Maneras de leer Mafalda
Polémica, concienciada y encantadora, Mafalda es la niña argentina más famosa de todos los tiempos. Su primera aparición tuvo lugar el 29 de septiembre de 1964. La seguirían casi dos mil tiras que narrarían la vida cotidiana de esta niña bonaerense de seis años, rodeada de su familia y amigos. En muy poco tiempo, sus aventuras empezaron a recorrer el mundo y a brindar horas de lectura a millones de lectores. Desde las tiras predilectas del propio Quino a las más representativas de cada personaje, pasando por las que más sacudida produjeron en los lectores, convirtiéndose en icónicas, las que delinean el contexto social que las vieron nacer o las que anticiparon temáticas actuales, «Lo mejor de Mafalda» (Lumen, febrero de 2025) es una selección de los mejores momentos de nuestra heroína favorita, un tomo que cuenta con un prólogo firmado por la periodista, escritora y editora argentina Judith Gociol, texto escrito en Buenos Aires en diciembre de 2024 y que LENGUA reproduce a continuación.
Por Judith Gociol
Maneras de leer Mafalda
1. SIN INSTRUCCIONES
Mafalda, la historieta creada por Quino hace más de sesenta años, cobró una dimensión única en el humor gráfico argentino: sus personajes salieron de las páginas impresas para volverse pósteres, película, cortos de animación, estampillas, remeras, imanes, llaveros, invitaciones de boda, nombres de instituciones o negocios y tatuajes... entre una innumerable cantidad de producciones, tanto legales como no autorizadas, realizadas por admiradores, por busca-vidas a pequeña escala o por inescrupulosos.
Protagonista que cobró vida propia, Mafalda fue entrevistada en 1966 por la revista Confirmado y elegida en 2014 por la Embajada de Francia como una de las tres «mujeres ilustres argentinas» (junto a la abuela de Plaza de Mayo Estela de Carlotto y a la cantante de tangos Susana Rinaldi). Existen, además, una quincena de esculturas oficiales de esta niña-adulta dispersas por el globo terráqueo, sin contar la que estuvo de visita en la sede de la Organización de las Naciones Unidas (en 2024) en Nueva York para cumplir el sueño de ser intérprete en pro de la paz mundial.
Enmarcada en este fenómeno, lo que la presente antología propone es volver al origen que posibilitó todo: la lectura de la historieta. La propuesta conlleva el desafío adicional de alcanzar a la diversidad de un público que abarca tres generaciones en distintos puntos del mapamundi.
Primera generación
Las dos primeras tiras con las que se inicia esta antología corresponden a la precuela de esta producción nacida como un fallido intento de publicidad encubierta, por encargo.
Las dos siguientes son aquellas con las que Mafalda se presentó oficialmente al público, el 29 de septiembre de 1964, en la revista Primera Plana. Aparecieron allí la enfant terrible, sus sufridos padres y un amigo del barrio, Felipe. Tierno, despistado, tímido y bonachón, es un soñador que se refugia de los padecimientos del entorno en su imaginación: odia la escuela y adora a El Llanero Solitario, las historietas, los crucigramas, el ajedrez y a Muriel, la vecina de la que está silenciosamente enamorado. Está inspirado —solo físicamente—en Jorge Timossi, amigo de Quino, reconocido periodista, corresponsal de guerra, poeta, militante de la Revolución cubana y funcionario del Gobierno de Fidel Castro.
El 9 marzo de 1965, en el n.º 122, fue la última vez que se publicó Mafalda en Primera Plana. El humorista retiró su obra en un gesto precursor de defensa práctica de los derechos de los dibujantes, luego de una discusión en torno a la propiedad de los originales que Quino se llevó de prepo, con la complicidad de un cadete de la editorial.
Ese mismo mes, la historieta reapareció en el diario El Mundo. En esas entregas comenzó a delinearse el grupo de arquetipos que componen los personajes: la aspiración de Susanita limitada a tener marido e hijos, así como su envidia, su conservadurismo y su discriminación; la filosofía existencialista, ocurrente y ególatra de Miguelito; el materialismo y el capitalismo a escala barrial, la brutalidad y la ignorancia de Manolito —hijo de inmigrantes gallegos, el personaje que más críticas y rechazo generó, pese a que Quino mismo era descendiente de españoles.
