Lecciones de perseverancia con Bonnie Garmus (o cómo superar noventa y siete rechazos)
¿Una científica convirtiéndose en una estrella televisiva gracias a un programa culinario que sirve como arma de empoderamiento femenino? Con esta premisa argumental, Bonnie Garmus publicó en 2023 una ópera prima, «Lecciones de química» (Salamandra), que ha devenido en «best seller» internacional y dado pie a una serie en Apple TV+ protagonizada por Brie Larson. Un final feliz tras un trayecto lleno de rechazos de agentes editoriales y obstáculos. Hablamos con ella sobre la tenacidad y la lucha, cualidades que la hermanan con su ya inolvidable personaje.
Por Antonio Lozano
Bonnie Garmus. Crédito: Serena Bolton.
Aunque el gusanillo de la escritura lo llevaba desde niña, fue un desaire machista lo que sirvió a Bonnie Garmus la idea de lo que acabaría siendo su primera novela, Lecciones de química (Salamandra), historia de tesón y perseverancia con un personaje carismático en su núcleo. Elizabeth Zott, científica y madre soltera, se ve apartada del mundo de la investigación por no transigir con un modelo patriarcal y abusivo, encontrando un destino inesperado en la televisión, donde conduce un peculiar espacio de cocina en el que explota sus conocimientos de química y que utiliza como plataforma para hacer un llamamiento a la liberación de la mujer. La autora encuentra la manera de tratar con encanto y humor temas sociales candentes, ligados a la lucha por la igualdad de género.
Ganadora del premio Goodreads Choice Award, número uno en la lista de libros más vendidos del The New York Times y seleccionado entre los mejores títulos del año por un gran abanico de publicaciones de prestigio, Lecciones de química está marcada por una energía desbordante, un humor contagioso y grandes dosis de elegancia natural. Hablamos con ella -y comprobamos que Bonnie es reflejo de su literatura- a su paso por Barcelona.
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LENGUA: Su trayectoria previa a la literatura abarcó múltiples áreas (medicina, educación, tecnología...), ¿qué la llevó a tantos cambios y en qué momento asomó su interés en escribir una novela?
Bonnie Garmus: En todos esos ámbitos laborales ejercía las mismas funciones, esencialmente de copywriter y directora creativa. Tenía mi propia empresa, nunca quise trabajar en una agencia de publicidad, pese a contar con muchas ofertas, porque deseaba preservar mi libertad para realizar únicamente los proyectos que me interesaban, aquellos capaces de satisfacer mi curiosidad y mis ganas de aprender cosas nuevas. Las empresas tecnológicas me buscaron con la intención de que aportara algo de humor a sus ambientes, ¡todo un reto!; la medicina me fue particularmente excitante al poder enterarme de avances asombrosos antes que la mayoría de los mortales, y lo más satisfactorio de la educación fue trabajar codo con codo con el profesorado y aprender de él. Fue una carrera maravillosa. Sobre la escritura, mi primera novela la completé con cinco años, aunque quizá mejor hablar de novela hipercorta ya que apenas constaba de una página, y era obviamente terrible. A los doce sí que acabé una de doscientas páginas, que la bibliotecaria de mi pueblo tuvo la amabilidad de acoger, animando a los usuarios a echarle un vistazo, sugerencia que nadie siguió, lo que fue positivo ya que uno debe aprender a asumir el rechazo desde muy temprana edad. Luego, ya de adulta, empecé una tercera novela que no prosperó -después de pasarme el día escribiendo por motivos profesionales, me faltaban motivación y ganas para hacerlo por placer al volver a casa-, y una cuarta que sí que conseguí terminar, larguísima y que nadie quiso tomarse la molestia de leer. Noventa y siete agentes literarios la rechazaron sin empezarla siquiera, aduciendo su extensión. La agente número noventa y ocho se leyó diez mil palabras, me dijo que le gustaba mi estilo y me dio buenos consejos, pero insistió en dejarla en la mitad, a lo que me negué, pues a día de hoy sigo pensando que es una historia sólida y que merecía una oportunidad en su configuración original. Un año después, tras superar el duelo de tantos portazos -hubo alcohol de por medio, pero no voy a entrar en un terreno tan personal (risas)- y asumir que nunca vería la luz, empecé a escribir Lecciones de química. Y si bien debo reconocer que no pensé que me la fueran a publicar, aquí estamos.
