Escuela de domadores de padres 1 - Los tratados del WC

Gabriel Sánchez García-Pardo

Fragmento

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TRATADO N.º 1

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Me llamo Pedro, aunque mi nombre en clave es Piedra, y soy el cerebro de nuestro equipo.

Tengo un don, un talento que nos ha llevado a mis hermanos y a mí a vivir las aventuras más locas.

Mi madre, que es psicóloga infantil, presume de conocernos muy bien. Lo que no sabe es que yo conozco todavía mejor a esa extraña especie que merodea por nuestras calles y que cree tener el control sobre todo, esos seres inseguros que a veces nos miran desde las alturas con las cejas arqueadas como si nosotros fuéramos los bichos raros. Me refiero a los padres, sí.

PEDRO MANSO

Nombre en clave: PIEDRA.

Técnica de doma: PSICOLOGÍA
Y MANIPULACIÓN MENTAL.

Tengo la capacidad de dar la vuelta al desastre para sacarle el máximo provecho. Cuando se supone que me voy a llevar un castigo, manipulo para que se convierta en premio. Por ese motivo, hoy vamos de camino a Demencial Park, el parque de atracciones más alucinante del país.

Todo empezó el día en que la granja-hormiguero que tenía en mi habitación se rompió por accidente (nota mental: mejor no jugar al fútbol en la habitación) y el ejército de hormigas escapó para conquistar toda la casa.

Fue un verdadero caos; algunas mordían de lo lindo, trasero incluido. Podría haberme llevado un castigo histórico. Pero, en lugar de regañarme, mis padres acabaron regalándonos a mis hermanos y a mí este fantástico viaje. ¿Cómo lo hice? Ah, querido lector… Son muchos años de entrenamiento.

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Abre bien los ojos, porque estás a punto de aprender de todo un maestro.

Mi padre es Damián Manso, ese escritor de las gafas de pasta rojas. Trabaja en casa, lo que me ha permitido usarlo como conejillo de indias a lo largo de toda mi infancia. La primera vez que lo domé, yo tenía solo ocho años. Era un viernes por la noche y me moría por una pizza, pero no nos quedaba ninguna en el frigorífico.

Uno de los aspectos más importantes de mi técnica de doma es conocer bien los puntos débiles de mis víctimas. Y el mayor miedo de mi padre, al pasar tanto tiempo sentado ante una pantalla, es volverse sedentario y rechoncho y acabar convirtiéndose en una de esas babosas mutantes de sus libros de terror.

Pero me estoy desviando del tema. El caso es que aquella noche solo tuve que pronunciar unas palabras mágicas para conseguir mi objetivo. Mi padre llevaba tres horas trabajando con su ordenador en la mesa de la cocina. Ataqué por la espalda y solté una pregunta inocente:

—¿Sabías que hay un estudio que dice que permanecer sentado en la misma posición durante un tiempo prolongado acaba atrofiando los músculos de forma irreversible?

Papá se removió en la silla. Habría preferido que le preguntase de dónde vienen los bebés.

—Bueno, hijo, tampoco hay que creerse todo lo que dicen en internet —replicó. Entonces se giró para darme una palmada… y su espalda crujió como un tablón podrido. ¡CRACk!

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Se puso pálido. Acababa de morder el anzuelo.

—Mira. Este es Indalecio Segura, cuarenta y dos años, nacido en Segovia. —Le enseñé la tablet con la imagen de un señor de su misma edad completamente encorvado—. Trabajó en una oficina durante veinte años y su espalda acabó con más curvas que un circuito de Fórmula 1. —Mi padre soltó una exclamación—. Tranquilo, no está todo perdido. Por fortuna, el ochenta por ciento de los casos se previenen con una medida tan sencilla como salir a caminar.

Papá empezó a mover el cuello y a tocarse la espalda. De pronto le dolía todo el cuerpo.

—Esto… —dijo de pronto—. ¿Te apetece cenar fuera?

Justo lo que yo quería. Teníamos para cenar coliflor hervida, pero conseguí darle la vuelta a la situación y salimos a cenar todos juntos.

¡Marchando una carbonara con el borde relleno de queso!

Aquel día descubrí mi potencial y desde entonces no he parado de explotarlo. Como la vez que conseguí borrarme de los aburridos entrenamientos de baloncesto tras hacer una presentación sobre el peligro del sudor en el crecimiento. O la tarde que logré pasarme dos horas en una tienda de videojuegos argumentando que así desarrollaba mis capacidades de estrategia, muy útiles para mejorar las notas.

Las cosas cambiaron cuando mi hermana Paloma y mi hermano Tiago crecieron y empezaron a acaparar la atención en contra de mis éxitos individuales. Ellos desarrollaron sus propias técnicas de doma, pero yo no me rendí, los tomé como aprendices. De ese modo nos convertimos en Piedra, Papel y Tijera, e inauguramos nuestros encuentros clandestinos, los CHUS (Cónclave de Hermandad Unida y Secreta). A día de hoy todavía no sé si arrepentirme… He creado verdaderos monstruos.

Ahora celebramos un CHUS cada vez que nuestros padres hacen algo que va en contra de nuestros intereses, siempre en los escondites más raros para que no nos pillen. Y desde que decidimos unir nuestras fuerzas, no hay capricho ni objetivo que se nos resista.

Nos hemos convertido en los perfectos domadores de padres.

Ahora ya sabes cómo hemos acabado de camino a Demencial Park, el parque de atracciones más increíble del mundo… Pero los padres siempre se guardan un as en la manga. Uno nunca sabe qué esperar, y hoy tengo una extraña sospecha que me recorre la espalda como un escalofrío.

Llevamos cuatro horas apretujados en los asientos traseros del coche de mamá. El aire empieza a estar muy cargado (las ventosidades de la tortuga Torpedo, la mascota de la familia, no ayudan nada) y bajo un poco la ventanilla. Enseguida entra el aroma fresco del mar. ¡Demencial Park está al lado de la playa! Eso significa que ya estamos cerca.

—Por favor, Tiago, ¿puedes hacer que ese bicho deje de gasearnos? —protesta Paloma, tras taparse la nariz.

—¿Y qué quieres que haga? —responde nuestro hermano pequeño, divertido—. ¿Que le ponga un tapón?

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Me he pasado todo el viaje jugando a la consola portátil. La semana que viene es el Gran Torneo Regional de 'Guerreros Mutantes', el videojuego más maravilloso que haya existido jamás, y tengo todas las papeletas para convertirme en uno de los finalistas. Mi objetivo es derrotar a Rubén_64, el jugador que siempre consigue vencerme en las partidas online. Y lo peor es que sé que vive en mi misma ciudad… El sábado que viene por fin nos veremos las caras.

Esta mañana, mamá y papá nos han sorprendido con un desayuno increíble con tortitas y chocolate caliente. Al principio he pensado que se trataba de una trampa mortal. Mi regla de oro en el trato con adultos es esta: si es demasiado bueno para ser cierto, es que hay gato encerra

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