Carla Nyman: celos, duelo y descomposición
El debut de la mallorquina Carla Nyman en Reservoir Books llega precedido por la pestilencia de un cuerpo en descomposición. En «Tener la carne», los mensajes de voz que la protagonista deja en el buzón telefónico de un juez van desvelándonos por qué y cómo, con la ayuda de su madre, mató a su novio Bruno después de descubrir una infidelidad para luego transportarlo con ellas durante sus vacaciones en una playa almeriense. Celos, masculinidades y orificios que nos conectan a todos los seres humanos fluyen libre e incómodamente en este texto que se sirve de la escatología y el humor para abordar algunos dilemas capitales del ser humano.
Por Paloma Abad
![Carla Nyman. Crédito: Marcos Vallejo.](https://www.penguinlibros.com/es/img/cms/LENGUA/Carla-Nyman_3.jpg)
Carla Nyman. Crédito: Marcos Vallejo.
De alguna manera, tendemos a fingir que las secreciones no existen. Entre la etapa infantil del caca-culo-pedo-pis y la senectud incontinente, desaparecen de nuestro imaginario colectivo los sudores, los orines y las deposiciones. Si acaso, en algún vergonzoso instante de laxitud del esfínter anal, puede oírse en la sala una sonora ventosidad que todo el mundo fingirá que no ha tenido lugar. Que no se ha oído. Que no huele.
Y sin embargo ha tenido que venir la escritora Carla Nyman (Palma de Mallorca, 1996) a recordarnos que esos desechos corporales, la fisiología humana silenciada, pueden convertirse en una excelente materia prima para la creación y la reflexión. Que los orificios, lejos de separarnos, nos unen como especie. Su fértil exploración escatológica ya ha transitado por escenarios, performances e incluso poemarios.
Así lo atestiguan Líquida tuya y vertebrada, editado la pasada primavera en Letraversal, o la intervención escénica en espacio no convencional Lyquido, que tuvo lugar el año pasado en Madrid y en la que varias personas recogían algunas de sus secreciones (saliva, orina, semen…), las llevaban consigo desde por la mañana en un recipiente de muestras y las enterraban en la Casa de Campo al término del día. «La idea era constatar que no somos sujetos monolíticos, sino que estamos todo el tiempo en descomposición porque estamos agujereados y de nuestros orificios está saliendo continuamente nuestro centro. Estamos en descomposición periódicamente, y en duelo constante con nosotros mismos», cuenta.
Su primera novela, Tener la carne, publicada ahora por Reservoir Books, no es sino una continuación de ese afán por exudar, verbalizar y normalizar lo que todos los demás nos afanamos en invisibilizar. La trama arranca con una mujer confesando en el buzón de voz de un juez que, con la ayuda de su madre, ha matado a su novio, que le era infiel. Sin una pizca de arrepentimiento, declara que se ha visto obligada a pasear con su madre y el cuerpo del difunto por la playa de Garrucha, Almería, para no acabar de estropear las vacaciones.
LENGUA: Los fluidos (incluidos los de uno de los protagonistas, Bruno, que es un cadáver en descomposición) y las relaciones entre los cuerpos son tremendamente importantes en la novela. No es la primera vez que abordas estos temas, ¿dirías que son transversales en toda tu obra?
Carla Nyman: Creo que todo está de alguna manera entrelazado. De hecho, el poemario que saqué hace unos meses, Líquida tuya y vertebrada, se puede entender como una vértebra de esta novela (podrían ser uno una continuación del otro). A mí lo que me interesa es, por un lado, trabajar cómo funciona la pulsión en el ser humano sin todo el código civil que de alguna manera la censura en sociedad. Por otro lado, en aquel poemario ya empecé a explorar todo lo que tiene que ver con la biología, con ser la extensión biológica del otro, que luego desarrollo en Tener la carne. Entonces fue a través del amor y ahora pongo la mirada en la maternidad, en cómo cuando te unes emocionalmente con el otro también se produce una unión casi visceral y biológica.
LENGUA: Precisamente, en la novela el arco emocional de la relación maternofilial evoluciona de una manera muy rápida de la protección a la asfixia. ¿Crees que estás describiendo una maternidad tóxica?
Carla Nyman: Sí, pero en el texto me interesaba no juzgar. Quise poner sobre la mesa lo que ocurría con esas dos personas y que el lector se llenase de sus propias preguntas. Yo creo que la novela interroga, plantea situaciones, pero en ningún momento juzga. Ya hay un juez externo que puede juzgar.
LENGUA: El juez, a quien va dirigida una ingente cantidad de mensajes de voz enviados por la protagonista confesando el asesinato de su pareja, nunca responde a ninguna llamada.
