Escritura meditativa

Nora Osnajanski

Fragmento

Corporativa

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A Maruca y a Salo, que me dieron la vida.

A mi hijo, Iván.

A Adriana Schnake y a Clelia Cá.

A mis hermanas del alma: Silvia Kaltman, Ximena González Bosque, Patricia Vitis, Graciela Cros, Elsa Lebram, Adriana Cimino Torres, Lila Pastoriza, Noemí Ciollaro, Cristina Meliante, Ligia Gallardo Heresmann, Lina Peralta Valdés, Ghislaine Montoya.

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RELATOS DE VIDA:
¿PARA QUÉ? ¿CÓMO?

Un diario personal es un lazo con uno mismo cuando se pierden todos los lazos, cuando todas las cosas en las que uno creía se desquiciaron.

JONAS MEKAS

Imposible negar que todos quisiéramos evitar el sufrimiento. Sin embargo, en tanto estemos vivos, en distintos momentos nos veremos cara a cara con el dolor. Dicen los budistas que una cosa es el dolor inevitable (ocasionado, por ejemplo, por la muerte de un ser querido) y otra el sufrimiento inútil, que nos deja inmovilizados en viejas historias, o nos resta energía tratando de alcanzar ideales incumplibles. Una forma productiva de entender ese sufrimiento inútil es darse cuenta de hasta qué punto permanecemos atrapados en guiones de vida y sistemas de creencias que hieren… y aburren. De todo esto y mucho más tratan los relatos de vida y la escritura meditativa.

Escribir las vivencias, las alegrías y los temores. Escribir desde la sombra, el amor y el dolor. Escribir desde el cuerpo y el silencio. Escribir para encontrarnos a nosotros mismos desde nuestras verdades más profundas, que son las únicas a las que podemos tener un acceso con sentido…

Cuando encontramos la forma de jugar en serio, cuando nos atrevemos a dejar de controlar lo que aparece en el papel y nos aventuramos en lo desconocido, ahí le abrimos la puerta al legendario darse cuenta, que llega de la mano de esa palabra que no hemos buscado, de alguna metáfora que no esperábamos, o de extrañas y poéticas imágenes que jamás pensamos encontrar.

Esta modalidad poco podría aportar al autoconocimiento si no fuera de la mano con un “contenedor” capaz de generar orden a partir del caos, el hilo conductor mediante el cual desmadejar el ovillo de nuestras experiencias vitales. Ese contenedor es el diario de relatos de vida. No consiste en atarse a un compendio minucioso y mecánico de lo vivido en el día a día, sino que es un modo creativo de conectar con la memoria, las percepciones, sentimientos y proyectos, fantasías y descubrimientos que muy a menudo se diluyen sin llegar a formar parte de la conciencia. Su verdadero poder radica en sorprender y revelar, no en contabilizar ni analizar racionalmente.

Lo cierto es que no pensamos ordenadamente, y nuestra propia vida no es tan ordenada como quisiéramos.

Día a día, A no lleva siempre a B, ni 2 más 2 termina en un 4 tranquilizador. Tal como escribió el gran poeta persa Rumi:

¿Quién hace estos cambios?

Disparo una flecha a la derecha,

cae a la izquierda.

Cabalgo tras de un venado y me encuentro

perseguido por un cerdo.

Conspiro para conseguir lo que quiero

y termino en la cárcel.

Cavo fosas para atrapar a otros

y me caigo en ellas.

Debo sospechar

de lo que quiero.

“Lo que quiero” está dictado generalmente por el ego y la razón. “Lo que soy” —y desconozco— permanece oculto, hasta que llega un momento en la vida en que la búsqueda existencial se impone. Ahí están, entonces, los relatos autobiográficos para convertirse en asistentes.

La búsqueda tiene más que ver con la adultez que con la impetuosidad de la adolescencia, cuando estamos marcadamente orientados a la acción y no a la reflexión. Por supuesto que muchas personas han escrito un diario íntimo durante su adolescencia. Sin embargo, son pocos quienes han mantenido este hábito, ya que abrirse paso entre las múltiples demandas de “hacerse grande” y cumplir con mandatos y obligaciones impide detenerse a contemplar y cuestionarse. Esos mandatos familiares y de la cultura marcan el modo “correcto” y aceptado de vivir, sentir y comportarse. Fueron útiles en muchos momentos, pero cualquiera de las múltiples crisis que afectan a los seres vivos derrumban esas certezas y parecería que nada logra reemplazarlas.

¿Cómo entrenarnos para atravesar las crisis vitales e incorporar creativamente los cambios inevitables? ¿Y cómo ignorar que actualmente todos estamos en crisis, de lo global a lo individual? Si estamos dolidos, furiosos, confundidos, frustrados o aburridos, quizás ha llegado el momento de probar nuevos rumbos.

Así lo resume Gabrielle Roth: “Llevar un diario y llenarlo de uno mismo significa tomarse en serio la propia vida, cuidarse lo suficiente como para verla con honestidad. Debería convertirse en un ejercicio de autodescubrimiento continuo y vital: encontrar poco a poco la propia voz, la propia verdad, la propia historia”.

Los relatos de vida son también una ventana desde donde mirarnos con honestidad y “autoempatía”. Un modo de re-encantar la vida cotidiana, donde tan frecuentemente vivimos nostálgicos del pasa

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