Cuentos para criar con sentido común
Pequeños preguntones 3 min.

Cuentos para criar con sentido común

¿Ser padre o madre no es como esperabas? Tranquilo, todos hemos pasado por ese momento en el que hay llantos, gritos y desesperación por ambas partes. Y es que ser padre no es fácil, pero sí se puede hacer más llevadero si sabes cómo educar desde el respeto. Pero respeto por ambas partes, empezando por aceptar que los peques también tienen emociones y lo único que quieren es ser comprendidos. 

Sigue leyendo si quieres conocer algunos consejos de Armando Bastida, el enfermero y pediatra que todos querríamos tener en casa las 24 horas del día. 

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Entendemos de libros que molan

Hasta los cinco años de vida aproximadamente, el cerebro de nuestros hijos desarrolla sus principales características en cuanto a personalidad se refiere, y es cuando aparecen los primeros sentimientos y emociones. ¿Qué hacer en ese momento? 

No podemos esperar que un niño o una niña de tres años comprenda cómo funciona el mundo si hay adultos de cuarenta que aún no lo han conseguido.

La mayoría de las ocasiones y sobre todo por desconocimiento, los padres y madres tendemos a imponer nuestras decisiones, lo que acaba en llantos, pataletas, mal humor y algo que no se percibe a simple vista: frustración en nuestros hijos e hijas, ya que todavía no tienen la capacidad de gestionar esas emociones y se sienten incomprendidos o desatendidos cuando las cosas no salen como ellos esperaban. 

Saber criar a un hijo no va implícito al convertirnos en padres. De hecho, hay miles de situaciones en la vida que siendo adultos no comprendemos, y, sin embargo, pretendemos que nuestros hijos, con dos o tres años, entiendan las cosas a la primera cuando les explicamos algo nuevo. 

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¡Armando, te necesitamos!

Armando Bastida es enfermero de pediatría y padre de tres hijos. Inició su carrera profesional como enfermero de ambulancias atendiendo urgencias y emergencias. En 2006, coincidiendo con el nacimiento de su primer hijo, empezó a trabajar en un hospital y en atención primaria y descubrió la dificultad de la conciliación laboral y familiar.

A raíz de estos cambios personales y profesionales comenzó a escribir un blog personal y en 2008 se convirtió en editor de Bebés y más, el portal de maternidad, paternidad y crianza de habla hispana de mayor alcance. En 2017 inició un nuevo proyecto: Criar con sentido común, donde ofrece apoyo profesional a los padres. 

Con esta trayectoria entenderéis lo felices que nos sentimos al disponer ya de su primer libro de cuentos, Cuentos para criar con sentido común.

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Se trata de un precioso recopilatorio de cuentos donde se abordan diferentes casos, como el inicio de la autonomía, la llegada de un nuevo hermanito o hermanita o asumir los errores sin culpar a los demás. Son situaciones que afectan a las emociones de nuestros hijos de una manera u otra y que repercuten en su estado de ánimo o su manera de reaccionar ante nosotros, los padres, los compañeros del cole o los amigos del parque. 

Pero no todo es trabajo de los niños. Nosotros, como padres, hemos de tener las herramientas necesarias para que ellos se sientan escuchados y comprendidos, de esa manera sabrán gestionar qué les pasa. Por eso Armando, tras cada cuento, nos deja a los padres una valiosísima unidad didáctica con consejos y trucos para poner en práctica. 

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¿Quieres algunos consejos extra?

Quisimos hacerle algunas preguntas a Armando a modo de aperitivo, para que conozcas su lenguaje y algunas de las respuestas a las cuestiones que se plantean en Cuentos para criar con sentido común.

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  • Vemos que en tu libro, además de cuentos para los niños con un importante mensaje para que comprendan más acerca de las emociones que empiezan a sentir, hay una unidad didáctica para padres y madres. ¿A quién hay que educar antes, a los hijos o a los padres?