LENGUA: Esto significa que es tan luchadora y resiliente como Elizabeth, la protagonista de Lecciones de química.
Bonnie Garmus: Elizabeth Zott es mi inspiración, el modelo al que aspiro; si su voz no hubiese resonado con tanta fuerza dentro de mi cabeza probablemente habría acabado tirando la toalla. Sentí que no paraba de repetirme: «¿De verdad vas a dejar que otra persona decida por ti?». Tener ese empuje mental fue decisivo, y sigue hablándome y guiándome. También te puedo asegurar que soy muy perfeccionista y autoexigente, por eso digo que yo me dedico a reescribir más que a escribir. Lecciones de química, sin ir más lejos, la reescribí treinta y cinco veces. En cualquier caso, aprendí mucho de aquella novela maldita y, de hecho, partes de la misma las estoy reciclando en mi nuevo libro. Dato curioso: diez de esos agentes que me cerraron la puerta se han puesto ahora en contacto conmigo para pedirme que les reenvíe el manuscrito, a lo que me he negado, porque es un tema cerrado que ya cumplió su función.
«Elizabeth Zott es mi inspiración, el modelo al que aspiro; si su voz no hubiese resonado con tanta fuerza dentro de mi cabeza probablemente habría acabado tirando la toalla. Sentí que no paraba de repetirme: "¿De verdad vas a dejar que otra persona decida por ti?"».
LENGUA: Una de las semillas de la novela fue la rabia y la frustración que sintió cuando uno de sus compañeros de trabajo se apropió de una de sus ideas en una reunión. ¿Qué otros disparaderos hubo? ¿Elizabeth se le manifestó de alguna manera? ¿La perseguía una imagen? ¿Había algún asunto que la interpelaba y que necesitaba desarrollar en una ficción?
Bonnie Garmus: Cuando tomé conciencia de lo mucho que Elizabeth tenía que decir, entendí que debía colocarla en la televisión, así que me pregunté: «¿Dónde encontraría una mujer de aquella época su lugar en ese medio?». La respuesta fue en un programa relacionado con el hogar o como asistente o secretaria de un hombre. La cocina era una opción viable, y dado que quería que mi protagonista fuera científica, la química podía vincularla fácilmente con los alimentos y, por tanto, con la gastronomía. Luego reflexioné acerca de los obstáculos a los que debería enfrentarse y empecé a amontonarlos y a arrojárselos, quizá fui un poco cruel y abusiva con ella... ¡A ver si también puede con esto, venga! Hubo pues una cadena lógica de razonamientos.
LENGUA: Aunque los alimentos son lógicamente productos químicos, este enfoque es de lo más inusual en el ámbito de la novela. ¿Qué le llevó a adoptarlo?
Bonnie Garmus: Honestamente, no soy muy buena cocinera. Me avergüenza un poco reconocerlo... Los de la BBC vinieron a hacerme una entrevista a casa y me pidieron que les cocinara algo, ¡menuda presión! No me divierte cocinar, pero respeto mucho a la gente que sí, pues me parece muy meritorio y muchas veces no está lo suficientemente valorado. Lo que lleva a cabo un cocinero es crear nuevas reacciones en cadena, modifican y retuercen la química a voluntad con el objetivo de conseguir que algo tenga buen sabor. Manipulan átomos y moléculas de un modo que a mí se me escapa. Soy capaz de seguir una receta, pero jamás me queda como en la fotografía, algo debo de hacer mal. Veo a los chefs como una suerte de magos. Quería que a través de Elizabeth se respetara la figura de esas mujeres de los años 50 que se pasaban la vida encerradas en la cocina. Por otro lado, el componente científico del asunto me fascina porque tampoco soy química y al estudiar la disciplina tomé conciencia de su complejidad. Doy fe de lo sencillo que resulta que vaya todo mal, pues haciendo experimentos químicos quemé la cocina de mi casa en dos ocasiones. El Departamento de Bomberos de Londres, que en su segunda visita me regaló un extintor y me suplicó que parara de una vez, me ha pedido que no dé más detalle sobre en qué consistían aquéllos porque, lo creas o no, luego había lectores de la novela que querían reproducirlos. Sólo te diré que uno de esos experimentos tuvo que ver con comprobar si era cierto que los pistachos son muy inflamables... Lo paradójico de todo este asunto es que el experimento químico requiere de mucha meticulosidad, pero también de algo de descuido porque esto último es lo que abre la puerta a nuevos hallazgos. La imperfección te enseña mucho.
