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Madr
e después
de l
os 40
TOÑI MORENOcon la colaboración de RAQUEL LÓPEZLa verdadel cuento
Edición en formato digital: noviembre de 2020 © 2020, Antonia Moreno, por los textos© 2020, Penguin Random House Grupo Editorial, S. A. U.Travessera de Gràcia, 47-49. 08021 BarcelonaPenguin Random House Grupo Editorial apoya la protección del copyright.El copyrightestimula la creatividad, defiende la diversidad en el ámbito de las ideas y el conocimiento, promueve la libre expresión y favorece una cultura viva. Gracias por comprar una edición autorizadade este libro y por respetar las leyes del copyrightal no reproducir ni distribuir ningunaparte de esta obra por ningún medio sin permiso. Al hacerlo está respaldando a los autoresy permitiendo que PRHGE continúe publicando libros para todos los lectores.Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, http://www.cedro.org)si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.Los textos de las páginas 37-53, 70-85, 124-137, 154-167 y 192-213 han sido redactados por Raquel López. Todas las fotografías del libro son cortesía de la autora, con la excepción de las siguientes imágenes:© MAMIfit: páginas 48-53, 78-85, 131-137, 160-167, 208-213 © G3: portada y páginas 60, 123 y 149 del interior© Revista Lecturas: página 65© Mediaset: página 231ISBN: 978-84-18007-86-6Compuesto por Roser Colomer Composición digital: Newcomlab S.L.L.www.megustaleer.com

ÍNDICECapítulo 1Un sueño hecho realidad 6Capítulo 2«Lo consiguieron porque no sabían que era imposible.» 22Capítulo 3Soñar es de valientes 54Capítulo 4Mi estado emocional. Las hormonas controlan mi vida 86Capítulo 5Segundo trimestre. ¡Es niña! 112Capítulo 6La recta final 138Capítulo 7El parto 168Capítulo 8El posparto 182Capítulo 9Lola y mis miedos 214Capítulo 10A las mujeres de más de 40 años 224


«Siempre me sobrevolaba la idea de tener hijos, pero nunca era un buen momento. La precariedad de mi trabajo y el miedo que me daba no poder darle una buena vida al bebé, frenaron durante años mi deseo de ser mamá. Cuando cumplí los 35, pensé que ese tren biológico del que todo el mundo habla iba a pasar definitivamente sin que yo me hubiese podido subir a él.»


Capítulo 1
UN SUEÑO
HECHO
REALID
AD

8Madre después de los 40Desde que tengo memoria me recuer-do a mí misma queriendo ser madre… osiéndolo sin serlo. He sido madre de mismuñecos, de mis dos hermanas —sobretodo de la pequeña, con la que me llevodiez años—, de mis amigas, de mis pare-jas,e inclusoahorasoyunpocomadrede mi madre. No lo digo yo, me lo dicentodos; me encanta cuidar, y muchas ve-ces llego a ser algo «jartible». En cuantoamo a alguien,mesiento responsable desu felicidad y me convierto en una culpacon patas si no lo consigo. Realmente no sé a qué corresponde, ytendría que bucear con algún psicólogoen mi infancia, pero la realidad es que fuisiempre una niña vieja que jugué pocoy soñé mucho. En aquella habitación,donde apenas cabía una cama de 80 yuna mesilla de noche, se viajaba todo elrato.Cadaanochecermeconvertíaenuna madre de familia con muchos niños,un castillo, y no voy a decir un mono por-que estaría mintiendo. Siempre he sentido una atracción irresistiblehacia los niños. Aquí, en un viaje a Camboyapara hacer un documental sobre la pederastia en ese país.

