Santiago Díaz y Jotadé, la pareja más perturbadora del «thriller» actual
Dos hombres destripados son lanzados desde un puente y un policía gitano que suelta culebras por la boca. Estamos en la página catorce de «Jotadé» (Alfaguara) y uno ya se siente en puro territorio Santiago Díaz. Tras la exitosa trilogía dedicada a Indira Ramos (edición de Reservoir Books) y su ambiciosa incursión en la novela histórica con «Los nueve reinos» (también Alfaguara), el bombástico autor sigue explorando el lado más perturbador del «thriller» en su nuevo libro.
Por Antonio Lozano

Retrato de Santiago Díaz. Crédito: Diego Lafuente.
Curtido durante un cuarto de siglo en la escritura de guiones para el cine y la televisión, Santiago Díaz (Madrid, 1971) ha tardado apenas seis años en situarse entre las voces españolas más celebradas y populares ahí donde convergen la novela negra y el thriller. Su trilogía dedicada a la inspectora Indira Ramos -El buen padre, Las otras niñas e Indira- ha estado marcada por tramas endiabladas, el retrato de personajes al límite, grandes dosis de adrenalina, incómodos interrogantes morales que interpelan al lector y un acercamiento crudo a la violencia que va en la línea del de colegas como Carmen Mola o Pierre Lemaitre. Su talento audiovisual para pulsar la tensión y arrojar al individuo a situaciones desesperadas ha encontrado en la novela un fértil campo de expansión y detalle.
Capaz también de probar con la literatura juvenil -Taurus: Salvar la tierra- y la histórica -Los nueve reinos-, su atracción por nuevos retos y pasión imperecedera por lo policíaco lo han llevado a conceder el protagonismo de su último libro, Jotadé, a un secundario de Indira. Subinspector de raza gitana de métodos nada ortodoxos y lengua muy suelta, Jotadé Cortés comenzará investigando un presunto ajuste de cuentas brutal entre clanes del narcotráfico -Madrid convertido en Ciudad de México- para descubrirse en una encrucijada que le tocará en su identidad más profunda y pondrá a prueba hacia dónde escora su lealtad. Conflictos personales tremebundos en una guerra a varias bandas. Díaz, cercano, simpático, contundente y entusiasta -«Tú si ves que me enrollo mucho, córtame sin problemas»-, conversó con LENGUA en una entrevista por Zoom.
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LENGUA: ¿Qué elementos a explotar y posibilidades a explorar te concede el género negro que explican tu devoción por él?
Santiago Díaz: Lo que tiene es que contiene dentro de sí al resto de los géneros. Hace años el género negro se dividía en una serie de subgéneros, como la novela de enigma, la novela policiaca, el thriller..., que eran considerados menores. Sin embargo, lo que ocurrió fue que, en cierto momento, todos se unieron para dar forma al género negro actual, que es aquel en el que cabe todo, es decir, donde puedes meter desde toques románticos o fantásticos. En definitiva, las posibilidades son infinitas y esto lo hace muy divertido. Además, me encanta involucrar de manera personal a los lectores, hacer que elucubren teorías sobre quién ha sido el asesino, acompañar a los investigadores en el caso... y, por otro lado, el género nos concede acceso a lugares que de otra manera nos estarían vetados, y encima sin correr riesgos; hablo, por ejemplo, de un intercambio de drogas, un asesinato o un descuartizamiento.
LENGUA: ¿Tu salto a la novela fue una evolución natural, en el sentido de que buscabas simplemente salir del marco narrativo de los guiones?
