«No juzgarás», de Rodrigo Murillo: el territorio en mi literatura
Todo mapa es una representación del mundo que refleja la visión de quien lo dibuja, y el Mapa de las Lenguas no tiene fronteras ni capitales: trece libros, un año y un territorio común para la literatura de veintiún países que comparten un idioma con tantas voces y lenguas como hablantes. Invitados por LENGUA, los autores de la edición de 2024 exponen su geografía literaria y explican cómo ésta encaja en esta colección panhispánica global que presenta la mejor literatura en español. Aquí, Rodrigo Murillo escribe sobre «No juzgarás».
Por Rodrigo Murillo
Retrato de Rodrigo Murillo. Crédito: Olivia Remus.
¿Qué rol juega el territorio en la elaboración de una novela? Como elemento de fondo, el territorio tiene el potencial de convertirse en un argumento en sí mismo. No podrían explicarse sino esas novelas ambientadas a lo largo y ancho de América Latina, donde guerrillas y grupos de bandoleros parecieran aguardar en estado de permanente alerta, como suspendidos bajo montañas o entre abismos muy altos, dispuestos a emboscar y a matar o, acaso dicho más generalmente, a representar el peligro, la tensión inminente, la acción que a todo escritor le sirve como elemento de thriller y continuidad. En el caso del Perú, país en el que están ambientadas mis dos novelas, la mezcla puede ser variada: recurrí a los paisajes de vientos fríos en Los Héroes Sentimentales, porque Sendero Luminoso acechaba con mayor peligro en el frío de las crestas andinas, y al trópico tibio y luminoso del Amazonas en una parte del argumento de No juzgarás, porque en muchos aspectos, siendo el principal de ellos el de su riqueza desorbitada, creo que el futuro de América Latina, y quien sabe si más generalmente el de la biodiversidad del planeta, está vinculado a la preservación de la selva amazónica.
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Es cierto también que el territorio puede ser un recurso a explotar para dotar a un relato de frescura y vitalidad. No juzgarás discurre en la ciudad de Lima, pero también en la selva amazónica, y también en los Andes con sus patrullas de soldados peligrosos, y también en la ciudad de Madrid con su mezcla de gentes y de acentos. Diera la impresión que, conforme el mundo pareciera hacerse más pequeño, de igual manera los relatos en la literatura parecieran ser más proclives a mezclar las experiencias de varios continentes. Y esta suerte de disciplina, que creo impacta de manera distinta a las gentes más jóvenes, acostumbradas desde ya a planear su futuro sin pensar necesariamente en pasaportes, puede ser utilizada si nos ponemos a pensarlo en más de un género literario. Personalmente, disfruto mucho de las novelas que tienen por efecto el llevarme, en un mismo relato, a varios lugares. Me gusta como lector ser premiado con desiertos y dunas soleadas, en complemento a las nieves de las montañas en la cordillera, a las colinas de bosques verdes, a las grandes playas abiertas. Los héroes sentimentales y No juzgarás, en consecuencia, adoptan esa forma, la del territorio como argumento y como recurso, una variable que puede al mismo tiempo defender el argumento de la novela, y con él los anhelos y esperanzas de sus personajes; y, también, un recurso que ofrece al lector un salto entre capítulos, un viaje al interior del mismo viaje que representa el libro, elevando su vista o, más precisamente, refrescándola con espacios nuevos, muchas veces amplios.
Mapa de las Lenguas es una colección panhispánica global que presenta la mejor literatura de veintiún países que comparten el idioma. Pero es, sobre todo, un itinerario de viaje por trece de los libros que el año pasado tuvieron mayor trascendencia en su país de origen y que, a lo largo de 2024, recorrerán el resto del ámbito del español.
Adentrarse en la obra de estas trece voces es transitar un territorio físico, tangible, pero también un espacio moral, intelectual, anímico, político y sociocultural. La lectura de un autor contemporáneo de cualquier país de habla hispana es una ventana a una forma de expresarse y escribir en español, pero también un modo de tomarle la temperatura a las preocupaciones y los anhelos de cada uno de esos lugares.