Qué buena pregunta. Me encanta. A los padres y madres. Primero somos nosotros quienes tenemos que desaprender muchas de las cosas que nos enseñaron o aprendimos, para después —me invento el verbo— «reaprender» aquellas que mejor nos van a ir una vez llega un bebé al mundo. Y es que los bebés vienen intactos, con toda su pureza e integridad, y es una gran responsabilidad porque tenemos la capacidad de ser grandes guías en su camino, pero también de hacerles mucho daño y provocarles heridas que les acompañen toda su vida.

Siempre me gusta decir que los adultos somos niños que hemos olvidado demasiadas cosas, y como dice Ismael Serrano: «Si viniera Peter Pan, no encendáis la luz, o se dará cuenta de que hemos crecido demasiado». Creo que vale la pena cuidar y mimar la infancia de nuestros hijos para que no se vaya antes de tiempo y puedan disfrutarla.

  • ¿Qué podemos hacer los padres cuando, haciendo uso de la calma y el sentido común, nuestros hijos no reaccionan como esperamos?

Aprender. Que nuestros hijos no reaccionen como esperamos es, en realidad, un aprendizaje para los padres. Porque educar no es conseguir que tus hijos te obedezcan, sino transmitirles valores, aprendizajes y algunas normas, para que descubran cómo pensar y tener su propio criterio. Así, el día que no estemos no hará falta que nos preocupemos por ellos ni su entorno, porque tendremos claro que sabrán comportarse. Si en cambio les educamos para que hagan lo que les decimos, si les damos demasiadas órdenes, tendrán más problemas para escoger por sí mismos el camino, a la espera de nuestra aprobación o desaprobación.

Usar la calma y la paciencia y transmitir esos valores y normas no es algo que se haga para conseguir resultados concretos en un tiempo determinado. Se hace de esta manera porque así es como todas las personas merecen ser tratadas.

  • En tus cuentos hablas de autonomía y de tener libertad de elección, un sistema muy parecido a lo que nos enseña el método Montessori. ¿Qué otros beneficios nos aporta tener espacios adaptados a sus necesidades?

Justo lo que comento en la pregunta anterior. Si yo tengo que comportarme como un juez, otorgando recompensas a mis hijos cuando se portan bien o imponiendo castigos cuando se portan mal, conseguiré tener niños bastante modélicos a ojos de los demás cuando yo esté presente. Sin embargo, cuando yo no esté presente, necesitaré ceder el control a terceras personas o avisar a mis hijos diciéndoles: «Portaos bien, que no me entere yo de que os habéis portado mal» o «He hablado con el padre del niño del cumpleaños para que me avise si os portáis mal». Lo que les transmito en realidad es: «No confío en vosotros. Sé que, si nadie os vigila, os portaréis mal».

Educar ofreciendo a los peques la posibilidad de acertar o equivocarse, y, en este último caso, la oportunidad de aprender de sus errores en vez de pagar por ellos, hace que si yo no estoy pueda simplemente decirles: «Pasadlo bien en el cumpleaños». Porque sabré que su intención y objetivo será simplemente ese, pasarlo bien, y que tendrán integrados los valores básicos de convivencia y respeto.

  • ¿Qué repercusión puede tener en un niño obligarle a tener ciertas actitudes o emociones, como «querer a alguien» o «comportarse como un adulto»?

Lo primero que debemos tener claro es que los niños son niños. Tienen unas necesidades muy diferentes a las nuestras, y deben poder satisfacerlas. Sus tiempos y ritmos son diferentes a los nuestros; su ocio, también. Necesitan espacio, tiempo, paciencia... para desarrollar su juego de manera libre, dando rienda suelta a su imaginación y creatividad. Decía George Bernard Shaw que no dejamos de jugar porque envejecemos, sino que envejecemos porque dejamos de jugar. Si de alguna manera les restamos infancia y los adaptamos con calzador en la vida adulta, estarán empezando a envejecer antes de tiempo... y el resultado ya lo estamos viendo. Niños y adolescentes con estrés y preocupaciones, incluso con crisis de ansiedad porque no llegan a todo lo que les exigimos, o que ellos mismos se llegan a exigir porque creen que la vida es eso.