9Un sueño hecho realidadEL SENTIDO DE LA VIDASiempre me sobrevolaba la idea de tenerhijos, pero nunca era buen momento. Laprecariedad de mi trabajo —ya sabéisque en la tele los contratos dependende la audiencia, y he llegado a trabajarhasta para nueve productoras distintasen un mismo curso— y el miedo que medaba no poder darle una buena vida albebé frenaron durante años mi deseo deser mamá. Cuando cumplí los 35 años,estaba trabajando como reportera paralas tardes de Antena 3 Televisión, y pen-sé que ese tren biológico del que todo elmundo habla iba a pasar definitivamentesin que yo me hubiese podido subir enél. Así que no se me ocurrió otra cosaque inventarme un formato para podercompaginar la idea de preñarme en so-litario, por lanecesidad denodejardeingresar. Por entonces curraba para unaproductora del Grupo PRISA que se lla-maba Plural Entertainment, y a ellos lespresenté mi proyecto que decidí llamarloEl sentido de la vida. Mi idea era grabarnueve capítulos para la cadena reciénestrenadaCuatro,dondeserecogierandistintas historias de embarazos, degente que quería ser madre o padre porencimadetodo,defamiliasmuydiferen-tes y diversas, y de emociones extremas.Nueve capítulos como nueve soles, comonueve meses de gestación… Tenía por entonces un sueño recurrente:me veía en una rueda de prensa presen-tando el programa a los medios de co-municación, rodeada de familias muydispares a las que ya habíamos localiza-do e incluso grabado. Conocimos a unmatrimonio católico con doce hijos na-turales que, por sus creencias religiosas,nunca utilizaron anticonceptivos y deja-ron que Dios decidiera con cuántos niñoseran bendecidos. Eso era lo que decíanellos, pero yo siempre pensé que debie-ronde haceralgomásqueesperarlavoluntad de Dios... También estuvimoscon una pareja de chicas que habíanEn Afganistán,durante un reportaje paraelcanal Cuatro, en 2005.

10Madre después de los 40concebido de una manera excepcional asu bebé: Laura había gestado en su vien-tre por ovodonación a una niña preciosa,y lo maravilloso era que la donante ele-gida fue su pareja, Rocío. Por ese enton-ces, en nuestro país no era muy legal,porque la donación de órganos debe seranónima, pero ellasconsiguieron unaclí-nica que les permitió cumplir el sueño deponercadaunasugranitogenéticoen esa nueva vida. Otro caso fue el de Mateo y Félix, unapareja que se embarcó en el sueño de lapaternidad, hipotecando de nuevo sucasa para poder pagar una subrogacióngestacional en Chicago (EE.UU.). Familiasmonoparentales o madres solteras, entrelas que me encontraba, familias adop-tantes que habían vivido un largo y cos-tosoperiploparatenerasushijosconsi-go, y un matrimonio de Pamplona, condos hijos, uno de ellos con síndrome deDown, que decidió seguir adelante con elembarazo, a pesar de saber gracias a laamniocentesis que su tercer hijo tambiénnacería con síndrome de Down. Ese casofue uno de los más emotivos que tuvimosocasión de conocer. Todas eran historiasde vida, historias de amor. Por ese enton-ces, y ahorasigopensándolo, creíafirme-mente en la fuerza del amor. No hay unaenergía más grande ni una razón máspoderosa para vivir: el amor. Mientras íbamos grabando por todaEspaña, yo intentaba quedarme em-barazada con toda mi alma. En aquelmomento, las pruebas decían que mistrompas eran perfectas y que mis óvu-los seguían siendo jóvenes y sanos, asíque, en principio, probamos con una in-seminación simple. Me estimularon losovarios y, con una cánula, me introdu-jeron la carga del donante. Siempre hellenado de literatura ese acto, pero larealidad es que era un momento frío. Yahí me teníais, mes tras mes, abierta deDe reportera en Sierra Leona.Fui una de los pocos periodistasque viajó para cubrir el virus del Ébola.
