Alemania, 1990: un viaje por la memoria de Günter Grass
A finales de la década de los 80, el editor de Günter Grass le facilitó unas libretas para que éste las llenara con los primeros borradores de sus textos. Grass, quien años después -en 1999- ganaría el premio Nobel de Literatura y el premio Príncipe de Asturias de las Letras, utilizó estos cuadernos como una suerte de diarios. Tras la caída del muro, en una Alemania en ebullición, Grass quiso implicarse de forma directa en el debate político de un país en proceso de cambio: viajó entonces por la que todavía era la RDA para presenciar las discusiones sobre la reunificación. De este viaje dan cuenta las páginas de «De Alemania a Alemania. Diario, 1990» (Alfaguara), un informe narrativo de una época en la que la historia se transformaba de un modo vertiginoso. Bajo estas líneas recuperamos varias entradas de estos cuadernos de bitácora a modo de retrato de un pasado todavía presente; reflexiones que sirven para darle contexto a un país -y a un autor- que se estaba despojando de sus propios fantasmas para subirse al tren que le acabaría llevando al futuro.
Por Günter Grass

Günter Grass, en Bruselas, Bélgica, en noviembre de 1996. Crédito: Getty Images.
Vale das Eiras, 3 de enero de 1990
El primer pescado del nuevo año, con guarnición de verduras —tomate, calabacín, pimiento, cebolla y batatas—, está en el horno. Comprado en Lagos. No hay ningún periódico alemán a mano, salvo el Bild Zeitung. Éste lleva como titular de Año Nuevo: «¡Locura!», una palabra que sobreabunda desde que se abrió la frontera interalemana; ¿o anuncia, como un conjuro, una nueva y auténtica locura?... Malos presagios.
El trabajo en el discurso de Frankfurt me fuerza a volver la vista hacia mí mismo en las Juventudes Hitlerianas. Desde luego no era un fanático riguroso, pero tampoco me asediaban las dudas. ¿Una persona intercambiable con otras, desde entonces? Sin duda, en lo que concierne a la formación ideológico-política del pensamiento y la acción; pero la obstinación juvenil en grandes proyectos, casi épicos, como la elaboración de tablas históricas e histórico-culturales (presagio del «itinerario cultural» de Stein), me resulta familiar. Este ego temprano ha experimentado en todo caso correcciones, pulimentos y plasmaciones profesionales, sin cambiar en lo fundamental.
Ayer, conversación con Ute [la esposa de Günter Grass] hasta mucho después de medianoche sobre mis propósitos de Año Nuevo para este año: desde finales de febrero hasta septiembre, quiero visitar la RDA, desde Rügen hasta Vogtland, todos los meses, a intervalos más o menos largos, para ver con mis propios ojos los cambios que siguen al gran cambio político y revolucionario. El plan prevé también una estancia en la cuenca carbonífera, en los alrededores de Spremberg. Allí fui herido en el 45 (el 20 de abril). Allí quiero dibujar el paisaje explotado. Ute sólo estará de vez en cuando. Así que compraré un saco de dormir sólo para mí.
Quizá es demasiado pronto para hacerme una idea del profesor Alexander Reschke. Sea como fuere, enseña en la Universidad de Essen algo que aún no tiene nombre. Probablemente Historia. Un antiguo intelectual de izquierdas, al que los cambios en Alemania ponen de un humor nacional-sentimental, aunque con un quiebro irónico. Ella, la viuda Halina Piątkowska, es pediatra. Entre finales de noviembre del 89 y mayo del 90 hay un activo intercambio epistolar entre viudo y viuda, que da cada vez más cuenta de su proyecto común, de cómo poco a poco va cobrando forma hasta la primera compra de terrenos: tres hectáreas y media de territorio al sur de Brentau, que abarca un trozo de bosque, es montañoso y puede ser ampliado posteriormente en dirección a Ramkau. También hay una suma en dólares en una cuenta de ahorro, que podría bastar para comprar una finca del mismo tamaño a las afueras de Vilna (Vilnius). Ninguno de los dos, viuda y viudo, se habría creído capaz de tanto sentido práctico.
He empezado un dibujo para Madera muerta. Y, para aumentar lo positivo hasta la locura, hoy un tercer árbol ha sido plantado en su agujero en la ladera sur: un nespereira, es decir, un níspero, que promete frutos jugosos y ácidos. Ojalá que el suelo no esté demasiado húmedo, con estas lluvias persistentes.
