiración para el borrado de toda suerte de huellas—aparecen reunidas en el libro para ilustrarlo.
15. Probablemente donde la labor policial real y sus representaciones literarias y audiovisuales difieren de forma más recurrente es en el manejo de los tiempos. Las gestiones de la policía requieren mucha paciencia, ya sea para obtener autorización judicial para pinchar un teléfono o el resultado de unas pruebas de laboratorio, entre otros muchos ejemplos.
16. Las ficciones, sobre todo audiovisuales, son una fuente de inspiración recurrente para los criminales. Series como Dexter —a la hora de instruir sobre el desmembramiento de un cadáver— o CSI —inspiración para el borrado de toda suerte de huellas—aparecen reunidas en el libro para ilustrarlo.
17. Las estadounidenses indígenas tienen el doble de posibilidades que las estadounidenses blancas de morir asesinadas. En algunas zonas del país, esta cifra llega a multiplicarse por diez.
18. Vivir en pueblos o comunidades pequeñas muchas veces supone una doble condena para el círculo íntimo de las víctimas ya que las posibilidades de cruzarse con el sospechoso de una desaparición o asesinato son muy altas. Además, pueden propiciarse situaciones tragicómicas como una de las señaladas en el libro, donde una mujer invita a los padres de una joven asesinada a la boda de su hijo, aun a sabiendas de que éste fue quien la mató.
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