11Un sueño hecho realidadpiernas en una clínica de reproducciónasistida, que por aquel entonces era lomás parecidoala sala demandosdeuna nave espacial, rodeada de cuatrocámaras y una steadycam—que es unacámara más sofisticada—, y grabandomi inseminación en un plano secuencia. Entretanto, toda nuestra redacción anda-ba trabajando en la búsqueda de casosde maternidad y esperando el resultadodel test de embarazode la presentado-racomounsegurodevida,untestquesiempre daba negativo. La presentado-ra, que era yo, empezó a entrar en unaespiral de estrés ante la presión que ellamisma se imponía —aunque los directivosde la productora nunca me hicieron sen-tir ni un poco incómoda…—, pero yo meagobiaba por los costes de producción ypor las caras de mis compañeros cuan-doaquelmalditotestemitíaelveredicto.Cada mes la misma escena: una llama-da de la directora del programa con elmanos libres,todaunaredacción conlosdedos cruzados, un silencio matador y unhilo de voz que apenas salía de mi estó-mago diciendo «ha salido negativo». Asíestuvimos varios meses. Mientras tanto, yo seguía recorriendoEspaña grabando historias para El sen-tido de la vida. Luchaba por esa ruedade prensa que vivía cada noche en mis sueños, donde no importaban las ideo-logías,lascreenciasreligiosas,laorien-tación sexual, el tipo de familia o la clasesocial a la que pertenecieras. Todos está-bamos allí porque habíamos encontradoEl sentido de la vida. Con ese programayo quería dar una bofetada sin mano alos intolerantes a quienes les parecía unaaberración cualquier tipo de familia quenofueselaconvencional.Queríademos-trar que no hay nada que nos haga másgrandes que dar vida, y que ese acto,único, mágico e irrepetible, nos hace atodos iguales. Nos hace excepcionales.LA HISTORIA DE MATEO Y FÉLIXGrabamos durante varios meses yre-cuerdoalgunashistoriasconmovedoras,pero sobre todo recuerdo cómo mi di-rectora, una canaria llamada Begoña Pa-drón, se conmovía con cada una de ellas.Viajamos a Chicago para vivir desde elprincipio algo que en ese momento aúnllamábamos por desconocimiento «vien-tre de alquiler». Mateo y Félix (nombresficticios) llevaban juntos muchos años yse amaban. Mateo era decorador, y Félix,químico investigador, así que no les so-braba el dinero, pero sí el empuje. Hipo-tecaron su casa de nuevo y contactaroncon una agencia en EE.UU. para que lesayudaranenelsueñodeserpadres.Conel tiempo, los dos se convirtieron en unareferencia para muchas parejas españo-las que han seguido su camino, e inclusohan llegado a montar su propia agenciacon el fin de que los que venían detrás nopasaran por el calvario que ellos vivieron.
12Madre después de los 40Los volví a llamar diez años después parainformarme, por si no conseguía quedar-me embarazada de Lola. Primero les pre-gunté por los costes, y aparqué por elmomento esa posibilidad en mi cabezacuandomedijeron que «por menosdeciento cuarenta mil euros».Cuando les acompañamos aChica-go, hablar de subrogación gestacionalen este país era casi una aberración.Yo misma estaba bastante en contrade lo que consideraba la utilización deuna mujer por dinero para que alguiencumpliera el deseo de tener un hijo. Sinhablar de que, en mi mente de europeacon una estricta educación católica, nocabía que una mujer viviera un embara-zo, aunque no fuera con sus embriones,para después entregarlo a dos desco-nocidos. Directamente, mis prejuicios lehabían mutilado a la gestante la capa-cidad de albergar cualquier sentimientohumano. Esa era yo, una verdadera ig-norante. Y como la ignorancia se quitaviajando, observando y viviendo con lamente dispuesta a cambiar de opinión,me dispuse a ello. En EE.UU. llevaba muchos años regula-da la gestación subrogada o subroga-ción gestacional, y lo primero que nosencontramos fue una agencia seria quetebuscabaaalguienconlasuficientegenerosidad como para vivir un emba-razo, parir y