Hay que interiorizar, no obstante, que una buena educación alimentaria de los hijos e hijas se cocina día a día en casa, a fuego lento, con su chup-chup, como las mejores sopas. Es en el hogar, no en vano, donde los niños y niñas realizan la mayoría de sus comidas, ya que hasta algunas que pueden hacer en el colegio, como el almuerzo o la merienda, llegan cada día al centro escolar desde casa, en las mochilas de los pequeños.
Para Blanca García-Orea Haro, por tanto, «lo más importante es educar a los padres en una buena alimentación para que ellos a su vez puedan enseñar a sus hijos». Esa «buena alimentación», según la nutricionista, debería basarse en verduras, frutas, legumbres, frutos secos, huevo y en menor medida pescado o carne. Todo natural, sin etiquetas.
Esta base teórica, que es puro sentido común, la conocen los padres y madres. Lo que sucede, en palabras de la nutricionista, es que cuesta aplicarla en la práctica. «A muchos padres les faltan ideas para el día a día», asegura la autora de Sanotes, sanitos, que recuerda que en su álbum ilustrado padres y madres pueden encontrar varias recetas de dulces sanos para los más pequeños con las que salvar desayunos, almuerzos y meriendas.
Además, en ese mismo sentido, la experta señala la importancia de variar las comidas y las preparaciones, ofreciendo por ejemplo las verduras de diferentes maneras e intentando que la preparación sea agradable a la vista. «Esto es fundamental, sobre todo, cuando son más pequeños», asegura.