Bonnie Garmus. Crédito: Moya Nolan.
LENGUA: En el centro de la novela está la lucha de la protagonista -que simboliza a todas las mujeres- por la igualdad de género. ¿Hasta qué punto la historia refleja sus propias experiencias en una sociedad patriarcal?
Bonnie Garmus: Que no te quepa duda que he sufrido mi ración de sexismo y misoginia. Una vez di una charla delante de ochocientas personas, setecientas de las cuales eran mujeres, y uno de los cien hombres presentes se dirigió al auditorio para preguntar cuántas de las reunidas habían padecido alguna de las mismas experiencias de Elizabeth con el género masculino. Todas las manos se alzaron y entre las ahí reunidas había chicas de doce años. Las cosas han mejorado desde los años 50 y 60, pero no estamos ni siquiera cerca de la perfección. En Estados Unidos, para colmo, se está acelerando el proceso de desposeer a las mujeres de sus derechos fundamentales. En el libro incluyo a cuatro hombres que son aliados de la protagonista porque son reflejo de aquellos que me han ayudado a lo largo de mi carrera profesional, y también una forma de recordar que ellos son una parte clave en el progreso social, ya que relegar a la mitad de la población mundial es directamente un suicidio. El ámbito científico, por citar uno de tantos, continúa siendo un terrible foco de desigualdad y arrinconamiento.
«Una vez di una charla delante de ochocientas personas, setecientas de las cuales eran mujeres, y uno de los cien hombres presentes se dirigió al auditorio para preguntar cuántas de las reunidas habían padecido alguna de las mismas experiencias de Elizabeth con el género masculino. Todas las manos se alzaron y entre las ahí reunidas había chicas de doce años».
LENGUA: Los desafíos de la maternidad es un tema relevante en Lecciones de química. Elizabeth y Mad mantienen una relación bonita pero llena de desafíos, condicionada por la ausencia del padre. A la hora de moldearla, de describir el vínculo que las une, ¿cuáles eran sus prioridades?
Bonnie Garmus: Elizabeth no quería ser madre, y tengo amigas que pasaron por lo mismo, una decisión o punto de vista que provoca suspicacia entre muchas personas cuando no hay nada de malo en ello, es una mera elección. Elizabeth no se creía capacitada para la maternidad y no tuvo opción de abortar porque estaba prohibido por aquella época. Al nacer Mad y convertirse en madre soltera, confirma lo difícil que es criar y educar a una hija -el alud de responsabilidades, la falta de experiencia...-, aunque por suerte cuenta con una vecina que ejerce el papel de instructora. Ambas no podían proceder de mundos más diferentes y tener circunstancias más opuestas, pero encuentran la manera de aprender la una de la otra y de sostenerse mutuamente. Elizabeth es una madre liberal, que promueve la autonomía y la experimentación, porque a ella en casa le pusieron muchos límites, igual que, por cierto, hicieron conmigo, ya que mi madre era tirando a conservadora y miedosa.
Bonnie Garmus. Crédito: Moya Nolan.
LENGUA: En la novela aborda temas muy serios, pero al mismo tiempo la recorre el sentido del humor. ¿Fue complicado hallar el equilibrio, conjugar el material sensible con un tono ligero que no socavara la importancia de base?