entregar ese bebé o bebésa una familia que no podía tenerlo pormediospropios. Hablodegenerosidad, porque la gestante de Mateo y Félix esuna mujer que ya había sido madre dedos hijos y que trabajaba, creo recordar,de controladora aérea. Disfrutaba deuna buena posición social, su marido erachefde cocina enun buen restauranteynonecesitabanlosdieciochomildólaresque iba a cobrar por el posible emba-razo. De todas formas, quien ha estadoembarazadaalgunavezsabeque,paraalguien que no necesita el dinero paracomer,esanoesunabuenacantidad.Dehecho, yo creo que no habría nunca unabuena cantidad. Tengo que reconocerosque mi primer impacto fue saber cuántoiba a recibir la gestante. Recuerdo queBegoña le preguntó por qué lo hacía, yque esa mujer de aspecto rudo, que pa-recía sacada de una película del oeste, lecontestó: «Porque quiero que otra familiaviva la felicidad que yo he vivido». En los días en los que el equipo estuvo enChicago, tuvimos acceso a las entrañasdeunagestaciónsubrogada. Enesemo-mento me di cuenta de que lo que nor-malmente sale en los medios, suele seruna idea bastante distorsionada dela realidad. Aquella mujer que decidió sergestante, como cuando una decideser donante de órganos, lo hizo con elconvencimientodequeconese actocon-tribuíaa un mundo mejor. Leímos elcontratoqueella,alaquellamaremos«Karen», había firmado con la agencia. Nos llamó la atención que como única
13Un sueño hecho realidadcondición personal había solicitado «noverle la cara al bebé una vez nacido». Lepreguntamos por ello, y con naturalidadnos argumentó que, como era la primeravez que lo hacía, no estaba segura de loque iba a sentir, que ya sabía lo que eraparir a los suyos propios y lo brutal delacontecimiento a nivel emocional, y queprefería no verle la cara al niño por si re-sultabademasiadoduroparaellaentre-garlo. Cuando llegó el momento, estu-vieronen aquel parto, además de lagestante, su marido y unos padres prime-rizos que no podían estar más nerviososy agradecidos. Nació el niño, sano y rolli-zo,yKarendecidióquesíqueríaverlo.Esamujerestabafelizporhaberhechofeliza su vez a una familia de dos hombresque lo habían puesto TODO, en cuerpo yalma, por ampliar su árbol genealógico. Karen siguióteniendocontactoconFélixy Mateo a lo largo de los meses posterio-res. Preguntaba por el bebé e hizo aquelcurso quequeríahacer con el dinero querecibió, pero eso solo es un cotilleo. Conel tiempo, el niño tuvo consciencia de queesa mujer a la que veía a través de Sky-pe,eralapersonaquelohabíatenidoensu vientre durante nueve meses, y unadelas piezas clave paraqueél estuvieraen el mundo. Los padres le inculcaron elagradecimiento y el amor hacia todoslos que tuvieron algo que ver en su crea-ción, y, para aquellos que se hagan pa-jas mentales, os diré que un niño, si se lecuentalaverdad yse le educa conamor,suele ser un ejemplo para muchos ma-yores. Lo he visto con mis propios ojos.Karenno solo felicitabaal niño cada Na-vidad y cada cumpleaños, sino que seofreció a una segunda gestación, si to-maban en algún momento la decisión devolver a ser papás. Y así fue. Al cabode unos años, cuando se recuperaroneconómicamente, volvieron a pedirleayuda, y nacieron dos niñas preciosas,no sin cierta dificultad. Karen vivió cua-tro transferencias que no llegaron a serembarazos, con toda la carga de hormo-nas que eso conlleva en cada tratamien-to. Las que hemos pasado por ello sabe-mos que no es un paseo por las nubes. Preparar el cuerpo para una fecundaciónin vitroo transferencia —que es comolo llaman— es una carga de hormonas, medicamentos… que no solo tiene un im-portante coste físico y económico, sinotambién emocional. Karen pasó por esohasta cinco veces sin remuneración eco-nómica, porque no te pagan nada hastaque no te quedas embarazada, y en sucaso cobró veinte mil dólares por un em-barazo de riesgo gemelar con 38 años.Para ella fue duro porque este embara-zo coincidió con un cáncer que pasó sumarido y que afortunadamente superó.Con todo esto, me diréis si no hay gentemaravillosa en el mundo. Me han preguntado muchas veces pormiopiniónsobrelagestaciónsubroga-da. No hace mucho me llamaron del
