«Yellowjackets»: amigas voraces
Las chicas han regresado más misteriosas, más conflictivas y sí, más salvajes. En su segunda temporada, «Yellowjackets» muestra la vuelta del grupo de adolescentes a su natal Nueva Jersey no sin antes esclarecer los perturbadores detalles de cómo se mantuvieron con vida durante el invierno en el bosque, un abismo del que, veinticinco años después, no logran escapar. Si desde sus primeros minutos la serie había prometido actos caníbales, esta vez no deja lugar a dudas (con todo y un «elegante» guiño a David Lynch). Mezcla de horror, «thriller» y drama adolescente con influencias de Stephen King y «El señor de las moscas» de William Golding, «Yellowjackets» se reafirma como una de las propuestas más atractivas -y terroríficas- de la televisión.
Por Abia Castillo
Christina Ricci y Elijah Wood en un fotograma de Yellowjackets. Crédito: cortesía de Showtime.
Amigas unidas para ganar. Amigas que te hacen brillar y con quienes puedes conquistar grandes triunfos, aquellas que te cuidan la espalda y te regalan una joya como símbolo de su lealtad. Las mismas que también te sugieren cómo vestir y qué decir, quienes deciden qué es lo mejor para tu futuro mientras te controlan las raciones y te buscan sólo cuando necesitan que les hagas un favor (uno casi siempre enorme). Si alguna vez su compañía te hizo sentir segura, ahora esas amigas se alimentan de ti, y te devoran.
En 2021 el lanzamiento de Yellowjackets (Showtime) nos introdujo a la historia de un talentoso equipo de soccer femenil que en 1996 aborda un avión para jugar la final del campeonato nacional, pero la tragedia se atraviesa: el avión se estrella en un recóndito bosque cercano a la frontera con Canadá y las adolescentes deberán arreglárselas para sobrevivir no sólo al crudo paisaje sino también a sí mismas (los únicos hombres que no mueren en el accidente son dos adolescentes y un joven entrenador). Luego del shock no queda más que aprender a buscar comida, salvarse de los lobos, e incluso invocar espíritus o bailar al ritmo de la canción This Is How We Do It para aligerar la convivencia, una convivencia que se torna feroz. La toma de decisiones es una lucha constante y con el paso de los días se deja muy en claro quiénes mandan y quiénes no. «No se meta, entrenador», le ordena Lottie (Courtney Eaton) a Ben, el único adulto (Steven Krueger) durante una álgida discusión en la cual se decide el futuro de un miembro del equipo, haciéndole ver su lugar de subordinado. A pesar de ello, cada una de las adolescentes va adoptando distintos roles con el fin de mantener al equipo sano y salvo: la enfermera, la cazadora, la guía espiritual. Quienes eran vistas como débiles antes del accidente, se descubren talentosas y fuertes; mientras quienes ostentaban el título de líderes, se tambalean. Además del surgimiento de este nuevo orden, una honda inquietud flota en el aire pues las chicas no son lo único peligroso. Hay algo terrible en ese bosque, una presencia que se manifiesta a través de visiones y extraños símbolos que parecieran augurar (tal vez acelerar) la tragedia que ocurrirá cuando el invierno llegue. ¿Pero todo comenzó ahí? ¿Es ese bosque lo único torcido? Probablemente no. Antes de abordar aquel avión, Taisa (Jasmin Savoy Brown) accidentalmente le provocó una fractura terrible a una compañera, Natalie (Sophie Tatcher) apuntó el rifle hacia la cabeza de su propio padre -y apretó el gatillo-, Lottie tomaba pastillas para apaciguar sus habilidades psíquicas, y Shauna (Sophie Nélise) tenía sexo con el novio de su mejor amiga Jackie (Ella Purnell). Quizás algo en el interior de estas adolescentes iba anunciando lo que se desataría, algo que hace sentido con sus extraños actos rituales, con ese arrebato dionisíaco por el cual se transforman en una horda salvaje, con esa espiral donde la supervivencia se entrelaza con la locura.
Mujeres libres y modernas
Las secuelas de aquellos diecinueve meses perdidas en la frontera con Canadá se verán después, pues la serie también narra -de forma paralela- el presente de cuatro de las sobrevivientes, mujeres que bien entrarían en esa categoría que Virginie Despentes en su maravillosa Teoría King Kong (Random House, 2018) definió como mujeres «excluidas del gran mercado de la buena chica»: histéricas, excesivas y rabiosas, mujeres demasiado brutales. En el 2021, décadas después del accidente aéreo que las hizo célebres, las Yellowjackets rondan la cuarentena y están lejos de ser las atletas de élite que fueron alguna vez: Shauna (Melanie Lynskey) es una ama de casa aburrida que se masturba mirando fotos del novio de su hija; Taissa (Tawny Cypress) podría convertirse en la próxima senadora de Nueva Jersey, pero sigue sin controlar su sonambulismo (el cual la lleva a hacer las cosas más raras); Natalie (Juliette Lewis, siempre genial) sale de rehabilitación sólo para ir a un bar y tomar un rifle; y Misty (Cristina Ricci), una cajita de curiosidades, trabaja como enfermera en un asilo de ancianos y no le agrada a nadie por más que se esfuerce en ello.
