Gabriela Cabezón Cámara por Aura García-Junco: literatura que late y (nos) atraviesa
Desde hace más de una década, la literatura de Gabriela Cabezón Cámara ha sido una fuerza centrífuga en el panorama argentino: una mezcla inquietante de furia, ternura y una poética del margen. En «Las niñas del naranjel», la autora realiza un abordaje lírico e irreverente del personaje histórico de la Monja Alférez, que nació en España como niña en 1592 y se sumó travestida como varón a la Conquista de América. Entre las páginas de la novela, Premio Sor Juana Inés de la Cruz 2024, Cabezón Cámara construye un mundo donde la norma es el silencio y lo prohibido florece entre los muros. ¿Cómo le da forma a estas historias? ¿Y por qué lo hace? La autora mexicana Aura García-Junco habla con ella en exclusiva para LENGUA.

Retrato de Gabriela Cabezón Cámara. Crédito: Alejandra López.
Gabriela Cabezón Cámara (Argentina, 1968) es una escritora de novelas multicapa, de la contradicción humana, de los personajes imposibles de encuadrar en la simple definición de bueno y malo. Una escritora que politiza desde lo dramático. Las niñas del naranjel (Random House, 2023) pertenece a ese género de literatura que tiene un énfasis en hacer del lenguaje un mundo propio. Tanto la época que narra como las perspectivas que explora son tan distantes de la realidad que habitamos que se vuelve una invitación multisensorial a pensar diferente y a ver lo que queda de esa época en la nuestra. La novela narra el periplo por la selva de Antonio, previamente conocido como Catalina de Erauso, la Monja Alférez, personaje histórico que es calificado como el primer hombre trans documentado y cuya vida es una aventura andante. En medio de esta huida en cámara lenta, cuyo origen conoceremos pronto, acaba estando al cuidado de dos niñas indígenas, Michi y Mitãkuña, una perra y una mula. En la carta que escribe a su tía revive la aventura trepidante que fue su vida antes de llegar a la verde selva en la que avanza ahora.
Me dice Gabriela Cabezón Cámara que la portada de Las niñas del naranjel la hizo una artista amiga suya, que viene con cariño y corazón. A mí eso me emociona porque compré el libro entre los interminables anaqueles de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara de 2023 justo por esa bellísima portada. Es en esta misma feria, pero en su edición de 2024, donde debí haber entrevistado a Gabriela, escritora excepcional y amiga de amigas, a la que tenía muchas ganas de conocer en persona. Lamentablemente, mi incapacidad para leer correctamente wasaps tenía otros planes y la cita no pudo concretarse hasta unas semanas después, en formato Zoom, con el mar de Uruguay a su lado, y al mío, las montañas de Tepoztlán. Un fondo imprevisto, pero perfecto, para hablar de naturaleza y colonialismo, política y literatura, y otros temas a propósito de su novela, que ganó el Premio Sor Juana Inés de la Cruz 2024.
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Aura García-Junco: Quiero comenzar hablando de escribir desde esa distancia temporal, de lo que permite, lo que no permite. ¿Sientes que hay alguna clase de puerta que se abre cuando escribes sobre otra época? ¿Hay alguna que se cierra?
Gabriela Cabezón Cámara: El alejamiento temporal me sirvió para pensar esta nueva etapa ferocísima de acumulación de capital, que yo encuentro muy parecida a la conquista. Toda Latinoamérica es una zona de sacrificios. No sé cómo están ahora ustedes, pero acá es tremendo, no están dejando curso de agua limpia. Para resumir, todos los extractivismos terminan impactando en el agua. La minería, la extracción de petróleo, el fracking petrolero, el gas... están matando todo, lo que por supuesto nos incluye. Más lentamente que a otras especies, tal vez, pero nos incluye. Y es una ofensiva neocolonial que supone riesgo serio, riesgo de extinción de la vida de la Tierra en sus manifestaciones más complejas. Entonces me servía para poder tomar una distancia y poder pensarlo un poco más, si no la furia me rebasa y no puedo escribir nada. Y esta neoconquista sigue teniendo como primeras víctimas siempre a la gente de los pueblos originarios. Es un trayecto. Hacen el Tren Maya, ¿a quiénes cagan primero? A los Mayas. Sacan litio, ¿a quiénes cagan primero? A los Aymara. Y me parece una lucha alucinante la de ellos. Y también me sirve para pensar que tanto cuando hicieron la conquista como hoy, cuando devastan la Amazonía, por dar un ejemplo, están matando a la gente porque están en el territorio que ellos quieren. Pero también porque no pueden soportar que hay otras formas de vida, que hay otras culturas, que hay otras posibles maneras de organizarse, que habría vida fuera del capital, que puede haber una vida humana que no destroce las formas de vida complejas de la Tierra. Bueno, creo que está todo eso y también ese interés mío por estas otras culturas que saben vivir sin convertirse en un fenómeno parasitario. Te diría que a lo largo es suicida, pero si analizas las ideas de futuro que hay verás que son ideas para el 1%, como emigrar a otros planetas, a Marte. Están pensando en serio, pero están haciendo lentamente, están yendo para allá.