En el diario, la historieta compartió páginas con Periquita, de Ernie Bushmiller, cuyo parecido con Mafalda es evidente. Entre noticias sobre el espectáculo, horóscopos, crucigramas y otras misceláneas, salió publicada la tira que se volvió emblemática en la Argentina en referencia —tácita pero evidente para el público— al rechazo al golpe de Estado encabezado por el general Juan Carlos Onganía, en 1966.
El Mundo cerró, abruptamente, el 22 de diciembre de1967 con Raquel embarazada de Guille. Cuando la tira reapareció el 2 de julio de 1968 en la revista Siete Días Ilustrados, el hermanito de la protagonista ya había nacido. El personaje, inspirado en uno de los sobrinos de Quino, nació de la aguda observación que siempre tuvo el dibujante y algunas de las situaciones descritas en los cuadritos fueron anécdotas reales. Tiempo después se sumó Libertad, la última integrante del elenco, en unas viñetas que dan cuenta de la creciente radicalización política de la juventud argentina, en consonancia con las rebeliones y los movimientos de liberación nacional en algunas zonas del globo.
En ese relanzamiento, Mafalda apareció en tapa y, en su interior, saludó a los lectores con la carta que se reproduce al inicio de este libro. La protagonista también fue incluida en uno de los almanaques de la revista, en un póster y hasta conversando con Miss Siete Días.
La historieta se publicaba a página entera, cuatro tiras por entrega, con un comentario anexo de los personajes —graciosos y efectivos, tal como verán en algunas de estas páginas— puesto como cabezal. Tan logrado fue ese recurso que, desde allí, Quino anunció el fin de Mafalda, que cayó como un balde de agua fría. Se concretó el 25 de junio de 1973 para desesperación de editores y lectores, uno de los cuales acusó al autor de «humoricideo» (sic), en una nota enviada a la propia revista.
Viven, todavía, muchos de esos entonces veinte o treintañeros que conformaron la primera generación de lectores de la historieta, la que acompañó el paso a paso de la génesis y desarrollo de esta producción, cuando todavía no era icónica ni había tomado las dimensiones que alcanzó después fuera del papel.
Por décadas, ese resultó el modelo de los seguidores de las viñetas: niños, jóvenes y adultos que esperaban que la publicación apareciera en el kiosco, la buscaban, la llevaban y la incorporaban a la cotidianidad familiar.
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Segunda generación
Luego de 1973, Quino no retomó Mafalda. Solo ocasionalmente se valió de los personajes para alguna campaña de bien público. Desde los Derechos del Niño encargados por UNICEF en 1977 o la inclusión de un dibujo suyo en las remeras que impulsó Comercio Justo en 2009, hasta su participación en el mensaje gubernamental de cuidados frente a la expansión de la covid-19, entre muchas otras.
La primera compilación de la tira la hizo el editor Jorge Álvarez, en la Argentina, cuando descubrió que, cada vez que iba al banco, el cajero pegaba una nueva tira de la historieta en la ventanilla. Luego de convencer al humorista, la publicó para la Navidad de 1966 y agotó la tirada de cinco mil ejemplares en dos días. A partir del sexto tomo, las recopilaciones quedaron a cargo de Ediciones de la Flor.
Desde entonces, el acercamiento de todos los lectores de esa segunda generación —que compramos, recibimos en herencia familiar o leímos de prestado a Mafalda— fue a través de esas compilaciones de formato apaisado rectangular (los «libritos» como les decimos cariñosamente), que fueron innovadores, porque circulaban en kioscos y librerías, tenían continuidad, regularidad en su aparición y sostenidas reediciones.
No eran recopilaciones sin más. Quino se tomaba el trabajo de elegir las tiras que se incluirían (descartó algunas lo mejor por coyunturales, porque no le gustaba cómo resultaron o porque se arrepentía de su contenido...), y también de llevar el humor incluso hasta el copyright, los pies de imprenta y las dedicatorias, espacios en los que participaban los propios personajes, que a veces hasta se atrevían a discutirle al autor (como algunas de las incluidas como ejemplo en este libro).
A lo largo de las reediciones, Quino modificó algunas de las dedicatorias o las hizo intencionalmente enigmáticas, pero la que siempre nos dejó a salvo es la dirigida a nosotros mismos: «A los lectores caídos en cumplimiento del deber». Una prueba más del respeto que el humorista siempre tuvo a su público, aun cuando fuera inevitable la pregunta que odiaba acerca de por qué dejó de dibujar Mafalda.
