Sara Barquinero: «Necesitamos una nueva educación sentimental»
Una mujer encuentra un diario íntimo que narra un amor interrumpido y ese hallazgo la lleva a emprender un viaje por España para intentar comprender mejor a quien lo escribió. La reciente publicación de «Estaré sola y sin fiesta» supone la aparición de una voz nueva y refrescante en la literatura española, la de Sara Barquinero. Su novela, bajo la fluidez de su trama, enfrenta los dilemas de la generación «millennial» que derrocó las estructuras afectivas y busca la manera de construir otras, redefine su relación con la nostalgia y pareciera necesitar una nueva educación sentimental para la era de la inmediatez. Luna Miguel, entusiasta de Sara Barquinero desde la primera hora, habló con ella de este sistema de ideas alrededor del amor, de la identidad y de las generaciones que funciona dentro de su auspiciosa novela y se proyecta sobre los próximos libros que ya está escribiendo.
Por Luna Miguel

Sara Barquinero. Crédito: Ricardo Quesada.
Por LUNA MIGUEL
Recibí el manuscrito de Estaré sola y sin fiesta, de la filósofa Sara Barquinero, a lo largo de 2019, cuando el catálogo de Caballo de Troya 2020 ya estaba prácticamente cerrado. Lo primero que me impresionó de esta joven autora fue su capacidad de mantenerme pegada a cada página desde el comienzo, con ese humor suyo, con esa forma tan lúcida de enlazar anécdotas: me dejó prendada. En un primer momento, Barquinero no se me pareció a nada ni a nadie, su narrativa y su invención se me hacían ajenas a las lecturas generacionales que yo venía acumulando.
Pensé entonces que su Estaré sola y sin fiesta —que además era una novela muy extensa y llena de recursos literarios al margen de las autoficciones breves y nostálgicas que entonces estaban de moda— desbordaba los límites que las pequeñas ediciones de Caballo de Troya nos permitían. Por eso me ilusionó mucho que, algunos meses después de esa primera lectura, al no poder quitarme a Barquinero de la cabeza y al compartir su manuscrito con María Fasce, desde Lumen sintieran tanta fascinación como yo lo había hecho por su propuesta narrativa. Así es como empezó una historia de amor entre el sello y la autora, que se materializaría este septiembre de 2021 con la apuesta por Sara Barquinero como una de las voces más potentes del presente, pero también con la contratación de sus siguientes propuestas novelísticas: una novela breve sobre un amor lésbico imposible, titulada El desencanto, y la monumental Los escorpiones, formada a su vez por cinco novelas, a la manera de 2666 o La broma infinita.
Estaré sola y sin fiesta es un inicio ilusionante para conocer el imaginario de Barquinero: una escritora profundamente erudita, y no por ello reñida con un ritmo que invita a devorar sus obras con alegría y asombro. Su prosa es además muy lírica, algunos de sus personajes desbordan ternura, y la trama esconde un interesante sistema de ideas alrededor del amor, de la identidad y de las generaciones, que finalmente conectan a su autora con las conversaciones generacionales ya lanzadas por Paulina Flores, Aixa de la Cruz o Emma Cline. Pero si yo tuviera que ser más precisa en las resonancias que, después de mucho pensarlo, he encontrado en Estaré sola y sin fiesta, diría que en este libro resuena la frialdad precisa de Sara Mesa, el misterio adictivo de Delphine de Vigan y, por qué no, el peso de Mary Karr.
Pero para que las lectoras y lectores puedan conocer mejor a Sara Barquinero y se animen a adentrarse en su debut, he charlado con ella a propósito de su proceso creativo, de los retos que le presentó la escritura de la obra y de sus ambiciones como autora. Este es el resultado:
Luna Miguel: ¿En qué momento comenzaste a gestar esta novela? ¿Cuál fue la primera iluminación?
Sara Barquinero: Comencé a escribir la novela durante el curso 2017-2018. En aquella época todavía estaba estudiando filosofía y tenía una asignatura sobre la justificación del mal y el dolor a lo largo de la Historia. Muchas veces cuando pensamos en esta cuestión nos vamos a grandes traumas, como guerras, terremotos o cualquier catástrofe de gran envergadura, pero yo empecé a pensar en dolores más pequeños, como el de la incomprensión, la soledad, la espera romántica, desde una óptica más cercana a la microhistoria. Primero intenté hacer un ensayo sobre estas cuestiones en el que ya aparecía la figura de Yna, una mujer que en 1990 espera como una desesperada la llamada de Alejandro. En aquella época aún no había escrito nunca nada de ficción, pero, más o menos un año después, decidí convertirlo en una novela.
