Los fantasmas de Manuel Jabois tocan canciones de amor
El último libro de Manuel Jabois se llama «Mirafiori» (Alfaguara, 2023) y es un relato donde el amor caduca y los muertos no dejan de estar vivos; una historia sobre la belleza de aquello que no tiene explicación que surge a partir de una pregunta: ¿Qué harías si la mujer de la que estás enamorado te confía que ve fantasmas? El periodista y escritor Fidel Moreno dialoga con el gallego sobre seres sobrenaturales, el poder del perdón, la verdad del amor cuando ya no es lo que era y sobre cuestiones más mundanas, como las drogas, las redes sociales o los hábitos de un escritor.
Por Fidel Moreno
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Manuel Jabois. Crédito: Jairo Vargas.
El último libro de Manuel Jabois (Sanxenxo, Pontevedra, 1978) podía haberse llamado «Amor constante más allá de la muerte» –como el soneto de Quevedo–, o «Todas las historias de amor son historias de fantasmas» –cita de Foster Wallace que sirvió para titular su excelente biografía–, pero se llama Mirafiori, un acierto para una novela sobre lo inexplicable, donde el amor caduca y los muertos no dejan de estar vivos.
Quedamos un día antes de que Mirafiori llegue a las librerías, en el último hueco posible dentro de una agenda de prensa cargada de entrevistas. Hablar con Jabois de su tercera novela, el cierre de una trilogía «muy gallega», obliga a preguntarnos sobre la existencia de seres sobrenaturales, sobre el poder del perdón, sobre la verdad del amor cuando ya es otra cosa y sobre cuestiones más mundanas, como las drogas, las redes sociales o sus hábitos de escritor.
Fidel Moreno: Los títulos suelen funcionar como resumen o aludir a un tema importante del libro, en cambio, en el caso de Mirafiori, tú eliges un detalle menor, la marca de un modelo de coche de los ochenta. ¿Por qué ese título?
Manuel Jabois: Porque suena bien, porque me gusta como título. Es una presencia obsesiva en la historia, está presente en casi todas las secuencias importantes, aunque es verdad que no resume nada. Como «Malaherba» no resume absolutamente nada, pero me suena bien. Yo soy periodista, me gusta atraer la atención del lector, y para mí tiene mucha importancia la estética, la forma de los libros, la cubierta, yo le doy muchísima importancia a eso. Me gustaba también acabar esta especie de trilogía de lo que sea con M. Es una gilipollez, pero bueno, ya que de forma involuntaria tenía «Miss Marte» y «Malaherba», de repente, sentí la necesidad de que lo involuntario se convirtiese en algo voluntario. Y me gusta mucho esa palabra, tiene para mí evocaciones muy tiernas por ser el Supermirafiori de mi padre, el coche de muchísima gente de mi generación. Me hacía gracia la idea de que ese coche hubiese sobrevivido hasta hoy de una forma u otra.
Fidel Moreno: Para los que fuimos niños en los ochenta, el Supermirafiori era uno de los coches preferidos de los atracadores de bancos.
Manuel Jabois: Me alegro, no conocía ese detalle, pero estoy muy a favor de que este coche fuese utilizado para actividades nobles como la de atracar bancos.
Fidel Moreno: ¿Qué te llevó a escribir este libro?
Manuel Jabois: Las preguntas. Por ejemplo, ¿qué ocurriría si la persona de la que estoy enamorado me dice que ve muertos? Porque yo sé más o menos lo que ocurriría si me cuenta que tiene cinco hijos secretos o que ha matado a cuatro hombres o que tiene una doble vida como asesina en serie, pero no tengo ni puñetera idea de cómo reaccionaría si me cuenta que ve fantasmas desde niña. Siendo, insisto, una persona normativa, con un empleo, alguien que no lee el futuro, una persona como tú y como yo. Esa pregunta me persiguió durante un tiempo y básicamente es lo que activó todo lo demás. También había otras preguntas, ¿qué ocurre cuando una relación empieza muy temprano? De esas dos preguntas surge la historia.