«La novela era un montón de pedazos filosos. Todo cortaba, era toda muy dolorosa. Y no cerraba. Le faltaba una música, le faltaba algo. Y cuando apareció la voz de las niñas, para mí apareció lo que le daba sentido».
Aura García-Junco: Veo que en la novela está esta idea de qué es lo humano, qué es lo que se respeta como una forma digna de tener vida y qué es lo que se considera desechable. Por ejemplo, se inicia con esta quema de personas que además se narra con una especie de distancia emocional. Es como estar quemando un par de zapatos. Eso me llama mucho la atención, porque para mí el camino de Antonio es el camino a la humanización. Es un personaje muy complejo, que tiene actos muy crueles y actos generosos. ¿Cómo crear un personaje así?
Gabriela Cabezón Cámara: Para mí fue complejo, porque es un criminal. Y me parece que lo que le pasa a él en la ficción es que se va animalizando. Se va volviendo a tejer con el tejido de la vida más amplio. Y eso lo afecta hasta transformarlo en algo o alguien completamente diferente. En su proceso de humanización, deja de ser humano y deja de ser español. Fue el modo que yo encontré de poder tratar con ese personaje. Y de todas maneras, criminales que también tienen actos generosos y también pueden ser gente linda en otras circunstancias, hay muchos. Por ejemplo, el monocultivo de soja está en todas partes, pero en Argentina es donde se da con mayor vitalidad. Supone la fumigación con glifosato y otros herbicidas. Esa fumigación es muy difícil de circunscribir a los campos porque está en el aire. Entonces vuela hasta los pueblos y las escuelas. Y eso supone el envenenamiento de un montón de gente. Y hay numerosa documentación producida al respecto. Bayer-Monsanto pagó 10.000 millones de dólares en Estados Unidos para parar unos juicios que le hizo mucha gente porque les salió cáncer, les salieron enfermedades horribles. Hay elementos probatorios de que el veneno es malo también para la gente. Y, sin embargo, eso se hace acá desde 1996 sin parar. Y toda la gente que fumiga también tiene hijos, perritos, amigos, novios, novias. Y los políticos que propician este monocultivo porque es un modo de ingreso de divisas para el país, saben. Y los grandes empresarios que la exportan, saben. Y los que la compran, saben. Todas las personas que saben esto y de algún modo son responsables pueden ser buena gente también. Con comillas lo de buena. Es decir, pueden ser amorosos con otras personas. Y en el caso de los políticos, hasta pueden hacer algunos otros aspectos de sus gobiernos que sean buenos para otra gente. Hay una complejidad espeluznante. Yo no los quiero a ninguno de estos, no me importa. Me parecen criminales. Pero tiene una complejidad formidable.
Aura García-Junco: ¿Y a Antonio lo quieres?
Gabriela Cabezón Cámara: Más o menos, no sé, es raro, por momentos. Sí, seguro. Pero no, fuera de la ficción no lo querría a menos de 500 metros.
Aura García-Junco: Un criminal en todo sentido, ¿no? En términos de la cantidad de gente asesinada.
Gabriela Cabezón Cámara: Lo deportaría. Un verdadero truhan.