Retrato de un país
Cottbus, 20/4/90
Hoy hace cuarenta y cinco años que estuve en este lugar, con diecisiete. Volví a ver, si no el lugar exacto, sí la mina de carbón surgida entretanto cerca de Senftenberg junto a la que fui herido el día del último cumpleaños de Hitler. El pueblo en el que estuve bajo arresto con un cabo mayor en un sótano por «alejarme de la tropa» (orden Schörner), y que yo recordaba como «Peterlein», se llama Petershain y está entre Cottbus y Senftenberg. El azar de mi supervivencia quedó probado aquí en pocos días en distintos lugares. Hoy vuelvo a Berlín en un ferrocarril que aún ostenta el nombre de Reichsbahn.
Así acabó la cosa: los alemanes, que jugaron mejor, son campeones del mundo. Luego, hubo celebración a la manera alemana: en toda la república, más ruidosa, más feliz que cuando la caída del Muro. Entretanto, el marco alemán ha cumplido una semana en la RDA, y ya ha perdido una parte de su brillo.
De Behlendorf a Berlín, 9/7/90
Así acabó la cosa: los alemanes, que jugaron mejor, son campeones del mundo. Luego, hubo celebración a la manera alemana: en toda la república, más ruidosa, más feliz que cuando la caída del Muro. Entretanto, el marco alemán ha cumplido una semana en la RDA, y ya ha perdido una parte de su brillo; más aún, ha demostrado ser una divisa dura en un doble sentido. Los tres dibujos de gran formato, surgidos en ocho días, me han agotado. ¿Debería narrar en presente Malos presagios? En estas semanas tengo que aprobar la donación en vida para el archivo de la Academia y financiar y poner en marcha la nueva fundación Premio Chodowiecki. Todo eso, ante la incómoda expectativa de que Berlín se convierta en capital: ¿de qué? ¿Gran República Federal? ¿Confederación Germánica? ¿O, como a mí me gustaría, Federación de Estados Alemanes?

Roma, Italia. 8 de julio de 1990. El capitán de Alemania Occidental, Lothar Matthaus (derecha), levanta la copa tras imponerse a Argentina en la final del Mundial de Fútbol. Crédito: Getty Images.
Durante el viaje en coche Berlín-Leipzig, 13/9/90
He superado tres días de estrés en Berlín que no me dejaron tiempo alguno, aunque todas las noches, después de medianoche, como estaba insomne, se me ocurría algo para Malos presagios. Por ejemplo, la postura crítica del narrador respecto al viudo, y su estilo, ocasionalmente lírico. O inscripciones en lápidas de este tipo: «Sólo en la muerte la patria le ha recuperado». «El último descanso en tierra alemana.» Inscripciones, pues, que topan enseguida con el rechazo polaco. La narración aporta los datos políticos aludidos por el viudo en relación con acontecimientos de la sociedad germano-polaca de enterramientos. ¿Debería quizá contarlo en retrospectiva desde el año 2000?
Las montañas de correo, liquidadas. La primera versión del texto Una ganga llamada RDA va a quedar lista mañana. He preparado con Maria la exposición de Reinickendorf: noventa y tres dibujos y dieciocho litografías.
Ayer se firmó en Moscú, en el encuentro Dos más Cuatro, un tratado que, el 3 de octubre, devolverá la soberanía a Alemania con diez condiciones.
Ayer, desde las ocho de la tarde, Jurek Becker y Peter Schneider estuvieron conmigo tomando vino tinto, queso y jamón con pan de comino. Hablamos de las elecciones del 2 de diciembre y nos pusimos de acuerdo en escribir juntos algunas «Tesis para la elección de los alemanes» y publicarlas en el Spiegel. Peter Schneider, que viaja a América, va a enviar sus propuestas desde allí. Jurek y yo nos encontraremos en Behlendorf. Por cansado que estuviera, fue una alegre velada.
Quizá el viudo y la viuda no deberían tener la misma edad, sino él sesenta y dos y ella cincuenta y cuatro. La vieja autopista de los tiempos de Hitler dificulta la escritura.
Leo que el Ejército se anuncia con el Guernica de Picasso y el texto «Las imágenes del enemigo engendran las guerras». No es posible abusar del Arte, ni falsear la Historia, con más cinismo. He recogido cinco cestas de manzanas: cada manzana, un milagro de distinta maduración.
