La increíble historia de... - La gran fuga del abuelo

David Walliams

Fragmento

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Hace mucho, mucho tiempo, el abuelo era piloto de la Royal Air Force, el Ejército del Aire británico, más conocido como RAF.

Durante la Segunda Guerra Mundial, pilotó un avión de combate Spitfire.

Nuestra historia tiene lugar en 1983, cuando aún no había internet, ni teléfonos móviles, ni videojuegos de esos que te tienen enganchado durante semanas. En 1983 el abuelo ya era un hombre mayor, pero su nieto Jack solo tenía doce años.

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Prólogo

Un buen día, el abuelo empezó a olvidarse de las cosas. Al principio eran detalles sin importancia. Se preparaba una taza de té y no se acordaba de tomarlo, hasta que había doce tazas de té frío alineadas sobre la mesa de la cocina. O abría los grifos de la bañera para darse un baño y se olvidaba de cerrarlos, con lo que provocaba una inundación a los vecinos de abajo. O salía de casa con la intención de comprar un sello y volvía con diecisiete cajas de cereales para el desayuno. Y eso que ni siquiera le gustaban los cereales.

Con el tiempo, el abuelo empezó a olvidar cosas más importantes. Qué año era. Si su esposa Peggy, que había muerto hacía muchos años, seguía viva o no. Un día, hasta dejó de reconocer a su propio hijo.

Lo más desconcertante de todo era que el abuelo había olvidado por completo que era un anciano. Siempre había compartido con su nieto Jack las aventuras que había vivido como piloto de aviones de combate durante la Segunda Guerra Mundial, muchos años atrás, y con el tiempo esas historias se habían ido haciendo cada vez más reales para él. De hecho, en lugar de limitarse a contarlas, empezó a revivirlas. El presente se fue difuminando en un borroso blanco y negro, mientras el pasado irrumpía a todo color en su vida. Daba igual dónde se hallara el abuelo, qué estuviera haciendo o con quién estuviese. En su mente, seguía siendo un joven y apuesto piloto a los mandos de su Spitfire.

A todas las personas que lo conocían les resultaba difícil entender la actitud del abuelo.

A todas, excepto a una.

Su nieto Jack.

Como a todos los niños, le encantaba jugar, y tenía la sensación de que el abuelo siempre estaba jugando.

Jack comprendió que lo único que había que hacer era seguirle el juego.

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Fiambre de cerdo

sobre lecho de natillas

Jack se lo pasaba bomba jugando a solas en su habitación. Era un chico tímido por naturaleza y no tenía demasiados amigos. En lugar de pasar el rato chutando una pelota en el parque con sus compañeros de clase, se quedaba en casa montando su preciada colección de maquetas de aviones. Sus preferidos eran los de la Segunda Guerra Mundial: el bombardero Lancaster, el Hurricane y, por supuesto, el avión que había pilotado su abuelo, el legendario Spitfireimagen. Del bando nazi, tenía maquetas del bombardero Dornier, el Junkers y el letal archienemigo del Spitfire, el Messerschmitt.

Jack pintaba sus maquetas de aviones con mucho cuidado y luego las colgaba del techo con hilo de pescar. Suspendidos en el aire, aquellos aparatos parecían enfrentarse en un combate a muerte. Por las noches, Jack se los quedaba mirando desde la litera y se dormía soñando que era un as de la aviación, tal como lo había sido su abuelo, cuya foto conservaba junto a la cama. En esa vieja instantánea en blanco y negro, el abuelo era un hombre joven. Se la habían hecho en algún momento del año 1940, en el punto álgido de la batalla de Inglaterra, y posaba orgulloso con su uniforme de aviador.

En sus sueños, Jack volaba Hasta el cielo y más allá, tal como había hecho el abuelo. El chico habría dado cuanto tenía, todo su pasado y todo su futuro, por un solo instante a los mandos del legendario Spitfire.

En sus sueños era un héroe capaz de grandes proezas.

En la vida real, se sentía como un cero a la izquierda.

imagenEl problema era que cada día era idéntico al anterior. Todas las mañanas iba a la escuela, todas las tardes se ponía a hacer los deberes y todas las noches cenaba delante de la tele. ¡Si por lo menos no fuera tan tímido! ¡Si por lo menos tuviera más amigos! Si por lo menos pudiera dejar atrás su aburrida existencia...

El mejor momento de la semana para Jack era el domingo, pues sus padres lo llevaban a pasar el día con el abuelo. Antes de que se le fuera del todo la cabeza, el anciano y él solían hacer excursiones inolvidables. El Museo de Guerra Imperial era el lugar que más les gustaba visitar. Estaba en Londres, no muy lejos del pueblo donde vivían, y albergaba un sinfín de reliquias militares que eran un auténtico tesoro. Abuelo y nieto se quedaban mirando fascinados los viejos aviones de combate que colgaban del techo en el gran salón del museo. Su preferido de todos los tiempos era, por supuesto, el invencible Spitfire. Siempre que el abuelo lo veía, acudían a su mente recuerdos de la guerra. Entonces compartía aquellas historias con su nieto, que se quedaba embelesado con todas y cada una de sus palabras. Durante el largo trayecto en autobús de vuelta a casa, Jack lo acribillaba a preguntas...

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