Amor incondicional

Gregory Boyle

Fragmento

Introducción

Empezar por el título.

¡Qué pésima forma de escribir un libro!

Aquí estoy, sentado en mi oficina en Homeboy Industries hablando con Ramón, el miembro de una pandilla que trabaja en nuestra panadería. Últimamente ha estado yendo en sentido contrario. Llega tarde a trabajar, a veces ni siquiera llega y sus supervisores me dicen que necesita un urgente cambio de actitud. Se lo estoy explicando, lo estoy instruyendo y estoy tomando el volante para corregir su rumbo. Él me saluda y dice muy confiado:

—Tranquilo, pelado… le estás ladrando a un creyente.

Por supuesto, de inmediato me gustó el combo de su fraseología. Es la mezcla perfecta entre las frases: «ladrar al árbol equivocado» y «predicar a los creyentes». Me gusta. Es un llamado a repensar nuestra situación actual, que ya no está satisfecha con la forma en que el mundo opera y anhela una nueva visión. El mundo está alerta a las formas de confundir y deconstruir.

Lo que en las Escrituras se traduce del griego metanoia como «arrepentimiento» significa «ir más allá de la mente que tenemos». Y el «ladrido» está dirigido a «los creyentes», a aquellos que se «arrepienten» y desean realmente algo diferente, una forma completamente distinta de proceder y que buscan «un Dios mejor del que tienen». El evangelio puede proponer un juego en el que muchas veces «los creyentes» pueden encontrarse satisfechos y varados. Esto nos aleja de la hermandad que deseamos, nos lleva a estar constantemente juzgando, compitiendo, comparándonos y con terror, y eso nos impide girar hacia «algo nuevo». Ese «algo» es entrar en la hermandad de Dios… aquí y ahora, y dejar de estar satisfechos con los «castillos en el aire cuando morimos».

Los creyentes son todos aquellos que desean y ansían ampliar su «mirada de amor» hacia lo que está frente a ellos, buscan algo que sea auténtico.

En una reseña reciente del The New Yorker sobre los bautistas estadounidenses, el liderazgo de la congregación admitió con resignación el hecho de que la «cultura secular» siempre va a ser «hostil» al cristianismo. Yo no creo que eso sea verdad. Nuestra cultura es hostil solo hacia la forma falsa de vivir el evangelio; huele a hipocresía por todos lados y sabe si los cristianos no toman en serio lo que Jesús tomó en serio. Nuestra cultura, en líneas generales, es hostil con lo que hay que serlo. De hecho, desea adoptar el evangelio de la inclusión y la no violencia, del amor compasivo y la aceptación. Hasta los ateos aprecian este tipo de ideas.

Los seres humanos somos conformistas. Nuestro riesgo como humanos es que nos conformamos con poco. Nos conformamos con la pureza y la piedad, cuando tenemos una invitación a una santidad exquisita. Nos conformamos con estar movidos por el miedo, cuando el amor ansía ser nuestro motor. Nos conformamos con un Dios débil y vengativo, cuando siempre somos empujados hacia este Dios que es extremadamente inclusivo y más grande que la vida misma. Permitimos que nuestro sentido de Dios se atrofie. Nos conformamos con la ilusión de separación, cuando constantemente se nos invita a hermanarnos con todo. Los creyentes se han conformado con poco… y el «ladrido», como un perro ovejero, quiere guiarnos de vuelta a la grandeza del propio deseo de Dios.

Los creyentes son más que «la iglesia» y, en muchos aspectos, Homeboy Industries está llamada a ser ahora lo que finalmente todo el mundo está llamado a ser. Los creyentes entienden esto. Homeboy quiere dar lugar no solo a la idea de las segundas oportunidades de redención, sino también a un nuevo modelo de iglesia como una comunidad inclusiva de hermandad y cariño. Los creyentes son esas personas que quieren ocupar todos los espacios, no solo Wall Street, y lograr aquí y ahora eso para lo que el mundo fue diseñado. Los creyentes, al final de sus vidas, esperan dar un motivo a esos cuates de la iglesia bautista de Westboro… para protestar en su funeral.

El objetivo de los creyentes es pararse junto a los más vulnerables, cuidar a la viuda, al huérfano, al extranjero y al pobre. Ellos quieren aprender a los pies de los más pequeños y envolverse en un nuevo modelo que derrumbe ese orden antiguo, en algo intensamente subversivo y nuevo.

Comenzar con un título y trabajar al revés.

Han pasado más de treinta años desde que llegué a la iglesia Misión Dolores como sacerdote. Luego, en 1988, en esa comunidad pobre y profética vi nacer Homeboy Industries, que luego se convirtió en el mayor programa del mundo de intervención, rehabilitación y reinserción de pandilleros. Homeboy ha ayudado a comenzar de forma similar 147 programas en los Estados Unidos y 16 programas en otros países, a los que llamamos la Red Global de Homeboy.

Como en mi libro anterior, Tatuajes en el corazón: el poder de la compasión sin límite, los ensayos que relato aquí, nuevamente, son historias de tres décadas de interacción diaria con pandilleros que dejan atrás su pasado para vivir llenos de libertad, amor y volver a imaginar un futuro brillante para sí mismos.

Intentaré no ser reiterativo.

Me invitan a dar muchas charlas: talleres, discursos, presentaciones en almuerzos. YouTube es mi desgracia. Puedo ir, por ejemplo, a la Universidad de Findlay, en Ohio, o al Calvin College, en Grand Rapids—(dos lugares a los que nunca he ido—, y siempre habrá un grupo de cuates que han «escuchado antes esa historia». Son cosas que pasan. Una vez me invitaron a dar el discurso inaugural en una reunión anual de Abuelos Sustitutos, en el sur de California. Había hablado en el mismo evento el verano anterior, eran casi las mismas personas y no sé por qué me invitaron dos veranos seguidos. Después de mi plática, una abuela se me acerca. Pienso que le gustó la charla, ya que está llorando. Me toma las manos entre las suyas y dice:

—Te escuché el año pasado —hace una pausa para calmarse—. Nunca mejora.

Quiero creer que se expresó mal y no quiso decir eso.

De todas formas, intentaré no ser repetitivo.

Nunca puedo pensar, respirar o continuar sin historias, parábolas y la sabiduría que gané al conocer a estos hombres y mujeres que encontraron su camino hacia nuestras oficinas en las afueras del Barrio Chino. Estamos en el corazón de Los Ángeles, representando el corazón de Los Ángeles y siempre deseando ser un modelo y dar una muestra de la hermandad que es el sueño de Dios hecho realidad. Homeboy Industries no solo busca unirse a un diálogo, busca crearlo, busca mantener real su objetivo, ensalzar la santidad de las segundas oportunidades y sacudir nuestra actitud cuando nos volvemos conformistas. Una vez un cuate me dijo:

—En Homeboy, nuestra marca tiene un latido propio.

En todos mis años de vida nunca he tenido mayor acceso al amor de Dios que mediante estos miles de cuates que he tenido el privilegio de conocer. No llegará el día en que yo sea más noble o más co

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