«La Soledad en tres actos», de Gisela Leal: el poder del Poder
Todo mapa es una representación del mundo que refleja la visión de quien lo dibuja, y el Mapa de las Lenguas no tiene fronteras ni capitales: trece libros, un año y un territorio común para la literatura de veintiún países que comparten un idioma con tantas voces y lenguas como hablantes. Invitados por LENGUA, los autores de la edición de 2024 exponen su geografía literaria y explican cómo ésta encaja en esta colección panhispánica global que presenta la mejor literatura en español. Aquí, Gisela Leal escribe sobre «La Soledad en tres actos».
Por Gisela Leal

Gisela Leal. Crédito: Rodrigo Chapa.
Resulta fascinante, casi místico, pensar en cómo la lengua traza quiénes somos, como individuos, como sociedades, como países, como regiones. ¿Qué significa ser hispanohablante? Pertenecer a toda la historia que conforma el castellano, expresar nuestras ideas y emociones a través de este idioma y no otro, llevar en nuestra memoria colectiva todo el bagaje que cargan estas palabras. ¿Qué significa ser hijos de Cervantes y no de Shakespeare?
Significa mucho. Significa todo.
Por ejemplo, significa que hoy, después de medio milenio, en América Latina todavía podemos ver claros rastros de la conquista reflejada en nuestra relación con el poder. Siglos después de las independencias, ¿nos hemos emancipado realmente del sentimiento de opresión? ¿O poseemos todavía en nuestros genes un estrés postraumático que nos hace tener esta correspondencia, muchas veces infantil, hacia la figura del Padre que domina y controla? Uno que ya no tiene que venir de un lugar lejano ni ser de otra piel para someternos. Uno que ni siquiera lo hace a la fuerza, sino porque nosotros se lo pedimos. Un paternalismo tóxico al que volvemos una y otra vez, como si nuestro inconsciente colectivo funcionara como el de un adulto que no hace más que repetir las heridas de infancia. ¿Es una cuestión de la condición humana? ¿O es, más bien, algo característico de nuestra región? No es de sorprenderse que el subgénero de novela de dictador sea uno particular de la literatura latinoamericana, y es que sólo aquí el surrealismo del poder es tal que nos provee de un material exquisito para contar grandes historias, y que nos llevan a cuestionar una y otra vez cómo es que países enteros claudican ante el mando de un solo individuo que, muchas veces (sino es que todas), resulta absurdo y risible. Un bufón.
Al observar la situación política de nuestra región, con dictaduras como las de Venezuela, Cuba y Nicaragua, o la neodictadura de Nayib Bukele, o el curso que han tomado otros países hacia un populismo de derecha, como ahora con Milei o en su momento con Bolsonaro, resulta inevitable no preguntarse: ¿qué pasa aquí? ¿Por qué este comportamiento -el de entregarnos a un hombre, a un Padre- es tan identitario de nuestros países? Porque toda relación implica dos partes y, para que estos gobiernos sucedan, para que el Todopoderoso cobre vida, siempre debe de haber alguien que se la dé.
Cuando pensaba en cuáles serían los cimientos de esta historia, uno de ellos era, precisamente, el que pudiera identificarse con cualquier país latinoamericano, que la hacienda de La Soledad igual viviera en el norte de México, como en el sur de Colombia, en las pampas argentinas, o en las costas venezolanas. Y es que nuestra relación con el poder -tanto en lo individual como en lo social- es tan similar, que es posible.
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Las páginas de La Soledad en tres actos abren así:
Treinta años después, cuando el que duraría seis llevaba ya treinta sentado en esa silla que le daba todo el poder, contrario a lo que todos pensamos, que este no completaría ni su primer mandato, y es que ya tenía sus buenos setenta cuando por fin llegó a ocuparla, a ella, la silla, aunque en su caso más bien sería a Ella, La Silla, porque para este hombre, como para muchos otros, este objeto tan preciado no se podía identificar como un pronombre cualquiera, sino como un sujeto concreto, único, irrepetible…
Esta historia está lejos de ser una novela de dictador. De hecho, esta figura aparece sólo como un elemento que pinta el trasfondo; algo que está lejos de ser protagónica, pero que sin embargo está presente en todo momento. La mano invisible. El leitmotiv de esta historia es el tema del poder y cómo este se articula, sea ya en lo macro como en lo micro: en la relación entre gobernante y gobernados, entre padres e hijos, entre jefes y empleados, entre mujeres y hombres, entre el que ama y el que es amado, entre cualquier dinámica que implique a más de uno. Y es que el poder se expresa en todos nuestros contactos e intercambios, ya sea de maneras sutiles, casi imperceptibles, o en sus formatos más evidentes y violentos; en los juegos de niños en el cole, donde uno dice quién juega y quién no, quién entra al clan y a quién le hacen bullying; en el ligue, donde uno espera la respuesta a su wasap en función de los tiempos que el otro estableció; en el jefe tirano y los empleados que normalizan su tiranía; el joven que golpea a su novia; el capitalismo que nos explota. ¿En dónde no está?
Esta novela no es política. O tal vez sí. Porque todo lo político es personal, y lo personal, político.
Nos guste o no, el poder define nuestro lugar en el mundo. Por eso, contemplarlo y comprenderlo, hacernos conscientes de dónde estamos ubicados, es el primer paso para conquistar nuestro territorio y, con suerte, nuestra libertad.
Mapa de las Lenguas es una colección panhispánica global que presenta la mejor literatura de veintiún países que comparten el idioma. Pero es, sobre todo, un itinerario de viaje por trece de los libros que el año pasado tuvieron mayor trascendencia en su país de origen y que, a lo largo de 2024, recorrerán el resto del ámbito del español.
Adentrarse en la obra de estas trece voces es transitar un territorio físico, tangible, pero también un espacio moral, intelectual, anímico, político y sociocultural. La lectura de un autor contemporáneo de cualquier país de habla hispana es una ventana a una forma de expresarse y escribir en español, pero también un modo de tomarle la temperatura a las preocupaciones y los anhelos de cada uno de esos lugares.