Luna Miguel: Una de las cosas más llamativas del libro es la capacidad de su protagonista para refugiarse en una historia de desamor ajena, en la investigación sobre la vida de otra persona, casi hasta el punto de olvidarse de sí misma. ¿Crees que eso responde al cotilleo, a la curiosidad o a la imaginación?
Sara Barquinero: Creo que responde más bien al consuelo que encontramos en saber que nuestro dolor, aunque privado, tiene algo de universal. Cuando aún no había empezado a escribir la novela releía el diario de Yna si necesitaba consuelo, o se lo enseñaba a amigas que estaban pasando por una situación de desamor o soledad que creían que no tenía sentido ni fin. La distancia, no solo temporal sino experiencial, me ayudaba a comprender mi sufrimiento o a quitarle algo de peso. Creo que a la protagonista de la novela le pasa exactamente lo mismo: que encontrarse con un diario tan crudo e inocente sobre el desamor, la soledad y el abandono la lleva a replantearse su propio dolor o su forma de vivir el afecto.
Una revelación literaria
Luna Miguel: Precariedad, cultura popular, misterio… pero también un retrato profundo del amor y de nuestras maneras de vincularnos afectivamente. Leyendo a algunos compañeros de tu generación, se me antoja que el de los afectos es uno de los grandes temas de la literatura millennial, ¿estás de acuerdo? ¿Por qué?
Sara Barquinero: Sí, estoy de acuerdo. No sé si puedo hablar por toda mi generación, pero creo que esta preocupación surge porque las estructuras a las que estábamos acostumbradas se tambalean, bien sea porque las condiciones materiales han cambiado en algunos aspectos, bien porque nosotras mismas hemos hecho por dinamitarlas (por ejemplo, en el caso del amor romántico). Sabemos lo que no puede ser y lo que no queremos que sea, pero ¿existe una alternativa positiva? O, más bien, ¿cómo adaptar los discursos que hemos generado a nuestra propia vida, que muchas veces parece incompatible con estos? En la última fase de escritura de la novela estuve leyendo El fin del amor y, como tenía los ojos puestos en mi propio texto, se me ocurrió que el personaje de Yna no estaba recogido en ese texto: el retrato que hace Eva Illouz de las relaciones heterosexuales está atravesado por el cinismo y la sospecha, por la imposibilidad de entregarse con locura al afecto (que es precisamente lo que Yna hace). Sabemos que no queremos una forma de vivir el amor tóxica y abnegada, como la de Yna, pero tampoco nos sentimos cómodas con la dificultad de generar vínculos y compromisos, ¿cuál es la solución? Como la literatura es, de algún modo, un paso intermedio entre la teoría y la vida práctica, es un buen espacio para la experimentación, las preguntas y la denuncia, así que tal vez la proliferación de textos sobre los afectos responde a la necesidad de cómo hacer de la teoría algo vivencial.
«Las estructuras afectivas a las que estábamos acostumbradas se tambalean, bien porque las condiciones materiales han cambiado, bien porque nosotras mismas hemos hecho por dinamitarlas (por ejemplo, en el caso del amor romántico). Sabemos lo que no puede ser y lo que no queremos que sea, pero ¿existe una alternativa positiva? O, más bien, ¿cómo adaptar los discursos que hemos generado a nuestra propia vida, que muchas veces parece incompatible con estos?».
Luna Miguel: Yna es una mujer que espera la presencia del hombre al que desea, en un mundo analógico. Como lo hace el mítico personaje de Penélope en la Odisea. Como lo hace la narradora de Annie Ernaux en Pura pasión. Como lo hace la propia Dorothy Parker en Colgando de un hilo… ¿Cuál sería el equivalente a «esperar la llamada del amante» en los tiempos de Tinder y WhatsApp?