Hay belleza en lo inexplicable
Fidel Moreno: Siento curiosidad, como periodista ocupado en prensa y en radio, ¿de dónde sacas el tiempo para escribir novelas?
Manuel Jabois: Escribo muy rápido. Muchas veces escribo muy bien, muchas veces escribo bien, muchas veces escribo regular, muchas veces escribo mal y muchas veces escribo muy mal porque escribo mucho. Pero todas esas veces escribo rápido. No escribo despacio. Esta novela la he escrito sobre todo en horario de madrugada, levantándome a las cinco o a las seis, no es que el resto del día esté superliado, pero a esas horas te concentras mejor y escribes mejor. Luego me duermo una siesta a las ocho o nueve de la mañana, luego sigo escribiendo un poco, luego ya saco al perro de paseo. Esas horas son para mí las mejores, pero si hay emergencia, como ha habido en esta novela y las anteriores, pues escribo a cualquier hora del día, con el teléfono móvil o con el ordenador. A mí los plazos y la prisa es lo que me hace escribir más rápido, pero, no te creas, no me falta tiempo. Sé que parece que hago muchas cosas, y que hay días que voy con la lengua fuera, bastantes, pero a la hora de escribir, no me quejo de falta de tiempo, me quejo de mi falta de concentración.
Fidel Moreno: Hablando de concentración. En la novela hay varias reflexiones sobre drogas en relación al mundo de la creación y del periodismo, ¿usas algún tipo de estimulación química para escribir?
Manuel Jabois: No, nunca. He escrito alguna vez borracho y ha sido bastante penoso. Yo creo que esa forma de trabajar puede ser buena, entre comillas, si la has utilizado siempre, probablemente más en la poesía y en las canciones. Yo creo mucho en la mecánica, la inspiración está, pero lo importante es la mecánica. Si tú desde los diecisiete o desde los veinte te has acostumbrado a escribir con sustancias, con porros, con cocaína, con alcohol, y lo has hecho así desde siempre, entonces ese es tu rollo, y si te lo quitan realmente te falta algo. Seguramente, si nunca lo hubieras hecho, hubieras escrito mejor, pero tu forma de hacer las cosas es esa. Hay muchos escritores grandiosos que han escrito siempre semialcoholizados, no alcoholizados, porque eso es imposible. Y para composiciones más lisérgicas evidentemente harán falta otras sustancias, pero yo creo mucho que depende de tu costumbre, y mi costumbre ha sido siempre escribir sobrio. Jamás he escrito con drogas, las asocio a una parte recreativa de mí mismo. A veces con dos copas, porque acabas una comida y te vas a escribir algo, pero mi escritura empeora. A medida que mi estado de ánimo se vuelve más eufórico, mi escritura empeora proporcionalmente. Se me ocurren mucho mejor las cosas cuando el cerebro está enfocado a que se me ocurran, no en pedir la siguiente copa.
«Voluntariamente nunca hago daño, pero involuntariamente, a veces. Y te quedas pillado. Así que no se me pasa por la cabeza hacer daño a alguien y no pedirle perdón las horas siguientes o los días siguientes. Entonces, ¿te imaginas que te mueres y no puedes hacerlo?».
Fidel Moreno: Mirafiori es de tus tres novelas la más fantasmal, la más entregada a la reflexión abstracta. Los personajes están continuamente interrogándose a sí mismos, acerca de su existencia y acerca del amor que los une y que los separa de los otros. Lo inexplicable, ¿necesita tantas explicaciones? ¿Cómo te has enfrentado a la escritura de una novela con temática metafísica?
Manuel Jabois: Me atraía mucho la idea de lo inexplicable, la reacción de lo más profundamente racional ante algo completamente paranormal. Me atraía mucho la idea que esboza la madre del narrador de que todo lo que hoy no tiene respuesta la tendrá dentro de un tiempo. Del mismo modo que nuestros antepasados vieron cosas hace cien o quinientos años para las que no tenían ninguna explicación y luego la ciencia se la ofreció. Creo en eso. No sé lo que va a pasar en el futuro, pero ¿cómo racionalizas algo que ahora es completamente irracional? Así que, por no tener precisamente una explicación, das doscientas explicaciones y doscientos rodeos, buscando un porqué que no vas a encontrar nunca.