Desde que empezó a publicar, recibió cartas de los lectores: mensajes mayoritariamente elogiosos, pero también con señalamientos, errores, opiniones, vivencias personales, pedidos, que aparecían publicados; cartas manuscritas o escritas a máquina, dirigidas a las redacciones o las editoriales, que se enviaban por correo, como telegramas, por fax y, últimamente, por mail o a través las redes sociales.
Durante años las respondió él mismo, con la ayuda de su esposa Alicia, que las recibía y las clasificaba, y luego por Julieta Colombo, su representante. Buena parte de ese material fue donado y está conservado en el Centro de Historieta y Humor Gráfico Argentinos de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, con sede en Buenos Aires.
En general, Quino contestaba por escrito, pero —sobre todo al inicio— llegó incluso a llamar a sus admiradores por teléfono. Era amable, pero no condescendiente con sus seguidores.
Uno de los momentos más intensos en el vínculo entre el autor y sus lectores eran las ferias del libro, a las que el dibujante asistía y de las que aceptaba sus rituales: las presentaciones, las mesas de humoristas y las firmas de ejemplares, para las que se formaban largas filas de chicos y chicas y adultos a la espera de un autógrafo. Una especie de peregrinación y ceremonia pagana que Quino nunca terminó de comprender, pero de la que participaba por respeto, cariño y agradecimiento hacia ese público que lo endiosaba.

Páginas interiores de Lo mejor de Mafalda, de Quino (Lumen, febrero de 2025). Crédito: D. R.
Generación extranjera
La primera traducción se concretó gracias a que Alicia Colombo, la esposa de Quino, le contestó al editor italiano que consultaba reiteradamente por los derechos de publicación de la obra.
En 1968, treinta tiras fueron incluidas en la antología de humor Libro dei Bambini Terribili per adulti masochisti y al año siguiente la editorial Bompiani publicó Mafalda, la contestataria con prólogo Umberto Eco. En 1970, Lumen publicó la historieta en España, donde la censura franquista obligó a especificar que se trataba de una edición «para adultos». Con puntos de publicación fuertes en Italia, Francia, España, México, Brasil y en crecimiento exponencial, llegó a ser traducida al griego, al finés, al indonesio, al chino, al hebreo, al gallego, al catalán, al polaco, al búlgaro y en sistema braille.
Mafalda se difundió en por lo menos una veintena de lenguas y dialectos y llegó a no menos de veinte regiones del mapamundi. El único continente al que nunca ingresó es África.
¿Qué interpretaciones hicieron y hacen los lectores de cada uno de esos lugares sobre una producción realizada desde un país que roza el Polo Sur?
La versión aparecida en Taiwán, a cargo de la escritora Sanmao —por ejemplo—, reemplazó la mayonesa por la salsa de soja, el almacén de Manolito por la tienda del señor Ma, y morigeró o evitó las referencias al «peligro amarillo». A ojos occidentales, resultó una versión menos crítica, menos política y menos enfática... menos Mafalda.
La paraguaya María Gloria Pereira se encontró con que los textos en guaraní resultaban más largos que los españoles y no cabían en los globitos; que en su país la sopa no es líquida, sino sólida; que el doble sentido humorístico de las palabras que Quino utiliza no existe en la lengua originaria y que en Paraguay los niños y niñas casi no tienen voz, de modo que no podrían enfrentar a los adultos de la manera en que lo hace la enfant terrible.
Mafalda recorrió primero la Argentina y luego el mundo de todas las formas y en todos los formatos: los libritos del 1 al 10 (o en algún caso al 11); el tomo Toda Mafalda (o Todo Mafalda); las tiras inéditas; los ejemplares por eje temático; las ediciones aniversario; con o sin reportajes, con y sin el aporte de otros dibujantes; las tesis universitarias; los artículos periodísticos; los catálogos de exposiciones... Los integrantes de esta segunda generación no la leímos en su formato original, pero la vivimos como si lo fuera, porque todos tenemos nuestra primera Mafalda, la que está unida a nuestra subjetividad.
Tercera generación
En general, la aproximación a la historieta va profundizándose en la medida en que empezamos a comprender lo que de más chicos no entendíamos, cada vez un poquito más... Hasta que lo digital revolucionó el planeta compartíamos con Mafalda un universo de experiencias en común. Pero ¿qué sucede en la actualidad?