De igual modo, los sentimientos de cariño deben respetarse, tanto cuando se sienten como cuando no se sienten. Imagino que quieres decir qué consecuencias puede tener el «Dale un beso a la abuela», y obligarle a darlo aunque no quiera, porque es la abuela. Supongo que obligar a los niños a besar a quien no quieren hará que acaben por considerar que tienen que complacer a los mayores, a los demás, aunque no quieran. Crecer pensando que antes de lo que uno siente va lo que los demás quieren de ti es muy peligroso.

  • De la misma forma que invitamos a nuestros hijos a que expresen sus emociones y de esta forma vean que les comprendemos y les prestamos atención, ¿pueden nuestros hijos estar haciendo un uso indebido de ese recurso para que estemos más pendientes de ellos? ¿Cómo podemos detectarlo y qué debemos hacer en ese caso?

Lo bueno que tienen los niños es que mienten fatal. No sé si alguna vez has estado en una obra de teatro infantil. La mayoría lo hacen muy mal, y para los adultos es muy fácil distinguir cuándo un niño llora de mentira. Por eso cuando un niño está enfadado, llorando o sufriendo, nos lo hace saber de manera genuina. Y aunque su problema nos parezca absurdo, su sentimiento es real. Jamás debemos tratar de convencerle de que no debe sentir eso (porque nuestros problemas del día a día también serían absurdos si los comparamos con los de otras familias).

Es decir, sus sentimientos y emociones son reales, y seguirán siéndolo si conectamos con ellos en esos momentos. Si les escuchamos. Si les acompañamos. Si les hacemos saber que entendemos lo que sienten (que no quiere decir que hagamos lo que quieren que hagamos o piden). Ahora bien, si los negamos, si les pedimos que no se quejen, que no lloren, que tienen que sonreír, o que si siguen así no les haremos caso, empezarán a buscar estrategias para recibir el afecto, el tiempo y el cariño que creen que merecen. Así es como empezarán a probar con otras estrategias y manipulaciones, como digo, para conseguir atención y cariño. Y si aun así no lo consiguen, comenzarán a pedir objetos que sustituyan ese cariño: «Cómprame cosas, porque si no me das tu cariño ni tu tiempo, al menos dame cosas que ocupen mi tiempo y me acompañen».

  • Un consejo para padres y madres muy ocupados que no tienen tiempo de jugar con sus hijos cuando estos demandan atención sería… 

Explicarles a sus hijos que en ese momento están muy ocupados, y que a ellos también les encantaría poder jugar juntos entonces. Que si pueden jugar un poco solos, en cuanto acaben les gustará mucho pasar un buen rato juntos. Los niños tienen mucha paciencia, más que nosotros, y son muy capaces de comprender que muchas veces estamos ocupados. Pero, por supuesto, si les decimos que vamos a jugar luego con ellos, es importante que cumplamos nuestras promesas. La infancia es demasiado corta, y si nos la perdemos, luego será tarde... porque no vuelve.

Hay una frase que me encanta sobre esto: «Si quieres estar en sus recuerdos del futuro, tendrás que estar en sus vivencias del presente».

 

Un lugar en el mundo: Mi hogar. Allá donde esté mi familia, que no siempre es la que se une por lazos de sangre. Las personas que me quieren y a las que quiero. Ellas son mi hogar.

El mejor recuerdo que tengas: Los tres días en que nacieron mis tres hijos y los pude conocer por fin.

¿Cuál era tu juego favorito de pequeño? Donde estuviera la Super Nintendo o un balón de fútbol, ahí estaba yo.

Un color: El negro. Soy un poco heavy de sentimiento.

Un sabor: El del arroz a la cubana.

Un olor: El de la montaña cuando salgo a correr.

Película favorita: V de Vendetta.

Libro favorito: El conde de Montecristo.

Héroe o heroína: Irena Sendler.

Un miedo: Que el último día de mi vida me arrepienta de no haber vivido lo suficiente.

Un deseo: Que los niños y niñas dejen de ser ciudadanos de segunda.

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