Cynthia Rimsky, del humor corrosivo a la ironía cariñosa
Cynthia Rimsky nació en Santiago de Chile en 1962, aunque hoy su vida transcurre en Buenos Aires, donde ejerce como escritora y profesora en la Universidad Nacional de las Artes y en la Universidad Católica de Valparaíso. A lo largo de su carrera, ha publicado diversas novelas, entre ellas «La revolución a dedo», «Yomurí» y «El futuro es un lugar extraño», todas editadas por Random House. Ha sido galardonada con varios premios, como el Juegos Literarios Gabriela Mistral, el Municipal de Santiago, el premio a la Mejor Obra Literaria del Consejo Nacional de la Cultura en Chile y el Herralde de Novela 2024, otorgado de manera ex aequo con la escritora española Xita Rubert. En el marco de este último reconocimiento, la autora conversa con Vicente Undurraga, editor at-large de Penguin Random House en Chile, sobre su obra y su universo literario.
Cynthia Rimsky. Crédito: María Aramburú.
Leer a Cynthia Rimsky (Santiago de Chile, 1962) es acceder a algo inaudito. Aunque sembrada de lecturas e influencias, es incomparable su manera de narrar, de hacer que la naturaleza y las cosas se encarnen y tomen parte en las escenas y los destinos de sus historias. Esa mirada suele ir acompañada de una ternura y un humor inteligentes y un notable atrevimiento imaginativo. En novelas como El futuro es un lugar extraño y Yomurí, o en relatos como los que componen En obra o La revolución a dedo ocurre lo que María Moreno identificó en ella como «una epifanía calma»: una forma cercana a la poesía de entender y reflejar lo que somos y lo que no somos.
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Vicente Undurraga: En Yomurí muy especialmente, pero en todos tus libros, las cosas (una chaqueta, por ejemplo) cobran no sólo relevancia sino, a menudo, derechamente el protagonismo. Parafraseando a Francis Ponge, tu obra se suele poner «de parte de las cosas». ¿Lo piensas así?
Cynthia Rimsky: Qué frase la de Ponge. Le sumo la de Paul Celan: «pregúntales a las cosas de dónde vienen y adónde van». Hace unos días estuve pensando de dónde me viene esa tendencia innata a hablar a través de los objetos y recordé que mis padres me dejaban mucho en el departamento de mis abuelos y, cuando ellos dormían siesta, no había mucho por hacer salvo por la gran cantidad y variedad de objetos. La mayoría eran souvenirs del extranjero. No tengo idea de cómo llegaron a ese departamento los camellos en miniatura, estatuillas, una góndola veneciana, fichas de casino, una cajita de música con una bailarina, una tortuga, unas figuras japonesas, una pintura con una mujer misteriosa... Para entretenerme o para salir de ahí (era un ambiente extremadamente opresivo en lo moral) me ponía a inventar historias a partir de estos objetos, y me iba bien lejos del departamento, de mi familia y de mi barrio. Puede que sea eso, porque no puedo narrar si no encuentro un objeto. El capítulo final de Yomurí, donde tenía que ocurrir una batalla, no lo logré hasta que me vino a la mente ese puesto que había en las ferias de diversiones los veranos en las playas o en el estero de Viña del Mar, donde le disparabas a los patitos que pasaban en un sinfín.
Vicente Undurraga: Siempre hay una búsqueda en tus libros (de los idearios perdidos en La revolución a dedo y El futuro es un lugar extraño; de los orígenes en Poste restante y Yomurí…). Sin embargo, la mayor búsqueda es la de una forma indirecta para contar esas búsquedas, una donde primen la inventiva y lo inaudito, pero no lo fantástico. ¿Estarías de acuerdo con que tu trabajo tiene que ver con formas alejadas del realismo, pero no de lo real?
Cynthia Rimsky: Lo dices mejor que yo. Hace poco estuve conversando con un periodista y él me decía, a propósito de Yomurí, que seguramente me había inspirado en la lucha del pueblo mapuche por la recuperación de sus territorios y le contesté que yo no veía lo que él veía o veía otra cosa. Lo que vi para documentarme, por ejemplo, en un video de una recuperación de tierras, fue la extraña forma en la que pasa el tiempo entre un acto y otro; estos actos discontinuos de los que habla Raúl Ruiz en su teoría del no conflicto central. Es en esos hiatos entre dos actos, en esos espacios en los que aparentemente no pasa nada, donde pongo mi imaginación, porque si recreo la escena como supuestamente es, con la lógica de la acción y la reacción, la causa y la consecuencia, mi mirada no estaría aportando más que ideología ya sabida o lo que los medios quieren que veamos. Entonces sí está lo real trabajado inventivamente. Podría decirse que lo real es la piedra que voy a buscar al río y a la que le saco una forma en mi taller.
«(...) El tiempo, el ritmo... Voy jugando. Me pongo en el lugar del lector para ver cómo le suena lo que estoy armando, cómo hacer que entre en la música y se deje llevar. Es toda una ingeniería que me apasiona. Es que siempre el desafío es cómo cuento esto, qué invento para que la historia no llegue únicamente a través de la comprensión intelectual, sino a nivel sensible».
