Elige tu propia aventura - La leyenda de los dragones

R.A. Montgomery

Fragmento

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—¡Deprisa! —te ordena Tengri Köl —. ¡Rápido, monta con Ojo Hambriento! ¡Ya!

No tienes ninguna posibilidad de demorarte. Ojo Hambriento te alza y te arroja sobre la grupa de su caballo. Sin darte tiempo a colocarte bien, lo espolea y el animal arranca a galopar entre los gritos de su amo para que vaya más deprisa. Ojo Hambriento se ha visto obligado a dejar a su hermano atrás y ves cómo vuelve la cabeza anhelante, como diciendo «lo siento, no he tenido más remedio».

Tengri Köl y Cara Radiante cabalgan a vuestra derecha, pero no te atreves a mirar. Bastante te cuesta agarrarte fuerte a Ojo Hambriento y mantener el equilibrio.

De pronto se te ocurre algo. Podrías cortar las correas de la silla con el cuchillo y, mientras Ojo Hambriento intenta no perder el control, aprovechar para saltar del caballo y escapar. Sueltas su camisa y llevas la mano hacia el cuchillo. Sentirlo entre los dedos te da sensación de poder, pero también tienes miedo. Quizá sea demasiado peligroso y deberías seguir como estás y esperar a ver qué pasa.

Si decides cortar las correas de la silla, ve al capítulo 70 e

Si decides seguir donde estás, ve al capítulo 104 e

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Tampoco tienes muchas opciones, de manera que decides cabalgar con Tres Dedos cuando llegue,con la esperanza de que no le pase nada malo a Cara Radiante.

Cuando miras al turco, piensas que ojalá tuvieras el valor suficiente para hacerle frente. Le dirías con tono firme: «¿Quién te crees que eres?». Te imaginas la cara que pondría el turco, la sorpresa y el miedo que reflejaría al amenazarlo con perseguirlo a él y a todos sus bárbaros hasta echarlos del país y mandarlos hacia Occidente, donde los guerreros son incluso más fieros que los que atacan China, ya famosos por su crueldad. Por supuesto, no dices nada y disimulas el desprecio que se dibuja en tu rostro.

—¡Venga, va! —te ordena el turco.

Debe de estar cansado porque su voz no transmite la misma energía que antes, aunque sí la suficiente como para despertarte de tu ensoñación.

Ve al capítulo 54 e

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La soledad te invade por un momento. Pero sabes que acababas de conocerlos y que te encontrarás con más gente. Además, siempre podrás buscarlos en Luoyang si los necesitas.

El camino reclama tu atención. Enseguida te acercas a un grupo de gente en el que ves con enorme sorpresa a Li Shimin montado en su caballo Rocío Otoñal. Desearías con todas tus fuerzas ser él y que las multitudes reunidas en torno a ti te miraran boquiabiertas con la misma admiración y respeto.

Te olvidas del sacrificio en cuanto oyes a un soldado proclamar el siguiente bando:

—Por orden del comandante de las tropas del emperador, Li Shimin, glorioso guerrero y señor de este ejército que protege a China de las hordas bárbaras, se hace saber a todas las personas capaces que deseen alistarse a su ejército que deben acudir a la tienda montada junto al poste que indica el camino a la ciudad de Luoyang, detrás de la colina —señala el soldado.

Ve al capítulo 49 e

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Con el corazón desbocado y los pies que te llevan solos, corres hacia la tienda. Junto a ti, muchos otros jóvenes con los mismos sueños y ambiciones que tú se dan empujones y codazos.

—¡Eh, tú! ¡Primero voy yo! —le grita un grandullón a otro chico.

—¿Quién lo dice? —contesta el otro, y lo empuja con todas sus fuerzas—. ¡Yo estaba antes y de aquí no me muevo! ¡Pongo a los dioses por testigos!

—Los tipos como tú necesitan mucho más que los dioses como testigos.

Dicho eso, se abalanzan el uno sobre el otro, entre gritos, maldiciones e insultos, cuestionándose sus respectivos linajes y rogando a los dioses que les den la victoria.

—Mira este par de tontos —le dice un soldado bajo y de tez oscura a su compañero. Ambos sonríen—. ¡Ya se cansarán de pelear allí donde van!

—Yme apuesto la paga a que serán pasto de los cuervos antes de la cosecha —dice el otro. Los dos se ríen.

—Bueno, habrá que pararlos, no vaya a ser que estos piensen que no creemos en la disciplina.

Ve al capítulo siguiente e

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