«No digas nada»: la batalla por la memoria
Ganador del prestigioso premio National Book Critics Circle Award y considerado por «The New York Times» en 2019 como mejor libro del año, «No digas nada» (editado en español por Reservoir Books) se ha convertido ya en un clásico sobre el conflicto de Irlanda de Norte. Escrito por el investigador Patrick Radden Keefe, el libro retrata principalmente los llamados «Troubles», los años más sanguinarios del enfrentamiento armado entre el IRA y el gobierno británico. Una obra que juega magistralmente con distintos géneros, que van desde el «thriller» o el «true crime» hasta el ensayo histórico, y que es un ejemplo sobre cómo rescatar la memoria de un país y hablar de sus víctimas olvidadas, como Jean McConville, viuda asesinada por el IRA por ser una supuesta informadora. Una impactante historia que ha sido recientemente adaptada como serie de ficción para Disney+; nueve episodios que ponen rostro a cada uno de los protagonistas de este trepidante y desolador relato.
Crédito: Disney+.
No digas nada empieza con una cita y con una brutal imagen. La cita es una frase escrita por el vietnamita Viet Thanh Nguyen que resume a la perfección el tema del libro: «Todas las guerras se libran dos veces, la primera en el campo de batalla y la segunda en el recuerdo». Y así es, en Irlanda del Norte todavía se está librando esta segunda batalla, la de la memoria. Tras décadas de lucha encarnizada entre católicos y protestantes, con bombas, asesinatos y torturas por ambos bandos, se logró finalmente un acuerdo de paz en 1998. Desde entonces, y no sin gran dificultad, se ha tratado de rescatar la memoria de las víctimas, muchas de ellas todavía enterradas en lugares desconocidos. Una de las misiones del libro de Patrick Radden Keefe es dar voz a las víctimas, al tiempo que explica de forma minuciosa todo el conflicto norirlandés y la absurda violencia ejercida por ambos bandos.
Vayamos ahora con la imagen: el secuestro de una de esas víctimas, una viuda que vivía junto con sus diez hijos en un gigantesco complejo de viviendas oficiales llamado Divis Flats, situado en West Belfast. Allí la familia de Jean McConville convivía con cerca de 850 familias católicas, un espacio de resistencia republicana pero también un espacio de opresión, ya que cualquiera que no siguiera los dictados del brazo armado del IRA o no ayudara en sus actividades, como esconder armas, podría sufrir terribles consecuencias. Peor aún era ser denunciado como informante de los ingleses, el mayor delito posible. Esta fue la acusación que se utilizó en contra de Jean McConville. Así, en mitad de la noche, entraron en su pequeña casa una docena de hombres, muchos de ellos vecinos, y se llevaron a la madre sin que sus hijos jamás volvieran a verla. El rumor de que colaboraba con el enemigo se extendió por el complejo y, al igual que cualquier otra noticia falsa, no hubo forma de cambiar de opinión a sus vecinos durante décadas. Los niños, menores, tardarían muchos años en saber qué había sucedido. Surgieron entonces muchas preguntas, entre ellas: ¿Quién ejecutó la acción la acción? y ¿quién dio la orden final? Un nombre entonces se repetirá una y vez, el de Gerry Adams, líder del Sinn Féin y antiguo miembro del IRA.