Santiago Díaz: No, qué va, ninguno de mis saltos laborales ha sido natural. Yo jugaba al baloncesto de modo profesional, después ejercí de profesor de educación física... y simplemente un verano en el que no tenía un duro en el bolsillo comencé a escribir un guion, pero de la misma manera que me podría haber dado por hacer la maqueta de un barco. Me gustaba leer y las series y me dio por ahí. Tuve la fortuna de enviarlo y que me contrataran, encontrando ahí mi vocación y dando inicio a una carrera como guionista que se alargaría veinticinco años. Hasta que un día, mi hermano, Jorge Díaz, que forma parte del trío Carmen Mola, me preguntó cuándo iba a escribir una novela. Lo cierto es que yo no me veía capacitado, se me daba bien formar parte de un equipo, trabajar con otros, ¿pero completar cuatrocientas o quinientas páginas yo solo? De todos modos, me dejó el gusanillo, y tiempo después, la idea de mi primera novela surgió de casualidad en el transcurso de una comida con unos amigos en una terraza. En la televisión salió el caso de unos padres a los que les habían matado a una hija y que clamaban justicia, y alguien desde otra mesa soltó «ni justicia ni nada, que maten a los culpables». Esta frase disparó algo en mí y me planteé escribir sobre un individuo que se dedica a eliminar a gente que no ha pagado por sus crímenes. Me puse a jugar, escribí, y al descubrir una forma de crear donde no había jefes, productores o plataformas que coartaran tu libertad a la hora de contar las historias, entendí que eso era lo que deseaba más hacer a partir de entonces.
«Me encanta involucrar de manera personal a los lectores, hacer que elucubren teorías sobre quién ha sido el asesino, acompañar a los investigadores en el caso... El género nos concede acceso a lugares que de otra manera nos estarían vetados, y encima sin correr riesgos».
LENGUA: ¿En qué momento profesional te encontrabas al crear el personaje de Indira Ramos y qué buscabas aportar a la narrativa de crímenes al iniciar la trilogía?
Santiago Díaz: Esa primera novela, Talión, previa al ciclo de Indira, fue como un juego, me encontraba trabajando en una serie y tenía tiempo libre para ver qué me salía, sin mediar ambición alguna. Se publicó, funcionó bien sin que me llegara la etiqueta de «la nueva voz fundamental del noir», y tardé dos años más en ponerme con una nueva novela -también porque por en medio se me cruzó una película y varias series-, que a la postre sería El buen padre. Ahí ya la cosa fue más en serio, la exigencia subió, vi que, más que aportar algo diferente, debía ser honesto con mi modo de escribir, aplicar a la novela todo lo aprendido en la televisión durante tantos años, a lo que sumaría algo que siempre me ha caracterizado: echar toda la carne en el asador en cada título, no guardarme nada para siguientes entregas, por ejemplo, una subtrama atractiva; en definitiva, enfocar cada novela como si fuera la última que escribo.
LENGUA: Conocimos a Jotadé como secundario en Indira, un oficial que al pertenecer a la etnia gitana ya lo convertías en una anomalía, no sólo en su comisaría sino en el género. ¿Buscabas profundizar aún más en su componente disruptivo al concederle ahora el protagonismo?
Santiago Díaz: A mí me gustan los personajes con problemas. La normalidad en la ficción es sinónimo de aburrimiento. Si un personaje tiene dificultades en su vida personal eso afecta a su vida profesional, y viceversa, se producen una retroalimentación y enriquecimiento mutuos. Durante el proceso de buscar personajes raros o en el peor momento de sus vidas, al crear a Indira pensé en alguien que no encajara en su entorno y le di un trastorno obsesivo-compulsivo, esto generaba incomprensión entre su círculo al tiempo que cierta gracia entre los lectores. El quid radicaba en no convertirla en una parodia, hablamos de un personaje serio, sin menoscabo de conferirle un toque de humor pasajero o una manera de bajar la guardia a unas tramas que, al pertenecer al thriller, rebosan de crudeza. Desde el principio decidí que Indira solo protagonizaría tres novelas -si los libros funcionaban bien, claro- porque no estoy nada por la labor de alargar el recorrido de un personaje hasta provocar que pierda su frescura. Necesitaba una alternativa y pensé en un personaje que no encontrara los problemas fuera sino que vinieran de sí mismo, los llevara encima por así decirlo, como Indira con su trastorno. Y dándole vueltas al tema, explorando, se me ocurrió dar forma a un policía gitano, el cual sería la oveja negra allá donde fuese (vecindario, comisaría...), un inadaptado nato al que su manera de hablar -mucho taco y chascarrillo, quizá reflejo de que yo también acostumbro a soltar palabras malsonantes- también serviría un poco de humor al conjunto. Jotadé es un policía irreverente, malhablado y que no respeta las normas, pero muestra una lealtad absoluta hacia los suyos. El problema surge cuando los tuyos viven en un mundo completamente opuesto, porque si eres leal a tus compañeros policías seguramente seas desleal a tus compañeros de vecindario... y al revés (lo que te hace entrar en conflicto con tu naturaleza y tu trabajo).