Vicente Undurraga: En Yomurí hay un regreso a la novela de aventuras. Entre las muchas que contiene, sobresale la escena de una gran comilona al aire libre entre bandos en disputa. Todo sucede con la celeridad de una fiesta, hasta que de repente surge la violencia y pasas a narrar en cámara lenta, lentísima. ¿Te interesa trabajar con las velocidades al narrar?
Cynthia Rimsky: Muchísimo. El tiempo, el ritmo... Voy jugando. Me pongo en el lugar del lector para ver cómo le suena lo que estoy armando, cómo hacer que entre en la música y se deje llevar. Es toda una ingeniería que me apasiona. Es que siempre el desafío es cómo cuento esto, qué invento para que la historia no llegue únicamente a través de la comprensión intelectual, sino a nivel sensible. Escribo como leo; todavía cuando leo se me acelera el corazón, apuro las páginas para saber qué viene más adelante, me detengo a pensar o a recordar y me olvido marcar la página y después no encuentro donde quedé y comienzo en cualquier parte. Intento emular un ritmo de lectura.
Cynthia Rimsky. Crédito: D. R.
Vicente Undurraga: Elaboras en tu escritura una mirada no frontal sino tangencial: sueles enfocar personajes, escenas y diálogos desde ángulos impensados, lo que exige al lector tanto como lo seduce e intriga… Cuéntame un poco cómo has ido forjando ese modo de escritura con los años y ya con más de diez libros publicados.
Cynthia Rimsky: Humm, no sé si habrás leído ese ensayo de Alan Pauls, Fallar otra vez. En una parte habla de ciertos escritores que tienen una falla y que hacen de esa falla un estilo. Creo que va por ahí. En vez de intentar escribir bien (lo hice al comienzo y me resultó ajeno) hago un esfuerzo bastante desafiante para convertir mis problemas de desconcentración; mi apresuramiento; mi aburrimiento con la linealidad y con el desarrollo sicológico de los personajes; mi tendencia a abrir e irme por las ramas en vez de a cerrar; mi inclinación por la ambigüedad y mi confusión –esa nube que vive en mi cabeza y que me impide saber de qué estoy escribiendo– en un estilo, y que no se vea como una falla.
Vicente Undurraga: El humor en tu narrativa ocupa un lugar señero; airea, desestabiliza y, sobre todo, abre espacio a la empatía y la comprensión. ¿Qué importancia le das al humor y la risa en la literatura?
Cynthia Rimsky: Bueno, de chica era muy aguja, así me decían. Mi viejo era súper irónico también. Hubo una época (la dictadura chilena) en la que mi humor no caía bien. Decían que era corrosiva, que siempre andaba mirando bajo el poncho, inventándole la quinta pata al gato, que criticaba demasiado, y empecé a reprimir ese humor tal vez corrosivo para una época sin claroscuros. Hace unos años volví a recuperar la ironía de una manera distinta: ya no se trata de ver siempre el lado oscuro de las cosas, hay muchos más lados que el oscuro, descubrí una ironía más cariñosa, seductora.
«En vez de intentar escribir bien (lo hice al comienzo y me resultó ajeno) hago un esfuerzo bastante desafiante para convertir mis problemas en un estilo, y que no se vea como una falla».
Vicente Undurraga: Sé que lees mucha poesía, en especial la chilena. ¿Qué encuentras en ella? ¿Qué te gustaría llevar de ahí a tu prosa? Yo diría que la posibilidad de plantear otro orden de cosas, otra mecánica de relaciones detrás de lo que vemos y sentimos y hablamos. ¿Lo ves así? ¿Hay algún poeta que te haya llamado últimamente la atención?
Cynthia Rimsky: Puchas, yo envidio a los y las poetas. Me encantaría tener esa capacidad de saltarme lo narrativo, evadirlo y alcanzar con tan pocas palabras esos estados sensibles. Pero no hay caso, no tengo dedos para el piano. Lo que hago entonces es trabajar con poemas. Por ejemplo, en Yomurí incrusté en algunas partes de la novela, con el permiso generoso de la poeta Verónica Zondek, palabras y líneas de su libro Fuego frío. Al menos a mí me parece increíble lo que se logra al combinar la narrativa con la poesía, se genera otra capa, unas intensidades fulminantes, y luego se vuelve al entendimiento de la narración. En general trato de leer para cada libro algunos y algunas poetas que tú mismo me haces descubrir. Por ejemplo, ahora a Yolanda Pantin.
Vicente Undurraga: Entre tus lecturas frecuentes sé que la literatura argentina en la última década te ha cautivado mucho. Dentro de ella, las obras de María Moreno y César Aira me parece que son claves para ti, ¿no?
Cynthia Rimsky: Sí, sí, agregaría a Pablo Katchadjian, la libertad, la amplitud que tienen para pensar, para crear y escribir, es alucinante.