¡Que gane el mejor! (Chicas contra Chicos 2)

Ali en las Nubes

Fragmento

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—¡¿Que hiciste qué?!

Les quedó igual de bien que si hubiesen pasado la tarde ensayándolo: el mismo tono, los mismos ojos abiertos de par en par, la misma forma de echarse hacia delante, sentadas en la grada al borde de la pista de hielo… Me entró la risa y vi que Lena fruncía el ceño.

—¡Ali! Que va en serio.

Sue asintió mientras intentaba quitarse una zapatilla sin desabrocharse los cordones: habíamos llevado los patines. Yo me encogí de hombros.

—Pues eso —les dije—. ¿Qué habríais hecho vosotras?

—Para empezar, yo ni siquiera habría ido —replicó Lena—. ¿Te has vuelto loca? ¿Qué pasa con la guerra?

—Era por un tema de clase —una excusa rastrera—. Tenía que ir, no podía explicarle al Nogueira que somos enemigos, ¿no?

—¿Por qué no? —dijo Sue—. Es majo.

Era el primer año que el señor Nogueira nos daba clases de Lengua y Literatura, pero todos lo conocíamos de antes, porque también dirigía el grupo y las funciones de teatro del Monteblanco. Que no solían salir muy bien, la verdad.

—¿Por qué no quedaste con Max mejor? —volvió a hablar Lena—. O con cualquiera. ¿No hay más gente en tu clase?

—Nico me lo preguntó antes —mentira, mentira, mentira—. Y además, somos vecinos.

—Pero ¿y lo de veros en el Zoco?

Cuando Lena le hinca los dientes a algún asunto, malo. Cuesta soltarse, y si seguía por ese camino, yo iba a terminar fatal. Por suerte, podía contar con Sue, que estaba más interesada en lo que había pasado que en cómo era posible que hubiésemos llegado a ese punto. Solo necesitaba un empujoncito:

—Es que en el Oso Burger tienen patatas fritas —respondí—. Y Coca-Cola.

Ahí estaba el recordatorio que Sue necesitaba, y mi salida de incendios para que Lena dejase de interrogarme. Funcionó: Sue levantó la cabeza, me clavó los ojos y dejó de abrocharse los patines.

—Eso que has dicho antes… —dijo cortando la pregunta que ya había empezado Lena—. ¡¿De verdad le tiraste a Nico la Coca-Cola por encima?!

—Ajá.

Lena me sonrió, con una medio sonrisa de lo más malvada:

—Un baño de burbujas —dijo mientras se imaginaba a Nico calado de Coca-Cola de arriba abajo.

Sue se rio otra vez y yo también. No subiría al marcador del Muro de chicas contra chicos, pero era un tanto para nosotras, ¿no?

Hacía ya unos meses que había empezado la guerra entre el grupo de Turo y el nuestro. Desde que arrancó el curso éramos algo así como enemigos, aunque seguíamos hablando en el instituto y hasta habíamos ido a verlos actuar en el concierto de Los Lirones del pasado sábado. Fue ahí cuando Nico salió al escenario con un ukelele y mi gorro de la suerte, y de vuelta a casa yo quise recuperarlo porque en realidad nunca debería habérselo dado (es una larga historia) y, no sé cómo, terminé aceptando a cambio una púa de guitarra y una quedada con él, los dos solos.

El caso es que no tenía demasiado claro si eso podía considerarse «traición», porque aparte de las Cinco Leyes de la Guerra que acordamos entre los siete, tampoco es que nos sentásemos a escribir un reglamento en serio, y no era cuestión de preguntarle a Lena y a Sue qué les parecía que yo quisiese llevarme bien con mi nuevo vecino, que encima era compañero de clase.

Pero bueno, ahora ya no importaba. Porque Nico era un idiota.

—Se la tiraste, ¿así, sin más? —Sue alucinaba.

Miré a Lena y las dos nos reímos.

—No, antes nos dijimos hola.

—Y luego los dos cogieron sus vasos, se pusieron espalda contra espalda, dieron tres pasos al frente y…

—… yo fui más rápida —terminé la frase de Lena.

Ella y Sue habían acabado con sus patines y ya estaban de pie, apoyadas en el murete bajo de la pista, esperándome. Me di prisa, mientras les contaba cómo había ido.

—Es que estuvo en plan borde desde que llegamos, ni siquiera me miraba. Pedimos las Coca-Colas, nos sentamos en una mesa y él todo el rato en modo «no hablo con desconocidos, deja de acosarme», así que le dije que si iba a estar así, que mejor lo dejábamos, y él me dijo que a lo mejor tenía motivos para ser borde, y yo le dije que cuáles, y él dijo que yo sabría, y yo no lo sabía, así que le dije que no, que no tenía ni idea y que no entendía nada, y él dijo que sí, que ya, y yo le dije que se fuera al cuerno y que mejor nos íbamos, y él dijo que sí y que no sabía por qué habíamos quedado, y yo le dije que había sido idea suya y que la próxima vez que pensase en hablarme, que se lo pensase mejor, y él resopló y yo me puse de pie y… me fui.

Lo había soltado del tirón, casi sin respirar, mientras me abrochaba los patines: un buen resumen de los quince minutos más largos de las vacaciones de Navidad. Cuando me incorporé, Sue me miraba con la boca abierta.

—¿Y la Coca-Cola? —preguntó Lena con la cara ladeada y los ojos entrecerrados.

—Ah, sí: eso fue después de levantarme y antes de salir.

—Se la tiraste por encima —esa era Sue.

—Sí.

—¿Con hielo y todo?

—Con hielo y todo.

—Bien. Un lirón en remojo —dijo entre risas mientras salía por la puertecita abierta en el muro.

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En realidad, al ponerme de pie moví la mesa y el vaso de Nico se volcó y le empapó una de las zapatillas. Creo que le salpicó un poco los pantalones. De todos modos, si preferían pensar que yo había cogido el vaso y le había tirado la Coca-Cola a la cara en plan película… Tampoco iba a decirles que fue sin querer, que le pedí perdón corriendo (sin querer también, respuesta automática) y que faltó un pelo para que me pusiese a limpiarlo con un montón de servilletas, pero es que eso no se hace si quieres irte con algo de dignidad.

Aun así, para Sue no había más que hablar: ya estaba patinando. Seguramente ya se le habría olvidado, no es que tuviese demasiada memoria. Lena también cruzó la puertecita y me sonrió.

—Vaya desastre, ¿no? —dijo—. Que le den. Es la guerra.

Yo asentí con la cabeza. Todavía estaba enfadada con Nico.

—Idiota —dije en voz baja, un poco por él y un poco por mí.

Lena tenía razón: ¿en qué estaba pensando? No es que tuviese mucha experiencia ni nada, pero creo que esa habría ganado el premio a Peor Quedada de la Historia. Al menos había sacado algo bueno: había recuperado mi gorro de la suerte. El año nuevo empezaba dentro de dos días, y quería todo mi arsenal de buen rollo en plena forma.

Me lo calé bien y salí con Lena y Sue a la pista de hielo.

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Hay dos tipos de personas: las que apagan el despertador a la primera y se levantan, y

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