Retrato de Santiago Díaz. Crédito: Diego Lafuente.
LENGUA: Todas tus novelas tienen un interrogante moral o más de uno en su centro. ¿Cuál dirías que es el que atraviesa Jotadé?
Santiago Díaz: En una entrevista me dijeron que si tú pones todas las características de Jotadé en una hoja en blanco, es horrible, no hay manera de salvarlo, pero si cualquiera de esas cosas las pones en el contexto en que las hace el personaje, te cae bien, tienes empatía y lo comprendes. Así, el dilema moral que yo lanzo en todos mis libros es qué haría el lector si se hallara en la misma situación de los protagonistas. «Yo nunca robaría», quizá pienses, ¿pero y si fuera para ayudar a la persona que más quieres en una situación de extrema necesidad y además quitándoselo a alguien que no es en absoluto honrado? Si dudas cinco segundos, ya te he creado un dilema moral. En El buen padre te pregunto: ¿qué harías si la persona más querida estuviera encarcelada injustamente y se te hubieran acabado los recursos? En la vida real, puede que tú y yo nos encadenáramos delante de la Zarzuela para salir en el telediario y llamar la atención sobre la injusticia, pero en un thriller te dedicas a matar a gente.
LENGUA: Se habla mucho de la acción y la tensión en tus novelas, pero al final es el estudio del personaje lo más relevante, analizar la gloria y la miseria de la naturaleza humana. ¿Dirías que conseguir esta conexión emocional entre personaje y lector es tu prioridad?
Santiago Díaz: Mi herencia es la tele y estoy muy orgulloso de ese trabajo porque todo lo que soy lo aprendí ahí, entre ello, claro está, el trabajo con los personajes. Yo hago un estudio biográfico previo -anotaciones que no tienen por qué salir luego en la trama- que me permite saber de dónde viene y conocerlo a fondo, de modo que estaré advertido de cómo va a reaccionar frente a un atraco. Si le buscas la humanidad y justificaciones novelescas (en la vida real sería harina de otro costal), puedes conseguir que el lector conecte con el personaje aunque cometa actos terribles. Nadie puede amar a un capullo integral o a un asesino por deporte.
«A mí me gustan los personajes con problemas. La normalidad en la ficción es sinónimo de aburrimiento. Si un personaje tiene dificultades en su vida personal eso afecta a su vida profesional, y viceversa».
LENGUA: Jotadé se presenta como el inicio de una nueva serie. ¿La tienes ya bien desarrollada y programada en tu cabeza?
Santiago Díaz: Con el personaje de Jotadé ocurre igual que con el de Indira, tengo pensado un arco narrativo de tres novelas y luego veremos si el interés del público permite llegar a esa cifra, incluso superarla si el interés es mutuo. Ya estoy inmerso en la escritura del segundo título -cuya trama está previamente muy escaletada, como es mi costumbre- y tengo una idea/motor rondándome por la cabeza para el hipotético tercero. Piensa que los casos suelen resolverse en unos tres meses, lo que supone un recorrido vital muy escaso para tus personajes, de aquí la idoneidad de varios títulos para cubrir la evolución personal de los mismos.
LENGUA: Las novelas son artificios y en su voluntad de entretener deben estirar o forzar la realidad, pero tampoco excederse hasta el punto de perder la verosimilitud. ¿Cómo trampeas tú con esta fina línea entre el cable a tierra y el vuelo imaginativo?