Fidel Moreno: Lo invisible no se puede ver, pero en tu novela se oye, se siente y se huele. Recurres a imágenes más olfativas y táctiles que visibles, continuamente estás aludiendo a los olores o a la piel de gallina. ¿Supongo que eres consciente de esta predilección en Mirafiori por los sentidos menos cinematográficos?
Manuel Jabois: Ya con Malaherba me llamaron la atención sobre eso. Lo olvidé y ahora me han vuelto a comentar la importancia de los ruidos, de los olores. Es algo con lo que juego mucho, me gusta muchísimo jugar con lo menos visual. Me gusta el ruido de las escaleras, ¿quién lo está produciendo?, ¿quién lo está oyendo, tú o yo? Esa ambigüedad me gusta mucho. Y me he dado cuenta, además, de forma muy satisfactoria, de que lo hago inconscientemente. No es algo premeditado, sale de mí.
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Manuel Jabois. Crédito: Jairo Vargas.
Amor, perdón y redes sociales
Fidel Moreno: Los fantasmas que aparecen en tu novela viven en un limbo previo a su muerte definitiva y todos parecen estar ahí heridos de falta de amor, como si tener un conflicto amoroso sin resolver los mantuviera todavía enganchados a la vida. Los fantasmas, ¿son fantasmas por amor?
Manuel Jabois: No, son fantasmas a los que algo muy fuerte les ata todavía aquí. Generalmente, el perdón, la necesidad del perdón. Yo tengo muchos problemas con los remordimientos. Intento dormir siempre tranquilo, porque tengo muchos problemas de insomnio. Eso me lleva a intentar ser mejor persona y no hacer daño. Voluntariamente nunca hago daño, pero involuntariamente, a veces. Y te quedas pillado. Así que no se me pasa por la cabeza hacer daño a alguien y no pedirle perdón las horas siguientes o los días siguientes. Entonces, ¿te imaginas que te mueres y no puedes hacerlo? El perdón es uno de los sentimientos más potentes y que más nos mueven, y que más nos podrían mantener en el mundo, si eso fuese posible. Después de muerto no te quedas esperando a que te den la medalla al mérito o a que se repare aquella injusticia que se cometió contigo en aquel partido de fútbol, en aquel premio literario o cuando salvaste a no sé quién y le dieron el reconocimiento a otro. Es más necesario irse tranquilo, saber que no has dejado el mal aquí y saber que a la persona a la que le has podido hacer el mal te ha perdonado. Mirafiori tiene que ver más con el perdón que con el amor, que evidentemente es también muy fuerte. Creo que el amor es el sentimiento que más mueve el mundo. Hay una frase maravillosa en una película de David Mamet, cuando un personaje dice que el amor mueve el mundo, y otro a su lado matiza: el amor al dinero (risas). El amor al dinero mueve el mundo.
Fidel Moreno: Lo que sí se desprende de la lectura de Mirafiori es que el amor nos convierte en fantasmas, en presencias sutiles y ausencias destacadas en la mente del amante, ¿somos los vivos fantasmas por amor?
Manuel Jabois: Sí, esa es una idea que tengo en la novela. Después del amor, o sea, después de que ya no estés enamorado de una persona, la ves de otra forma. Muere el amor y los dos amantes se descubren como dos desconocidos, y de ahí surge el conflicto. Porque todo lo que te agradaba, de repente, lo empiezas a rechazar y en todo lo que había belleza, de repente, encuentras un montón de defectos. Esa pareja se muere, pero vuelve como otra cosa.
Fidel Moreno: Como un fantasma.