Aura García-Junco: Otra cosa que me gusta mucho del libro es esta voluntad de evitar el anacronismo. Por un lado sí es una novela que tiene mucho fundamento histórico. No es que se sienta que estás haciendo revisionismo. En el sentido un poco más documental, ¿qué tuviste que hacer para construir esta novela? Porque tiene una parte que es mitad novela de aventuras, que es la carta a la tía, y luego tiene una parte mucho más mesurada, lenta, sosegada, que es La Selva, narrada en tercera persona. Pero van a la par estas dos dimensiones.
Gabriela Cabezón Cámara: Sí, porque ahí estaba trabajando con los ritmos. Un ritmo veloz, uno más lento. El veloz además es barroco, porque es lo que cuenta él. El otro es ya más minimal, yo diría. No es barroco y está lleno de diálogos. Era un juego con el ritmo y además no me alcanzaba la voz de él para contarlo a él, ni para contar de su mundo. Entonces necesité un narrador en tercera, o una narradora en tercera, lo que sea. Ojo que en realidad tiene tres lenguajes. No sólo presenta un lenguaje alejado en el tiempo. Hay uno muy distante, el que construí desde el barroco, uno contemporáneo y uno medio inventado, que es el que hablan las niñas, que mezcla también palabras del guaraní.

Retrato de Gabriela Cabezón Cámara. Crédito: Alejandra López.
Aura García-Junco: Me gustaría un poco hablar de los personajes de las niñas. En qué punto se introdujeron a la escritura de la novela.
Gabriela Cabezón Cámara: La novela era un montón de pedazos filosos. Todo cortaba, era toda muy dolorosa. Y no cerraba. Le faltaba una música, le faltaba algo. Y cuando apareció la voz de las niñas, para mí apareció lo que le daba sentido. Viste, cuando hay un montón de pedazos de algo rotos ahí, y no entiendes qué es hasta que no aparece otro pedacito, y decís... ¡Ah! Y ese pedacito te permite unir todo lo demás y encontrar un sentido a esos restos, a esos pedazos. Y las niñas fueron eso. Me permitían cuestionar las creencias de Antonio de un modo divertido, ameno, alegre, grato. Permitían introducir un humor menos negro, porque humor tiene toda la novela, pero bastante negrucho, y con ellas entra otra clase de humor, que es muy filoso también, pero es un humor más dulce aún en su filo. Aparecieron y yo las amé, las imaginé ahí chiquititas, siendo cuidadas y a la vez cuidando. Transformando la potencia de la vida misma que se renueva. Acá aparecen dos niñas pequeñitas y son las que le vuelven a dar vida a este monstruo y además lo están cuestionando, no desde la ingenuidad total, lo están cuestionando desde otra cultura, y eso también me gustaba.
Aura García-Junco: Sí, yo creo que no lo hacen desde la ingenuidad, pero sí desde la inocencia. Una inocencia muy sabia. Sus preguntas son divertidísimas, excepto para Antonio, que se desespera mucho, por fortuna para nosotras, porque es muy divertido verlo desesperar. Más allá de eso, Antonio lo que más hace es observar, observarse desde su propia historia, pero también observar los procesos que normalmente pasan de noche en la vida. Porque antes de ese punto él llevaba una vida muy acelerada. ¿Por qué tomarla desde ese momento?
Gabriela Cabezón Cámara: Esa vida es un delirio en cualquier época, esa velocidad en la que vivió, pero a mí me gustaba pensarlo en un momento bisagra, en un momento de profundísimo cambio. Me interesaba pensar más esa transformación. La aventura que es su pasado de todas maneras aparece en las cartas. Pero me interesaba más poner el foco en la transformación y además en lo que yo no sabía, porque lo que él cuenta en la novela es bastante parecido a lo que cuenta en la supuesta autobiografía. Está contado de otro modo, pero los hechos, las aventuras, son bastante parecidas. Toma bastante de lo que en efecto cuenta ese texto contemporáneo a él, que tal vez sea de él.
Aura García-Junco: Sí, ojalá sea de él. Yo elijo creer, porque es tan maravilloso que quieres que las cosas que cuenta sean totalmente reales, ¿no?
