El falso príncipe (El Falso Príncipe 1)

Jennifer A. Nielsen

Fragmento

Índice.xhtml

Índice

 

Portadilla

Índice

Dedicatoria

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Capítulo 19

Capítulo 20

Capítulo 21

Capítulo 22

Capítulo 23

Capítulo 24

Capítulo 25

Capítulo 26

Capítulo 27

Capítulo 28

Capítulo 29

Capítulo 30

Capítulo 31

Capítulo 32

Capítulo 33

Capítulo 34

Capítulo 35

Capítulo 36

Capítulo 37

Capítulo 38

Capítulo 39

Capítulo 40

Capítulo 41

Capítulo 42

Capítulo 43

Capítulo 44

Capítulo 45

Capítulo 46

Capítulo 47

Capítulo 48

Capítulo 49

Capítulo 50

Capítulo 51

Capítulo 52

Capítulo 53

Capítulo 54

Agradecimientos

Sobre la autora

Si te ha gustado este libro, no te pierdas…

Créditos

Grupo Santillana

TXT.xhtml

 

 

 

 

Para mi madre.

Todo lo bueno que aprendí de ti

me lo enseñaste con el ejemplo.

TXT-1.xhtml

CAPÍTULO 1

 

 

 

 

Si tuviese que volver a empezar desde el principio, no habría elegido esta vida. Claro que no estoy seguro de que en algún momento haya tenido elección.

En eso andaba pensando mientras huía del mercado con un trozo de carne bajo el brazo.

Era la primera vez que intentaba robar carne y ya me estaba arrepintiendo. Es muy difícil sostener un trozo de carne cruda mientras corres; es más resbaladiza de lo que había imaginado. Prometí que si el carnicero no me alcanzaba antes con su cuchillo y cortaba de raíz mis planes de futuro, la próxima vez me acordaría de envolver la carne antes de robarla.

Solo iba unos pasos por detrás de mí; me perseguía a más velocidad de la que me esperaba para un hombre de su volumen y gritaba a voz en cuello en su idioma, uno que yo no reconocía. Era originario de alguno de los países del lejano occidente; indudablemente, de un país donde estaba permitido matar a un ladrón de carne.

Pensar aquellas cosas era lo que me animaba a correr más deprisa. Justo al doblar una esquina, el cuchillo se clavó en un poste de madera a mis espaldas. Aunque era a mí a quien apuntaba, no pude evitar admirar la puntería de aquel hombre. Si yo no hubiese doblado la esquina en ese momento, el cuchillo habría alcanzado su objetivo.

Solo estaba a una manzana del Orfanato para Muchachos Desfavorecidos de la señora Turbeldy. Sabía cómo desaparecer allí.

Y lo habría logrado, de no ser por el hombre calvo que estaba sentado junto a la puerta de la taberna y que estiró la pierna a tiempo para hacerme tropezar. Afortunadamente, conseguí no soltar la carne, aunque eso no le hizo ningún bien a mi hombro derecho al caer sobre el duro suelo de tierra.

El carnicero se inclinó sobre mí y se echó a reír.

—Ya era hora de que recibieses tu merecido, mendigo asqueroso.

La verdad era que yo no le había mendigado nada a nadie, aquello era impropio de mí.

Cuando hubo acabado de reírse, me dio una patada en la espalda que me cortó la respiración. Me hice un ovillo y me dispuse a recibir una paliza a la que no estaba seguro de sobrevivir. El carnicero me propinó una segunda patada y ya se estaba preparando para una tercera cuando otro hombre gritó:

—¡Quieto!

El carnicero se volvió.

—Tú no te metas. Me ha robado un trozo de carne.

—¿Un trozo muy grande? ¿Cuánto cuesta?

—Treinta garlins.

Mis avezados oídos oyeron el sonido de unas monedas dentro de una bolsa.

—Te pagaré cincuenta garlins si me entregas a ese muchacho —dijo el hombre.

—¿Cincuenta? Un momento —el carnicero me dio una última patada en el costado y luego se inclinó sobre mí—. Si vuelves a entrar en mi tienda, te cortaré en trocitos y te venderé en el mercado como si fueras carne. ¿Entendido?

El mensaje estaba muy claro. Asentí con la cabeza.

El hombre le pagó al carnicero y este se alejó pisando fuerte. Quería ver a la persona que me había ahorrado una

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos