LasTesis y su «Antología feminista»: Una. Ninguna. Todas. Qué.
Al hilo de la publicación de la «Antología feminista» compilada por el Colectivo LasTesis, la escritora Lina Meruane compone una suerte de diálogo a varias voces que revela las contradicciones, los vaivenes y las premisas centrales de autoras y artistas feministas emblemáticas de todos los tiempos. Se recogen aquí nociones que iluminaron a LasTesis «en su camino de autoformación» e inspiraron la obra «Un violador en tu camino», performance que en el 2019 dio la vuelta el mundo encarnada en los cuerpos y las lenguas de miles de mujeres.
Por Lina Meruane

29 de noviembre de 2019. Santiago, Chile. Un grupo de mujeres interpretan la canción «Un violador en tu camino» en una marcha organizada por el grupo feminista LasTesis. Crédito: Getty.
Por LINA MERUANE
Que te digan ser dura que te digan ser dura con ellos. Una. Ninguna. Cuando. Entonces.
Gertrude Stein
Que qué es una mujer. Que si existe la mujer con mayúsculas. Que si hay «siquiera mujeres», porque no «todo ser humano hembra es necesariamente una mujer» (Simone de Beauvoir). Que a algunos les resulta tan fácil demostrar que las mujeres no son hombres. Que a veces es mejor no ser una mujer. Que muchas se han negado a decirse mujer. Que han querido decirse humanas, simplemente. Que quién debería definir lo que implica ser mujer. Que los antiguos la definieron como lo opuesto de hombre, como carente, como dependiente, nunca como un ser autónomo. Que el hombre solo entiende a la mujer en relación a sí mismo. Que debemos dejar «de mirar a los hombres para averiguar lo que no somos» (Mina Loy). «Que para dilucidar la situación son ciertas mujeres las que están mejor situadas» (Beauvoir). Que si ya basta de seguir escribiendo sobre la mujer. Que si todavía existe un problema femenino. Que qué es pensar como mujer. Que si las mujeres tenemos pensamiento propio. Que si no imitamos en todo a los hombres. Que si somos iguales al hombre. Que si somos radicalmente diferentes. Que si nuestros derechos debieran ser los mismos. Que no olvidemos la labor de las primeras feministas. Que ellas desearon ver la diferencia sexual erradicada porque esa diferencia establecía «la debilidad de carácter atribuida a la mujer» (Mary Wollstonecraft). Que por su supuesta fragilidad las mujeres de antaño vivían dispersas entre los hombres, atadas a los intereses de los hombres. Que se aliaron a ellos. Que confiaron en que los hombres las protegerían y se encargarían de «justificar su existencia» (Beauvoir). Que «rehusaron los derechos naturales que el ejercicio de la razón les había procurado con el fin de mantener su poder» (Wollstonecraft). Que las mujeres nunca gozaron del llamado «poder de abajo» porque ese poder «no es poder en realidad» (Chimamanda Ngozi Adichie). Que «si queremos salir de la mentira», que si estamos «preparadas para el dolor» (Loy). Que nuestras predecesoras asumieron el dolor. Que lucharon por obtener derechos de ciudadanía. Que tardaron pero consiguieron votar. Que su error fue creer que bastaba con conseguir el voto, algunos cargos diplomáticos, algo de figuración (Elena Caffarena). Que no fue suficiente con incorporar a la mujer a la sociedad. Que debían de haber insistido en una transformación radical del mundo. Que se les acabó el ímpetu. Que quedaba tanto por resolver. Que ni la indiferencia de unas ni la violencia del sistema fueron capaces de acallar la lucha de las radicales que siguieron en pie. Que la sucesiva salida de la mujer a la calle, a la guerra, a la fábrica, a la oficina, al aula, al hospital, al grito aunado de una manifestación, continúa produciendo mujeres «con consciencia de su posición y de sus posibilidades» (Caffarena). Que la situación de las mujeres avanza y retrocede y retrocede hasta que avanza y ya no hay vuelta atrás. Que las preguntas sobre su rol reaparecen o se replantean, que se responden de otra manera, que se analizan de otra forma. Que la trayectoria de las preguntas ha cambiado a medida que se amplía el escenario de acción de las mujeres. Que dicha ampliación ha dejado a la vista los agujeros. Que las primeras pensadoras eran (casi todas) europeas o estadounidenses. Que eran (todas) blancas y educadas. Que contaban con suficiente estatus social como para ser atendidas por sus pares del otro sexo. Que se las acusa hoy de haber equiparado mujer con mujer blanca. Que se las juzga por ignorar las diferencias de raza y clase, de sexualidad, de género. Que en efecto muy pocas se ocuparon de la opresión de los indígenas. Que solo algunas compararon su opresión con la de los esclavos. Que en su osada declaración de derechos, la singular revolucionaria francesa Olympe de Gouges comparó la dominación colonial con la dominación patriarcal. Que si la categoría de hombre no era, como se decía, universal, tampoco podía serlo la de mujer. Que Sojourner Truth se preguntaba si ella, que fue esclava, acaso no era una mujer. Que la situación violenta de