Carla Nyman: Exacto. Es como esta idea de que siempre hay una mirada externa sancionadora y nuestros actos siempre tienen que estar de alguna manera visualizados por el otro y en el barómetro del otro. Como el juez no puede responder, ella continúa y sigue confesando. Porque no hay nadie que pueda…
Un «thriller» almodovariano
LENGUA: ¿Acaso su madre, su cómplice, no intenta frenar esa confesión?
Carla Nyman: Al final, la única mirada que tienen es la una de la otra. Pero una no deja de ser el reverso de la otra. Es como si las dos compusieran un cuerpo formado por dos caras.
LENGUA: Unidas por un canal y una vulva que generan escenas tremendamente incómodas (de leer y de imaginar).
Carla Nyman: Por eso me pareció muy interesante trabajarlo a través del humor, porque el humor tiene la posibilidad de deformar o colocar al receptor de la noticia en un lugar distinto. Está desubicado y no dispone de las herramientas para reaccionar como haría normalmente. Te presentan un crimen y lo primero que piensas es que es terrible. Pero si se narra desde el humor, llega la duda de cómo tomárselo. Creo que es la manera de emanciparse un poco de esa sanción y esa censura de la que hablaba antes. Quería que el lector pudiera ver el crimen y la pulsión de la protagonista de una manera descarnada, sin juzgar nada, simplemente leyendo lo que estaba ocurriendo. Por eso tal vez genera incomodidad, porque es sostener el terror -o lo que pueda parecer políticamente incorrecto e inhumano- durante toda la novela a través del sentido del humor que parece que lo ampara.
![Carla Nyman. Crédito: Marcos Vallejo.](https://www.penguinlibros.com/es/img/cms/LENGUA/Carla-Nyman_1.jpg)
Carla Nyman. Crédito: Marcos Vallejo.
LENGUA: Desde el principio dejamos de ver a Bruno, el novio infiel asesinado, como un ser humano. Es simplemente un mueble, un cuerpo sin vida que hay que transportar. ¿Apela al fin de cierto tipo de patriarcado?
Carla Nyman: También era un poco esta idea de cómo ese hombre había dominado la situación y las pasiones de la protagonista a través del engaño, de la infidelidad. Y llega un punto en que él, que tanto la controlaba, se convierte en un mueble, en un cacho de carne que es paseado por la playa. A la vez, ese vínculo que ambos han generado es irremediable. Aunque Bruno sea un cadáver, ella no es capaz de deshacerse de él. Esto no es más que una metáfora del duelo: aunque rompas con tu pareja y te deshagas de esa emoción, probablemente te acompañará durante años. Yo quería resignificar la idea del duelo porque, más allá de lo emocional, cuando te separas de alguien, te llevas el sentimiento de esa persona contigo. En la novela no quería mostrar solo el poso emocional sino también el corporal. Bruno deja de ser un sujeto y se convierte en una especie de fantasma o una rémora de la persona que era; se queda como una imagen difuminada, un cuerpo borroso (porque literalmente se está desintegrando).
LENGUA: Este duelo acompañado se aborda desde lo escatológico. ¿Es esta la última frontera de incomodidad para el lector?
Carla Nyman: Esta sensación de extrañamiento, efectivamente, no solo he querido trabajarla a través del humor, sino a través de la escatología. Es algo que relacionamos rápidamente con el rechazo, y también es algo que llevamos con nosotros todos los días. Yo llevo todos los días secreciones y líquidos dentro de mi cuerpo, voy todos los días al baño y tengo una relación irremediable con el retrete y con mis secreciones. Lo que pasa es que de alguna manera intentamos siempre tapar todo eso. También me interesaba usar lo escatológico del cuerpo para generar otro acercamiento distinto a ese vínculo conmigo misma y en el otro, que es algo que ya empecé a esbozar en el poemario.
«Aunque rompas con tu pareja y te deshagas de esa emoción, esta probablemente te acompañará durante años. Yo quería resignificar la idea del duelo porque, más allá de lo emocional, cuando te separas de alguien, te llevas el sentimiento de esa persona contigo. En la novela no quería mostrar solo el poso emocional sino también el corporal».
LENGUA: Precisamente en el poemario ya avanzas que un cuerpo en verano tarda menos en descomponerse, unos quince días. ¿Por qué has trasladado la acción a una playa de Almería en pleno verano, con Bruno a punto de derretirse?