Cómo recuperan los nuevos lectores qué es un rulero —un rulo como le dicen en algunos lados— o un sifón desoda; o qué representó en los sueños masculinos Brigitte Bardot, o en la geopolítica, U Thant, ex secretario general de la ONU. En la mayor parte de las ciudades, la infancia no anda sola por la calle ni se maneja sin adultos en las plazas ni juega a los cowboys... El uso del espacio público y del tiempo se ha modificado de manera radical.
Incluso los personajes circulan ahora por las redes, en los memes y en los avatares y los emojis de los celulares.
El desafío es saber leer los logros de la tira más allá de estas posibles barreras generacionales, sin que opaquen la profundidad y la vigencia de una obra que tiende a instalarse como un clásico.

Páginas interiores de Lo mejor de Mafalda, de Quino (Lumen, febrero de 2025). Crédito: D. R.
2. TABLERO DE DIRECCIÓN
En una oportunidad, Julio Cortázar estaba de viaje por América Latina y un periodista le preguntó: «¿Qué piensa usted de Mafalda?». Le respondió: «Eso no tiene la menor importancia. Lo importante es lo que Mafalda piensa de mí».
Así se lo contó el escritor a la editora de Lumen, Esther Tusquets, en un fax del 20 de septiembre de 1973. Nueve meses antes, Cortázar le había reclamado a la editora un volumen de Mafalda con este dibujo.

Podríamos imaginar, entonces, que este libro es SU Mafalda, la que se demoró en llegar, y abrir esta antología y leerla en modo cortazariano: dándole a cada uno de los admiradores de Quino la libertad que el autor de Rayuela le dio al público, empoderándolo para seguir las páginas de corrido, saltando partes, reordenándolo, siguiendo o no instrucciones.
Parafraseando al Tablero de Dirección de Rayuela, también podríamos decir que «este libro es muchos libros» y proponer por lo menos dos posibles circuitos para seguirlo con sus ramificaciones:
1. Leerse del modo convencional, del principio al fin con las tiras acomodadas cronológicamente, por orden de aparición, pasando de una cuestión a la otra, sin ningún agrupamiento temático en particular, tal como ocurre en los libritos y en las fuentes originales.
2. Un recorrido más aleatorio y arbitrario, o a partir de ciertas inquietudes particulares:
- Las diez tiras que Quino consideraba sus predilectas (y que están señaladas con un asterisco en estas páginas).
- Las del personaje preferido de cada uno.
- Las que delinean el contexto social de la clase media que se afianzaba junto a la sociedad de consumo, el psicoanálisis, los intereses culturales y la comunicación de masas. Escenas representativas de ese sector que, por un lado, se mantenía conservador y, por el otro, empezaba a ver a sus hijos politizarse.
- Las que anticipan temáticas que están hoy en agenda, como el cuidado del medioambiente o el feminismo.
- Las páginas que siguen los avatares del mundo: desde las escenas del globo terráqueo hasta cuestiones geopolíticas, como la relevancia de Japón; el «peligro amarillo» (en referencia a China, que aún hoy pugna entre las potencias); la superpoblación mundial; la guerra nuclear; la invasión estadounidense a Vietnam o el dolorosamente vigente conflicto árabe-israelí.
- Las que resultaron emblemáticas como posicionamientos contra las dictaduras como «este es el palito de abollar ideologías» y «eso que me enseñaron en la escuela» y todas las de la sopa, símbolo de la rebelión a la autoridad (familiar, escolar, gubernamental) y a toda imposición arbitraria.
- Las que denuncian tanto a los macro como a los micro poderes.
- Las que remiten a los sueños (desde contar las ovejitas hasta los sueños de extraterrestres de Mafalda o las fantasías de Felipe).
- Las tiras dedicadas a Los Beatles.
- Las que dan cuenta de una mirada crítica en relación con la publicidad, con la televisión y con la radio (aunque mucho más fiable) y con su influencia tanto política y social como doméstica.
- Las que husmean, con mirada arqueológica, la presencia del auto Citroen 2CV; los dibujitos animados de El Pájaro Loco; figuras como el farmacéutico de barrio, el vendedor a domicilio o incluso algunas actitudes hoy políticamente incorrectas.
Este modo lúdico y cortazariano de abordar Lo mejor de Mafalda permite que cada lector reconozca lo que considera mejor... Para que, quizás, entre las tres generaciones, coincidamos en poder revertir la paradoja de que la vigencia de Mafalda es también el fracaso de lo que no supimos hacer como seres humanos. Que busquemos como Quino, como Cortázar, que lo mejor sea finalmente el mundo. Lo mejor del mundo.
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