Wendy Guerra: «Asociar moda con frivolidad es un cliché que esconde una gran ignorancia; vestirnos es un gesto estético, histórico y cultural»
Con el inicio del verano en Arcachón, una pintoresca ciudad de la costa francesa, Simone Leblanc se embarca en una aventura personal y profesional al reabrir el taller de costura heredado de su abuela. Junto a Teresa, su fiel ama de llaves, y animada por la fuerza de su propia creatividad, remodelan el espacio y, al comenzar la temporada, sus diseños ya adornan el escaparate, atrayendo a nuevos clientes. Sin embargo, Simone busca algo más: liberarse de las ataduras de la moda tradicional, simplificar sus patrones y experimentar con tejidos innovadores como el lino y el algodón, desafiando las convenciones de la época. Su audaz enfoque la lleva a un encuentro crucial con Gabrielle Chanel, una veraneante parisina que, reconociendo el talento de Simone, le propone una colaboración que cambiará para siempre el rumbo de la moda femenina. Así comienza una asociación que trascenderá el tiempo y los confines geográficos, desde la costa atlántica hasta París, Cuba y la Francia ocupada por los nazis, mientras una amistad compleja y cargada de riesgos se forja entre ellas. En la novela «La costurera de Chanel» (Lumen, febrero de 2025), la escritora cubana Wendy Guerra fusiona magistralmente la realidad y la ficción, tejiendo una narrativa que explora el coraje, la pasión y la búsqueda incansable de los sueños de dos mujeres dispuestas a desafiarlo todo por el arte de la moda. Su editora, María Fasce, habla con ella en exclusiva para LENGUA.
Por María Fasce

Wendy Guerra. Crédito: Lisbeth Salas.
«Una escritora fantástica que siempre sorprende»: con estas palabras definió Milena Busquets a Wendy Guerra, una autora ganadora de múltiples premios, como el Bruguera o el Carbet des Lycéens, cuya obra se ha traducido a más de veinte lenguas, se ha llevado al cine —su novela Todos se van fue adaptada por Sergio Cabrera— y ha sido alabada por Eduardo Mendoza o Alejandro González Iñárritu entre otros.
En su nueva novela, La costurera de Chanel (Lumen, 2025), Guerra combina su talento literario y su pasión por la moda para entretejer el destino de unas mujeres que no dudan en arriesgarlo todo por cumplir sus sueños. Aunque en ella aparecen algunos personajes reales que forman parte de la cultura occidental del siglo XX, la auténtica robaescenas es Simone, una criatura que sale de la imaginación de Wendy Guerra: una joven de Arcachón que, tras quedar huérfana, decide resucitar el taller de costura familiar. Ella es la metáfora de todas esas mujeres anónimas que fundan empresas, que, estando llenas de luz, trabajan a la sombra de otros nombres, de esas heroínas que, sin darse importancia, deciden luchar por lo que creen justo. Wendy Guerra no ha escrito un libro: lo ha cosido. Sus páginas tienen la modernidad del algodón y el ánimo protector y reconfortante del tweed. Con ocasión de la publicación de La costurera de Chanel, su editora María Fasce conversó con ella.
Ver mas
María Fasce: ¿Qué te atrajo de Gabrielle Chanel como personaje histórico inicialmente?
Wendy Guerra: Lo que me atrajo fue la posibilidad de crear un personaje misterioso, la mujer detrás del mito, que armó parte de la narrativa de lo que hoy conocemos como el fenómeno Chanel. Una modista talentosa, contemporánea, un nombre escondido detrás de esa historia mil veces contada, me impulsó a construir y crear a Simone Leblanc. Todas las señales me llevaban a un mismo punto: Arcachón, y no me detuve hasta encontrarla y darle el protagonismo merecido a través de la ficción.
María Fasce: ¿Cómo surgió la idea para esta novela?