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Tras esta introducción, y tras explicarnos que en el año 2001 el Boston College inició el llamado Proyecto Belfast, cuyo objetivo era entrevistar de forma anónima a antiguos paramilitares, tanto del bando republicano como del lealista, una forma de guardar memoria sobre el conflicto armado, el libro comienza a desplegarse. El autor lleva a cabo un verdadero ejercicio de ingeniería narrativa, fragmentando historias que nos mantienen en vilo y descubriendo la vida de sus distintos protagonistas, al tiempo que habla del contexto, el periodo llamado Troubles, que va desde 1968 hasta 1998, momento en el que se firmó el tratado de paz de Viernes Santo. Los peores años de este periodo fueron los primeros, a finales de los sesenta, cuando se recrudeció la lucha armada entre los unionistas de Irlanda del Norte (protestantes y partidarios de preservar los lazos con el Reino Unido), y los republicanos irlandeses, católicos y partidarios de la integración del territorio en la República de Irlanda. Irlanda del Norte vivía así en un estado de excepción permanente y Belfast se transformó en una ciudad en guerra, donde cualquiera podía ser recibir un balazo o ser secuestrado y torturado por el ejército inglés que patrullaba las calles.
Tras décadas de casi inactividad del IRA, a principios de 1970 nació una organización disidente llamada IRA Provisional, los conocidos como Provos, dedicada a la resistencia armada. El antiguo IRA pasó a ser conocido entonces como IRA Oficial. La violencia fue aumentado de tal forma que en 1972 hubo más de quinientas muertes en el país y se produjo el fatídico Bloody Sunday, cuando soldados británicos mataron a 14 manifestantes católicos. El odio y la violencia parecían no tener fin.
Si el libro es un ensayo histórico basado en fuentes y testimonios, un auténtico mosaico de voces brillantemente conectadas, la serie de ficción opta por tomar como protagonistas a las hermanas Price, iconos de la guerra de guerrillas irlandesa durante los años setenta.
Es dentro de este contexto cuando comienzan a aparecer los verdaderos protagonistas del libro: Jean McConville, las hermanas Marian y Dolours Price (famosas activistas del IRA), Brendan Hughes (miembro de los Dirty Dozen, una de las unidades operativas más radicales del IRA), Gerry Adams (primer líder del movimiento y después político del Sinn Féin), así como también miembros del ejército británico, caso del general Frank Kitson, encargado reprimir y de llenar Belfast de agentes dobles e informadores. Un auténtico archienemigo que había adquirido una sanguinaria experiencia tras su estancia en Kenia, colonia inglesa, donde reprimió brutalmente el movimiento rebelde de los Mau Mau.
Ya desde las primeras páginas del libro comienzan a apreciarse las diferencias con la serie de televisión, un producto de ficción creado por Joshua Zetumer para Disney+ y que fue estrenado el pasado 14 de noviembre. Si el libro es un ensayo histórico basado rigurosamente en fuentes y testimonios, un auténtico mosaico de voces brillantemente conectadas sin perder ritmo en ningún momento, la serie de ficción opta por tomar como protagonistas a las hermanas Price -iconos de la guerra de guerrillas irlandesa durante los años setenta-, y especialmente a Dolours Price, la conocida como «terrorista con minifalda» que planeó el famoso bombardeo de Londres.
Lola Petticrew como Dolours Price en la adaptación de No digas nada. Crédito: Disney+.
No hay duda de que Dolours es un personaje carismático -en su época destacó además por su belleza- que aglutina las contradicciones del movimiento irlandés. Procedente de una familia de miembros del IRA, entre ellos una tía que perdió los brazos y quedó ciega al estallarle una bomba que transportaba, un padre y una madre cegados por la causa, tras unos primeros escarceos con la no violencia decidió junto con su inseparable hermana Marian formar parte de la lucha armada. En una iniciativa que en la serie es planteada como un acto reivindicación feminista, ya que hasta ese momento las mujeres solo llevaban a cabo acciones secundarias, Dolours se convirtió en un miembro de pleno derecho. Uno de sus primeros trabajos consistió en formar parte de los Desconocidos, grupo de IRA provisional que dependía de Gerry Adams y que llevaba a cabo misiones peligrosas, ultrasecretas y a veces terribles. En el caso de Dolours fue llevar a posibles informadores hasta el lugar de su ejecución. Hay que tener en cuenta que durante los Troubles el peor delito para un irlandés era convertirse en un informador, ya que en Belfast imperaba la ley del silencio. Nadie podía hablar sobre lo que sucedía, aunque se llevaran a tu vecino o a tu hermano en mitad de la noche. Todo lo que tenía que ver con las actividades del IRA armado debía permanecer en secreto.