Manuel Jabois: Sí, ha vuelto como otra cosa. Su cuerpo y su vida siguen aquí. Y, si las personas son inteligentes y forman un buen equipo, siguen como amigos, a veces incluso como mejores amigos, dependiendo de cómo sea esa relación. Otras veces simplemente hay indiferencia o rechazo. Pero su cuerpo sigue ahí. Cuando tú te mueres, en cambio, desapareces por completo. Pero el que vuelve, el fantasma, sigue aquí también. Esa idea lo equipara. La idea del amor es una idea muy cercana a la inmortalidad. No hay un camino de vuelta. Yo no conozco a nadie que se haya enamorado diciendo que va a durar tres días, tres años, cuatro años. Y eso que hay detrás un algoritmo que te dice: va a durar cinco, según tus patrones. Pero si esa parte racional se impusiese, nunca te enamorarías. Al amor vas con todo, te enamoras y hay una idea de que tú y yo vamos a acabar juntos para siempre. Por lo tanto, cuando acaba, ¿cómo se hace el camino de vuelta? Ese camino de vuelta tú no sabías que existía. Tienes que descubrirlo por ti mismo y hacerlo. Y es muy difícil. Es un camino equiparable al que tiene que hacer un muerto cuando regresa al mundo de los vivos.
«Al amor vas con todo, te enamoras y hay una idea de que tú y yo vamos a acabar juntos para siempre. Por lo tanto, cuando acaba, ¿cómo se hace el camino de vuelta? Ese camino de vuelta tú no sabías que existía. Tienes que descubrirlo por ti mismo y hacerlo. Y es muy difícil».
Fidel Moreno: La referencia a Aute no parece casual. En el coche del padre de la protagonista, en el Mirafiori, hay una casete del disco Cuerpo a cuerpo de Aute y se cita la canción «Sin tu latido», una canción amorosa y fantasmal al mismo tiempo. ¿Eres consciente del carácter especular de esta canción en la novela?
Manuel Jabois: Lo fui a posteriori, con la lectura. Yo he tenido siempre en mi vida muy buena puntería, por buena suerte, no por inteligente. De repente lo leí y dije: ¡joder! Esta canción sonaba obsesivamente en el coche Supermirafiori de mi padre. De esa cinta de Aute te puedo decir el orden de las canciones de cada cara, de la una a la cinco. Y esa canción en especial me gustaba mucho.
Fidel Moreno: Es la canción más escuchada de Aute en Spotify.
Manuel Jabois: ¿No es «Al alba»?
Fidel Moreno: No, es «Sin tu latido», con mucha diferencia.
Manuel Jabois: Había también una canción que no pude meter, porque no correspondía con la época, pero que me influyó muchísimo mientras escribía esta novela: «Casamurada» de _juno, el dúo de Martí Perarnau y Zahara. Esa canción creo que ha sido la que más he escuchado, mi obsesión. Se lo he dicho a ellos cuando los he visto, que ha funcionado como inspiración de la novela. Esa canción ha tenido en mi cabeza muchísima importancia, habla de los fantasmas de la Casa Murada de Barcelona.
Fidel Moreno: A lo largo de la novela se va desarrollando una teoría sobre el amor contemporáneo, antes y después de que internet y las redes sociales llegaran a nuestras vidas. Se habla del primer amor (con «La Bilirrubina» de Juan Luis Guerra como fondo sonoro), de la intuición y de las casualidades, de las cartas manuscritas que se enviaban los amantes. Y después aparecen de pronto las redes sociales como un lugar donde crece la obsesión y el espionaje…
Manuel Jabois: La bomba nuclear.
Fidel Moreno: Sí. Una transformación tecnológica y cultural que nuestra generación ha vivido en primera línea. Me gustaría que me hablaras de estos cambios, de cómo las redes sociales han transformado el amor, ¿ha sido todo para mal?