14Madre después de los 40periódico El Mundo, a través de un com-pañero que yo sabía que me iba a tratarcon respeto, pero nunca quise posicio-narme públicamente por miedo a recibircríticas. Si decido escribir este libro so-bre mi experiencia acerca de la materni-daddespués de los 40, lo haré abrién-domeen canal, aunque pueda teneropiniones que generen cierta controver-sia. Creo que cuando compramos un li-bro, y me pongo como lectora, solo es-peramos la verdad. Cuando un libro esmentira, se huele, y me parece un fraude,una estafa hacia el lector. Contaré todolo que he sentido durante el proceso, y me callaré únicamente lo que es mío y demihija,yquepertenece amiprivacidad.Dicho esto, me voy a mojar. Estoy a favordel amor siempre. A favor de que, si unamujer quiere hacer ese regalo a alguien,el regalo de la maternidad, lo pueda ha-cer, pero de manera desinteresada, paraque no haya transacción económica ynadie se beneficie. En estos casos suelenganarmucholosquemenosdan.Estoyradicalmente en contra de quienes seaprovechan de la pobreza para explotara unas pobres chicas que viven hacina-das como cobayas, pariendo hijos paraganar una miseria de dinero que les per-mita seguir adelante. Me parecen unosindeseables y unos canallas los que jue-ganconlaspersonasquenopuedenele-gir. Estoy en contra de una legislaciónpoco valiente que deja grandes lagunas ymucha indefensión. Pero lo que yo viví conmis ahora amigos fue un acto de amor.Eso sí, yo estoy a favor de una subroga-ción gestacional donde nadie cobre.MARI LUZ, LA MADRE HEROÍNALo más cerca de la maternidad que es-tuve en mi vida hasta ese momento fuehaciendo ese programa. Conocí a mu-chas madres y padres maravillosos. Gra-bamos a un matrimonio de Jerez con —yque meperdonensidoy unhijomásomenos porque han pasado muchos añosy no los localizo para confirmarlo— nue-ve o diez críos, y uno en camino. Juantrabajaba en un supermercado y MariLuz era cocinera, sastra, profesora, lim-piadora, psicóloga, pero sobre todo eraeconomista. Sin salir de aquel piso deochenta metros cuadrados, era capazde cuadrar como un puzle de mil piezascada céntimo que entraba en esa casapara que no faltara la comida.Yo tengo un defecto muy malo que esimposible de corregir: se me nota todoen la cara. Es como si mi cara fuera untraductor simultáneo de mi cerebro y,sin ninguna orden previa, la tía escupelo que estoy pensando. Es una verda-dera putada, porque a veces, para nohacer daño digo lo contrario de lo quepienso, y mi cara me pone en verdaderoscompromisos. Pues cuando entré en esepiso de Jerez de la Frontera, mis pala-bras fueron: «Qué familia más bonita…cuánto me gustaría formar una así». Y mi

15Un sueño hecho realidadcara decía: «Pobremujer, cómo puedecon diez niños, en un piso tan pequeño yvivirpara poner lavadoras, cocinar, fre-gar y vuelta a empezar. Yo me moriría».Debo reconocer, y desde aquí les pidoperdón por ello, que tuve algún pensa-mientonadatoleranteparaesaIglesia,a la que pertenezco y en la que hoy nome encuentro, por dejar en manos de lavoluntad de Dios tantas y tantas cosas.Pero quién soy yo para juzgar. Un día en esa casa fue suficiente paramí. Llegué muy temprano a la calle don-de habíamos quedado con Mari Luz,que nos esperaba puntual después dehaber dejado a media tropa en el co-legio. La reconocimos porque, comodicen en mi pueblo, «le llegaba la ba-rriga a la boca» y nos recibió con unasonrisa que nos abrió las puertas de sualma de par en par. Juan trabajaba porla mañana ese día y se incorporaría alalmuerzo con todos. Mi gran amiga Samanta Villar me ha acompa-ñado en todo el proceso con sabios consejos.
