«El cielo visible», de Diego Recoba: ignorar límites
Todo mapa es una representación del mundo que refleja la visión de quien lo dibuja, y el Mapa de las Lenguas no tiene fronteras ni capitales: trece libros, un año y un territorio común para la literatura de veintiún países que comparten un idioma con tantas voces y lenguas como hablantes. Invitados por LENGUA, los autores de la edición de 2024 exponen su geografía literaria y explican cómo ésta encaja en esta colección panhispánica global que presenta la mejor literatura en español. Aquí, Diego Recoba escribe sobre «El cielo visible».
Por Diego Recoba
Diego Recoba. Crédito: Max Argibay.
A los catorce años me tatué el nombre de mi barrio en el brazo: Nuevo París. Nuevo París está dentro de Montevideo. En una parte de la ruta 5 que está en Nuevo París, hay un cartel indicador, puesto por el estado uruguayo, que dice MONTEVIDEO 10. Nuevo París está dentro y fuera de Montevideo, a 10 km de sí misma. Hilos, tensiones, discursos, vínculos. Los territorios no son lugares físicos por eso no hay manera de cartografiarlos.
La tierra se mueve, la gente fluye, las casas se derrumban. Los ríos se secan. Si los ríos se secan, ¿siguen apareciendo en los mapas? De qué forma dar cuenta si están contaminados, si su fauna se extinguió, si un día se desbordan y acaban con todo a su paso.
Los alrededores de la estación de trenes de Montevideo, la capital del país donde ya no existen los trenes, o solo pueden usar las plantas de celulosa, siempre que llueve, se inundan y queda aislada. Por debajo de esas calles pasa uno de los tantos arroyos subterráneos de Montevideo. No figura en los mapas de la ciudad, pero cada vez que llueve aparece, nunca dejó de ser un arroyo. Lo subterráneo tiende a desbordarse cuando se lo esconde.
Los barrios que conocí ya no existen. No hay forma de cartografiar un lugar que desapareció si no es inventando lo que fue y lo que pudo haber sido. Todo mapa es sobre lugares inexistentes. Hay muertos que algunos días están y otros no. La memoria guarda recuerdos hasta que los pierde. Hay historias que son mentira y transformamos en verdades. Escribir es un acto de magia pero también es la insistencia de hacer chocar dos planetas para crear una galaxia.
En un lugar cercado no hay intercambio, no hay movimiento. Si la frontera deja de ser un límite para ser una zona de intercambio, cambia incluso aquello que está dividiendo. Lo compartimentado y cercado genera acumulación. La forma de trabajar con esa acumulación es desplegándola, ampliando el territorio, evitando que asfixie lo que queda tapado en sus sucesivas capas.
En muchas ciudades siguen juntando las hojas, los yuyos, la maleza, los arbustos, como si fueran basura, incluso si caen sobre la tierra. El despliegue de la naturaleza no es suciedad, implica una serie de intercambios que favorecen a las diferentes formas de vida, alimento, sombra, conservación de la humedad y la temperatura, refugio, lugar de reproducción. Diferentes formas de vida, si. Lo opuesto al monocultivo, el ordenamiento, y el control rentable y eficiente de los ecosistemas. La compartimentación no es limpieza, es control. El control no es vida ni belleza. El supuesto triunfo del hombre sobre su entorno y sus creaciones. Pero ese control nunca es nuestro, y nada de lo que creamos nos pertenece. Lo limpio, lo perfecto, lo efectivo, son fijados socialmente por un poder ajeno. ¿Por qué los aplicaríamos a nuestras creaciones, a nuestros entornos, nuestras vidas, nuestro pensamiento?
En los límites está el intercambio con el afuera. Como la piel, que es mucho más que el límite del cuerpo. A un territorio lo define mucho más lo que está fuera de él y lo permea. Al arte también.
Mapa de las Lenguas es una colección panhispánica global que presenta la mejor literatura de veintiún países que comparten el idioma. Pero es, sobre todo, un itinerario de viaje por trece de los libros que el año pasado tuvieron mayor trascendencia en su país de origen y que, a lo largo de 2024, recorrerán el resto del ámbito del español.
Adentrarse en la obra de estas trece voces es transitar un territorio físico, tangible, pero también un espacio moral, intelectual, anímico, político y sociocultural. La lectura de un autor contemporáneo de cualquier país de habla hispana es una ventana a una forma de expresarse y escribir en español, pero también un modo de tomarle la temperatura a las preocupaciones y los anhelos de cada uno de esos lugares.