En la carretera con Amor Towles: fraternidad y redención en la América de los 50
Desde su debut hace una década con «Normas de cortesía», el estadounidense Amor Towles, que cambió el mundo de las finanzas por las letras cuando encaraba la cincuentena, ha ocupado un lugar privilegiado en la novela de época capaz de arrastrarnos narrativamente al tiempo que nos toca la fibra sensible. En sus novelas confluyen por sistema multitud de historias, personajes y escenarios que tejen una red definida por la calidez, el sentido de la aventura, la emotividad y una capacidad de envolverte que nos retrotrae a los cuentos que de niños nos cautivaban antes de ir a dormir. «La autopista Lincoln» (Salamandra), su más reciente novela, nos transporta a 1954 para seguir a un grupo de jóvenes que aspiran a virar el conflictivo rumbo que les ha deparado la primera parte de sus vidas. Amistad, segundas oportunidades y peripecias que oscilan entre Nebraska y Nueva York.
Por Antonio Lozano

Amor Towles en Madrid en septiembre de 2022. Crédito: Asís G. Ayerbe.
El hábito quizá no haga al monje pero, en ocasiones, puede hacer al escritor. La distinción en el vestir de Amor Towles (Boston, 1964) -costumbre que se enmarca en un gusto exquisito por cuanto está en su mano, algo de lo que puede dar fe este periodista dado que en 2012 visitó su flamante casa estilo brownstone en Gramercy Park, donde departió con el trajeado anfitrión, socio en una firma de inversiones de Manhattan, en un estudio rebosante de madera noble, al son de un suave jazz de ambiente y disfrutando de una tabla de quesos franceses acompañada de un afrutado vino blanco de las cepas del valle de Napa- es un reflejo de la pulcritud y el cuidado con el que compone sus novelas. No en balde su ópera prima, Normas de cortesía, tomaba prestado su título de los 110 principios que George Washington había estipulado de cara a mostrar un comportamiento decoroso.
Una década y dos novelas después, Towles se ha convertido en un autor global -cinco millones de ejemplares vendidos en más de treinta idiomas- perseverando en el principio de conjugar con encanto los tres pilares de toda ficción de entretenimiento: trama-personaje-ambientación.
Tras retratar los claroscuros del Nueva York chic de los años 30 en Normas de cortesía y la convulsa Rusia del siglo XX en Un caballero en Moscú, en su último trabajo, La Autopista Lincoln, que toma su título de la primera autopista que cruzó Estados Unidos de costa a costa, combina la novela picaresca, de carretera y de formación para concentrarse en las peripecias de un grupo de jóvenes a lo largo de diez días de 1954. El autor, con una base fan que incluye a poderosos y celebrities, bebe de multitud de géneros, fórmulas y clásicos que cristalizan en un vehículo narrativo que transporta en volandas al lector, igual que el Studebaker Land Cruiser a sus protagonistas.
Todo Towles
Sus tres novelas están ambientadas en el pasado. ¿Significa esto que la recreación de una época es uno de los principales atractivos que le plantea la escritura?
Amor Towles: Sorprendentemente no. Empiezo con la noción de una historia, un motor de arranque ligado a algún elemento narrativo. Si se queda en mi cabeza a medida que transcurren los días o las semanas o los años, y no paro de incorporar nuevas ideas al bloc de notas, me animo a tirar del hilo. Luego, a medida que escribo, debo descubrir que posee riqueza suficiente, es decir, que reúne una variedad de elementos y una amplitud de miras que garantizarán una experiencia de lectura gozosa. Para Un caballero en Moscú me pregunté qué le ocurriría a un individuo atrapado en un edificio durante un largo periodo de tiempo y la idoneidad de la Rusia soviética llegó luego. En el caso de La autopista Lincoln partí de imaginarme a un chaval siendo conducido a casa por el alcaide de un centro para menores y tener la confianza de que empieza una nueva vida, ajeno al hecho de que en el maletero llevan a dos polizones del mismo correccional. De inmediato supe que debía ambientarla en los años 50.
«Mis novelas funcionan al modo de los decorados en las obras teatrales, son lienzos de estilo impresionista que generan una cierta atmósfera y que no han de distraer de cuanto ocurre al frente del escenario. No dejan de ser algo arbitrarios, ni siquiera me documento a conciencia sobre ellos. Priorizo mostrar a los personajes de un modo vívido y poético».
Por lo tanto, el tiempo y el lugar brotan de la naturaleza de la historia y no por un interés particular en reflejar una época en concreto.
Amor Towles: Exacto. Considero que los periodos históricos de mis novelas funcionan al modo de los decorados en las obras teatrales, son lienzos de estilo impresionista que generan una cierta atmósfera y que no han de distraer de cuanto ocurre al frente del escenario. No dejan de ser algo arbitrarios, ni siquiera me documento a conciencia sobre ellos. Priorizo mostrar a los personajes de un modo vívido y poético.
Sin embargo, la elección de 1954 seguro que fue deliberada porque condiciona la historia de múltiples maneras.