Santiago Díaz: Es una línea frágil. Necesitas a gente que te ayude, asesoramiento profesional. Exprimes las probabilidades al máximo, hasta rozar a veces lo imposible, pero nunca puedes incurrir en lo totalmente imposible. Si hay una posibilidad entre cien mil, me quedo con esa. Al preguntar a médicos qué enfermedad mental podría tener una policía un activo, todos coincidieron en un TOC en un grado pequeño, pero nada más, y ahí me quedé. Mi objetivo es entretener al lector pero dentro de unos marcos mínimos de posibilismo. De aquí que tenga una carpeta llena de ideas descartadas por disparatadas.

Retrato de Santiago Díaz. Crédito: Diego Lafuente.
LENGUA: En tu bibliografía no has ahorrado cierta crudeza a tus lectores en algunos pasajes. ¿Cuál es tu particular visión acerca del reflejo de la violencia en tus libros? ¿Te riges por algunos principios?
Santiago Díaz: En la violencia, en el sexo y en el humor tienes que andar con mucho tino para no estomagar, desagradar y parodiar, respectivamente. Todo hay que medirlo, siempre puedes jugar con un poquito más o un poquito menos. En España no han destripado a nadie para luego colgarlo en un puente de la M30, como ocurre en Jotadé, pero en otros países sí, se sabe que es una práctica de los cárteles mexicanos. Desde el momento en que escribo una obra de ficción, puedo incluirlo. Me divierte la violencia de ficción, la audiovisual, en la vida real no la aplaudiría. El sensacional tiroteo de Heat no es real y lo puedes disfrutar a rabiar. Cada uno establece sus propios límites -te has de preguntar: «¿Hasta dónde querría leer yo?»- y debe pensar en el público al que se dirige. Con todo, es un asunto muy relativo porque, por ejemplo, American Psycho recoge escenas de una violencia exacerbada y fue celebrada por muchísima gente.
LENGUA: Madrid es de nuevo el marco geográfico y social en el que se desarrolla la acción de tu novela. ¿Cuáles son para ti los principales atractivos de la ciudad para la ambientación de tramas criminales?
Santiago Díaz: El encanto de Madrid, compartido con todas las grandes ciudades, es que en muy pocos metros tienes de todo, oficinas de grandes ejecutivos junto a lugares en los que se producen trapicheos de drogas, focos de delincuencia a tocar de barrios residenciales, esta posibilidad de cambiar de ambiente con un simple paseo alimenta el relato una barbaridad. Me basta darme un garbeo por Madrid para ir localizando sitios en los que colocar una persecución o un asesinato, es un estímulo literario constante.
LENGUA: Háblanos un poco de tu metodología de trabajo. ¿Cuánta documentación y planificación acostumbras a necesitar?
Santiago Díaz: Al tratarse de una novela histórica, Los nueve reinos implicó un proceso de documentación larguísimo -mucha bibliografía y varios viajes-, mientras que el haber trabajado lo policial en series durante casi treinta años me ha concedido un amplio bagaje acumulado de conocimientos y de mecanismos narrativos. Sé, por ejemplo, lo que no es exactamente así pero que no deja de resultar verosímil. Las dudas que me van surgiendo las anoto en un bloc y se las transmito a un jefe de policía que es amigo mío, el cual me las resuelve en el transcurso de una comida (y si hay alguna que necesita consultar, al día siguiente a más tardar). En líneas generales, dedico dos o tres meses a pensar y detallar lo que quiero hacer -personajes, subtramas -que desarrollo individualmente, y cada una de ellas tiene su post it de un color específico en el corcho de mi estudio-, y estructura-, antes de sentarme propiamente a escribir.
«En la violencia, en el sexo y en el humor tienes que andar con mucho tino para no estomagar, desagradar y parodiar, respectivamente. Todo hay que medirlo, siempre puedes jugar con un poquito más o un poquito menos».