16Madre después de los 40Aprovechamos el silencio de la casa paraque Mari Luz nos contara El sentido de lavida;ellaquetantavidahabíadado.Hanpasado más de diez años y si me la en-contrase por la calle no sé si la recono-cería, sobre todo si no está embarazada;no sé cuántos han podido venir después.Lo que no puedo olvidar es esa mirada,mezcla de agotamiento y felicidad, quese te queda después de haber completa-do un maratón. Esa era su vida: un mara-tón diario de lavadoras, comidas, paña-les, plancha… pero también de risas,ruido, problemas de adolescentes, prime-ros dientes, peleas de hermanos queacaban en el rincón de pensar, y vida,mucha vida a su alrededor. Mari Luz noscontaba algo que ella creía importante yque nosépor qué razónpensabaqueha-bía pasado desapercibido: los dos perte-necían a los «Kikos», un movimiento ca-tólico que reconoció Juan Pablo II. Noquierometerme en más honduras, porquesé que acabaré en jardines de los que meva a costar salir. Yo puse mi cara de «¿no,de verdad?», aunque lo que dije fue:«No lo había pensado, pero no es lo quenos interesa para el reportaje». Eso enciertomodoeraverdad.Nosdabanigualsus creencias religiosas, aunque fuese larazón por la que habían tenido un niñopor año, así hasta diez. Mari Luz me dijo que «su sentido de lavida» estaba en Dios y en sus hijos, y quecada día daba las gracias por cada pe-queña cosa que la vida le regalaba. Es-cribo este libro en los meses en que heestado confinada con mi niña en Madridpor culpa del COVID-19, y he pensadomucho en ellos, sobre todo en Mari Luz.Creo que entonces no entendí muy bienlo que me quería decir, aunque pensaraque sí, y apuesto a que ella habrá lleva-do mejor el confinamiento con la decenade hijos, que yo solo con un bebé de tresmeses. Esa mujer,que se quedó preñadapor primera vez con 22 años y que lleva-ba otrostantossin tomarse una cervezaen un bar, me decía que era feliz, y quesu felicidad consistía en ver a sus hijoscada día sentados alrededor de la mesacompartiendo un almuerzo, en dar un pa-seo por el parque con los más pequeñosdejando a ratos que el sol le picara enla cara, o en ver la relación que habíaentrelos hermanos y cómo se cuidabanlos unos a los otros.. A la una y media de la tarde sonó el tim-bre en esa casa de tres habitaciones y un solo cuarto de baño, donde no te ex-plicabas cómo y cuándo se podía alcan-zar un mínimo de intimidad para seguir cumpliendo la voluntad de Dios, y comoen la escena de Lo imposiblecuandollega el tsunami y arrasa con todo, asíocurrió.Llególapropiavidaentodaslas edades. Como si fuese un ejerciciode natación sincronizada, los chicos ibandejando los abrigos, lavándose las ma-nos y ayudando a poner la mesa, sin queaquello pareciera un mercadillo. Todoshablaban a la vez, pero Mari Luz tenía
17Un sueño hecho realidadel don divino, y eso sí que es para tenerfe, de contestar por su orden para queninguno se sintiese excluido. —Lola, ¿cómo te fue con el examende matemáticas? —Es que le cuestanlas raíces. —Mario, ¿le pediste perdón a tu com-pañero Luis por haberle empujado en elpartido de fútbol? —Sí, mamá, está todo arreglado.—Venga,que papáestáapunto dellegar.Yo no daba crédito. No solo se sabía el nombre de cada uno de sus hijos, sinoque además controlaba el de sus com-pañeros y lo que le preocupaba a cadauno. A esas alturas yo ya me había qui-tado el sombrero ante Mari Luz. Cuando llegó Juan, todos esperabanenlamesa en posiciónde salida. Y fuesentarse ese hombre a comer, y aqueltsunami de vida arrasó con dos bandejascompletas de espaguetis con tomate.Mari Luz daba el pecho mientras apenasalcanzaba a comer algo y yo, que teníami plato intacto, pensaba que esa mujersería capaz de organizar nuestro país enla peor de las crisis. La tarde discurrió entre deberes escola-res, juegos en el parque y los típicos ysaludables pulsos entre adolescentesy padres por conseguir salir el fin de se-mana con sus amigos. Ya me marchaba,agotada, tengo que decir, cuando MariLuz se dirigió a mí: «¿Me preguntabascuál es para mí el sentido de todo esto?,pues te lo diré. Esto que ves es el sentidode la vida». Tengo muy presentes varias historiascomo las que se grabaron en aquel pro-grama, que nunca vio la luz porque yonoconseguíaquedarmeembarazada.Hablé con mi productora de aquel mo-mento y con Pedro Revaldería, que erael responsable de la productora, y lesdije que con el estrés que tenía no ibaaconseguirlonunca.Estabaangustiadaporque ellos habían