Wendy Guerra: Me casé muy joven y enseguida me trasladé a un hogar franco-cubano donde se tomaba el té a las 5 p.m., se bebía pastis como aperitivo, y en las tardes, se horneaba quiche lorraine. Los domingos se reunían a interpretar y versionar valses de Chopin en un Steinway comprado en la isla cuando ya lo habían perdido casi todo, menos sus talentos. Cotidianamente escuchaban a Barbara, Jacques Brel y Brassens. Nunca supe cómo y por qué desapareció, de golpe, y durante la Segunda Guerra Mundial, toda la rama francesa y polaca de una familia fundacional. De su pasado supe muy poco, fueron muy cuidadosos y discretos a la hora de citar los acontecimientos que los llevaron a La Habana, en cambio, encontré el anillo del conde con su escudo heráldico, y unos trajes negros (muy Chanel) con identidad y estilo propio, creación de una modista parisina desconocida.
María Fasce: ¿Cómo ha sido la exploración de su vida desde la ficción?
Wendy Guerra: Investigando, buscando en la historia del éxodo del imperio austrohúngaro, la ocupación de París, los desplazamientos de la Primera y la Segunda Guerra Mundial, de la fundación de varias casas de moda francesas y finalmente, dejándome ir, sustituyendo los vacíos históricos por la ficción. Cuando terminé de escribir el libro sentí que no podía desprenderme de Simone Leblanc. Es un personaje sólido y memorable.

Wendy Guerra. Crédito: Lisbeth Salas.
María Fasce: Te has referido a La costurera de Chanel como «una verdadera trampa de seda, un jamo de atrapar mariposas». ¿Podrías explicar por qué?
Wendy Guerra: Como en aquella magnífica fábula, El traje nuevo del emperador, cada quien verá en esta historia lo que necesite y pueda percibir. Por ejemplo, yo creo que las telas, los encajes, los cortes y diferentes estilos, el modo en que llevan las mujeres del siglo pasado sus atuendos, incluso, el modo de liberarse de ellos, pueden y deben resultar muy atractivos para el lector. Eso es inevitable. Pero lo verdaderamente importante es la historia bajo el vestido, el dolor que no está en el maniquí sino en quien se pone la ropa y la asume como armadura para ir a una guerra visible o invisible, es un jamo de seda para atrapar mariposas; depende de cada lector atrapar o ser atrapado en los diferentes planos que me he propuesto proyectar. Puede ser una novela tan sencilla como un metro de lino crudo, tan compleja como un encaje hilado y urdido por una tejedora experta, una bordadora exquisita. Existe la tendencia a asociar la moda con la frivolidad, pero en ese cliché se esconde una gran ignorancia. No hay que cerrar los ojos ante la obra de miles de hombres y mujeres que hacen arte y lo colocan en nuestros cuerpos cada día. Vestirnos es un gesto estético, histórico, cultural, y es el modo en que llevamos esos diseños lo que nos hace frívolos o profundos. En nosotros y en nuestras historias personales habita la diferencia.
María Fasce: ¿Cómo es tu relación con estos personajes? ¿Cómo los diseñaste?
Wendy Guerra: Los personajes masculinos están en una especie de profundidad de campo, un segundo plano, arrojando enormes conflictos, algunos sin solución, otros, verdaderas batallas para las mujeres de esta novela. El personaje de Chanel y el personaje de Simone pueden muy bien ser reconocidos por los lectores, es la extraña manera de intentar sobrevivir lo que las hace sorprendentes y eternas.
María Fasce: ¿Cómo se relaciona esta novela con tu obra anterior?
Wendy Guerra: Es un rompimiento evidente, pero sus personajes tienen una raíz humana y descarnada que me delata como autora.
María Fasce: ¿Y en cuanto a la relación con La Habana?
Wendy Guerra: La Habana tiene breves apariciones en la novela. Como llevar una obra figurativa a la absoluta abstracción, así fue dibujada. Me llamó mucho la atención el Desfile Chanel Crucero 2017 que se realizó en Cuba, especialmente en la Habana Vieja, entre las ruinas y la profunda escasez de sus habitantes. Una amiga modelo, mientras desfilaba en la improvisada pasarela de Prado y Neptuno, se preguntaba por qué la casa Chanel decidió hacer tal despliegue en un lugar donde sus vecinos apenas tienen medios para sobrevivir. Fue entonces cuando pensé que, tal vez, aquello podía convertirse en un tributo post mortem de Gabrielle Chanel a nuestra protagonista: Simone Leblanc.