Carla Nyman: Es un momento muy sofocante del año, y quería darle aún más sofocón a la situación. Me interesaba mucho ver los cuerpos de estas dos mujeres en mitad de un momento vacacional, que solemos relacionarlo con algo tranquilizador. Esos dos cuerpos, que deberían estar relajados, están sudando muchísimo porque tienen que transportar un tercer cuerpo. No están dispuestas a perder sus vacaciones, así que lo llevan a todas partes, del chiringuito al cine.
LENGUA: Hay quien ha comparado esta novela con los trabajos de Pedro Almodóvar. Pero, ¿qué hay de las escenas de aquella comedia de Ted Kotcheff, Este muerto está muy vivo?
Carla Nyman: Cuando empecé a escribir, no había visto esta película. Pero a mitad de novela decidí verla, porque mi padre me la recomendó después de explicarle en qué estaba trabajando. La verdad es que es muy parecida, en el sentido de que plantea qué hacer con el cadáver y normaliza la idea de que tenemos un muerto entre nosotros. Me parece divertido encontrar estas relaciones.
![Carla Nyman. Crédito: Marcos Vallejo.](https://www.penguinlibros.com/es/img/cms/LENGUA/Carla-Nyman_2.jpg)
Carla Nyman. Crédito: Marcos Vallejo.
LENGUA: Hablando de padres, ¿no está el libro atravesado de daddy issues?
Carla Nyman: Creo que es algo que todas tenemos un poco, ¿no? Y eso un tema que está muy en boga, se está tratando mucho en terapia, pero también en el arte y la literatura. Me parece muy importante, es un motivo y un detonante para poder escribir y depurar las relaciones conflictivas con la paternidad. Al final, creo que la novela, más que un lugar en el que el personaje o la narradora o la autora juzgan lo que está ocurriendo, es un vertedero en el que se van depositando todos estos sentimientos y pulsiones para que el lector los examine y tenga un proceso transformador.
«Hay algo que me preocupa mucho, sobre todo ahora con la cultura de la cancelación, y es que no se nos permite en muchas ocasiones dar rienda suelta al pensamiento o la emoción y se cancela a la gente antes de darle la oportunidad de expresar o decir».
LENGUA: Vienes del teatro y la poesía, ¿ha supuesto un reto profesional escribir una novela?
Carla Nyman: En realidad no, porque no concibo la novela, el teatro y la poesía como géneros opuestos. Los veo fluidos, relacionados entre sí... Pueden diferir en la forma, pero no creo que haya un salto abismal. Son la manera de poder expresar y llegar al proceso de descubrimiento. El formato de la novela, el monólogo narrado, me ha permitido acercarme a estos asuntos tan delirantes.
LENGUA: Hablando de delirios, ¿a medida que van pasando las páginas (y los mensajes en el contestador) no estamos siendo testigos de un brote psicótico de la protagonista?
Carla Nyman: Podría ser. En realidad, yo creo que todos tenemos brotes psicóticos todo el rato. Pero, una vez más, me remito a esta idea de la sanción y el código civil. Tenemos que comportarnos correctamente en sociedad y obviamente no nos vamos a poner a asesinar a nadie por una infidelidad, pero al final son pensamientos que vienen a la mente y no es descabellado de pronto tratar de desarrollar qué ocurre allí. No me refiero al acto en sí, sino a saber por qué este pensamiento ha emergido para analizar qué pasa ahí, así como para evitar que se enquiste, porque esto repercute en la subjetividad de uno. Creo que esta mujer en esta novela necesitaba contar todo lo que le había ocurrido. Que lo ejecutara más o menos bien, eso ya es otra historia. Hay algo que me preocupa mucho, sobre todo ahora con la cultura de la cancelación, y es que no se nos permite en muchas ocasiones dar rienda suelta al pensamiento o la emoción y se cancela a la gente antes de darle la oportunidad de expresar o decir. Muchas veces se parte de un espacio o esquema en el que está todo normativizado, compartimentado, y dentro de esos cajones se van colocando los perfiles psicológicos de una persona, cuando creo que el mundo es algo mucho más amplio que un esquema.
LENGUA: Es la multitud de escenarios a los que nos podemos enfrentar tras una infidelidad, tras unos celos…
Carla Nyman: Me interesa la obra de Annie Ernaux y Natalia Ginzburg, entre otras, porque trabajan los celos no desde la censura sino desde la explicación de lo que ocurre, enumerando los pensamientos que forman un desfiladero en su mente. Hay ciertos juicios en torno a los celos, que también me parecen un poco peligrosos, sobre todo en lo que respecta a la sororidad. Creo que aquí la sororidad sería intentar entender por qué a esta persona la han arrebatado los celos, en lugar de entenderlo como una competición. Si tiene una competición, en su mente será porque un agente externo, en este caso Bruno, la ha fomentado.
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