Gabriela Cabezón Cámara: Sí, yo también le creo. Pero bueno, siempre hago esta salvedad porque nunca falta un espíritu científico que viene y dice: no. En todo caso es contemporáneo, con lo cual está dando algo de la época. Para eso es lo bueno de dedicarnos a esto, ¿no? Tener la capacidad de leer como niña.
«Cuando escribís te atraviesa algo. Hay cosas que son tuyas, hay cosas que no. No hay nada más colectivo, más social y más político que ponerse a ser atravesado por eso que es un imaginario colectivo: la lengua. Entregarte a ese río ya es un acto político, ¿no?».
Aura García-Junco: Hablando de esto que decías de la transformación, él cambia porque colisiona con una serie de cosas más o menos arbitrarias, empezando con el delirio de que la Virgen del Naranjel le habla. ¿Tú qué piensas acerca de esto, de la posibilidad de cambio hablando desde lo político?
Gabriela Cabezón Cámara: Yo creo que la posibilidad de cambio es nuestra única posibilidad. Entonces, imaginar posibilidades de cambio a mí me resulta vital; pero bueno, no sé. Y creo que la literatura tiene esa gran capacidad, ¿no?
Aura García-Junco: Como desde las metamorfosis más fantásticas, crear imaginarios posibles, metamorfosis para la realidad.
Gabriela Cabezón Cámara: Bien. Estamos jugando a eso, esperemos que funcione, desde nuestro humilde aporte en la escritura. Porque tienen que pasar otro montón de cosas.
Aura García-Junco: Para ti, ¿cuál es la función política de la literatura? ¿Lo piensas, simplemente escribes, quieres que la tenga? ¿Cuál es tu lugar en este momento?
Gabriela Cabezón Cámara: Y es lo que decís vos, poder crear otros imaginarios, o sea, a la operación del poder, que es siempre crear una ideología, o sea, un imaginario para estatuir una realidad única. El mero hecho de escribir, aunque no seas un escritor es consciente de las posibilidades políticas de la literatura, incluso aunque no te gusten, incluso aunque las desprecies, lo estás haciendo. Y me parece que es eso, que estás armando otros imaginarios, que el mero hecho de usar la lengua de otra manera, como un fin en sí misma, con todo lo que tiene de lúdico, de juego, de música, de salirse del sentido en términos lógicos, de que aparecen cosas... Y ya hablando como escritor, vos viste que cuando escribís es como que te atraviesa algo. Hay cosas que son tuyas, hay cosas que no. Y ya ponerse a disposición a ser atravesado, por eso que es un imaginario colectivo, la lengua, no hay nada más colectivo, más social y más político. Ya ponerte, entregarte a ese río ya es un acto político la literatura, ¿no?
Aura García-Junco: No puede no ser político.
Gabriela Cabezón Cámara: Sí, claro. No puede, por su forma, por aquello de lo que está constituido; no importan las intenciones de su autor.
Aura García-Junco: Sin embargo, hay literatura que sí toma decisiones encaminadas a eso, que sí tiene deliberadamente elecciones políticas. En este libro, aunque no supiera nada de ti, vería esas elecciones.
Gabriela Cabezón Cámara: Sí, están, siempre están. Si yo escribo una novela en la que todos los personajes son, no sé, homosexuales, algo de lo que nadie se daría cuenta es de que estoy haciendo política. Hay opciones que son más evidentes que otras, porque están en relación al discurso social dominante. Si yo te pongo una novela llena de trabas, te parece que hay una decisión política. Si en otra todas son heterosexuales a nadie le parece que hay una decisión política. Y sí la hay, todo el tiempo. Yo, por supuesto que tengo las mías, pero lo que no veo es dónde no las hay.
Aura García-Junco: Es imposible escapar de la política, pero sí puedes tomar decisiones acordes a la clase de narrativas que quieres construir.
Gabriela Cabezón Cámara: A mí un poco, de alguna manera, me pasaba eso con las niñas, que al principio era todo un relato de ultraviolencia, oscurísimo, y a mí me parece muy bien que haya gente que escriba relatos ultraviolentos y oscurísimos, pero no le agregaba nada. No cambiaba nada la perspectiva, no tenía nada que aportar yo ahí. Me parece que acá hay algunas imágenes que aportan algo. Yo lo sentí así, me aportaron a mí en todo caso, con lo cual, algo hacemos.