Dolours fue un joven impetuosa, inteligente y decidida que impresionó a todos por su arrojo y su look rebelde. En un mundo de hombres, su hermana y ella se convirtieron en dos figuras muy llamativas, con gran capacidad de inventiva, como demuestra el hecho de que llegaran a robar un banco disfrazadas de monjas. Esta serie de éxitos las llevarían a organizar el atentado que las haría más tristemente famosas: el bombardeo de Londres en 1973, donde hicieron estallar varios coches bombas junto a edificios oficiales. El plan era llevar la guerra al corazón de Inglaterra, y lo lograron, pero sin llegar a escapar. Fueron entonces detenidas y condenadas a veinte años de cárcel en un juicio muy mediático, en el que la prensa y la opinión pública inglesas mostraron especial fijación por Dolours y Marian Price, a las que llamaron «las hermanas del terror». Para el Times, Dolours se convirtió en un ejemplo del radicalismo político imperante «por su postura entusiasta ante la idea de una revolución mundial violenta». Para ellos no estaban lejos de figuras como el Che o grupos como los Panteras negras.
La larga estancia en la cárcel, que duró hasta 1981, cuando Dolours fue liberada por causas humanitarias, también tuvo otros efectos en ella. Comenzó a dudar de la acción armada y a cuestionar cada una de las muertes en las que había colaborado, especialmente la de los desaparecidos.
Las hermanas decidieron llevar a cabo una huelga de hambre, exigiendo ser tratadas como prisioneras políticas y trasladadas a una cárcel irlandesa de mujeres. Quizá sea este el momento del libro en el que la serie de Disney+ brilla con luz propia, ya que se muestra de forma más que extensa y detallada la degradación física y mental de las hermanas, las torturas que sufrieron tras ser obligadas a ingerir alimentos a la fuerza, y su posterior traslado a un cárcel irlandesa, un éxito político que casi les costó la vida y sin duda la salud (de hecho, algo que apenas se cuenta en la serie fueron los futuros problemas de anorexia nerviosa de Dolours). La larga estancia en la cárcel, que duró hasta 1981, cuando Dolours fue liberada por causas humanitarias, también tuvo otros efectos en ella. Comenzó a dudar de la acción armada y a cuestionar cada una de las muertes en las que había colaborado, especialmente la de los desaparecidos. Tampoco estuvo de acuerdo con el atentado que el IRA cometió tres años antes, en febrero de 1978, cuando hizo explotar una bomba en el hotel La Mon House, en Belfast. Murieron veinte personas y hubo cientos de heridos. «Cuando ocurren cosas así -dijo Dolours-, una se pregunta: ¿Qué está pasando? ¿Estoy aquí encerrada porque quiero achicharrar al prójimo? ¿Estoy aquí porque quiero incinerar a gente?». Será entonces tras su salida de la cárcel cuando, tal y como aprecia en la serie, los muertos comenzarán a visitarla y literalmente a atormentarla.
Josh Finan es Gerry Adams en la miniserie que adapta el libro de Patrick Radden Keefe. Crédito: Disney+.
El otro gran protagonista del libro y de la serie es Gerry Adams, también procedente de una distinguida familia republicana. Pronto se convirtió dentro del IRA en un polemista feroz, inteligente y con gran capacidad de análisis, que ascendió rápidamente en el grupo armado. No solo dirigió el grupo de los Desconocidos, sino que tuvo un papel relevante en numerosas acciones sangrientas. Sin embargo, durante los años ochenta giró radicalmente, buscó la vida política y negó su pertenencia al IRA. De hecho, cada episodio la serie finaliza siempre con el comentario: «Gerry Adams siempre ha negado ser miembro del IRA o participar en ninguna violencia relacionada con el IRA». En 1983 Adams dirigiría El Sinn Féin convencido de que una Irlanda unida no se conseguiría solamente por la fuerza de las armas.