Sara Barquinero: Supongo que es más líquido. Para Yna, la protagonista del diario, el teléfono puede sonar o no sonar, y que suene ya es una victoria. Ahora podemos sentir que alguien no nos da todo lo que queremos pese a que nos escriba un par de WhatsApp diarios y nos dé like cada vez que subimos una fotografía. Creo que eso deja menos espacio para la fe y más para la neurosis. Que alguien no nos conteste tampoco significa perder totalmente la conexión con él, como le sucede a Yna, sino que probablemente sabemos qué está haciendo últimamente. Supongo que necesitamos una nueva educación sentimental para afrontar qué significa hoy la espera, el desapego o la obsesión; pero creo que estamos avanzando poco a poco.
Luna Miguel: Precisamente por estos contrastes tecnológicos, Estaré sola y sin fiesta es una novela que nos lleva a dos tiempos muy concretos: la España de la década de los noventa y la actual. ¿A qué se debe tu interés por esas dos épocas?
Sara Barquinero: En un principio, solo a que el año 90 era la fecha de escritura del diario. Nací en el año 94, así que no viví los noventa como tal, y la nostalgia noventera se me queda algo ajena, no es algo que asocie con mi juventud. Después, no solo leyendo sino hablando con mi familia, me percaté de hasta qué punto la situación de la España actual se debía a los mitos y defectos del año 90. Me ayudó mucho para comprender los noventa el ensayo de Eduardo Maura y el libro de Beatriz Navas Valdés, además de hablar largo y tendido con mis padres y mi abuela.
«Ahora podemos sentir que alguien no nos da todo lo que queremos pese a que nos escriba un par de WhatsApp diarios y nos dé like cada vez que subimos una fotografía. Creo que eso deja menos espacio para la fe y más para la neurosis. Supongo también que necesitamos una nueva educación sentimental para afrontar qué significa hoy la espera, el desapego, o la obsesión; pero creo que estamos avanzando poco a poco».
Luna Miguel: Has dicho «nostalgia», ¡la palabra mágica últimamente en redes sociales! ¿Temes que se te tache de nostálgica, o de todo lo contrario?
Sara Barquinero: Por mi propia forma de ser, soy muy propensa a la nostalgia y a la melancolía, pero teóricamente tengo claro que en gran parte de las ocasiones se trata de un sentimiento problemático que puede llevar a posiciones políticas reaccionarias. Supongo que esa tensión aparece en el texto, que muchas veces se deja llevar por esa nostalgia, pero desde cierta sospecha. Romantizar una época (ya sea histórica o personal) responde a la actitud con la que nos aproximamos a ella desde el presente y con lo que queremos proyectar al futuro, no es un ejercicio de objetividad. Ese romanticismo nos es útil para pensar en nosotras mismas o para rescatar todo lo valioso que se ha perdido, pero no puede aceptarse de forma total: no puedes ser nostálgico de todos los noventa o de un momento concreto del pasado. Para empezar, porque no se puede volver, para seguir, porque no discriminas entre lo bueno y lo malo y, por último, porque eso te dejaría paralizada.
Luna Miguel: Y a nivel del proceso de escritura, ¿cuál fue el mayor reto de tu viaje temporal a 1990?
Sara Barquinero: Cuando me puse a escribir la novela leí todas las noticias de ese año, día a día, en El País y en El Heraldo de Aragón. Me costó mucho seleccionar qué detalles meter en la novela, porque tampoco quería que se tratase de un texto ensayístico. Las primeras páginas de la novela, en las que la protagonista va por el barrio en el que encontró el diario preguntando por la autora, así como muchas de las historias y detalles que le cuentan, son rigurosamente ciertas (aunque por desgracia a mí nadie me dio una pista para tirar del hilo). Me costó bastante trabajo hacerme un dibujo del año 90, pero no sufrí demasiado, fue una de las partes más divertidas del proceso de escritura.
Luna Miguel: Hay fragmentos del diario encontrado, escenas con mucha acción, y también diálogos extensos donde se vuelcan muchas ideas y opiniones potentes. ¿Qué hay de la Sara Barquinero filósofa en esta novela?
Sara Barquinero: Diría que muy poco. Si estoy investigando para mi tesis sigo un proceso muy diferente, analítico, mientras que al escribir literatura dejo que las ideas combinen por sí solas en mi cabeza (y solo al final descubro que mi inconsciente las había colocado en una estructura con sentido). Incluso leo de forma muy diferente, y no suelo dejar que las dos actividades se comuniquen. Creo que necesitaré más madurez tanto filosófica como literaria para hacer algo así como una «novela filosófica» o un ensayo evocador que mezcle teoría y literatura.