las mujeres de color fue desestimada «excepto como una adición de lo que le pasaba a las mujeres blancas» (María Lugones). Que la mujer trabajadora precarizada también es mujer. Que ahora resulta difícil interpretar la afirmación de Virginia Woolf de que «las mujeres han sido siempre pobres, no solo por 200 años, sino desde el principio del tiempo». ¿Qué pobreza era sin embargo la suya? Que había extrema pobreza en la palabra mujer. Que además de reducirse a blanca y a adinerada, la palabra mujer se había igualado a heterosexual. Que se había excluido a las lesbianas. Que se sigue excluyendo a intersexuales y a mujeres trans. Que no se nace mujer, que se deviene mujer (Beauvoir). Que algunas devienen por gusto pero que otras ya no buscan devenir. Que si el género es otra cárcel del patriarcado. Que se puede cambiar de sexo pero siempre nos exigirán elegir un sexo. Que eso aseguró Paul B. Preciado que antes fue otra persona «en el sentido administrativo y legal del término». Que no todas las culturas tuvieron el género como «principio organizador» (Oyéronké Oyewùmi). Que si es hora de rechazar, de una vez por todas, el «binarismo de género» (Preciado). Que mujer es otra «ficción viva» de un sistema opresivo (Preciado). Que la historia de las mujeres está plagada de ficciones que estereotipan. Que las blancas son frágiles o débiles y sexualmente pasivas. Que las de color son más sanas y más fuertes y más fértiles que las blancas. Que las trans eran mujeres atrapados por un pene. Que todas queríamos un pene. Que todas llevamos un pene oculto. Que lo esencial en la definición de mujer ha sido la capacidad reproductiva. Que «la presencia o ausencia de ovarios ha sido el criterio definitorio» (Julie Greenberg). Que una mujer abre sus piernas para exhibir huevos tibios de gallina (Birgit Jürgensen). Que la ausencia o la renuncia o la imposibilidad procreativa haría menos mujer a una mujer. Que no tener hijos puede ser liberador. Que parir cien hijos y tener quien los cuide es un privilegio de clase. Que solo algunas pueden congelar sus huevos para el futuro. Que los huevos congelados son una mercancía. Que el cuidado materno sigue estando devaluado. Que la maternidad confirió a muchas esclavas «su identidad como mujeres y como seres humanos» (bell hooks). Que las madres esclavas eran expropiadas de su descendencia también esclava. Que esos hijos no eran suyos sino de sus dueños (Carolina González Undurraga). Que qué define entonces a una mujer. Que no hay engaño posible. Que los genitales y los cromosomas permiten asignar el género. Que los cromosomas dicen la verdad del género. Que los cromosomas pueden equivocarse. Que «la biología ha sido completamente interpretada» (Greenberg). Que el género es una construcción pero «¿qué quiere decir realmente construcción de género?» (Preciado). ¿Que dónde está la materialidad irreducible del cuerpo en esta cuestión? Que los cuerpos son todos diferentes. Que no todos los cuerpos sienten igual. Que la subjetividad, por definición, es de cada cual. Que el deseo cambia. Que la orientación sexual podría cambiar. Que se puede aprender otra sexualidad. Que podemos volvernos extraños a nuestro sexo (Preciado). Que para ser libre, toda mujer debe destruir, dentro de sí, «el deseo de ser amada» (Loy). Que una mujer puede gustarse a sí misma. Que puede querer «hacer el amor consigo misma» (Mónica Mayer). Que puede disfrutar de sí. Que puede odiar el sexo. Que puede practicar el poliamor. Que puede amar a otras mujeres. Que puede abrirse a lo heterogéneo. Que qué era aquello de devenir solo una mujer. Que quién querría solo ser mujer. Que nada es tan sencillo. Que si tal vez debamos reconocernos «animales en estado vegetal» (Manuela Infante). Que mujer, como cualquier otra categoría, «es diversa internamente» (Ange Marie Hancock). Que cada categoría debe ser entendida en su contexto. Que todo conocimiento es necesariamente situado (Donna Haraway). Que cada categoría sufre una experiencia de dominación distinta. Que no todas las mujeres sufren el mismo tipo de sexismo. Que hay mujeres que «no padecen ni la marginación ni la discriminación porque encarnan la norma de la masculinidad, la heteronormatividad, la blanquitud» (Elsa Dorlin). Que tanto la dominación como la resistencia son dinámicas y variables. Que, por ejemplo, el hombre esclavo no puede ser descrito como un actor social dominante. Que «los atributos de su virilidad están devaluados por su posición en la división social del trabajo» (Angela Davis). Que hay hombres sometidos a la autoridad absoluta de otros hombres. Que su dominio sobre las mujeres no se ejerce de la misma manera. Que, como sea, el hombre ha sido educado para ser el «propietario» de la mujer. Que estos son los tiempos de una renovada «dueñidad» (Rita Segato). Que el cuerpo de las mujeres sigue siendo de los hombres, del patriarcado, del Estado, del sistema capitalista. Que ellos «ostentan el poder sobre sus vidas y sus muertes» (Judith