Manuel Jabois: No, en lo malo es lo peor y en lo bueno lo mejor. Hay gente muy sola que con las redes sociales encuentra la oportunidad de estar acompañada. Eso para mí ya justifica su presencia. Antes, muchos tenían que ir a un parque a preguntar si alguien quería tomarse algo con ellos. Recuerdo en mi época, cuando los padres venían con los niños al pueblo y te decían: «Somos los padres de Marta, ¿puede jugar con vosotros, por favor?». Pasaban esas cosas. Y «bueno, Marta, bienvenida», pero era muy violento, la tal Marta estaba pasando un trago que te cagas, ¿sabes? Y ahora con las redes llegas al pueblo y tienes tu pandilla, tu bar y ya has conocido a todo el mundo. Para el amor, para la amistad, es un movimiento maravilloso. Luego, es verdad, tienen una parte negativa, y eso está en la novela, en unas páginas que parecen el antecedente de un terrible crimen machista. Las redes sociales permiten incluso a un acosador estar obsesivamente pendiente de una persona sin llegar a interferir en su vida, sin cometer ningún delito, porque todo eso es información pública. Pero, sí, es verdad que las redes se utilizan para muchas mierdas. Estos hijos de puta que te entran con una foto de su polla sin conocerte absolutamente de nada, utilizando un nombre anónimo que al final te da pereza denunciar porque meterte en juzgados es un coñazo. Esos babosos que no paran de escribirte y tienes que bloquearlos. Que, vale, es baboseo, que tampoco pasa nada, pero es cansino. No es delictivo, pero es lo que hablamos del piropo por la calle, si cada vez que sales con la ropa que te dé la gana tienes que aguantar treinta miradas y treinta voces… Pues internet es esto multiplicado por mil. Como no me está viendo nadie y me he puesto un nombre falso, mira mi polla. Pero, tú, cabrón, ¿en qué mundo vives? ¿Tú ligas así siempre? ¿Sales a un pub y dices «mira mi polla»? Las redes sociales han potenciado mucha mierda, pero existen. Así que habrá que regularlas y ya está.
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Manuel Jabois. Crédito: Jairo Vargas.
El consultorio sentimental
Fidel Moreno: La pareja protagonista es vista por muchos como un ejemplo. Hacen tríos, se quieren y se cuidan, se lanzan incluso a perpetrar sacrilegios sexuales en iglesias… y hablan poco: «En el paraíso, la gente no habla porque la gente feliz no tiene necesidad de hablar». ¿Cómo es para ti una pareja ideal?
Manuel Jabois: No tengo ni idea. La del libro, desde luego que no. De las mías tampoco, porque, al fin y al cabo, hemos tenido una buena educación, han merecido la pena todas las parejas que hemos formado, pero ideales no han sido. Creo que lo bonito de la pareja ideal es que no exista.
Fidel Moreno: Cuando sobreviene la crisis, la pareja protagonista empieza a verbalizarlo todo y la magia se apaga. «Ya éramos nuestros padres», dice el narrador y se lanza a describir un matrimonio burgués, cada uno con su habitación propia y hablando con todos esos eufemismos para hacer más digerible el aburrimiento. Tienes 45 años, ¿no crees que el confort matrimonial tiene grandes ventajas?
Manuel Jabois: Tiene muchas, sí. Lo que pasa es que el problema de estos tipos es que ya eran sus padres cuando tenían treinta y tres o treinta y cuatro años. Ojalá llegue yo a ser como mis padres. A esta edad ya estaría bien. Cuando mis padres tenían esta edad, yo tenía quince años. Imagínate cómo me tuvieron. Yo entiendo que a los cincuenta o a los sesenta hay en la pareja un confort, un colchón, una seguridad, pero a los treinta y pocos… Y lo que les pasa a estos dos es que él se ha ido quedando atrás. Tenía unos padres ricos, una familia muy pudiente y se quedó atrás mientras ella despegó. Y empezó el remordimiento y el resentimiento, todas esas emociones culpables que ocurren cuando de repente a tu pareja le va demasiado bien. Es una cosa absolutamente deleznable, estar durmiendo con alguien al que le deseas un poco el mal. Y dices: «Ojalá mañana no le den el Oscar». Es el rollo de cuando te encuentras envidiando y deseándole un poquito el mal a la persona que más quieres del mundo, sin dejar de quererla.