Sara Barquinero. Crédito: Ricardo Quesada.
Luna Miguel: Solo por curiosidad, ¿cuál es tu personaje preferido del libro?
Sara Barquinero: Koldo, el hombre que la protagonista conoce en Bilbao. Por dos razones: en su oralidad puse mucho de mi padre, así que me lo imaginaba como él, y porque fue la primera escena de la novela que escribí sin pensarlo demasiado (y a partir de ahí todo empezó a fluir mejor).
Luna Miguel: ¿Y cuál es el que más te costó escribir?
Sara Barquinero: El novio de la protagonista, Carlos. Sabía lo que representaba, pero no quién era, y hasta el último borrador no tuvo algo de carne que lo hiciese dejar de ser tan plano.
Luna Miguel: Además de Estaré sola y sin fiesta tienes acabada otra novela sobre el fin del mundo y estás trabajando en una novela extensa, compuesta a su vez por cinco novelas. ¿Nos puedes adelantar un poco sobre estos textos?
Sara Barquinero: La novela sobre el fin del mundo parte de una profecía ficticia, que dice que va a repetirse el terremoto de Lisboa de 1755, y que después comenzará el fin del mundo. A partir de ahí, desde personajes que se toman la profecía como un juego, hace un retrato del cinismo existente entre los jóvenes, en el mundo del arte y en las relaciones afectivas, pues un grupo de artistas decide hacer una «fiesta del fin del mundo». En algún sentido está bastante relacionada con Estaré sola y sin fiesta y los primeros borradores de ambas coinciden en el tiempo (y, por cierto, ambos beben de los textos que leí en esa asignatura sobre la historia y el problema del mal). El otro texto es muy diferente, y la idea para él es anterior (la tuve cuando casi era una adolescente), pero creo que es más maduro que los otros. Diría que el tema principal es la depresión o la angustia existencial, y cómo tratamos de huir de ella a través de las adicciones, el suicidio o la confianza en explicaciones totales sobre la realidad, rayando lo religioso o la conspiranoia. El libro se compone de cinco novelas en distintos escenarios (Madrid 2018, Kansas 1970, Madrid 2020, Italia 1921 y el entrelazamiento de esas historias en la última parte) y bebe de mitos de la cultura popular (como Polybius, I-Doser, ciertas drogas de diseño, la canción de Pueblo Lavanda u otros creepypastas) para generar una trama en torno a algo (según en qué parte un texto, una presencia, un sonido o una Gran Conspiración) con lo que, si te topas, dejas de sufrir, pero también pierdes los impulsos vitales y finalmente te dejas morir. Los personajes narran o bien su encuentro con eso o bien su búsqueda, hasta que los protagonistas de la primera y la tercera parte se encuentran para compartir sus experiencias. Los temas secundarios del texto son el amor vivido de forma cosificadora, las drogas, la soledad y el fascismo.
«Por mi propia forma de ser, soy muy propensa a la nostalgia y a la melancolía, pero teóricamente tengo claro que en gran parte de las ocasiones se trata de un sentimiento problemático que puede llevar a posiciones políticas reaccionarias».
Luna Miguel: Para ir terminando, ¿quiénes son tus referentes a la hora de escribir?
Sara Barquinero: Creo que casi todos mis escritores favoritos más o menos recientes son americanos: Vollmann, Foster Wallace, Ottessa Moshfegh, Palahniuk, Delillo, Alexandra Kleeman… También me gustan mucho Annie Ernaux, Marguerite Duras, Han Kang o Krasznahorkai. De todas formas, cuando afronto un texto nuevo intento leer cualquier cosa que tenga que ver con lo que estoy escribiendo, esté dentro de mis gustos o no.
Luna Miguel: ¿Y qué andas leyendo últimamente?
Sara Barquinero: Mis mejores lecturas del verano fueron M. El hijo del siglo, de Scuratti, los soliloquios de Yannis Ritsos y un clásico de Thomas Wolfe, El ángel que nos mira. Ahora acabo de terminar una novela que me ha encantado, Animal, de Lisa Taddeo, sobre la cultura de la violación.
Luna Miguel: Gracias, Sara.
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