¡Gol! 33 - Los once campeones

Luigi Garlando

Fragmento

cap-1

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El gran pino, lleno de bombillas, ilumina la velada en la parroquia de San Antonio de la Florida. Está decorado festivamente, con luces y bolas de colores, para celebrar la Navidad, que está a punto de llegar. Por eso los Cebolletas se han reunido en la sala del bar: están buscando ideas para el regalo de Champignon.

Nos encontramos en la pausa invernal del campeonato. Como sabes, los Encebollados de João han acabado la fase de ida en cabeza de la tabla, después de derrotar a los Cebogoles de Tomi en el encuentro directo de la última jornada. La formación entrenada por el abuelo Felipão lidera el grupo A con tres puntos de ventaja sobre el equipo de la maestra Elena.

Por su parte, los Cebotigres de Sara han protagonizado una gran remontada en el grupo C. Después de un inicio catastrófico, la formación a la que entrena Armando ha subido en la clasificación y ha acabado la primera mitad del torneo a cuatro puntos de los Diablos Rojos, que encabezan la tabla.

En los dos grupos todo sigue siendo posible. La llegada de la primavera dará el empujoncito necesario para intentar mantener el primer puesto y acceder a las semifinales. Pero, de momento, los chicos todavía disfrutan de las vacaciones y vuelven a ser un solo grupo de amigos: la espléndida flor de los Cebolletas.

—¡Lo tengo! —salta Fidu dándose una palmada en la frente—. ¡Le podemos regalar unos moldes para cocinar pasteles, solo que mucho más grandes que los que tiene!

—Te recuerdo que el regalo es para Champignon, no para ti —precisa Sara, lo que atenúa enseguida el entusiasmo del portero.

—¿Un nuevo sombrero de cocinero? —propone Becan—. He visto un concurso de cocineros en la tele y uno llevaba un sombrero azul muy divertido. Gaston solo los tiene blancos, así que a lo mejor le hace gracia cambiar un poco.

—¡Buena idea! —aprueba Nico—. Y podríamos añadirle una chaqueta de cocinero personalizada, con los colores de la camiseta de los Cebolletas.

—¡Eso sí que sería un buen regalo! —coincide Dani.

—Sí, es una buena idea —conviene Tomi—, pero a mí se me había ocurrido otra: ¿y si le regalamos un partido?

—¿Un partido? —repite Lara con una mueca.

—Sí —insiste el capitán—. ¿Os acordáis de cuándo se enfadó con nosotros Champignon?

—En el partido de la fiesta de la parroquia, cuando nos peleamos con los Escualos —responde Becan.

—«Enfadar» me parece poco —puntualiza Sara—, porque disolvió el equipo y nos inscribió en el campeonato para equipos de siete jugadores...

—¡Para eso serviría mi idea! —explica Tomi—. Ese fue el Partido de la Guerra, así que para Navidad le podríamos regalar el Partido de la Paz.

Fidu se rasca la cabeza.

—Como sabes, yo no pienso tan rápido como Nico. Creo que no te entiendo...

—Muy fácil: organizamos un nuevo duelo contra los Escualos y esta vez nos comportamos con la mayor deportividad posible. Además, sería una buena ocasión para felicitar la Navidad a todo el barrio y que volvieran a jugar los famosos Cebolletas.

—Y para dar una nueva lección a Pedro y su banda —añade Aquiles.

—Vaya, si empezamos así acabaremos provocando otra batalla campal —replica el capitán.

—¡Quería decir una lección de fútbol! —se justifica el ex matón—. Echo de menos los partidos contra los Zetas.

—A mí también me gustaría volver a marcar al coletas —comenta Sara.

—Creo que Tomi ha tenido una idea genial, propia de mí —concluye Nico, que suelta una carcajada—. ¡Un partido divertido y deportivo sería el mejor regalo posible para Champignon! Pero falta poco para Navidad, así que tendremos que ponernos manos a la obra enseguida.

—Lo primero que hay que hacer es ver si los Escualos aceptan —observa Becan.

—Creo que nos olvidamos de un problema —interviene Pavel, que todavía no había hablado—. Entre Cebogoles, Encebollados y Cebotigres, somos unos treinta jugadores. Demasiados para formar un solo equipo de once.

—Tienes razón —admite Sara—. En el banquillo no podemos meter a veinte personas.

—Naturalmente, nos entrenaría Champignon —sigue Tomi—. Devolverle su puesto durante un día formaría parte del regalo. Pero no había tenido en cuenta que somos demasiados...

—Podríamos usar el sistema del equipo ideal —sugiere João.

—¿Qué quieres decir? —pregunta Ígor.

—Cuando acaba un campeonato o una Liga de Campeones, los periódicos siempre publican cuál sería el mejor equipo escogiendo a jugadores de todos los equipos que han participado —explica el brasileño—. Lo suelen hacer según las notas que les han puesto en los partidos.

—¡Efectivamente! —aprueba el Gato—. Nosotros también tenemos un diario en el que nos ponen notas: el de Tino. Hagamos la media y los mejores jugarán en el partido de Navidad. Once en el campo y cinco en el banquillo: ¿qué os parece?

—También podríamos utilizar el criterio del baloncesto americano —propone Dani, que ha practicado ese deporte.

—¿Cuál es? —inquiere Aquiles.

—En Estados Unidos se organiza todos los años un torneo entre los equipos del Este y del Oeste —explica Dani—. Los hinchas pueden votar y expresar sus preferencias en la página web de la NBA, la asociación que monta el campeonato. Se conectan a internet y escriben el nombre del jugador al que les gustaría ver en el campo en el partido de las estrellas.

—Podríamos hacer las dos cosas —sugiere Tomi—. Calculando la media de las notas obtenidas con los dos sistemas, obtendremos una nota definitiva: los diecisiete primeros se medirán contra los Escualos.

—Me parece una solución perfecta —aprueba Sara—. Así Tino no tendrá la última palabra. Cuantas más personas voten más fiable será su veredicto, ¿no?

—Tienes razón —concluye Nico—. Vamos a pedir a Tino que recoja todas las notas de la fase de ida. Mientras tanto colgaremos la noticia del duelo en el tablón de anuncios. Podríamos dejar una caja aquí, en el bar, así todos podrán meter una papeleta con el nombre de su jugador favorito.

—Vale, así puede pasar Becan a todas horas y meter dentro cien papelitos con su nombre encima —bromea João.

—¿Por quién me tomas? —salta como un resorte Becan—. ¡No soy un tramposo! Siempre que te he ganado en las carreras, he respetado las reglas...

—En realidad no recuerdo una sola vez en que hayas ganado —replica João.

—¡Stop! —Tomi se interpone entre ellos levantando el brazo—. Ahorradnos vuestras típicas broncas sobre las carreras... A João no le falta razón. Para resolver el problema podríamos dejar la caja en la tetería y pedir a Elena que apunte quién ha votado, para que no pueda hacerlo más de una vez.

—Antes de anunciar al mundo el Partido de la Paz, no estaría mal consultar a los Escualos, a ver si están de acuerdo —señala Fidu.

—Si no veo a Pedro antes de esta noche, lo llamo por teléfono —promete Tomi—. Estoy seguro de que aceptarán.

—Esperemos —comenta Fidu—. Ahora, chicos, os propongo que nos esfumemos. He visto el coche de don Calisto cargado hasta los topes de compras y no me gustaría tener que ayudar

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