Amor Towles: Mi método consiste en planificar todo con mucho detalle. Para cuando me siento a escribir el primer capítulo, sé qué ocurrirá de principio a fin en la novela y tengo la evolución de los personajes y las características de los diferentes escenarios muy clara. Los años 50 del siglo pasado es un momento muy interesante de la historia de los Estados Unidos porque el país se halla en vías de una transición crucial. En 1954 está a punto de irrumpir toda una serie de fenómenos que marcarán su rumbo histórico de los años 60 en adelante: las movilizaciones por los derechos civiles -de hecho 1954 es el año en que el Tribunal Supremo decreta el fin de la segregación racial-, los movimientos feministas, la emergencia de la cultura juvenil, la irrupción de la televisión… Convergen pues toda una serie de fuerzas en estado latente, las placas tectónicas empiezan a moverse… de haberse ambientado en los 60 el tono habría sido forzosamente muy distinto, basta pensar en cómo la revolución sexual y la guerra de Vietnam lo habrían condicionado todo. Quizá entonces el momento histórico, tan turbulento y abrumador, habría dejado en un segundo plano la experiencia interna de mis personajes, que me interesa más analizar.

Amor Towles en Madrid en septiembre de 2022. Crédito: Asís G. Ayerbe.
En sus dos novelas anteriores los personajes se movían e la esfera del privilegio, mientras que ahora son más buscavidas o supervivientes. De todos modos, si hay un mensaje que las une a todas es que el dinero nunca es la respuesta, sus libros tienen un macado componente anti materialista.
Amor Towles: Hay varios motivos que lo explican. Uno sería tan burdo como que el dinero ha definido las acciones humanas desde hace más de mil años, un elemento de continuidad en la historia de Occidente. Y en segundo lugar porque el dinero, junto al lenguaje, constituye un elemento revelador del estrato social al que pertenecemos, algo que determina nuestra vida, códigos morales, expectativas, limitaciones, beneficios… Me atrae mucho observar cómo nos comportamos en cada estrato y las consecuencias de saltar de uno a otro.
La autopista Lincoln se cose con multitud de historias pero su aspiración parece ser estar a la altura o llegar a formar parte del libro Compendio de héroes, aventureros y otros viajeros intrépidos del profesor Abacus Abrnathe que reverencia Billy, el niño de la historia.
Amor Towles: La novela bebe de muchas tradiciones narrativas pero la más significativa es la del viaje del héroe y la experiencia transformadora que tiene durante el trayecto, una corriente que abarca clásicos como La Odisea, La Ilíada, Don Quijote de La Mancha, Los cuentos de Canterbury, Moby Dick… Por otro lado, se centra en gran medida en cómo es la vida a los 18 años, en ese momento en que empiezas a ser autónomo en términos de lo que piensas, opinas, consideras ético o no… precisamente un momento también de reevaluar las historias que te han ido transmitiendo por los medios más variopintos: la Biblia, las películas, tus padres, los libros…
Uno de los mayores encantos de sus libros es el tono de sus narradores, que acostumbra a ser cercano, divertido, cómplice… Genera una suerte de intimidad con el lector que provoca que con frecuencia se sienta como un niño al que le cuentan una fábula antes de acostarse.
Amor Towles: Me alegro que lo digas porque es completamente deliberado. La cercanía me parece fundamental pues desde muy joven me ha interesado el modo en que el lenguaje nos da acceso a la vida interior de otra persona. Por eso me gusta mostrar cómo un mismo acontecimiento es interpretado y descrito de un modo diferente por más de uno de los protagonistas ya que ello nos permite entrar en ellos tanto como en el hecho. Tenemos un dos por uno: energía narrativa y pase Vip a la psicología y las emociones de los relatores.
¿Recorrió lo que queda de la autopista Lincoln al modo de trabajo de campo?
Amor Towles: Sí, pero sólo después de completar el primer borrador, igual que sólo pernocté en el Metropol Hotel de Moscú tras tener el primer borrador de mi novela anterior. Sigo este método porque antes de enfrentarme a la realidad quiero trabajar exclusivamente con la imaginación. Luego quizá realice algunos ajustes, añadiendo detalles o expandiendo significativamente un área que se me revela más llena de posibilidades. En el caso de La autopista Lincoln también acudí a la hemeroteca del The New York Times para averiguar qué ocurrió durante los diez días de 1954 en los que transcurre la acción. Ahí descubrí alucinado que en cuarenta ciudades estadunidenses tuvo lugar un simulacro coordinado de ataque nuclear y no pude resistir la tentación de reproducir la fotografía de un Times Square desierto.

Amor Towles en Madrid en septiembre de 2022. Crédito: Asís G. Ayerbe.
Parece sentir fascinación por los magos, los artistas circenses y los timadores. ¿Cree que se explica en parte porque los ve como reflejos del novelista?
Amor Towles: Me fascina la gente capaz de engañar, ya sea a través de estafas o trucos de magia, y puede que efectivamente sean tipos que provengan de la misma tradición de los contadores de historias. Siento una conexión especial con las fábulas y las historias fantásticas, de aquí, por ejemplo, mi amor por el realismo mágico de Gabriel García Márquez o los libros de Italo Calvino.