«(...) si cada vez que sales con la ropa que te dé la gana tienes que aguantar treinta miradas y treinta voces… Pues internet es esto multiplicado por mil. Como no me está viendo nadie y me he puesto un nombre falso, mira mi polla. Pero, tú, cabrón, ¿en qué mundo vives? ¿Tú ligas así siempre? ¿Sales a un pub y dices «mira mi polla»? Las redes sociales han potenciado mucha mierda».
Fidel Moreno: ¿Sigue siendo «Hay más cuernos en un "buenas noches"» tu artículo más leído?
Manuel Jabois: Sí, se viraliza a cada rato. Es como una locura.
Fidel Moreno: ¿Y qué tal lo llevas tú?
Manuel Jabois: A mí me hace gracia, porque aparte ya está por ahí circulando con otras firmas. Pronto ya no será mío. Pronto ya nadie se dará cuenta de que es mío. Lo llevo bien y, bueno, sigo pensando exactamente lo mismo.
Fidel Moreno: No sé si a tu pesar, pero te has convertido en una referencia generacional en lo que al amor se refiere.
Manuel Jabois: ¡Joder! (risas). En algunos artículos he tocado el tema, pero cosas muy pasajeras. La verdad es que nunca lo he pensado, es la primera vez que lo escucho, por eso me río. ¡A ver si voy a acabar ahora con Elena Ochoa montando un consultorio sentimental! No, no. Mira mi vida. Me ha ido muy bien, he estado muy contento y muy feliz, pero, vamos, que tampoco es que sea el ejemplo de nada.
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Manuel Jabois. Crédito: Jairo Vargas.
Galicia metafísica
Fidel Moreno: La novela se desarrolla en Galicia, Madrid y Málaga. No sé si son prejuicios, pero, ¿es Galicia la comunidad autónoma más metafísica de España?
Manuel Jabois: Puede ser. Esta trilogía de novelas es muy gallega. De hecho, yo creo que va sobre Galicia. En Mirafiori hay una infancia gallega y una llegada a la edad adulta muy gallega, en la que tiene muchísima importancia hacer las preguntas y que te respondan. O sea, no dejar que te respondan con preguntas. Y luego está esta especie de desmoronamiento del amor que, sin ser gallego, aunque solo sea por el paisaje y por la facilidad con la que pillas las drogas, también es Galicia. No es lo mismo pillar drogas en Galicia que pillar drogas en cualquier otra comunidad. Sin tener que ser rico, las encuentras muy puras y el vicio creo que puede ser mayor.
Fidel Moreno: El otro día, revisando Otra idea de Galicia, el magnífico ensayo de Miguel-Anxo Murado, me encontré una cita del erudito Filgueira Valverde que decía que cada parroquia gallega alberga otras cuatro: la de los vivos, la de los seres sobrenaturales, la de los emigrados y la de los difuntos. Todos ellos están presentes en Mirafiori. ¿Sigue siendo así en la Galicia moderna?
Manuel Jabois: No, pero las leyendas siguen muy vivas en la tradición oral. Yo recuerdo que de niño me contaban muchísimos cuentos de la Santa Compaña y no me los contaban como cuentos, sino como historias reales: «Te voy a contar una historia que me pasó a mí cuando era pequeño». Hasta tuve terrores nocturnos durante una época con la puta Santa Compaña. Me gusta mucho todo ese mundo y me gusta mucho haber encontrado a gente que dice tener contacto con seres de otro mundo, con muertos, con fantasmas. Documentarme, poder entrevistar a gente para escribir esta novela, me ha divertido como ningún otro trabajo.
Fidel Moreno: Hablas de diversión y de ficción, pero supongo que en algún momento te habrás preguntado: ¿esto existe realmente?
Manuel Jabois: Sí, y me voy a morir con la pregunta. No creo que exista, pero me lo pregunto. Si no, no tendría tanta gracia. Mientras no seas un magufo que hace dinero estafando a la gente, me gusta que nos preguntemos por esto y me parece muy legítimo que a la gente que le pase lo cuente. La vida es más excitante y divertida si piensas que en algún momento puede ocurrir algo sobrenatura
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