Años más tarde, cuando ya estaba inmerso en el proceso de paz con Inglaterra, algo complicó sus planes políticos. Acababa de crearse una nueva organización con el fin de abordar el destino de los «desaparecidos», personas que habían sido raptadas y asesinadas durante los Troubles y cuyos cadáveres no habían sido encontrados. Uno de los portavoces fue Helen, la hija de Jean McConville. Aquella publicidad no agradó nada a Adams, tanto porque estaba inmerso en el proceso de paz (daba mala prensa que el IRA hubiera matado a su propia gente) como porque estuvo directamente implicado en la desaparición. Las familias de los desaparecidos además le dirigían a él, personalmente, una serie de cuestiones cada vez más peliagudas e indignadas. El negó en todo momento su participación. «Gracias a Dios, yo estaba en prisión cuando ella desapareció», dijo a las familias a pesar de que aquello no era cierto. Según afirma el autor del libro, Adams había salido de la prisión de Long Kesh en junio del 72 para poder asistir a las conversaciones de paz en Londres. Había, por lo tanto, mentido.
Lo curioso es que tanto en el libro como en la serie, Adams es el personaje que peor sale parado, más incluso que los asesinos. Una figura vista como un hombre frio y calculador, sin ningún tipo de empatía hacia las víctimas y solo preocupado por su propia supervivencia política. Aunque no mató a nadie con sus propias manos, la imagen que desprende resulta mucho más inquietante que la Brendan Hughes o la de Dolours.
Años más tarde, cuando ya estaba inmerso en el proceso de paz con Inglaterra, algo complicó sus planes políticos. Acababa de crearse una nueva organización con el fin de abordar el destino de los «desaparecidos», personas que habían sido raptadas y asesinadas durante los Troubles y cuyos cadáveres no habían sido encontrados.
Finalmente, en 1998 se firmó el Acuerdo de Viernes Santo, aunque no fue hasta 2005 cuando el IRA dejó las armas. Las partes anunciaron que habían llegado a un preacuerdo, un mecanismo para poner fin a tres décadas de conflicto. Irlanda del Norte seguiría formando parte del Reino Unido, pero con su propia autonomía. Tanto Hughes como especialmente Dolours se tomaron aquello como una traición personal. Ella, que había puesto bombas, atracado bancos, y visto morir a amigos, esperando que todos esos violentos esfuerzos sirvieran para conseguir la libertad, fue consciente de que no habían servido para nada.
Entretanto, la búsqueda de cadáveres de los desaparecidos cobró impulso. Ese mismo verano, los hijos de Jean McConville se reunieron en la zona de playa de la península de Cooley, en County Louth, esperando hallar a su madre. No fue así. Tendrían todavía que esperar otros cuatro años. En el verano de 1999, los McConville volvieron a reunirse en la misma playa Al parecer, una serie de tormentas había provocado que aparecieran los restos de la tumba de Jean McConville, a la que reconocieron gracias a un imperdible que llevaba puesto en el momento de desaparecer.
Con esta escena, tanto la serie como el libro vuelven a cerrar derivas narrativas y finalizan con la historia de la viuda asesinada y sus hijos. Aunque no se pudo denunciar formalmente a nadie por el asesinato, al menos lograron limpiar el nombre de su madre, demostrándose que nunca tuvo trato alguno con las fuerzas inglesas (el IRA, sin embargo, siguió sin negándolo).
Dolours Price, adicta a los tranquilizantes y al alcohol, moriría en el año 2013, incapaz de soportar su violento pasado. De este modo, Dolours, como la propia Irlanda, fue aceptando lo sucedido y el silencio quedó definitivamente roto.
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