Torres de Malory 11 - Un curso lleno de secretos

Enid Blyton

Fragmento

1. En el tren

En el tren

—¡Bueno, Felicity! —exclamó Susan Blake—. ¿Cómo se siente una al regresar a Torres de Malory como delegada de la escuela?

¡Delegada de la escuela! Cada vez que oía esas palabras, Felicity Rivers se estremecía de placer.

Felicity se quedó asombrada, alucinada y extasiada, y sobre todo se sintió muy honrada cuando la señorita Grayling, la directora de Torres de Malory, la nombró delegada de la escuela al terminar el trimestre anterior. Y Susan había sentido lo mismo cuando la directora la eligió como suplente y mano derecha de la delegada. Las dos niñas eran amigas inseparables desde primero y se conocían muy bien, y la señorita Grayling, consciente de que ambas eran personas responsables y buenas en las que se podía confiar, sabía que formarían un equipo magnífico. ¡No le cabía ninguna duda de que harían todo lo que estuviera en su mano por Torres de Malory!

Los padres de Felicity, por supuesto, estaban muy orgullosos de su hija y no cabían en sí de contentos, como su hermana Darrell, que, en su día, también había sido delegada de Torres de Malory. Darrell le había dado a Felicity un fuerte abrazo cuando había regresado a casa en vacaciones.

—¡Felicidades! —había exclamado entusiasmada—. La señorita Grayling no podría haber elegido mejor. ¿Te emocionaste tanto como yo cuando me nombraron delegada de la escuela?

—Yo diría que sí —se rio Felicity mientras abrazaba con fuerza a Darrell—. Me emocioné y me sentí también un poco abrumada, porque es una gran responsabilidad.

—Estoy segura de que lo harás de maravilla —dijo el padre al oír a sus hijas—. Igual que Darrell cuando lo fue.

—Además, tendrás a Susan para ayudarte —añadió la señora Rivers—. Madre mía, ¡esto se está convirtiendo en una tradición familiar! Tal vez un día vuestras hijas lleguen a ser también delegadas de la escuela en Torres de Malory.

¡Era una idea magnífica, la verdad! Felicity había sentido un cosquilleo de placer al ver las miradas de cariño y orgullo de sus padres y su hermana, y les sonrió de oreja a oreja. Era una sensación que le duró todas las vacaciones y que aún seguía viva ahora que regresaba a la escuela.

—Será un trimestre de prueba para las dos —le dijo entonces Felicity a Susan—. Tendremos que hacer frente a nuestras nuevas responsabilidades y estudiar duro para sacarnos el Certificado Superior.

Las dos niñas estaban sentadas en el pequeño café de la estación, esperando el tren que iba a llevarlas de vuelta a Torres de Malory. Susan suspiró:

—¡El Certificado Superior! Es lo único que me ha estropeado unas vacaciones que podrían haber sido maravillosas: me he tenido que pasar un montón de días estudiando.

—Bueno, habrá valido la pena si aprobamos —resolvió Felicity con buen criterio—. Aunque, en cierto modo, envidio a las que no se presentarán: ellas pasarán un trimestre tranquilo y sin preocupaciones, mientras las demás nos matamos a estudiar.

—Sí —dijo Susan con una sonrisa tristona—. A veces compensa no trabajar tanto... Nora y Delia no van a presentarse, y Amy, tampoco.

—Pero Bonnie sí —apuntó Felicity sonriente—. No quería, pero entonces se enteró de que June andaba diciendo de ella que era muy lista no presentándose, porque no aprobaría en un millón de años.

—Y, por supuesto, Bonnie se lo tomó como un reto y enseguida cambió de opinión —se rio Susan—. June es muy lista: sabe que Bonnie puede tener muy buena cabeza cuando decide usarla bien.

—Bueno, June es la única persona de la clase que no tendrá que preocuparse de estudiar —observó Felicity sin poder ocultar un poco de envidia—. Le basta con leerse las cosas una vez para memorizarlas. Darrell dice que a su prima Alicia le ocurría exactamente lo mismo.

—Sí, no es justo —protestó Susan—. June sacará muy buenas notas sin esforzarse lo más mínimo y las demás tendremos que hincar bien los codos para aprobar por los pelos.

—De todos modos, June también tiene lo suyo —dijo Felicity—. Aún es capitana de deportes y tendrá que emplearse a fondo.

La puerta del pequeño café se abrió y apareció una niña vestida con el uniforme de Torres de Malory.

Era delgada, más bien del montón y tenía el cabello liso y castaño. La pobre miraba a Felicity y a Susan desde detrás de unas gafas enormes, visiblemente asustada. Las dos amigas supusieron que debía de ser una alumna nueva y se la veía tan nerviosa que les dio un poco de pena. Como delegada de la escuela, Felicity tenía el deber de hacerla sentir a gusto, así que le gritó:

—¡Hola! Tú debes de esperar el tren para Torres de Malory.

La niña miró primero a Felicity y, a continuación, a Susan, cada vez más asustada. Luego dio un paso vacilante y respondió con un hilo de voz:

—Exacto. Me incorporo en sexto.

—Nosotras también somos de sexto —dijo Susan—. Siéntate con nosotras, vamos. Ella es Felicity Rivers, delegada de Torres de Malory, y yo soy Susan Blake, su mejor amiga y también su ayudante.

Al parecer, la información sorprendió a la alumna nueva, que parpadeó varias veces antes de sentarse.

—Yo soy Alice Johnson —musitó al cabo de un rato—. Dios mío, qué suerte encontrarme con las dos alumnas más importantes de la escuela.

—Bueno, tampoco hay que exagerar—se rio Felicity—. Seguro que la señorita Grayling, la directora de la escuela, diría que en Torres de Malory todas las alumnas son igual de importantes, y yo creo que tendría toda la razón.

—Y muchas de las alumnas de los primeros cursos defenderían que la persona más importante de la escuela es June, nuestra compañera de sexto—dijo Susan—. Es la capitana de deportes, ¿sabes?, y las más pequeñas la adoran.

Alice sonrió, bastante nerviosa y, de repente, Felicity tuvo la sensación de que la niña le resultaba familiar, como si la hubiera visto en alguna parte. Sin embargo, cuando la sonrisa se desvaneció esa sensación de Felicity también lo hizo. ¡La verdad es que era muy extraño!

Susan le echó un vistazo al enorme reloj que había colgado en la pared.

—Me gustaría invitarte a una taza de té, Alice, pero el tren llegará en cualquier momento. Deberíamos irnos ya.

Las tres muchachas salieron del café y, después de abrirse paso entre grupos de alumnas de Torres de Malory, profesoras y padres, llegaron hasta el andén del que iba a salir su tren.

La señorita Potts, la responsable de la Torre Norte, ya estaba allí, con un grupito de alumnas de primero que no paraban de charlar muy animadas, y

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