LENGUA: Pese a tu larga trayectoria como guionista de cine y televisión, te cuidas de no convertir tus novelas en un guion, respetando su dimensión literaria, lo que no es obstáculo para aprovechar obviamente los recursos del audiovisual para generar tensión, por ejemplo. ¿Cómo dirías que trabajas este equilibrio entre ambos medios?
Santiago Díaz: Tengo clarísimo que cuando escribo un guion, escribo un guion, y que cuando escribo una novela, escribo una novela. Son dos formatos muy diferentes aunque con algunas similitudes desde el momento en que ambos sirven para explicar una historia. Me gusta mucho trabajar los diálogos en uno u otro, que el personaje se revele por lo que dice y que estos intercambios hagan avanzar el relato, que sean orgánicos, concisos y divertidos. La mayor diferencia quizá radique en que la novela no está limitada por cuestiones presupuestarias, disponibilidad de actores y de espacios... goza de una libertad de acción que la hace mucho más disfrutable.
LENGUA: ¿Crees que la oleada de oferta de novelas negras y thrillers en plataformas os empuja a los novelistas que escribís sobre estos mismos géneros a ser más exigentes con vuestros libros o incluso a reformularlos de alguna manera?
Santiago Díaz: Puede que sí, que haya que buscar nuevas formas de explicar las cosas... aunque debo decirte que siempre he pensado que la competencia es buena desde el momento que te exige a sacar lo mejor de ti, no te puedes relajar o te vienen treinta que te adelantan por la izquierda. Al principio de mi carrera me pasaba una cosa muy curiosa y es que se me acercaban para decirme que la novela de turno les había gustado pero que se notaba que era obra de un guionista. Lo soltaban en tono peyorativo y yo no sabía qué responder. Ahora, en cambio, mi reacción es darle las gracias porque me lo tomo como un halago pues los guionistas tenemos unas herramientas encaminadas a que los lectores disfruten de las historias.
LENGUA: De todos modos, muchos editores lamentan que les llegan con frecuencia manuscritos de principiantes que son más un guion camuflado que una novela, como si el objetivo fuera antes vender a Netflix un producto que contarles una buena historia a los lectores.
Santiago Díaz: Ya, bueno, esto es producto de una confusión entre ambos géneros. Por otro lado, yo no conozco a ningún escritor que no desee que sus obran den el salto al audiovisual. Quizá vayas diciendo por ahí que mejor que no porque te adaptarían mal, pero es una puerta de entrada enorme a más lectores a la que nadie quiere renunciar. Ahora bien, si escribes una novela, escribes una novela, si luego acaba en una pantalla, estupendo, pero el objetivo final no debe ser ese. En caso contrario, es como el que va diciendo que quiere ser escritor para tener largas colas de firma de ejemplares en la Feria del Libro, pero lo de escribir primero, mejor no, que es más aburrido.
LENGUA: Has vendido los derechos audiovisuales de la mayoría de tus libros. En caso de que los proyectos fructifiquen, ¿crees que tu grado de implicación sería muy acusado?
Santiago Díaz: Hace unos años te habría dicho que sí, confundiendo ilusión con el proyecto con estar metido ahí, ahora sé que la mejor táctica es echarse a un lado y dejarlo en manos de unos profesionales capaces de aportar una visión diferente. En caso contrario, son todo disgustos, no nos engañemos. De modo que si al final se adapta alguno de mis libros, apostaré pues por una cierta vigilancia para que se respete el espíritu del original.
LENGUA: Se dice que los thrillers son de los géneros más amenazados por la Inteligencia Artificial al responder a unos códigos que la máquina podría reproducir sin excesivos problemas. ¿Hablamos de un tema que te inquieta?
Santiago Díaz: Me preocupa a ratos pues la mente humana sigue siendo la única capaz de dar algo especial, de unir elementos externos que surgen de la improvisación. ¿Qué ocurrirá en el futuro? Eso ya no lo sé. Me parece que los que más asustados deberían estar en estos momentos son los ilustradores y los traductores, pero cualquier día los escritores nos podemos encontrar en esa misma tesitura.
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