La caja negra

Jorge Coscia

Fragmento

Corporativa

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Penguin Random House

A Paloma

“Todo lo que vemos o imaginamos no es más que un sueño dentro de un sueño”.

EDGAR ALLAN POE (del poema “A dream within a dream”)

“There are two critical points in every aerial flight: Its beginning and its end”.

ALEXANDER GRAHAM BELL, 1906

“Esta historia la soñé antes de escribirla. Ignoro si he despertado del sueño”.

JORGE COSCIA

1

—¡Por Dios! ¡¿Qué está pasando?!

Mientras manipulaba los controles de vuelo, en plena emergencia, Peter Kendall tenía presente lo que había escuchado por primera vez en el viejo modelo sonoro de caja negra de un avión siniestrado.

—¡¿Qué está pasando?!

Había sido un grito desesperado que nunca tendría respuesta.

La simplicidad de la pregunta contrastaba con el drama de un avión que caía en el océano. En la grabación había quedado registrado también lo que sobrevino luego: un impacto descomunal, el estallido de los materiales que componían un avión de línea y, después de un instante de silencio, un efímero coro de quejidos. La voz de aquel comandante muerto solía aparecer tanto en sus sueños como en su vigilia con persistente intensidad.

—¿Qué está pasando? —volvió a escuchar en su cabeza mientras la cabina de comando se sacudía intensamente con una turbulencia discontinua. Su voz y la del copiloto Steve Jones se contraponían en una rutina de referencias técnicas.

—Potencia —pidió Kendall.

—No responde —replicó Jones.

—Turbina dos y tres.

—Negativo.

La ventanilla del comando solo permitía ver una niebla espesa que la máquina rompía a gran velocidad. Una luz roja intermitente se encendió en el tablero. Kendall alcanzó a advertir la mueca de preocupación del copiloto y activó una perilla. De inmediato nuevas lucecitas del comando acentuaron el clima de irrealidad de la cabina mientras los vertiginosos copos de nubes bajas continuaban deshaciéndose sobre el parabrisas frontal. Otra luz comenzó a titilar. La niebla se volvía cada vez más amenazante. El copiloto se ajustó instintivamente el cinturón de seguridad.

—Estamos en problemas —murmuró Kendall sin dejar de mirar los controles, mientras nuevas chicharras y el ruido de turbinas se sumaron al caos electrónico. La réplica del copiloto le dio la razón:

—Bajamos a seiscientos pies y seguimos.

Una tercera voz se sumó al diálogo:

—¡Terrain… Terrain…! ¡Pull up! ¡Terrain…Terrain…!

Era la voz femenina de una grabación programada para advertir a los tripulantes sobre la proximidad de la tierra. Tenía un mensaje claro: se debían potenciar al máximo los motores para evitar el impacto. Su uso en los aviones era obligatorio como parte del llamado “Ground proximity warning system” o sistema de alerta de proximidad del suelo (GPWS), desarrollado por un ingeniero canadiense, que había encontrado en el término “terrain” la conjunción idiomática ideal del significado idéntico de la palabra en los dos idiomas de su país, con un origen común en el término latino “terra”.

—¡Terrain! ¡Terrain! ¡Pull up! ¡Terrain!

Kendall dio mayor potencia a los motores. Un fuerte ruido estremeció la cabina. El copiloto lo miró e hizo un comentario apenas audible en ese pandemónium de crujidos y chicharras que advertían, con eficiencia lúgubre, lo que ningún comandante ni tripulante de avión de línea había contado jamás: el impacto de su enorme máquina sobre la mar de una tormenta.

Continuó mirando hacia adelante imaginando la presencia del océano encrespado, que se corporizaba en la ventanilla como una lluvia espumosa.

—Todavía no, todavía no… —se repitió.

Empujó vanamente la palanca de comando.

—Allá vamos —fue su sereno comentario, como si se estuviera lanzando desde un trampolín a una pileta.

Súbitamente la cabina dejó de vibrar y las chicharras se transformaron en un único y monótono sonido persistente, en reemplazo del impacto real, dando por finalizado el programa de un accidente ficticio en el simulador de vuelo.

El copiloto se reclinó sobre su asiento, desajustó su cinturón y miró a Kendall, que permaneció en silencio, con los ojos fijos hacia adelante.

—Si es desagradable acá, imaginate en el océano —comentó Jones.

Se puso de pie y caminó hasta el programador del simulador, que reproducía al detalle las dimensiones, instrumentos y circunstancias de la cabina de comando de un Boeing 777.

Mientr

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