Retrato de Gabriela Cabezón Cámara. Crédito: Alejandra López.
Aura García-Junco: La representación es un tema muy discutido. Hay mucha gente que sigue pensando que sólo podemos escribir acerca de las experiencias que nos son absolutamente cercanas. Qué piensas tú desde tu trinchera como una escritora que escribe novelas que son además en ocasiones polifónicas, que abordan muchos puntos de vista, que se meten entre los entresijos de personajes tan diferentes como dos niñas pertenecientes a un pueblo originario y un señor que desde nuestra época sería considerado como un hombre trans.
Gabriela Cabezón Cámara: A mí me parece que tenemos que escribir de lo que nos dé la gana. Decir que solamente podés escribir de lo que vos viviste es un embole, para eso no sería escritora. Es una limitación, una locura, no sé cómo alguien pudo pensar en eso. Me parece que están equivocados, equivocadas, equivocades. Que todos podemos escribir de lo que sea, que hay algo común en todo lo viviente, ya no digo entre seres humanos distintos, sino estoy hablando de todo lo viviente, hay algo que late. Hay algo que es parte de la vida de la Tierra, y cuando escribís algo de eso late en la escritura, y si algo de eso late en la escritura, ¿cómo no va a poder latir el corazón de un personaje que no tiene las características que tenés vos, como persona real? ¿Cómo no vas a poder representar otro mundo con gente diversa de vos? ¿De verdad yo tengo que escribir un montón de novelas de escritoras de cincuenta y pico de años, de clase media? ¿De verdad? ¿Por qué? ¡Me voy a sacar a la mierda! Tenés que escribir lo que te atraviesa, lo que te late, y listo, caiga quien caiga. Y si no, que venga un dictador a decirme qué puedo escribir y qué no.
«¿Cómo no vas a poder representar otro mundo con gente diversa de vos? ¿De verdad yo tengo que escribir un montón de novelas de escritoras de cincuenta y pico de años de clase media? ¿De verdad? ¿Por qué? ¡Me voy a sacar a la mierda! Tenés que escribir lo que te atraviesa, lo que te late, y listo, caiga quien caiga».
Aura García-Junco: Y además se pierde todo el sentido también de la visión de la otredad, ¿no?
Gabriela Cabezón Cámara: Sí, sí, pero además se trata de eso, de imaginar otro mundo, de imaginar otras maneras de ver el mundo, de concebir que la nuestra no es la única, que nuestro modo de vida no es naturaleza, que nuestra manera de hablar no es naturaleza, que hay otras, otras, otras, y otras posibles, y otras posibles, y otras posibles, y jugamos con ellas y las inventamos. Tenemos el enemigo afuera. Está el neofascismo tratando de decirnos qué escribir y qué no. Censurando libros. ¿Mirá que lo vamos a hacer entre nosotras también?
Aura García-Junco: ¿A ti qué te interesa explorar en el futuro? ¿Qué literatura te interesa leer?
Gabriela Cabezón Cámara: Que hable un poco de estas cosas que nos cruzan. Ahora tengo ganas de esos textos que están un poco a contracorriente. Que exigen detenerse. Que exigen dejar el teléfono. Que son textos que también tienen que ver con la observación. Con la observación del otro que vive. Con la observación del mar, de la piedra, de los pajaritos, de las flores. Del pastito que crece en la fisura, una grieta, un edificio, una megaciudad como Buenos Aires o México. De la posibilidad de intentar representar o crear mundos que no solo se vean antropocéntricas y antropomórficamente. Ahora lo que más me interpela es eso. Lo que no quita que pueda leer un Madame Bovary. Pero lo que más me interesa es algo que pueda pensar mundos donde los seres humanos no seamos ni el centro ni la medida de todas las cosas. Me parece dificilísimo.
Aura García-Junco: Especialmente si vives en una ciudad en la que parece que todo es concreto. Y que los diez árboles son diez árboles domados, domesticados ahí en una jardinera, en medio de una avenida.
Gabriela Cabezón Cámara: Sí, lo hermoso es que si por cualquier motivo esa ciudad es deshabitada o es habitada en un grado mucho menor esos diez árboles domesticados van a romper las veredas, van a romper el asfalto. Y van a volver.