Emily Dickinson en cinco poemas
Emily Dickinson es una de las poetas más grandes de todos los tiempos, comparable a Dante y a Shakespeare. De los 1.789 poemas conocidos hasta la fecha, solo diez fueron publicados en vida, todos de forma anónima y la mayoría sin el consentimiento de la poeta. La mitad se encontraron tras su muerte en un cofre que contenía cuarenta cuadernillos cosidos a mano. El resto ha ido saliendo a la luz procedente de las 1.304 cartas existentes a día de hoy. Nicole d'Amonville Alegría, también poeta, publicó una personal y muy cuidada antología bilingüe en 2003 a partir de la última edición crítica de R. W. Franklin. La reciente revisión de «71 poemas» (Lumen), un volumen editado, seleccionado y traducido por la propia Nicole, no solo constituye una excelente muestra de la profundidad, la concisión, la música y la ineludible modernidad de la poeta de Amherst, sino que sin duda se cuenta entre los imprescindibles de esta autora inmortal que continúa ganando lectores en todo el mundo. Así, al hilo de esta reedición, en LENGUA publicamos cinco de los poemas que lo conforman, apenas una muestra del inmenso talento de una de las escritoras más extraordinarias y enigmáticas de la historia.
Por Emily Dickinson
Daguerrotipo de Emily Dickinson a los 16 años. Crédito: Getty Images.
320
Tiene la luz un Sesgo,
Las Tardes invernales –
Que oprime, como el Peso
Del Canto en Catedrales –
Celestial Herida, nos deja –
No hallamos Cicatriz,
Sino una interna diferencia –
Significados - sí –
Nadie lo enseña - Nada –
Desespero es el Sello –
Una imperial congoja
Que del Aire nos llega –
Cuando viene, el Paisaje escucha –
Las Sombras - no respiran –
Cuando se va, es tal la Distancia
Con que la Muerte mira –
(1862)
340
Sentí un Funeral, en el Seso,
Y Deudos de acá para allá
Pisaban - y pisaban - hasta parecer
Que el Sentido calaba –
Y cuando todos se sentaron,
Un Oficio, un Tambor -
Batía - y batía - hasta notarme
En la mente un torpor –
Y luego izaban un Cajón
Y crujían por mi Alma
Con esas Botas de Plomo, otra vez,
Luego Espacio - doblaba,
Tal Campana fueran los Cielos,
Y el Ser, un mero Oído,
Y yo, y Silencio, extraña Raza
Aquí, a solas, hundidos –
Y luego una Tabla en la Razón, cedió,
Y yo caí, y caí -
Y alcancé un Mundo, en cada zambullida,
Y al Fin no supe - ahí -
(1862)
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448
Morí por la Belleza - pero apenas
Ajustada en la Fosa
A Quien murió por la Verdad, tumbaban
En la adyacente Alcoba –
Preguntó Él suave: «¿Por qué he fallecido?»
«Por la Belleza», dije –
«Yo - por la Verdad - Ellas mismas Una –
Somos Hermanos», dijo –
Y así, como Parientes, una Noche –
Hablamos entre Alcobas –
Hasta que el Musgo nos llegó a los labios –
Y Nos cubrió - los nombres –
(1862)
591
Zumbó a una Mosca - al morir yo -
La Quietud en la Sala
Era cual la Quietud del Aire -
De Tormenta entre Ráfagas –
Los ojos en torno - estrujados -
Y aunados los Alientos
Para ese último Acto - en que el Rey
Fuera visto - en la Sala –
Legué mis Recuerdos - Signé
Cuál porción de mí fuera
Asignable - y en ese instante
Se interpuso una Mosca –
De Azul - incierto - impar Zumbido
Entre la luz - y yo -
Luego no hubo Ventana - y luego
Mi ver y ver cesó -
(1863)
788
Publicación - es la Subasta
De la Mente del Hombre -
La Pobreza - el justificante
De una cosa tan ruin
Quizá - pero a Nos - más salir
De Nuestro Desván mueve
Blancas - al Blanco Creador -
Que invertir - Nuestra Nieve –
El Pensamiento a Quien lo dio -
Luego - a Aquel Quien cargare
Su ilustración Corpórea - venda
Real el Aire –
En el Lote - Sea el Mercante
De la Divina Gracia -
Mas no reduzca a Humano Espíritu
A la Desgracia del Precio -
(1863)