En los últimos diez años, la información relativa a la crianza y a las experiencias de maternidad y paternidad en primera persona se han multiplicado gracias a internet. Medios, blogs y redes sociales han servido para hacer llegar a un público muy amplio los problemas, las dudas y las emociones de padres y madres, que, según explica Armando Bastida, van evolucionando en función de la edad de sus hijos e hijas. «Cuando hablamos de bebés, lo más habitual es preguntar por el riesgo de "malacostumbramiento" si duermen con el bebé en la misma cama o si lo tiene mucho en brazos, o dudas sobre alimentación. Ya a partir de los dos, tres años, lo habitual es el tema de las rabietas, de la gestión de las emociones y la tolerancia a la frustración y de los posibles conflictos cuando están con otros pequeños».
No hay una única fórmula para criar ni un solo camino para solventar los obstáculos que van apareciendo, sino que, parafraseando al pediatra y psicoanalista Donald Winnicott, se trata de ser unos padres suficientemente buenos. No perfectos, como apuntaba Armando, pero sí conscientes de sus aciertos, de sus errores. Aquí la crianza respetuosa debería ser irrenunciable porque no se trata de otra cosa que criar a los niños con el mismo respeto que profesamos hacia las personas adultas. «Por alguna extraña razón, muchos adultos tratan a sus hijos como jamás tratarían a ningún adulto, y como jamás tratarían a otros niños». ¿Lo hacemos? ¿En qué fallamos? Nuestras propias mochilas y vivencias influyen en gran medida en la crianza de nuestros hijos. «La crianza requiere de tiempo, paciencia, sentido común, conocimientos y llegar a ese momento un poco trabajado a nivel emocional y psicológico. Y la realidad es que llegamos sin habernos formado apenas, sin tiempo, con menos paciencia cada día, a menudo con ciertas carencias emocionales, vicios y manías, un ego demasiado grande para compartir con un niño o niña (que en los primeros años viven su fase más egocéntrica) y con un entorno que nos da, a menudo, consejos contrarios a esa crianza respetuosa», responde Armando.
Criar también es aceptar el agotamiento y aprender a postergarse. Puede que no haya un acto de mayor generosidad que el de aceptar lo que implica cuidar, porque, como recuerda Armando, criar va mucho de dar y bastante poco de recibir. Aceptarlo ya es un paso importante para vivir nuestras maternidades y paternidades desde un lugar más amable.