Bonnie Garmus: Sin duda supuso caminar por una cuerda floja. Soy una gran creyente en la idea de que nadie va a prestar atención a temas relevantes a menos que los aligeres un poco, ojo, sin caer por eso en el sermoneo ni en el didactismo. Por tanto, puse mucho empeño en que la novela equilibrara la oscuridad con la luz. Necesitamos reírnos un poco de las situaciones más dramáticas.
LENGUA: ¿Cómo cree que condiciona la novela el hecho de estar ambientada en el sur de California?
Bonnie Garmus: Es mi lugar de nacimiento y la novela está impregnada de mis recuerdos de infancia y juventud, he llegado a beber de detalles muy concretos, como el viejo barrio que me vio crecer. California tiene una personalidad muy especial porque el mero hecho de la proximidad de Hollywood provoca que la gente tenga la sensación de que va a ser descubierta por la calle en cualquier momento. No hace falta decir que casi nunca ocurre, pero eso no mata la esperanza. Definitivamente, esta historia no podría haber ocurrido en la Costa Este.
«Soy una gran creyente en la idea de que nadie va a prestar atención a temas relevantes a menos que los aligeres un poco, ojo, sin caer por eso en el sermoneo ni en el didactismo».
LENGUA: ¿Qué la condujo a escoger la abiogénesis como el campo de investigación de Elizabeth?
Bonnie Garmus: Sigue siendo el mayor misterio de la química, los científicos continúan volcados en su estudio. La teoría de que la vida orgánica pudiera proceder de la materia inorgánica es muy plausible, pero la ciencia detrás plantea unos enormes retos. Todos procedemos, estamos hechos, de estrellas, ¿pero cómo se originaron estas? Quería arrojar a Elizabeth a un campo todavía por demostrar, algo inconmensurable, pero que también fuera prueba de la inexistencia de Dios, lo que cuadraría con sus principios agnósticos.
LENGUA: El remo funciona en el libro como una especie de símbolo de la importancia de las pasiones práctica en nuestras vidas. Usted comparte afición por la disciplina con su protagonista. ¿Le sirve de inspiración o la ayuda con su escritura de alguna manera?
Bonnie Garmus: Es un deporte muy extraño porque cuando te has convertido en un remero te descubres formando parte de un culto muy obsesivo; por ejemplo, todo el rato estás comparando el estado de tus manos con el de los otros... El remo te enseña que el equilibrio es lo más importante, lo que se traduce en la coordinación entre todos los miembros del equipo, si pretendes ser la estrella y remar con más fuerza que el compañero, todos acabaréis en el agua. Puedes odiarlos a todos, pero una vez dentro, la cooperación hacia un mismo objetivo es esencial. Esto me parece tremendamente inspirador. ¡Ojalá nuestros gobiernos trabajaran de la misma manera! Otra lección crucial es que no puedes rendirte, si te cruzas de brazos en una carrera, volcaréis todos. Una idea, lo de no arrojar la toalla, que resulta muy pertinente cuando escribes y no te salen las cosas.
LENGUA: ¿Hasta qué punto se involucró en la adaptación televisiva de Lecciones de química? ¿Cómo fue la experiencia de ver su trabajo trasplantado a imágenes?
Bonnie Garmus: No me involucré mucho, la verdad. Tuve ocasión de mirarme los guiones antes de que empezaran con el rodaje, y aunque me permitieron hacer cuantas sugerencias deseara, nuestro acuerdo se basaba en no tener que aceptarlas, como fue el caso. Sabía que era una adaptación, pero no dejé de lamentar un poco que no hubieran captado la esencia de Elizabeth, pues en la serie aparece como una mujer dependiente y miedosa; es decir, responde al cliché de lo que Hollywood piensa que era una mujer de los 50, en vez de a lo que el personaje es. Dicho esto, me siento inmensamente afortunada de que se filmara y el equipo hizo un trabajo increíble.