Behlendorf, 5/10/90
Extraña mezcla de agotamiento y satisfacción, porque todo está dicho y escrito sobre el tema Alemania. Ayer regresé tarde de Frankfurt: lo único bueno y concentrado fue la conversación con el escritor japonés Kenzaburō Ōe, al que conocí en Tokio hace doce años.
Y hoy Ute ha cambiado nuestra cosecha de fruta por ochenta y cuatro botellas de zumo de manzana. También esto es cosecha, y ayuda a pasar este otoño alemán. El discurso de la «ganga» está bien colocado (como se decía en la RDA) en Die Zeit. Vuelvo a pensar en la conversación con Kenzaburō Ōe: durante dos horas escasas, hablamos ante el público (con interpretación simultánea) y, a pesar de las dificultades lingüísticas y de la distancia entre las culturas, estuvimos más próximos de lo que lo hubiera estado en conversación directa con cualquier profesional de la cultura de Europa. Las experiencias parecidas, la similar forma de entender la profesión, los discursos políticos igualmente inútiles, todo eso nos hizo hablar con confianza, Hero y Leandro marcados por la guerra. ¿Se daría cuenta el público?
Conversación telefónica con Peter Rühmkorf, que está profundísimamente deprimido. Traté de relativizar sus penas comentándole las de Höllerer. También a él (como a mí) puede ayudarle trabajar en su manuscrito.
Ute despeja con sus hermanas y sus familias la casa de Mausi. Quemó delante del trastero cajas de cartón que se habían acumulado durante años, desde la mudanza desde Hamburgo, para hacer sitio a los muebles de Mausi.
Me alegro de que la perra vuelva a estar aquí.
He leído las galeradas de Una ganga...
Sigo cansado, y fumo demasiado.
¿Me ha cambiado este año? Más de lo que debiera. Aun así me mantuve en Madera muerta. Sólo el surgimiento, el resurgimiento de una nación lleva este concepto al absurdo. Prefiero ser gitano que alemán. O, dicho de otra manera: puesto ante la disyuntiva de querer ser alemán o polaco, mi tercera vía sería ser gitano, apátrida, europeo.
Behlendorf, 4 de noviembre del 90
Un año después. Cómo se convierte un comienzo en su contrario. La habitual historia revolucionaria a cámara rápida. No sólo la RDA adopta esa velocidad en el acelerado entierro de las esperanzas. A finales de este mes, hay elecciones presidenciales en Polonia: si gana Wałęsa, Polonia podría volver a retroceder mucho.
Leo que el Ejército se anuncia con el Guernica de Picasso y el texto «Las imágenes del enemigo engendran las guerras». No es posible abusar del Arte, ni falsear la Historia, con más cinismo. He recogido cinco cestas de manzanas: cada manzana, un milagro de distinta maduración. Hace un año, en Polonia, Gdańsk. Delante del mercado, junto a los puestos de flores, campesinas cachubas vendían boletus, así de cálido era el otoño. Cuando regresaba, cayó el Muro. (En Gdańsk se exponían, en el Ayuntamiento, mis dibujos de Calcuta, el bloc de Bremen. Vano intento de despertar, junto con el profesor Lipski, interés por la socialdemocracia en los estudiantes polacos.) Helene estaba allí.
¿Me ha cambiado este año? Más de lo que debiera. Aun así me mantuve en Madera muerta. Sólo el surgimiento, el resurgimiento de una nación lleva este concepto al absurdo. Prefiero ser gitano que alemán. O, dicho de otra manera: puesto ante la disyuntiva de querer ser alemán o polaco, mi tercera vía sería ser gitano, apátrida, europeo. Pienso en mi viejo y ridiculizado maestro Otto Pankok; sólo que Ute sería una gitana con muy pocas dotes. Además de lo discutible de la conversión. ¿Cómo se convierte uno en gitano? En Portugal, otra vez, se me ocurrió que los gitanos de allí son los portugueses más bellos. También si me pusieran ante la disyuntiva de ser judío o gitano, preferiría romí o sinto. ¡Y estas pueriles e inútiles especulaciones después de un año de unidad! (El gitano voluntario tiene que ir al médico mañana.)
Me encuentro aquí los ejemplares justificativos de Una ganga... en bolsillo (sesenta páginas). Un escueto resumen, más no me fue posible.
Años de perro (Trilogía de Danzig 3)