Poco hay en común entre estas cuatro mujeres salvo esa herida compartida que ninguna desea tocar. No serán grandes amigas, pero tal como lo hicieron en el bosque, continúan ayudándose a sobrevivir y mantienen intacto su pacto de lealtad a la manada. Es la suya una unión compleja, pero no por eso menos poderosa e inquebrantable. «Nunca traicionas al equipo», admite Misty, pues ni ella ni sus compañeras han confesado la verdad de cómo lograron salir con vida luego de esos meses perdidas en tierra de nadie. Lo único que se sabe es que estas mujeres ahora se dedican a la política, forman familias, lideran sectas, y entran y salen de rehabilitación en un intento por sobrellevar su realidad desencantada. La generación millenial probablemente se sienta más identificada que nadie con esta idea de que «la vida no fue como la imaginabas», pero no será esa su única conexión con la serie. Quienes atravesamos la adolescencia en la segunda mitad de 1990 celebramos al magnífico cast que, además de reunir actrices icónicas de la época como Lewis y Ricci, en su segunda temporada suma a sus filas a Elijah Wood y a Lauren Ambrose (Claire en Six Feet Under). Mención aparte merece la espléndida banda sonora que incluye, entre otros, a PJ Harvey, Portishead, Jane’s Addiction, Veruca Salt y Hole (Ashley Lyle, quien creó Yellowjackets junto a su esposo Bart Nickerson, se declara fan de Sleater-Kinney y de las Riot Grrrl, lo cual se hace evidente no sólo en la selección musical sino en los demás elementos de la serie, inclusive en los estéticos).
Fotograma de Yellowjackets. Crédito: cortesía de Showtime.
Mientras pasado y presente se desenvuelven nos vamos enterando del destino de cada una de las integrantes de este equipo de soccer, pero sobre todo descubrimos si es cierto ese rumor que las persigue aún ahora: ¿de verdad se comieron unas a otras? Todo parece indicar que aquel no fue un acto de mera supervivencia. El canibalismo se ha llevado al cine con grandes resultados y ha otorgado obras verdaderamente magistrales, como The silence of the lambs, (Jonathan Demme, 1991), Trouble Every Day (Claire Denis, 2001), Somos lo que hay (Jorge Michel Grau, 2010), Raw (Julia Ducournau, 2016), Bones and all (Luca Guadagnino, 2022) y Fresh (Mimi Cave, 2022); así como la serie Dahmer (Netflix, 2022) y la serie documental House of Hammer (HBO Max, 2022) que da cuenta, entre otras cosas, del supuesto canibalismo del actor Armie Hammer -tan perturbador como suena-. Sobra decir que Yellowjackets toca el tema con tremendos tintes de horror y no es casualidad que Karyn Kusama (Jennifer's Body; The Invitation) sea productora ejecutiva y directora del capítulo piloto. Si en la ficción el canibalismo se utiliza como elemento simbólico, en Yellowjackets la metáfora bien podría girar alrededor de acabar con la buena chica, ese molde inmaculado en donde todas las mujeres deberían encajar y que tantas veces la misma ficción se ha encargado de convertir no en la excepción sino en la regla; una metáfora también de los deseos feroces e innombrables que habitan el interior buscando la manera de saciarse.
Courtney Eaton. Crédito: cortesía de Showtime.
La creadora Ashley Lyle le cuenta a The New York Times que mientras leía un artículo acerca del plan de realizar un remake femenino basado en la novela de William Golding, El señor de las moscas (1954) -artículo que detonaría la creación de su propia serie-, descubrió que varios comentarios se mostraban escépticos sobre si acaso las niñas serían capaces de llegar al mismo nivel de barbarie que alcanzan los niños en el libro de Golding. Yellowjackets afirma que sí y con ello vuelve a subrayar en pleno siglo XXI que las mujeres poseen infinidad de claroscuros, que sus interacciones no serán siempre ideales, que no existe una única manera de ser mujer, mucho menos una que se le acomode a todas. «…las mujeres son seres humanos, lo cual conlleva que en ellas se manifiesten toda una gama de conductas que van desde lo santo a lo demoníaco, incluyendo lo criminal. No son seres angélicos incapaces de hacer el mal», declara otra reina de lo incómodo, Margaret Atwood, en su ensayo ¿Soy una mala feminista? (incluido en Cuestiones candentes, editado por Salamandra). Sí: las mujeres son seres humanos y por esa razón existen en ellas un sinfín de posibilidades, varias de las cuales Yellowjackets explora con singular maestría y originalidad.
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