Butler). Que eso hace de las mujeres «una clase asesinable» (Butler). Que la violencia contra las mujeres expresa, «de forma dramática, la desigualdad de relaciones entre lo femenino y lo masculino» (Montserrat Sagot). «Que se ha vuelto insuficiente hablar de desigualdad» (Silvia Federici). Que la división sexual del trabajo consiste en «dividir la economía entre sectores visibles e invisibles» (María Mies). Que dicha estrategia se usa para excluir a las mujeres de una economía visible que su invisibilizada labor sostiene (Mies). Que se ha impuesto «un recorte simultáneo del gasto estatal en servicios sociales para obligar a las personas a aceptar cualquier tipo de trabajo, en las condiciones que sean, para poder asegurar su propia supervivencia» (Mies). Que son las mujeres y los migrantes quienes realizan esos trabajos invisibles. Que las mujeres son la mayoría pobre del capitalismo. Que por eso se acuñó el término «feminización de la pobreza». Que las mujeres han sido explotadas como seres humanos, como amas de casa, como trabajadoras asalariadas (Mariarosa Dalla Costa). Que «la historia de las mujeres es la historia de las clases» (Federici). Que la historia de las mujeres es la historia de la explotación. Que es imperativo usar la palabra explotación para visibilizarla (Mies). Que la pauperización y la degradación de las mujeres y los sujetos coloniales está relacionada al «permanente ataque contra las mujeres» (Federici). Que ese ataque sistemático tiene fines genocidas. Que por eso debemos resistir la tentación de eliminar a las mujeres «como categoría de análisis» (Federici). Que mujer es una categoría legítima (Federici). Que hay cosas que nos ocurren solo por encarnar la mujeridad. Que no solo somos asesinables. Que estamos siendo asesinadas. Que ya no toleraremos ni una menos. Que si seguimos vivas debemos llorar y gritar y marchar masivamente por las muertas (Butler). Que seguimos siendo maltratadas. Que sentimos miedo de noche pero también de día. Que peligramos cuando andamos solas aunque sea con otras. Que si la violación es nuestro peaje (Virginie Despentes). Que si estamos dispuestas a pagar ese precio por circular. Que estar dispuestas es una forma de decir. Que si solo podremos entrar al museo desnudas (Guerrillas Girls). Que si solo valemos por nuestra carne. Que si ni siquiera por la carne. Que la incidencia de la violación es elevada en todo el mundo. Que Rita Segato lo puede explicar. Que la violación nunca es excepcional. Que no es irracional. Que no es un acto patológico. Que no satisface un deseo sexual masculino. Que el placer no es el objetivo de la violación. Que aunque la violada sea una mujer con nombre y apellido, la agresión no se dirige a ella en particular. Que el cuerpo de la violada no es más que el medio para una demostración de hombría. Que la violación es un acto de exhibicionismo destinado a otros hombres, aun cuando esos hombres no estén ahí. Que un violador nunca está solo, nunca actúa solo, que está siempre acompañado por otras presencias masculinas reales o imaginarias. Que si no entendemos esto la violación nunca se podrá prevenir. Que si el violador le habla a otros hombres, las mujeres debemos levantar la voz hacia toda la sociedad y desmontar la estructura misma de la masculinidad violenta. Que es hora, otra vez la hora, de decir, todas juntas, «no +» (Lotty Rosenfeld). Que como los proletarios han dicho «nosotros», que como los negros han dicho «nosotros», las mujeres debemos afirmarnos en un «nosotras» (Beauvoir). Que debemos «expresar el nosotras» de modo insoslayable (Butler). Que la política «en clave feminista» consiste en buscar inspiración en la experiencia comunitaria, en «retejer comunidad» (Segato). Que debemos acentuar el «arraigo y las relaciones de cercanía», hacer «política de los vínculos» (Segato). Que necesitamos crear «una historia común», «un futuro en común», un proyecto de continuidad. Que es necesaria la coalición de la diferencia. Que, como dijo Butler en otro contexto, no vamos a estar siempre de acuerdo pero no debemos olvidar quién es el enemigo. Que debemos poner el grito en el cielo. Que debemos hacernos oír. Que es lícito y urgente responder con furia e impertinencia. Que podemos escribir nuestro reclamo en verso. Que el poema contendrá una tesis que nos convoque. Que encontraremos quien lo interprete en un coro multitudinario. Que bailaremos en calles y estadios nacionales, en esquinas, en plazas, en despoblados ante las cámaras de un teléfono. Que todas juntas, las migrantes, las casadas, las ancianas, las niñas trans, las morenas, las lesbianas, las latinas, las que abortaron, las divorciadas, las viudas, las trabajadoras sexuales, las enfermas y las sanas, las oficinistas, las madres, las maquilladas, las mujeres sin hijos elevaremos dedos y voces que darán la vuelta al mundo.
Revista Letra, Chile.

Diciembre de 2019. Santiago de Chile. Protesta por la violencia contra las mujeres. Crédito: Getty.