75 consejos para sobrevivir en el campamento (75 Consejos 2)

María Frisa

Fragmento

Índice

Portadilla

Índice

Dedicatoria

Prólogo

Capítulo 1. La estrategia de todo lo contrario

Capítulo 2. Lista de propósitos para el campamento

Capítulo 3. Los preparativos

Capítulo 4. El día de la partida

Capítulo 5. La llegada al campamento

Capítulo 6. Las mofetas

Capítulo 7. Los monitores

Capítulo 8. La comida* del campamento

Capítulo 9. Las reglas del juego

Capítulo 10. Las tiendas de campaña

Capítulo 11. Amanece que no es poco

Capítulo 12. Aprender jugando

Capítulo 13. Bajar al pueblo

Capítulo 14. El mundo zombi

Capítulo 15. Las actividades acuáticas*

Capítulo 16. La Comunidad del Anillo

Capítulo 17. Las excursiones

Capítulo 18. Descanso y regreso

Capítulo 19. April Fools’ Day

Capítulo 20. El amigo secreto

Capítulo 21. The winner is

Capítulo 22. El último día

Capítulo 23. La despedida

Minidiccionario de supervivencia

Mis dedicatorias

Las dedicatorias de los demás

Agradecimientos

Sobre la autora

Créditos

Grupo Santillana

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Para Elena. Seguro que si te lo propones
consigues hacer cosas maravillosas porque
eres excepcional

Para Anna. Sara sabe que para nacer
necesitó dos madres, y tú eres una de ellas.

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Cuando tienes doce años, la vida puede ser bastante penosa.

Tus padres toman todas las decisiones importantes sin consultarte y, muchas veces, te obligan a hacer cosas absurdas: besar a cualquiera que te ponen delante, jugar con los hijos de sus amigos, llevarte bien con tus hermanas, obedecer a alguien solo por ser un adulto (incluso a monitoras del comedor)... Pero el colmo es que ni siquiera te dejan elegir qué hacer en ¡¡¡tus vacaciones!!!

Este verano el destino me tenía guardada una sorpresa muy especial. El sueño de cualquiera... ¿Ir a la playa y atiborrarme de helados? ¿Horas ilimitadas en Internet? ¿Maratones de tele y consola en el sofá? Nooo.

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Pero espera, empezaré por el principio...

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Hay días en los que es mejor no levantarte de la cama. Aunque como no sueles saberlo (y tu madre va a obligarte de todas formas), te levantas.

Aquella mañana parecía una mañana normal: un aburrimiento. Hacía calor y me estaba quedando sobada por culpa del pedazo de bocadillo de chorizo que me había zampado en el recreo y, principalmente, por culpa de mi hermana Sofía, que es una enana de dos años y medio.

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Estaba ya dormida cuando sonó el timbre. «¡¡¡Aaahhh!!!», chillé. ¡Qué susto! Emilio, mi profesor, me miró con mala cara. Él controla todo lo que hago. Soy tan «afortunada» que me siento en la primera fila porque dice que prefiere «tenerme cerca» (y no, no creo que sea porque me tiene mogollón de cariño).

-Un momento -gritó cuando ya salíamos disparados hacia la puerta-, tengo que daros un sobre.

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Suelen ser un tostón y dicen cosas que no nos interesan o que cualquier persona normal conoce (horarios, reuniones, una plaga de piojos...), aunque nunca se sabe...

En este anunciaban un campamento de inglés: Happy English. Por lo visto, el colegio había llegado a un acuerdo con una asociación para montar uno (esto lo copio tal cual de la hoja):

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¡Madre mía! ¿Has entendido algo? Seguro que lo han escrito con el Diccionario de Palabras Raras de la Real Academia Española al lado. Tranquilo, lo traduzco:

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¿A que se entiende mejor? Evidente.

No voy a negar que es una buena idea ir con tus amigos, pero... ¿¿qué pasa con tus enemigos??, ¿vas a tener que aguantarlos las veinticuatro horas del día?

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