La Autopista Lincoln se contagia del movimiento del viaje en carretera de los protagonistas y de las numerosas aventuras descritas en el libro de Billy, es decir, hay un dinamismo y una electricidad muy buscadas. Al mismo tiempo, la prosa es elegante y presta mucha atención al detalle. ¿Cree que los aspectos formales de una novela son los que en última instancia la hacen memorable?
Amor Towles: Una novela incorpora miles de elementos creativos (estructura, diálogos, caracterización, localizaciones, conceptos y emociones, puntos de vista, ilusiones, metáforas, alegorías…). Es muy difícil señalar cuál de ellos acabará convirtiéndola en inolvidable aunque sospecho que la respuesta se esconde en esa idea antes apuntada que es la riqueza de los elementos que se conjugan, que se abra a múltiples dimensiones. Si das con la tecla conseguirás que tu novela sea capaz de entretener y significar algo para personas muy diferentes, lo que se antoja el primer requisito para pasar la prueba del tiempo. Además tengo la intuición que es clave que el lector perciba -aunque sea de un modo inconsciente- que a la hora de armar la historia ha existido un equilibrio entre planificación y cierto espacio para la improvisación que permita la incorporación de la poesía o la anarquía, de algo en definitiva incontrolable que resulte emotivo y profundo.
Sus libros podrían encajar en esa categoría americana de feel good novels, aquellas novelas que levantan el ánimo y dejan un buen sabor de boca en el lector. El lado resbaladizo del asunto es que el riesgo de caer en el sentimentalismo es muy alto. ¿Es algo sobre lo que medita y a lo que intenta poner remedio?
Amor Towles: En aras de la sinceridad no creo que mis libros hubiesen tenido tanto éxito sin una pizca de sentimentalismo. Uno siempre intenta traer a la superficie la riqueza de la vida y eso incluye lo que hay de bueno y de malo en la gente, las consecuencias positivas y negativas de nuestros actos, las noticias buenas y las malas… y cada novela demanda un tratamiento específico de estos binomios. La idea es que para que la historia sea digna de ser leía siempre hay que equilibrar la celebración del espíritu humano con la oscuridad del momento histórico en particular o de las circunstancias vitales de los protagonistas. Si bien la ternura es un componente esencial de La Autopista Lincoln no debemos olvidar que contiene cuatro muertes, algunas de violentas y trágicas. Dicho esto, reconozco que no tengo inconveniente en subir de forma puntual el grado de calidez de la historia, algo que, por otra parte, diría que también hacían Dickens o Tolstói.
«Me fascina la gente capaz de engañar, ya sea a través de estafas o trucos de magia, y puede que sean tipos que provengan de la misma tradición de los contadores de historias».
En un pasaje de Un caballero en Moscú, uno de los personajes intentaba explicar el alma rusa a través de la inclinación de sus gentes hacia la autodestrucción. ¿Diría que su última novela nos permite vislumbrar algunos ingredientes del alma americana?
Amor Towles: Confío en que sepa ofrecer destellos de la misma. Cada uno de los personajes principales representa una parte muy distinta de esa alma americana tan proteica, dado que cada uno de ellos es producto de educaciones, clases sociales, ambientes… de lo más variados. Para simplificarlo, en el Medio Oeste hay una larga tradición de hospitalidad, se confía en el prójimo y se cumple con el papel del buen vecino, porque durante la durísima expansión al Oeste tu supervivencia podía depender de tener una buena relación con tu vecino. En Nueva York operaba justamente lo opuesto: tu vida podía depender de sospechar de tu vecino, la candidez podía abocarte a acabar apaleado y con una mano delante y otra detrás.
Un caballero en Moscú será adaptada a la televisión con Ewan McGregor en el papel protagonista y con usted ejerciendo de productor ejecutivo. ¿Cómo encara el salto?
Amor Towles: Me siento muy afortunado porque las películas y las series pueden traer una nueva hornada de lectores a tus libros. Dado que uno está atado de manos en lo referente a cómo los contarán y representarán en la pantalla, sólo cabe esperar que las adaptaciones amplíen las posibilidades de expansión de la fuente original.
Sus libros han aparecido en las listas de títulos recomendados por dos presidentes americanos, Bill Clinton y Barack Obama. ¿Semejante honor le ha traído consecuencias inesperadas?
Amor Towles: ¡No olvides que también me colé en la de Bill Gates! Fue un gran motivo de orgullo. También me ha llegado que a Mick Jagger le encantó Un caballero en Moscú y, entre tú y yo, probablemente la ilusión que me hizo superó a las anteriores.
¿Alguna de esas ideas argumentales que apunta en sus blocs de notas ya ha alzado el vuelo?
Amor Towles: Trabajo en una nueva novela de la que sólo avanzaré que empieza en El Cairo después de la Segunda Guerra Mundial y acaba en Nueva York en el año 2000.