invertido un dinero importante en las grabaciones, y el pro-grama dependía de que yo me quedaraencinta. Pedro me emocionó tranquili-zándome y diciéndome que lo aparcaría-mos hasta que yo quisiera. Les propuseque buscaran a una periodista que yaestuviera embarazada y que aprove-charan el material grabado, que era muybueno, y me dijeron que ese programaerayo y quesin míno se haría. Nuncaolvidaré ese gesto en un negocio don-de todos tenemos la sensación de quenadie es insustituible y donde todo pasatan rápido. Con el paso de los años vi que mi ad-mirada compañera Samanta Villar hizo algo parecido para Cuatro y compartiócon todos nosotros su embarazo y par-to gemelar. Debo reconocer que me diociertapelusayquemeentraron otra
18Madre después de los 40vez unas ganas terribles de intentarlo.Lo hablamos las dos una vez que coinci-dimos en la cena de Navidad de la em-presa. Le conté el proyecto y nos reímosmuchoporqueyosiemprehetenidolasesnsación de que las dos llevábamosdurante un tiempo una carrera paralela,ella con mucha más repercusión. Cuan-do triunfaba con21 días,yo hacíaalgoparecido en Canal Sur que se llamaba75 minutos. Las dos somos reporteras ynos encanta la gente, y ahora que somosmuy amigas, hemos descubierto que nosparecemos hasta en las angustias, aun-que ella me lleva cierta ventaja. La hellamadomuchoduranteelembarazo,ya veces llorando por las críticas, sobretodo cuando decidí no darle el pecho aLolaytrascendió;ycuandomeincorporéa trabajar justo después de la cuarente-na… para qué más, fui trending topicy no precisamente por las felicitaciones.La he llamado con frecuencia, me hedesahogado mucho y la he escuchadomás, porque es una mujer sabia y es miamiga.Habían pasado diez años desde aquelfallido intento en El sentido de la vida, y la idea de ser madre sobrevolabasiempre mi cabeza. Mientras pasabanlos años, yo saltaba de un programa aotro y empezaba mi andadura profe-sional por Madrid, así que nunca era elmomento.2016: UN AÑO PARA OLVIDAREnelaño2016lavidamecambióradi-calmente. Perdí el trabajo, me equivoquéde asesor fiscal y tuve una visita muy«agradable»deHaciendaque,aunqueno me multó porque «no había ánimo dedefraudar», sí me desplumó de los pocosahorros que tenía. Como puntilla, pasé una crisis muy profunda en asuntos másprivados que me guardaré para mí. Pare-cíaque todolo quehabíasido mimundose hundía. Estaba sin trabajo, sin dineropara afrontar un alquiler y con la sen-sación de que todos esos amigos quepensaba que tenía se habían ido por elmismo desagüe que mi estatus de pre-sentadora de éxito. Había fracasado y, aveces en este negocio, el precio es alto.Pero cuando piensas que ya no puedeempeorar, la vida se convierte en putavida y saca la peor de sus caras. Todo esoque me estaba pasando me pareció unareverenda tontería cuando, a finales deese año, le diagnosticaron a mi padre uncáncer de páncreas que acabó arreba-tándonoslo dos meses y medio después. Cuando murió mi padre, pensé que esedesequilibrio vital y ese dolor y penaque te deja la ausencia de un ser queridopermanecería conmigo hasta el finalde mis días. Me veía incapaz de ser felizy además estaba convencida de que yono volvería a ser la misma. Tenía tantatristeza ytantaangustia,queno leen-

19Mi padre no era de hacerse mu-chasfotos;estaesunadelaspocas que conservo de él, elhombre más importante de mivida.contraba mucho sentido a nada. Dejé deescuchar música porque me hacía daño,y sobrevivía medicada porque ese duelodel que hablan se te instala en las en-trañas. Es curioso, las cosas que pasanen la vida… yo creo mucho en eso deldestino y de que todo tiene un porqué.Desde los 14 años, que empecé a traba-jar, nunca había estado en paro. Inclusopermanecí durante mucho tiempo sin unmes de descanso, encadenando un tra-bajo tras otro. La primera vez que estabatécnicamente en paro fue justo cuandomi padre enfermó, y eso me permitiópoder estar a su lado y cuidarlo en losúltimos meses de su vida. Creo que poresa razón me siento tan en paz, porquele acompañé junto a mis hermanas y mimadre hasta que se marchó.Durante meses me martirizaba el recuer-do de las últimas semanas de mi padre ysobre todo su mirada. Él quería vivir, yestaba luchando con todas sus fuerzas.Todos sabíamos que aquello era el final,pero no teníamos ni idea de cómo afron-tarlo. Nunca se sabe porque no nos hanpreparado para la muerte. Lo más duropara las personas que nos quedamos esver cómo nuestro ser querido se aferra ala