«Todo pueblo es cicatriz», de Hiram Ruvalcaba: el llano siempre en llamas
Todo mapa es una representación del mundo que refleja la visión de quien lo dibuja, y el Mapa de las Lenguas no tiene fronteras ni capitales: trece libros, un año y un territorio común para la literatura de veintiún países que comparten un idioma con tantas voces y lenguas como hablantes. Invitados por LENGUA, los autores de la edición de 2024 exponen su geografía literaria y explican cómo ésta encaja en esta colección panhispánica global que presenta la mejor literatura en español. Aquí, Hiram Ruvalcaba escribe sobre «Todo pueblo es cicatriz».
Por Hiram Ruvalcaba
Hiram Ruvalcaba. Crédito: Masao Yamone.
El Sur de Jalisco, de donde soy nativo, es uno de los territorios literarios de México por antonomasia. Rodeadas por los brazos de la Sierra del Tigre, estas tierras vieron nacer a artistas como Juan Rulfo, Juan José Arreola, Consuelo Velázquez y José Clemente Orozco. Nombres que hacen eco en la historia cultural de mi país, y que han nutrido la producción artística de toda Hispanoamérica.
Vivir a la vera del llano en llamas ha sido un catalizador para la imaginación. Recuerdo que, cuando era niño, mi padre me señalaba con la mano el horizonte, hacia un cuenco pronunciado entre los cerros: «Esa es la Media Luna: ahí vive Pedro Páramo». Yo, propenso a creer el pacto de la fantasía, me inventaba historias en donde yo también formaba parte de aquella tierra de fantasmas, una Comala que en muchos aspectos es el pueblo de Tlayolan, en donde he ubicado toda mi obra.
En un mundo globalizado, escribir sobre las comunidades semiurbanas —léase «los ranchos»—, podría ser considerado un anacronismo, apenas un esfuerzo ingenuo para rescatar la vida campestre. Sin embargo, justifico mi decisión de enclavar mi obra en este territorio por dos razones. Primero, para atender a la tradición del ya citado Rulfo, que es también la tradición de Gabriel García Márquez, de Juan Carlos Onetti, de William Faulkner, de Ōe Kenzaburō. Mi intención es fortalecer el carácter simbólico de mi tierra, reinventar este llano herido por la violencia del crimen organizado, por la tragedia de la agroindustria y, en general, por las historias que nutren la literatura.
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En segundo lugar, confieso que siempre he tenido la convicción de que los pueblos son un pequeño crisol para las pasiones humanas: el amor, la envidia, el rencor, el perdón, la redención, son emociones que hierven a fuego lento en las personas que, viviendo en una comunidad pequeña, tienen encuentros frecuentes en lugares cotidianos. Tal ha sido mi experiencia, y tal ha sido el espíritu que he querido reflejar en mi novela, Todo pueblo es cicatriz.
La Historia de la violencia se vuelve, con el tiempo, la Historia de la humanidad. En esto creo. Esta es una de las principales razones por las que escribí esta novela: los personajes, aunque filtrados por la ficción, parten de la memoria colectiva de mi comunidad, que no está alejada de la memoria de muchos pueblos del mundo. Cada uno de los crímenes narrados, cada víctima de feminicidio, alude no sólo a un caso real, a personas de carne y hueso, sino que encuentra eco en las historias que día con día se reproducen en los noticieros, en los periódicos, y también en las tiendas de la esquina, en la fila del pan y las tortillas, o en las tertulias de los vecinos de Tlayolan: cada lector puede reconocerse en las cicatrices de los demás.
Confío en que esta novela sea también una denuncia, una posibilidad de hablar de otros mundos y otras realidades y otras formas de confrontar el horror que sean, a largo plazo, más empáticas y humanas.
Mapa de las Lenguas es una colección panhispánica global que presenta la mejor literatura de veintiún países que comparten el idioma. Pero es, sobre todo, un itinerario de viaje por trece de los libros que el año pasado tuvieron mayor trascendencia en su país de origen y que, a lo largo de 2024, recorrerán el resto del ámbito del español.
Adentrarse en la obra de estas trece voces es transitar un territorio físico, tangible, pero también un espacio moral, intelectual, anímico, político y sociocultural. La lectura de un autor contemporáneo de cualquier país de habla hispana es una ventana a una forma de expresarse y escribir en español, pero también un modo de tomarle la temperatura a las preocupaciones y los anhelos de cada uno de esos lugares.